domingo, abril 30, 2006

UN FODA PERSONAL




Lectura bíblica: Romanos 7:7-25
Propósitos de la charla: Hacer una autoevaluación de la vida espiritual del discípulo.


Es necesario que cada cierto tiempo, si no permanentemente, cada discípulo haga una evaluación de su vida y actitudes, para encontrar respuestas más eficaces ante las exigencias del Camino de Cristo. Podemos realizar una autoevaluación, tomando papel y lápiz, y aplicando un instrumento de la actual ciencia administrativa, llamado FODA, acróstico de Fortalezas, Oportunidades, Debilidades y Amenazas.

Todo cristiano tiene fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas. Estos conceptos son perfectamente aplicables a nosotros.

FORTALEZAS
El diccionario llama fortaleza a:
- Fuerza y vigor: "el público admiró la fortaleza de los levantadores de pesas".
- Capacidad para soportar problemas y adversidades; firmeza de ánimo: "supo afrontarlo con fortaleza".
- Recinto fortificado, fortificación: "una fortaleza árabe".

En el ámbito de la fe la fortaleza es una virtud y un don de Dios (Efesios 6:10). Hay virtud de fortaleza (una de las cuatro virtudes cardinales: prudencia, justicia, fortaleza y templanza) y también hay don de fortaleza (uno de los siete dones del Espíritu Santo –Isaías 11:1-: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, conocimiento, temor de Dios y justicia). La fortaleza consiste en un poder para enfrentar toda dificultad interna y externa. Por lo tanto es una virtud que se desarrolla y un don que se recibe de Dios. El don viene a ayudarnos para desarrollar la virtud.

San Pablo es un ejemplo de fortalezas. En él encontramos:
- Una fuerte revelación de Jesucristo
- Temperamento apasionado
- Perseverante
- Obsesionado con su propósito
- Valiente
- Visionario
- Culto, inteligente
- Carácter (Gálatas 2:11-16)

DEBILIDADES.
Debilidad es, según el diccionario:
- Falta de vigor físico: "la debilidad de su corazón es preocupante".
- Falta de energía y resolución en el carácter: "su debilidad le impide enfrentarse a los demás".
- Acción cometida por falta de carácter: "fue una debilidad aceptar sus condiciones".
- Flaqueza, punto débil: "los libros son su debilidad".
- Cariño o inclinación especial: "tiene debilidad por su sobrina".

La debilidad es una falta de fortaleza en algún área (física, intelectual o espiritual), que me lleva a pecar (Romanos 14:23). Hay debilidades de la carne, del alma y del espíritu. Toda debilidad me lleva al pecado. Una debilidad de la carne es no resistir la tentación sexual y fornicar o adulterar. Una debilidad del alma es juzgar a mi prójimo y hablar mal de él. Una debilidad del espíritu es no orar y amargarse con los fracasos. La debilidad de la carne se supera con el don de temor de Jehová y ejerciendo la virtud de la templanza. La debilidad del alma y del espíritu se supera acudiendo al don de fortaleza que nos da el Espíritu Santo y desarrollando la virtud de fortaleza. Don es regalo, virtud es una capacidad que se desarrolla con esfuerzo. El don es un regalo del Señor, la virtud es producto de nuestra disposición a la acción del Espíritu Santo en nosotros.

Pablo, como todo ser humano, también tenía debilidades:
- Intransigente
- Orgulloso
- Problemas de salud
- Impulsivo
- Carácter fuerte en extremo
- Un aguijón en la carne (2 Corintios 12:7)

OPORTUNIDADES.
Oportunidad se define como:
- Momento propicio para algo: "ahora que ha bajado la Bolsa es la oportunidad de comprar".
- Venta de artículos de consumo a bajo precio. Más en plural: "planta de oportunidades de unos grandes almacenes".

Las oportunidades son circunstancias favorables a nuestras vidas, que siempre el Señor está poniendo ante nosotros (Filipenses 4:10). Hay oportunidades de diversa índole: materiales (un trabajo mejor, una casa, negocios, un viaje, etc.); sociales (un esposo/a, nuevos amigos, contactos, etc.); intelectuales (estudios, capacitación laboral, perfeccionamiento, libros, etc.); espirituales. En este último aspecto el Señor nos da oportunidades maravillosas cada día para: 1) hacer el bien (ayudar, servir, dar, amar, etc.); 2) evangelizar; 3) ministrar a Dios (orar, adorar, ofrendar, diezmar, ayunar); 4) discipular; además de las oportunidades que nos da en la comunidad cristiana de capacitación y desarrollo espiritual por medio de la enseñanza de los pastores y maestros, retiros, vigilias, cursos, etc. Todas las oportunidades son para desarrollarnos, nunca para hundirnos. La sabiduría está en aprovecharlas y no dejarlas pasar. En nuestros inicios en el discipulado, un hermano me decía "El tren pasa una vez y demora mucho tiempo en volver a pasar, si es que vuelve".

El Apóstol no desperdició las oportunidades:
- Al ser apresado por romanos, apeló a Cesar
- De predicar a reyes, judíos y gentiles
- De corregir a las iglesias y escribir sus inspiradas epístolas
- De enseñar el perdón y el amor (Filemón 8-14)

AMENAZAS.
Amenaza significa:
- Dicho o hecho con que se amenaza: "sus amenazas no lograrán intimidarle".
- Anuncio de un mal o peligro: "los gases tóxicos suponen una amenaza para nuestro medio ambiente".

El verbo amenazar sería:
- Dar a entender con actos o palabras que se quiere hacer algún mal a otro. Se construye con las preposiciones con o de: "le amenazó de muerte, con echarlo del trabajo".
- Anunciar, presagiar, o ser inminente algún mal: "la casa amenaza ruina". También: "amenaza tempestad".

