domingo, junio 18, 2006

¿JUZGAR O NO JUZGAR?

Lectura bíblica: Hebreos 5:14
Propósitos de la charla: Desarrollar una conciencia capaz de juzgar y discernir acorde a la mente de Dios.



Hablando con realismo, todos juzgamos las conductas de nuestro prójimo. Se habla de los padres, que si hicieron correctamente su labor formadora con sus hijos, se habla de éstos si son buenos o desagradecidos; evaluamos las conductas y actitudes de los personeros públicos, de los maestros, los religiosos, etc. Si no lo hacemos en reuniones, lo hacemos con nuestros cónyuges o familias. Y por último, si somos personas muy discretas, lo hacemos en nuestra mente. Pero nadie escapa a esta característica pues hemos sido dotados de una capacidad de juicio.

I. JUZGANDO EL JUICIO
Juzgar, según el diccionario, es "deliberar, quien tiene autoridad para ello, acerca de la culpabilidad de alguno, o de la razón que asiste en cualquier asunto, y sentenciar lo procedente". De modo que, sea que lo hagamos con otros o en la intimidad de nuestro pensamiento, al juzgar la conducta y el proceder de otra persona o grupo, estamos deliberando o discutiendo el asunto para llegar a una sentencia final. Pero ¿tenemos la autoridad para hacerlo? Las sociedades y las organizaciones instituyen personas con capacidad para juzgar. Estos jueces y autoridades lo hacen bajo ciertas normas, reglamentos, estatutos, códigos. En la Iglesia se ejerce juicio de acuerdo a como Jesucristo lo indica en el Evangelio. Pero en el diario vivir ¿es correcto que hagamos juicio? La Biblia plantea un justo equilibrio entre hacerlo y no hacerlo, aclara la forma en que no debemos hacerlo y el modo correcto en que podemos hacerlo si determinamos llevarlo a cabo. Es lo que estudiaremos a continuación.

EL JUICIO NOS RETRATA
"No juzguéis, para que no seáis juzgados" (San Mateo 7:1).
En el Sermón del Monte, el Maestro nos aconseja no juzgar, pues quien lo hace probablemente del mismo modo será juzgado. La misma medida que aplicamos a otro nos será aplicada a nosotros. Si juzgamos duramente la conducta generosa de otro, como "despilfarro", tal vez sea porque nosotros anhelamos ser tan generosos como él. Seguramente cuando actuemos así también seremos juzgados de ese modo. En nuestros juicios, a veces lapidarios, en verdad reflejamos nuestra propia condición. Cuando María de Betania tomó una libra de perfume de nardo para ungir los pies del Maestro, Judas juzgó este gesto como un despilfarro y falta de solidaridad con los pobres; en realidad se estaba juzgando a sí mismo, pues él era ambicioso, ladrón y materialista, después vendería a Jesús por un puñado de monedas (San Juan 12:3-5). Cuando juzgue la conducta de otros hágase esta pregunta: ¿qué característica personal estoy juzgando de mí mismo?

NO TENEMOS DERECHO A JUZGAR
Otro caso de juicio literalmente "lapidario" es el de aquella mujer que fue sorprendida por los judíos en el acto mismo de adulterio. Estaba pronta a ser apedreada, lo cual habría causado su muerte. El Maestro dice "El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella". Comenzando por los más viejos, con más pecados acumulados, hasta los más jóvenes, se retiraron; pues nadie tenía autoridad para juzgarla (San Juan 8:1-11). Es claro que ningún ser humano, siendo todos pecadores, puede hacer un juicio moral de otro. Podemos evaluar la mala o buena conducta de otro, de acuerdo a un código social establecido, pero no tenemos derecho a juzgar y condenar. Sólo Dios puede hacerlo justamente.

LA MEDIDA DE NUESTRO JUICIO
"Porque con el juicio con que juzgáis, seréis juzgados, y con la medida con que medís, os será medido" (San Mateo 7:2)
Todos los cristianos habremos de ser juzgados en el Tribunal de Cristo (2 Corintios 5:10; Romanos 14:10) según nuestras obras o comportamiento. Será el momento de ser juzgados con justicia ¿Cómo nos juzgará Dios? Conforme a nuestras creencias, conforme al Evangelio que hoy proclamamos, conforme a Su Verdad. Si hemos sido personas sin misericordia en nuestros juicios, Él será sin misericordia en Su juicio. Si hemos sido excesivamente críticos, Él será crítico con nuestra conducta. Si hemos hablado de amor y no fuimos amorosos con el prójimo, pues Él no será amoroso con nosotros. Si somos misericordiosos en nuestro juicio del prójimo, Él Juez justo será misericordioso en el tribunal. Si somos perdonadores Él nos perdonará. Si somos pacientes y tolerantes ahora, Él hará otro tanto. Todo esto "porque juicio sin misericordia se hará con aquel que no hiciere misericordia; y la misericordia triunfa sobre el juicio" (Santiago 2:13). Aún cuando Jesucristo actuará como Juez en el tribunal de Cristo, Él lo hará con misericordia (San Lucas 6:37). Ser juzgados, condenados o perdonados dependerá de nuestra conducta hoy, aquí en la tierra.