Las amenazas que se ciernen sobre todo cristiano son tres: Satanás, el mundo y la carne (Efesios 6:12; Efesios 2:2; Romanos 8:7,8). Esta última es nuestra propia debilidad. Hay amenazas internas y externas.

1) Siempre tendremos amenazas internas o tentaciones; el problema está en no dejarse vencer por ellas ni tener miedo. La clave para superar el miedo a las amenazas es enfrentándolas y transformándolas en oportunidades. Si la amenaza es la tentación de caer en un pecado de la carne, huyamos de la tentación. Si la amenaza es hablar mal de otra persona en su ausencia, expresemos nuestro desacuerdo, cambiemos de tema, busquemos lo positivo. Si la amenaza es no dedicar tiempo a la comunión con Dios, obliguemos a nuestro cuerpo y alma a buscarle y bendecirle, ordenémosle "Bendice alma mía a Jehová". La peor amenaza para un discípulo es la autocomplacencia.

2) Las amenazas externas son la persecución espiritual e intelectual por nuestras creencias; la división del matrimonio, la familia y la iglesia. Sin embargo podemos transformar las amenazas en oportunidades para acercarnos a Jesucristo, fortalecernos en Él y mostrarlo a la sociedad y a la iglesia mediante actos y palabras.

El apóstol de los gentiles sintió amenazas:
- Falta de apoyo de los cristianos judíos
- Que su mensaje fuese tergiversado por las falsas doctrinas
- Que el Evangelio no fuese predicado en todo el mundo
- De cárcel
- De muerte (2 Timoteo 4:6)

Las debilidades se transforman en fortalezas y las amenazas en oportunidades que a su vez se vuelven fortalezas. En Cristo todo finalmente es éxito y fortaleza. Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece (Filipenses 4:13).

PARA REFLEXIONAR.
1) ¿Cuáles son mis fortalezas?
2) ¿Cuáles son mis debilidades?
3) ¿Qué oportunidades he tenido, tengo y podría tener?
4) ¿Cuáles son las amenazas externas e internas que yo tengo como cristiano/a?
5) Elabore un plan de acción personal para aprovechar sus fortalezas y oportunidades y para superar sus debilidades y amenazas. Antes responda a las siguientes preguntas: a) ¿Qué haré para aprovechar mis fortalezas y oportunidades?; b) ¿Qué haré para superar mis debilidades?; c) ¿Cómo enfrentaré las amenazas internas y externas?

BIBLIOGRAFÍA.
- Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe S.A., Madrid.

sábado, abril 22, 2006

EL PENSAR DEL DISCÍPULO.


Lectura bíblica: Isaías 32:8.
Propósitos de la charla: Alcanzar la renovación de la mente y aprender a pensar conforme a la mente de Cristo.


Una de las más importantes capacidades que Dios ha concedido a la raza humana, junto con la de creer y sentir, es la de razonar o pensar. Es un don que reside en lo que llamamos mente y nos lleva a discernir la realidad y a tomar decisiones frente a ella. Hay personas que hacen del pensar una verdadera profesión, tales como los filósofos, teólogos, matemáticos y quienes practican las ciencias y las artes.

El gran filósofo Martin Heidegger, investigando «¿qué significa pensar?» y refiriéndose a otro pensador, Nietzsche, afirma "Cada pensador piensa solamente un único pensamiento"

SIGNIFICADO DE LA PALABRA PENSAR.
Para comprender mejor esta capacidad dada por Dios al ser humano, vamos a analizar la etimología de la palabra, la cual tiene mucho que decirnos sobre el significado de esta palabra. Pensar es una de las funciones de la mente. La palabra deriva del verbo pendere / pensum, que significa pender, colgar. Hace referencia a la "romana", ese instrumento de pesar que usaban los romanos y que consistía en una barra horizontal de uno de cuyos extremos pendía aquello que se quería pesar.

Del verbo péndere deriva pondus, que significa "peso", nombre a partir del cual se forma otro verbo, ponderare, que tiene que ver con péndere, pero a través de su derivado pondus, con un significado especializado ya en el peso y el pesaje, pero sin que pierda el primero su capacidad de expresar también relaciones de peso. De este último derivamos los términos "ponderar", "ponderación" y "ponderado" que han sido sustraídos totalmente del área del pesaje de que proceden, para emplearse exclusivamente para designar operaciones y cualidades de la mente. Una persona ponderada es aquella que sopesa cuidadosamente las cosas antes de decidirse.

Volviendo atrás, al pensum, que en rigor significaría "aquello que ha sido colgado para ser pesado", tenemos un par de derivados que aunque cueste creerlo son primos hermanos. Tanto, que en muchos momentos coinciden ambos en la misma palabra: son pienso y pensamiento. Recordemos la expresión "ni por pienso", que significa "ni lo pienses". El pienso, además primera persona del presente del verbo pensar –yo pienso- es la comida "pesada" que se da a los animales. Entonces este término hace referencia al pesaje, en el que incidirá con más fuerza la palabra "ración", de la que deriva "razón".

De ahí se deduce que el significado original estricto de pensar es "pesar" y que los pensamientos son una sucesión de "pesajes" indispensables para tomar una decisión. A partir de ahí una cosa impensable sería aquella que por su excesivo peso no cabe en nuestro sistema de pesaje, e imponderable, palabra más refinada, aquella que por su ligereza tampoco puede ser pesada, porque nuestro sistema de pesaje no alcanza a tanta sutileza.

EL PENSAR DEL MUNDO.
El modo de pensar del mundo es prescindiendo de la fe: "Pero Jesús decía esto de la muerte de Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño" (San Juan 11:13). O reemplazar ésta por la superstición: "Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron" (San Marcos 6:49).

El pensamiento del mundo deja afuera a Dios o le culpa de todos los males del hombre: "Y aunque yo los enseñé y fortalecí sus brazos, contra mí pensaron mal" (Oseas 7:15). La máxima expresión de ello será el anticristo, cuyo espíritu ya se siente en el ambiente: "Y hablará palabras contra el Altísimo, y a los santos del Altísimo quebrantará, y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en su mano hasta tiempo, y tiempos, y medio tiempo" (Daniel 7:25).

El mundo tiene su propio concepto de justicia, en la cual no cabe la misericordia ni la generosidad: "Al venir también los primeros, pensaron que habían de recibir más; pero también ellos recibieron cada uno un denario" (San Mateo 20:10).

El mundo ocupa su mente en pensar el mal: "Cierra sus ojos para pensar perversidades; Mueve sus labios, efectúa el mal" (Proverbios 16:30)

Pero el pensar del Reino de Dios es todo lo contrario: "Pero el generoso pensará generosidades, y por generosidades será exaltado" (Isaías 32:8).

UNA RENOVACIÓN DEL MODO DE PENSAR.
"No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12:2). Conformarse a este siglo significa amoldarse a la manera de ser del mundo; tomar los mismos principios de la sociedad corrupta. El apóstol nos invita en este texto a una "metamorfosis", un cambio de forma o transformación. El cristianismo es una completa transformación de la persona, lo cual se puede llevar a cabo si nuestro entendimiento es renovado. Renovarse es volverse nuevo, ser de nuevo; ya no somos los antiguos hombres y mujeres que éramos, sino que ahora somos pequeños Cristos, con una mente y modo de pensar nuevos, a imagen de Jesús, nuestro Maestro. Al cambiar nuestra comprensión de las cosas, comenzamos a sentir y actuar de un modo distinto, la persona comienza a ser transformada, metamorfoseada en Cristo. La transformación y la renovación son ejecutadas por el Espíritu Santo que fue depositado o vino a morar en nosotros el día que aceptamos el Señorío de Cristo.

COMO PENSAR SOBRE SI MISMO.
El acto de pensar puede darse sobre asuntos externos como la naturaleza, los demás, Dios, alguna idea abstracta, etc. Pero también nos pensamos a nosotros mismos; cada persona dedica gran tiempo de su vida a reflexionar y pensar sobre sí, y así construye una autoimagen y una ponderación de quien es. Tener un autoconcepto equilibrado es una tarea no fácil que cada cristiano debe enfrentar. En pesarnos a nosotros mismos podemos equivocarnos y ser demasiado exigentes o bien condescendientes: "Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí mismo que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de la fe que Dios repartió a cada uno" (Romanos 12:3).

CONSEJOS DIVINOS ACERCA DEL PENSAR.
Dios nos ha dado libertad en el pensamiento. Podemos imaginar, fantasear, construir ideas, relacionar pensamientos, crear, inventar, diseñar con nuestra mente, viajar, etc. pero todo esto tiene unos límites dados por la Ética cristiana. ¿Qué es correcto pensar? ¿Qué sería incorrecto? La Biblia aconseja ocupar nuestra capacidad de pensar para todo aquello que sea constructivo para otros y nosotros mismos. No es conveniente pensar en el mal de otros, en como vengarse, en asuntos deprimentes, en lo banal burdo o grosero, en el fracaso, sino en todo lo que edifica el Reino de Dios en la tierra. "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Filipenses 4:8).

1) Estar preparados para las consecuencias de nuestro pensar
Hay pensamientos equivocados que generan persecución. Jesucristo advirtió a sus apóstoles que serían perseguidos hasta por sus hermanos. Esta advertencia es para todos los cristianos; encontramos la persecución entre los de nuestra propia familia o pueblo. Ellos pensarán equivocadamente de nosotros. El mundo piensa diferente a los cristianos. A veces hay quienes creen que sirven a Dios y la verdad, matando creyentes: "Os expulsarán de las sinagogas; y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate, pensará que rinde servicio a Dios" (San Juan 16:2)

2) Aprender a pensar a Dios.
Como criaturas pensantes, también imaginamos a Dios. El pensamiento se vale de la imaginación para explicarse el mundo, sobre todo aquellos aspectos de la vida que son más desconocidos, como Dios, la muerte, la vida ultraterrena, etc.. En este imaginar a Dios, muchas veces damos a Él características humanas. La Escritura nos recomienda que "Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Divinidad sea semejante a oro, o plata, o piedra, escultura de arte y de imaginación de hombres" (Hechos 17:29).

3) Ser medidos en el pensar.
A veces vamos más allá de las palabras y escritos de otros, lo cual nos lleva a juicios inapropiados. Nos dejamos llevar por nuestros pensamientos no siendo justos. Esto produce daño tanto a otros como a nosotros mismos. Es necesario que aprendamos la prudencia y sobriedad en el pensar: "Pero esto, hermanos, lo he presentado como ejemplo en mí y en Apolos por amor de vosotros, para que en nosotros aprendáis a no pensar más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros" (1 Corintios 4:6).

4) Pensar en forma madura.
El Señor nos invita a volvernos tan puros, inocentes y sumisos como lo son los niños; Él nos llama a aceptar el reino de Dios con un modo de pensar abierto a la voluntad de Dios. Ser como niños no significa ser infantiles. Todo lo contrario, Dios desea que alcancemos madurez espiritual: "Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar" (1 Corintios 14:20).