POCA IMPORTANCIA DEL JUICIO HUMANO
"Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros, o por tribunal humano; y ni aún yo me juzgo a mí mismo" (1 Corintios 4:3)
El apóstol expresa que le tiene sin cuidado el juicio de otros. No todas las personas tienen esa capacidad de abstraerse de la opinión de los demás, pero Pablo goza de esa cualidad que le hace libre del juicio externo. No teme a tribunal humano, dice, queriendo decir con ello que sí guarda temor y respeto por el tribunal de Cristo. En verdad éste debe ser nuestro temor, el juicio de Dios. Y aclara que tampoco se juzga a sí mismo, ejemplo que todos debiésemos seguir, sobre todo cuando somos tan autoexigentes en un mundo altamente competitivo. El juicio que la persona se hace de sí misma es muy subjetivo, lo realiza a partir de su propia conciencia, por lo tanto no es confiable; preferible es ser juzgados por el Señor (1 Corintios 4:4)

EL JUSTO JUICIO DE DIOS
Esperar el juicio de Jesucristo tanto para con nosotros, como para con nuestros hermanos y prójimos, es lo más sabio. Hacerlo ahora es anticipar el tiempo, no es tiempo de juicio sino de misericordia y gracia. Sólo Jesucristo, Luz del mundo, podrá aclarar todo lo que hoy está en la oscuridad: las motivaciones, las aspiraciones ocultas, los planes escondidos, los pecados tapados, etc. Ese día cada cristiano recibirá su reprensión y su alabanza (1 Corintios 4:5)

EL INEVITABLE JUICIO
El problema del juzgar es que, sea correcto o incorrecto, igual lo hacemos involuntariamente. Ya que no podemos escapar a esta condición de ser seres creados con una conciencia de juicio, es que el Señor nos ha dado una salida: "No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio" (San Juan 7:24)

II. EL JUICIO JUSTO.
Si hemos de juzgar, deberemos hacerlo de acuerdo a ciertos principios que la Biblia nos enseña. He aquí algunos.

1) ANTES DE JUZGAR, MÍRESE A SÍ MISMO.
"¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?" (San Mateo 7:3)
Aquí la Palabra de Dios habla acerca de alguien que tiene defectos, errores y pecados; pero critica al otro, sin mirarse a sí mismo que su pecado es tan malo y quizás peor y mayor que el de su prójimo. En otras palabras, nos enseña a mirar primero nuestra condición antes de emitir un juicio. También señala esa característica de los seres humanos, aquella debilidad por criticarlo todo, por juzgar rápida y livianamente al hermano o vecino. Tú miras la paja que está en el ojo del otro, esa brizna o pelusilla en su ojo; en cambio no ves la enorme viga que hay en el tuyo. Un hermano hacía esta paráfrasis: "¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no el aserradero en el tuyo?" Tal vez tenemos una gran cantidad de manchas en nuestra mirada y esas mismas manchas, como en el caso de las cataratas en los ojos, empañan nuestra mirada sobre el otro. ¡Cuidado con los juicios fáciles! No olvidemos ese principio ya expuesto de que el juicio nos retrata.

2) NO JUZGUE A OTRO DE SU PECADO SI USTED ES CULPABLE DEL MISMO.
"O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo?" (San Mateo 7:4)
Los que venían a juzgar y a condenar a la mujer adúltera, al mirarse a sí mismos desistieron de sus juicios. ¿Se sintieron culpables? ¿o indignos de juzgar? ¿tuvieron acaso misericordia de esa pobre mujer? Creo que no fue la misericordia de ellos, sino la de Jesús, que no le condenó. Ellos actuaron como siempre, en forma legalista; se aplicaron la ley a sí mismos y resultaron faltos.
Es evidente que el pasaje mencionado se refiere a un juicio hipócrita. El hermano que tiene una viga en su propio ojo no debe juzgar a otro que tiene una paja en el suyo. La enseñanza es clara, usted no puede juzgar a otro de su pecado si usted es culpable del mismo pecado.
Puede ser que no caigamos en adulterio, lascivia, actos impuros, pero los veamos en la televisión, en los periódicos y revistas, nos llamen la atención y conversemos sobre ello. Es otra manera más solapada de pecar. Nuestra carne, hermanos, es inclinada al mal y seguimos siendo pecadores, aunque nos hayamos arrepentido. El pecado está en el corazón del hombre.