5) Adjudicar la competencia de la Iglesia a Dios.
Los cristianos no debemos pensar que la enseñanza es nuestra, puesto que todo el contenido de la fe ha sido revelado por Dios y esa revelación continúa siendo entregada a la Iglesia por acción del Espíritu Santo, a través de los ministros de Dios. Como lo declara el apóstol al referirse al ministerio del Nuevo Pacto: "no que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios" (2 Corintios 3:5).

La palabra "ministerio" significa servicio; en el mundo político-administrativo designa un departamento de gobierno dedicado a algo específico; en el mundo eclesial se nomina así una organización interdenominacional dedicada a una misión particular. En el contexto se refiere a la tarea de los ministros de Dios.

6) Evitar doctrinas nocivas.
"Yo confío respecto de vosotros en el Señor, que no pensaréis de otro modo; mas el que os perturba llevará la sentencia, quienquiera que sea" (Gálatas 5:9-11). El apóstol está preocupado porque entre los hermanos de Galacia hay judaizantes que están predicando que la salvación no es completa si no se cumple también la Ley; para esto los cristianos deben, además de los ritos del bautismo y la Cena del Señor, cumplir las ordenanzas del Antiguo Testamento. Hacerlo es invalidar la gracia de Dios, es volver atrás negando la salvación dada por medio de Jesús. Pablo les recuerda como deben pensar ellos respecto a este asunto. El que perturba tendrá su propia sentencia de parte de Dios y los demás no debemos dejar arrastrarnos por tales pensamientos. Hay doctrinas que son nocivas para nuestra fe.

7) No dejarse convencer fácilmente por cualquier pensamiento.
"que no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra, en el sentido de que el día del Señor está cerca." (2 Tesalonicenses 2:2). El contexto está referido a un asunto específico, la segunda venida del Señor Jesucristo a la tierra –la doctrina de la "Parusía" (1 Corintios 15:23)- pero es útil para cualquier asunto de creencias; tratemos de no conturbarnos, extraviarnos, confundirnos con otro tipo de pensamientos. Sobre todo cuidarnos de aquellas ideas que nos apartan de la fe. Esta es el tesoro más precioso de los cristianos. Conturbar es alterar, inquietar, intranquilizar el ánimo.

Finalmente, es preciso decir que hay un razonamiento que a todos los cristianos nos embarga; algo que nos lleva hacia delante y emana de la fe en Jesucristo, pero más aún, es una fuerza que proviene del Espíritu Santo que vive en cada cristiano. Esta fuerza se abre paso en nuestro ser, en medio de todas las asperezas y defectos que hay en nosotros. Paulatinamente se va instalando un modo de pensar, sentir y actuar que es el de nuestro Señor. La obligación nuestra es orar para que este proceso continúe y se agilice en nosotros, como también cambiar toda actitud mental negativa que impide Su Reino es nuestra vida. La Escritura es tajante en afirmar que los cristianos "tenemos la mente de Cristo" (1 Corintios 2:16). Apuremos Su trabajo en nosotros disponiendo también toda la mente a Él.

PARA REFLEXIONAR.
Analice los siguientes textos bíblicos, a la luz de lo que significa pensar conforme a la mente de Cristo:
1) "No quisieron oír, ni se acordaron de tus maravillas que habías hecho con ellos; antes endurecieron su cerviz, y en su rebelión pensaron poner caudillo para volverse a su servidumbre. Pero tú eres Dios que perdonas, clemente y piadoso, tardo para la ira, y grande en misericordia, porque no los abandonaste" (Nehemías 9:17).
2) "Aunque afligido yo y necesitado, Jehová pensará en mí. Mi ayuda y mi libertador eres tú; Dios mío, no te tardes" (Salmos 40:17).
3) "Aunque él no lo pensará así, ni su corazón lo imaginará de esta manera, sino que su pensamiento será desarraigar y cortar naciones no pocas" (Isaías 10:7).
4) "Proponed en vuestros corazones no pensar antes cómo habéis de responder en vuestra defensa" (San Lucas 21:14)
BIBLIOGRAFÍA
1) «¿Qué significa pensar?», Martin Heidegger, Traducción de H. Kahmemam, Buenos Aires, Nova.
2) http://www.elalmanaque.com/diciembre/21-12-eti.htm

martes, abril 11, 2006

EL PAN Y LA COPA



"...el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; / y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: ‘Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí.’/ Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: ‘Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí.’/ Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga."
1 Corintios 11:23-26


En varios momentos de su ministerio, el Maestro se refirió al pan, aquel alimento esencial del pueblo judío y de la mayoría de los habitantes del planeta, sin cuyo aporte energético no podríamos emprender las duras jornadas de trabajo ni saciar su hambre los pobres de este mundo. Él respondió al tentador "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios". La Verdad escrita en las Sagradas Escrituras es pan que alimenta nuestra alma, hambrienta de Dios. Reconoció las necesidades básicas de las multitudes que le seguían y, misericordioso, multiplicó los panes y los peces. Cuando nos enseñó a orar, en el centro de ese modelo puso "el pan nuestro de cada día dádnoslo hoy", porque el Hijo del Hombre nos conoce y respeta nuestra humanidad; somos seres que necesitamos el pan cotidiano, terrenal y Divino. Por eso también se identificó Él mismo como "el Pan de Vida", "el Pan descendido del cielo" para alimentar con Su vida sobrenatural a una humanidad caída, muerta en el pecado y necesitada de resurrección. Sólo si nos alimentamos de Su vida, viviremos. Mas, para poder acoger esa vida, es preciso morir juntamente con él en la cruz del monte Calvario. Y ese es precisamente, el sentido de la Semana Santa: rememorar el camino de Su pasión, entrega, sacrificio, muerte y resurrección, para alcanzar con Él la vida eterna.

Aquella noche, en que se recordaba la liberación del pueblo de Israel de su esclavitud en Egipto por cuatro siglos; el Maestro y sus discípulos se encontraban en el cenáculo. El traidor ya había negociado con los sacerdotes, la entrega de Jesús. Él lo sabía y, en medio de la fiesta del cordero pascual, tomó el más humilde de los alimentos humanos, un pan sin levadura; elevó sus ojos al cielo y dio gracias a Dios. Sabía perfectamente que Él mismo era ese pan, que sería triturado en la cruz, ofrecido en sacrificio para la salvación de muchos. Lo partió con sus manos venerables y pronunció las palabras que todos conocemos: "Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí."

Ningún líder de este mundo ha dicho palabras tan conmovedoras; ningún héroe ha hecho un sacrificio más exento de vanagloria; no hay profeta ni santo ni maestro en esta tierra, capaz de proclamar su entrega por el mundo; sólo uno que es verdadero Hombre y verdadero Dios, puede entregar su cuerpo en rescate por la Humanidad. Sólo Jesús puede decir "Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido"

Y la segunda parte de esta frase demuestra cuan clara está en su mente la misión encomendada por el Padre. Él sabe que esa noche se desencadenará el juicio y la sentencia de muerte para él. En realidad el juicio al ser humano sumido y dominado por el pecado, la condenación de Dios para este hombre caído. Jesucristo asumió en su carne –cuerpo y alma- el castigo que nosotros merecíamos. Al decir "haced esto en memoria de mí", sabe que saldrá victorioso del evento de la cruz y de la muerte; sabe que Su Espíritu será libre y entregado en la resurrección para la vida de muchos, todos aquellos que con fe hemos aceptado el don gratuito de la salvación. Sólo si vivimos en la fe y no en la carne, podremos celebrar el partimiento del pan, hacerlo en memoria de Él.

De igual trascendencia es la segunda invitación de esa noche, a beber el vino. Pero el Maestro señala la copa, el contenedor del importante contenido. Qué es la copa sino el medio para transportar el vino a nuestro cuerpo. No podemos beber un líquido si no es dentro de un vaso, tazón, copa o cáliz. El vino es la sangre y es muy importante en un sacrificio. Sin embargo Él mismo nos enseña: "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre". La copa rebosante del vino de su sangre, es el Nuevo Pacto. El viejo pacto, que establecía sacrificios de animales para limpiar las conciencias de quienes faltaban a la Ley de Dios, queda a partir de esta Pascua obsoleto y entra en vigencia para las buenas relaciones entre el ser humano y Dios, un Pacto o Alianza Nuevo y eterno. La Nueva Alianza Dios-Hombre contiene la sangre de Jesucristo como sello o timbre de validez. Damos gracias a nuestro Redentor, Salvador, Justificador, por tan perfecta obra.

Una vez más añade la orden: "haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí". Beber el vino en la Santa Cena o Eucaristía es algo más que un acto ritual, es la vivencia y ratificación de nuestra fe en Aquel que selló con Su Sangre el Nuevo Pacto. Recuerde en esta Pascua, al comer el pan y beber el vino, usted se alimentará de Cristo y beberá de la copa del Nuevo Pacto.

Las palabras de San Pablo a los corintios, concluyen "Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga" dando a entender que la Cena del Señor es un anuncio permanente, un acto de conversión nuestra y de evangelización para los no creyentes, ya que éstos verán simbolizados en las figuras del pan y el vino, el cuerpo y la muerte expiatoria de Jesucristo. Por otra parte, el acto es enormemente evocador de aquella imagen fuertemente plasmada en nuestras retinas por el arte sagrado cristiano, de Jesús rodeado de sus discípulos la noche en que fue entregado.

sábado, abril 08, 2006

EL SENTIR HUMANO Y CRISTIANO




Pastor Iván Tapia

Lectura bíblica: San Juan 11:35; San Lucas 10:21; San Lucas 9:37-41

Propósitos de la charla: Comprender la diferencia entre emociones y sentimientos, valorarlos como parte de nuestra persona creada por Dios; aprender a controlarlos y expresarlos; y conocer los sentimientos que el Señor desea desarrollar en los cristianos.

Todos los seres vivos tienen emociones. El ser humano ha sido creado con emociones y también con sentimientos. Jesús, como humano, tuvo emociones y sentimientos: lloró en la tumba de su amigo Lázaro, porque le amaba; se alegró al compartir con sus discípulos; se enojó con la incredulidad de la gente, con los mercaderes del templo y con la torpeza de Pedro. No somos sólo racionalidad. En una charla anterior vimos la capacidad de "creer" dada por Dios a nosotros. Ahora estudiaremos esta capacidad de "sentir".

Una persona "sin sentimientos" es un juicio negativo acerca de alguien que no procede con misericordia, que es malvado y daña a personas y a animales.

"Es un sentimental", se comenta de un hombre o mujer demasiado sensibles. Se le llama así y se tipifica como alguien de "poco carácter", en quien no se puede confiar, porque no tiene fuerza para soportar y enfrentar las dificultades de la vida; no se le puede hablar con franqueza o ser muy rudo con él o ella, pues se emociona con facilidad. También se llama "sentimental" al que se aferra al pasado, es melancólico o romántico.

Generalmente se espera en la escuela, el trabajo, la iglesia y la sociedad en general, que las personas controlen sus emociones.

Quienes valoran más la razón que los sentimientos, llaman sentimentales e ingenuos a los que dejan fluir sus emociones. Los que prefieren el sentir a la razón, llaman fríos a los que dan más relevancia a las razones, a los controlados. Pero ambos grupos poseen razón, emociones y sentimientos. Los llamados "fríos" no es que no tengan emociones, sino que no las dejan fluir, las controlan. Los llamados "emocionales" también pueden ser razonables.