3) NO SEA HIPÓCRITA, NO FINJA LO QUE NO ES
"¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano" (San Mateo 7:5)
Si usted desea ser un buen juez de otras personas, comience por hacer un juicio en que el acusado sea usted mismo. Un buen profesor hace primero él lo que enseña y pretende lograr de sus alumnos, es decir enseña con el ejemplo. Un buen médico muestra en sí mismo el cuidado de la salud que él recomienda a sus pacientes. Todo profesional, si se aprecia a sí mismo y es coherente con su vocación, cumplirá primero en su propia vida lo que practica con y por los demás.

Lo contrario es incoherencia e hipocresía. Hipocresía es el fingimiento y apariencia de cualidades o sentimientos que no se tienen. ¿Cómo vamos a exigir que otros sean generosos si nosotros actuamos de manera egoísta? ¿Qué derecho tenemos a demandar obediencia si nosotros no respetamos la autoridad? Nada podemos obligar a hacer a otros si nosotros no lo cumplimos en nuestras vidas. Todo el mundo sabe que es una hipocresía pedir del otro algo que no tenemos; pedir amor sin tenerlo nosotros. Cuando lo exigimos fingimos tenerlo, porque es evidente que nada se puede exigir si primero no se cumple en nosotros.

4) LÍMPIESE ANTES DE JUZGAR
"¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano" (San Mateo 7:5)
Si ya ha sacado esa viga de usted, si ha dejado el egoísmo, si es una persona generosa, si usted está siempre dispuesto a ayudar el prójimo con un buen corazón, entonces sí ahora está en condiciones de emitir un juicio mesurado. ¿Por qué no un juicio tajante y definitivo? Porque nada en el ser humano es definitivo. Quizás ahora usted tenga esa buena disposición hacia el prójimo, esté pasando un buen tiempo económico, emocional, espiritual; pero ¿quién dice que mañana no será probado como Job y ya no podrá ser tan dadivoso? El juicio para con el hermano debería ser entonces con mucha comprensión.

Dice Jesús que, luego de haber sacado nuestra viga "entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano". Por tanto es esencial para emitir un juicio justo, primero comenzar por casa, por nosotros mismos y preguntarnos ¿estoy capacitado para juzgar a mi hermano en esta área? Nótese que el juicio debe ser acotado o restringido exclusivamente a un área específica. David fue enjuiciado por Natán en algo muy específico: adulterio y asesinato (2 Samuel 12:1-10); no fue juzgado por otra cosa que no fuera aquella grave falta por la cual hizo blasfemar a otros de Dios (v. 14)

Natán habló a David no sólo por su inspiración del Espíritu Santo, sino también porque él mismo era un hombre santo, limpio de tales pecados. El Señor no puede usar instrumentos inmundos para juzgar a otros, cuando es imprescindible hacerlo (2 Timoteo 2:21)

III. DESARROLLANDO EL JUICIO JUSTO
Hemos visto que para bien juzgar tenemos que: a) antes de juzgar, mirarnos a nosotros mismos; b) no juzgar a otros de su pecado si somos culpables del mismo; c) no ser hipócritas finjiendo lo que no somos; y d) limpiarnos antes de juzgar. Pero nada podríamos hacer al respecto si no desarrollamos la capacidad de juzgar que es el discernimiento.

EJERCÍTESE EN EL DISCERNIMIENTO DEL BIEN Y DEL MAL
"Pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal" (Hebreos 5:14)
Cuando la Sagrada Escritura del Nuevo Testamento habla de "alimento sólido" se está refiriendo a una comida espiritual más elaborada y contundente, que tiende al desarrollo de virtudes, actitudes y compromisos con Dios más adelantados, quizás correspondientes a personas que cumplen funciones específicas en la obra y a líderes de pequeños o grandes grupos. Esas personas cristianas deberán poseer un sentido del juicio, o conciencia, ejercitado en el discernimiento de lo bueno y lo malo. Tales personas, consideradas maduras, son capaces de separar juicio de condenación; los hombres no estamos en este mundo para condenar a nadie, sólo Dios condena por medio de Su Palabra. Pero sí podemos ejercer juicio "justo", mas para ello necesitamos discernimiento.

El discernimiento es una capacidad que actúa como una especie de cedazo, como cuando los obreros de una construcción separan la arena de las piedras con un harnero. Esta capacidad es uno de los signos de madurez espiritual. Los teólogos aclaran el significado de "discernir" como "una distinción, una clara diferenciación, discernimiento, juicio; se traduce 'discernir' en 1 Corintios 12:10 discernimiento de espíritus, juzgando por evidencias si es que son de Dios o son del maligno". Es decir que discernir significa también juzgar. Aquí no hablamos de un don sino de una capacidad desarrollada, la cual es signo de madurez, la virtud de justicia (Mateo 5:38-42).