En la vida de fe, en especial en el culto o liturgia, hay distintas maneras de vivir estos fenómenos como también diferentes grados de emocionalidad. Una es la fe con expresión de la emocionalidad y los sentimientos; otra es aquella más "racional" –si es que la fe puede serlo- con un mayor control de las emociones. Pero siempre habrá sentimientos. Ambas maneras tienen plena validez.

EMOCIONES Y SENTIMIENTOS
Revisemos algunas definiciones para aclarar mejor este punto tan importante en la vida humana y cristiana.

Las emociones son agitaciones del ánimo producidas por ideas, recuerdos, apetitos, deseos, sentimientos o pasiones; son estados afectivos de mayor o menor intensidad y de corta duración; "se manifiestan por una conmoción orgánica más o menos visible ". Una emoción se puede definir también como una conmoción afectiva de carácter intenso o agitación del ánimo acompañada de fuerte conmoción somática.

Los sentimientos son tendencias o impulsos, estados anímicos orgánicos. Un sentimiento es un estado afectivo de baja intensidad y larga duración. Los sentimientos son impresiones que causan el ánimo. Son también estados de ánimo. Vienen de los sentidos.

Una pasión es un estado afectivo muy intenso y de larga duración. En cambio el schock emocional es un estado afectivo intenso de muy corta duración.

El sentimentalismo es el carácter o cualidad del que muestra demasiada sensibilidad o sensiblería, es decir sensibilidad exagerada o hiperestesia.

La sensibilidad es aquella capacidad propia de los seres vivos de percibir sensaciones y de responder a muy pequeñas excitaciones, estímulos o causas; es la capacidad de responder a estímulos externos.

LAS EMOCIONES
Las emociones ejercen una influencia enorme en nuestro modo de pensar y actuar, a tal grado que llegan a convertirse en motor de nuestra conducta. A veces nos abruman las emociones. Es parte del proceso de madurar aprender a refrenar las emociones. Hay actualmente especialistas que consideran la capacidad de controlarse y de tratar con la gente, más útil que lo que tradicionalmente se ha llamado inteligencia. Hoy por hoy hasta se habla de una "inteligencia emocional". La Escritura Sagrada da un gran valor al autodominio, autocontrol, dominio propio o templanza. Por ejemplo, a "quien no sabe dominar sus impulsos" lo compara a una "ciudad sin muralla y expuesta al peligro" (Proverbios 25:28).

Son emociones muy fuertes en nosotros las siguientes:
Duelo
Depresión
Confusión
Decepción
Indignación
Irritabilidad
Hostilidad
Cólera.
Miedo
Pánico
Melancolía
Decepción
Nerviosismo
Consternación
Terror
Fobia
Pesimismo
Satisfacción
Euforia
Éxtasis
Placer
Gratificación
Felicidad
Rabia
Furia
Resentimiento
Desesperación
Temor
Aprehensión
Ansiedad

Pero no vamos a detenernos en las emociones y la forma de refrenarlas, sino que nos referiremos a aquellos sentimientos positivos que Dios desea desarrollar y afianzar en nosotros como Su pueblo.

SENTIMIENTOS CRISTIANOS
La Biblia aconseja ciertos sentimientos en el cristiano, animados por la fe en Jesús y el amor que ha sido derramado en nuestro espíritu. Estos son sentimientos positivos que ayudan al crecimiento personal y de la Iglesia.

La primera ocasión en que aparece la palabra "sentir" en la Biblia, está referida a unos gusanos que degustarán del malvado. Los hombres que no tienen buenos sentimientos de amor, misericordia, dulzura, hacia sus prójimos cosecharán daño para sí mismos. Sólo los gusanos sentirán dulzura hacia ellos. Es lo que el libro de Job nos señala en uno de sus capítulos (Job 24): "Los olvidará el seno materno; de ellos sentirán los gusanos dulzura; Nunca más habrá de ellos memoria, Y como un árbol los impíos serán quebrantados" (Job 14:20).

La vergüenza es una emoción y un sentimiento que se tiene cuando uno se percata de que ha actuado mal ante Dios y ante los hombres. También nos ocurre al darnos cuenta de una debilidad nuestra. A veces nos identificamos tanto con otra persona que sentimos vergüenza de sus actos y decimos "sentí vergüenza ajena". Dice la Palabra de Dios, refiriéndose a los desobedientes: "Y ellos sentirán su vergüenza, y toda su rebelión con que prevaricaron contra mí, cuando habiten en su tierra con seguridad, y no haya quien los espante" (Ezequiel 39:26)

En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo espera que todos los cristianos sintamos de una misma forma, con respecto a Dios, nosotros mismos, la vida y el prójimo: "Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 15:5,6). Todo el capítulo quince nos habla de: soportar a los débiles en la fe, no agradarnos a nosotros mismos sino al prójimo, la unanimidad en el sentir, tener una fe con alegría y esperanza, y ayudarse en el aspecto material.

En los saludos y doxología final de la segundas carta a los corintios, el Apóstol recalca: "Por lo demás, hermanos, tened gozo, perfeccionaos, consolaos, sed de un mismo sentir, y vivid en paz; y el Dios de paz y de amor estará con vosotros" (2 Corintios 13:11)

En otra oportunidad escribe: "como me es justo sentir esto de todos vosotros, por cuanto os tengo en el corazón; y en mis prisiones, y en la defensa y confirmación del evangelio, todos vosotros sois participantes conmigo de la gracia. (Filipenses 1:7). En su propia vida demuestra como deber sentir un cristiano por sus hermanos: rogar con alegría por todos (Filipenses 1:3,4), tener confianza en que Dios terminará Su obra en cada uno (Filipenses 1:6) y amor entrañable (Filipenses 1:8).

Más adelante agrega "completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor, unánimes, sintiendo una misma cosa" (Filipenses 2:2). Esta es una carta plena de sentimientos positivos hacia los hermanos, hacia los líderes y hacia Dios, entre todos, como algo necesario en la Iglesia. Ésta no debe estar exenta de buenos sentimientos.

Uno de los sentimientos y actitudes que se recalca es la humildad, en imitación del Maestro: "Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús" (Filipenses 2:5-11).

La unanimidad en el sentir es deseable para el progreso de la obra de Dios: "Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor" (Filipenses 4:2). El regocijo, la alegría en el servicio, debe ser un signo de nuestro caminar como iglesia (Filipenses 4:4).

El apóstol Pedro también recalca la importancia de tener todos un mismo sentimiento, caracterizado por la compasión, el afecto fraternal, la misericordia, la amistad, la mutua bendición y la convivencia pacífica: "Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables" (1 Pedro 3:8-11).

CONCLUSIÓN
Hay una diferencia entre emociones y sentimientos. Como humanos tenemos ambos. El Señor desea que aprendamos a controlar nuestras emociones, pero que a la vez desarrollemos sentimientos positivos de amor y unidad.

BIBLIOGRAFÍA
1) http://www.watchtower.org/languages/espanol/library/g/2005/2/22/article_01.htm
2) http://www.monografias.com/trabajos15/inteligencia-emocional/inteligencia-emocional.shtml#diferenc

sábado, abril 01, 2006

EL DON DE LA SALVACIÓN




Pastor Iván Tapia

Lectura bíblica: Efesios 2:4-10

Propósitos de la charla: Comprender y apreciar el don de la salvación dado por Dios y aplicar en la lectura de la Biblia los conceptos de don y galardón.

Es costumbre hacer un regalo al familiar querido o al amigo cuando cumple un año más. Este obsequio, cuyo valor económico no importa, es una expresión de amor, de puro afecto. Una madre regalará a su hijo lo mejor de sí, pues le ama por el sólo hecho de ser carne de su carne, sangre de su sangre. Aún el hijo más malo obtendrá el cariño y los regalos de su madre. La conducta de la persona que recibe el regalo no tiene importancia si ésta es amada. Una dádiva es nada más que eso: un obsequio, a veces hasta un favor inmerecido. Regalo, obsequio, presente, dádiva, son palabras sinónimas y se refieren todas a una entrega gratuita a alguien amado. Los regalos son para los hijos y los amados, nunca para los desconocidos.

LA SALVACIÓN ES UN DON
La Biblia llama a esto "don" o "gracia". Dios nos colma de sus beneneficios (Salmo 68:18); el alimento y todo lo que reporta nuestro trabajo es un don o regalo del Señor (Eclesiastés 3:14); mas también Él nos da dones espirituales (Romanos 12:6-8) que pueden ser ministrados por sus siervos (Romanos 1:11). Un don no es algo que ganemos por nuestro esfuerzo personal, sino un obsequio de Dios, un favor inmerecido. Es muy importante entender esto para comprender y aquilatar el don de la salvación.

No hay más hermoso y grande don que el que hemos recibido en Cristo. Cuando nosotros vivíamos en pecado, sin creer en Él ni obedecerle; cuando vivíamos en nuestras culpas y juzgábamos a nuestros prójimos sin misericordia; cuando sólo nos amábamos a nosotros mismos y vivíamos en el egoísmo y la indiferencia; cuando éramos ignorantes de la esperanza de Jesucristo, Él se apareció a nosotros y nos trajo el regalo de Su salvación, no por obras que nosotros hubiésemos hecho, sino por Su obra redentora en la cruz (Efesios 2:4-10). "Por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe".

CONDICIÓN DE LA SALVACIÓN
La salvación es el más maravilloso don de Dios dado al ser humano. Pertenece a Dios y Él nos la regala con gran amor (Apocalipsis 7:10).

Cuando nosotros damos un regalo, si somos sinceros, no lo lamentamos. A veces los padres se "arrepienten" de haber dado mucho a sus hijos, cuando éstos no dan el fruto esperado. Pero, en verdad, jamás debemos lamentarnos de dar. El dar siempre tiene su recompensa. Ciertamente que debemos aprender a dar y en eso el Señor tiene mucho por enseñarnos. Él es un Padre generoso y misericordioso, da a todos, sin importar su condición.

Sin embargo la salvación, estando preparada para todo el mundo, tiene una condición. Él quiere que todos le conozcan y reciban el don de la salvación (1 Timoteo 2:4) pero con la condición que crean en Su Hijo Jesucristo. El justo por su fe vivirá si cree en su corazón que Cristo murió y resucitó para salvación de la humanidad (Romanos 1:17; Romanos 10:9-11). "Para que todo aquél que en Él crea, no se pierda, mas tenga vida eterna".

PERPETUIDAD DE LA SALVACIÓN
Regalo que se da no se quita, es una norma social. Quien hace esto recibe desaprobación. Tampoco se estila devolver un regalo. Ambas actitudes son signos de muy mala educación en nuestra sociedad. Ni se mira el precio del regalo y quien lo hace oculta el valor económico. Todo esto puede ilustrarnos acerca del gran regalo que Dios nos ha dado. ¿Podrá quitar Dios este regalo a alguien? Hay quienes interpretan que la salvación puede perderse por una mala conducta. Otros pensamos que ésta es un regalo inmerecido y como tal, jamás se pierde, puesto que nunca seremos aptos para recibirla, nunca lo mereceremos ¿o acaso algún ser humano, por su vida intachable, merezca la salvación? No hay persona, por más buena y santa que nos parezca, merecedora de la salvación, porque de seguro, por su naturaleza humana, algún pecado comete. La salvación es un regalo, un obsequio, un don, una gracia, una dádiva. Nadie trabaja para obtenerla. Sólo Uno lo hizo: Jesucristo. Él sufrió la muerte de cruz para pagar este regalo de Dios.