LA VIRTUD DE JUSTICIA
¿Cuál es la diferencia entre justicia y discernimiento? La justicia es la virtud cardinal que consiste en "la voluntad firme y constante de dar a cada cual lo suyo". Dar a cada uno lo suyo no significa dar a todos lo mismo, sino una igualdad proporcional, correspondiente a la dignidad y derechos de cada uno. El juicio a un ministro, que tiene mayor conocimiento y responsabilidad que un miembro nuevo, no podrá ser igual que a cualquier cristiano, por ejemplo. Existen diversos tipos de justicia humana: a) conmutativa o particular, defiende el bien privado de la persona física o moral; b) general o legal, propia de toda comunidad y fomenta el bien común; c) distributiva, regula la cantidad de privilegios que corresponde a cada uno en la sociedad; d) social, protege los llamados derechos naturales de la sociedad y de sus miembros; e) vindicativa, lleva al culpable a la pena merecida, en espíritu de reparación y no por venganza.

Pero Dios en Su Palabra nos ha mostrado otro tipo de justicia, la justicia evangélica, la cual desborda a la justicia humana. Esta justicia es una mezcla de ley y caridad. Para ejercerla consideraremos los siguientes principios:
1) El discípulo debe cumplir con lo exigido por la justicia con espíritu de caridad, no por obligación.
2) El amor no se preocupa por saber cuáles son los límites estrictos del derecho de otros, sino que sólo mira a la necesidad del prójimo. Incluso atiende a los que han perdido su derecho.
3) La caridad está siempre pronta a renunciar a sus propios derechos en provecho del prójimo, siempre y cuando no signifiquen la perdición de ambos.

COMO DESARROLLAR UNA CONCIENCIA JUSTA
El discernimiento en comparación con la justicia, es apenas una función de ésta. Por medio del discernimiento puedo ejercer justicia. El discernimiento no necesariamente me conduce a ejecutar justicia; puede ser únicamente un ejercicio intelectual. Discernimos que tal o cual persona está equivocada, que lo que alguien hizo no es correcto, que fue malo o bueno lo que respondí o hice; pero todos estos juicios no implican necesariamente un veredicto y una condena al imputado. El discernimiento nos sirve para evaluar conductas, lo cual es necesario. Educar al discípulo en el discernimiento, para que sepa discernir entre lo bueno y lo malo, y así juzgar en forma correcta, es un desafío para todo tutor. Desarrollar una conciencia capaz de juzgar y discernir acorde a la mente de Dios, es una tarea no menor en el discipulado. A continuación veremos como se desarrolla esta capacidad:

Reflexionando sobre las propias decisiones y sus consecuencias. Si no aprendemos a sacar conclusiones de los que nos sucede como efecto de nuestro caminar, jamás avanzaremos en el desarrollo de la justicia y el discernimiento.

Estudiando la Palabra de Dios, pues en ella están los pensamientos del Juez Supremo, podemos entender Su Verdad y comprender el modo de examinar cada acontecimiento de la vida.

Orando y pidiendo al Señor que nos dé don de discernimiento, que desarrolle nuestra capacidad para diferenciar el bien del mal y ponga la virtud de justicia en nosotros para dar a cada uno lo que le corresponde.

Aumentar la capacidad de amar a nuestro prójimo, para ejercer la justicia del Evangelio.

PARA REFLEXIONAR
1) Analice el caso del fornicario en 1 Corintios 5:1-13.
2) ¿Juzgó Pablo al hombre fornicario de la iglesia de Corinto?
3) ¿Faltó Pablo al mandato del Señor "no juzguéis, para que no seáis juzgado" al juzgar al hombre e instruir a la iglesia a juzgar también?
4) Lea Mateo 22:15-22 y Mateo 23:13-39. ¿Podemos los cristianos hacer el mismo juicio que Él hizo a los fariseos, sobre nuestros hermanos o prójimos?
5) Estudie y comente con su tutor el procedimiento disciplinario de Mateo 18:15-17.

BIBLIOGRAFÍA
1) Aristos, Diccionario Ilustrado de la Lengua Española, Editorial Ramón Sopena, 1965.
2) "La Ley de Cristo", Bernard Häring, Tomo I, Editorial Herder, Barcelona, 1964.
3) http://www.amen-amen.net/loqueno/juzgar.htm4) http://interbiblia.com/db/juizbibl.htm5) http://www.buscadoresdelreino.com/NoJuzgar.htm6) El Evangelio de Dios, Watchman Nee; Living Stream Ministry; Anaheim, California, USA. 1997.