La salvación no es un préstamo sino un don de Dios (Romanos 6:23). Esto no sólo es posible por la lógica humana sino que lo asegura el Evangelio (San Juan 13:1). Si Dios no escatimó darnos a Su propio Hijo para nuestra salvación, tampoco nos quitará ese regalo hasta llevarnos a la eternidad. Según la gracia es imposible que Dios nos quite algo que ya nos regaló (Romanos 8:32). La salvación no es un accidente, algo que hoy puede ganarse y mañana perderse, sino que es una cadena de hechos planeados por Dios en la eternidad. Nada podrá cambiar su decisión (Romanos 8:28-30). La salvación es una obra de Dios perfecta, Él signa al alma que la recibe, la tenía preparada desde antes de la fundación del mundo y la da definitivamente. Él se asegura de que esto tenga éxito poniendo Su Espíritu Santo en aquellos que ha predestinado, llamado y justificado, para finalmente glorificarlos. Podemos decir, junto con San Pablo, que "el que comenzó en vosotros una buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús" (Filipenses 1:6; Judas 24,25a).

GRATUIDAD DE LA SALVACIÓN
Otro aspecto de un regalo es que éste no es comprado por el que lo recibe, sino por el que lo da. Cuando recibimos un regalo no damos nada a cambio. De lo contrario sería una compra. Asímismo nada exige Dios de nosotros para la salvación aparte de "estirar la mano", esto es creer, tener fe. Los salvados nada deben a Dios en paga de la salvación que les fue dada como un regalo; pero deben a Dios una vida de devoción fiel, y para esta vida de devoción se ha prometido una recompensa en los cielos. Sería una ofensa para Dios que nosotros tratáramos de pagar la salvación. Además es algo imposible puesto que ninguna obra humana puede pagar la deuda de pecado que tenemos. Sólo Jesús pudo hacer esa obra perfecta.

DIFERENCIAS ENTRE DON Y RECOMPENSA
Tal vez el problema de los cristianos esté en una confusión. Estamos tan pendientes de la salvación de nuestra alma que reducimos todo a este concepto. Confundimos regalo con premio, dádiva con corona, obsequio con meta, don con galardón, gracia con recompensa. Una cosa es recibir algo de regalo y otra recibir algo como premio. En Navidad recibimos un regalo porque somos amados; en cambio cuando, después de un esforzado y fatigoso año de trabajo, recibimos un diploma, éste es un premio a nuestro esfuerzo, a nuestra obra. En las olimpíadas de la Antigüedad los atletas corrían para obtener una corona de laurel. Ese era el premio, el galardón, la recompensa que recibían por su lucha (Filipenses 3:12,13; 2Timoteo 2:5). Hoy día los deportistas y artistas reciben un trofeo o una estatuilla por el fruto de sus esfuerzos.

En un acto solemne los cristianos seremos sometidos a juicios por nuestras obras o comportamiento; será el Tribunal de Cristo, donde daremos cuenta de nuestra conducta en relación a nuestra vida cotidiana y de servicio a Dios (Romanos 14:10; 2 Corintios 5:10; Efesios 6:8); juicio que se celebrará a la venida de Cristo para recibir a los suyos (1 Corintios 4:5; 2 Timoteo 4:8; Apocalipsis 22:12; Mateo 16:27; Lucas 14:14).

Cuando los salvados nos presentemos ante el Tribunal de Cristo, en su venida, seremos juzgados por nuestras obras no para determinar si nos salvamos o perdemos, sino para determinar la recompensa o pérdida por el servicio que se esperaba de cada creyente. Los que se presenten ante el tribunal de Cristo no solamente serán salvos y estarán seguros, sino que ya habrán sido llevados al cielo, no sobre la base de méritos u obras, sino por la gracia divina hecha posible por la gracia salvadora de Cristo.

Bajo la gracia, la salvación no es de ningún modo condicionada por el servicio o el carácter de la vida del creyente; la vida y el servicio del creyente llegan a ser un caso separado que ha de ser juzgado por Cristo, pues a Él pertenecemos y a Él servimos.

¿Cuáles serán las recompensas y castigos o pérdidas que recibiremos, según La Biblia, después del Tribunal de Cristo? Esto es algo que veremos en una próxima oportunidad.

CONCLUSIÓN:
Hoy el Señor nos invita a valorar en toda su dimensión la salvación tan grande que Él nos regala. Esta es el punto de partida para emprender un camino de permanente perfeccionamiento espiritual, guiados por Su Espíritu Santo. No perderemos la salvación porque ya pertenecemos a Su pueblo, somos hijos y no esclavos. Por lo tanto Él, como cualquier buen padre, jamás nos expulsará de Su familia. Así como todos los hombres pueden recibir el don de la salvación si tienen fe; los que ya hemos creído podremos recibir recompensa por nuestras obras, si actuamos conforme a Su voluntad.

BIBLIOGRAFÍA
1) Watchman Nee, "El Evangelio de Dios", Tomo II, Living Strream Ministry, California, USA., 1994.
2) http://www.adventistbiblicalresearch.org/preguntasbiblicas/recibimosalgo.htm
3) http://www.sedin.org/propesp/Bema.htm
4) http://adorador.com/temasdoctrinales/40_la_iglesia_el_cuerpo_de_cristo.htm