sábado, mayo 20, 2006

EL HACER DEL DISCÍPULO


Lectura bíblica: Apocalipsis 22:12
Propósitos de la charla: Valorar y practicar las buenas obras; diferenciar los conceptos de salvación, obras, don y galardón.

"Obras son amores y no buenas razones" dice el refrán; "Por sus frutos los conoceréis" aseguró Jesús y el apóstol Santiago afirma " la fe si no tiene obras es muerta". Vivimos en un tiempo pragmático en que se espera hechos concretos de las personas e instituciones, menos palabras y más acción. Mucha palabrería es demagogia en política. Me temo que en el campo de la fe y la religión hay bastante demagogia.

El Creador, ya hemos visto, ha dado al ser humano la capacidad de creer, de sentir y emocionarse, de pensar y reflexionar la vida, la capacidad de comunicarse por medio del lenguaje hablado y escrito. Ahora veremos que también nos ha dado la virtud de "hacer". No creamos que somos los únicos en el planeta con esta cualidad. Basta observar a las hormigas, las abejas y las termitas, para darnos cuenta que también hay otros seres que construyen sociedades con un sistema de distribución del trabajo y las responsabilidades tan y más organizado que nosotros. Hacen edificios, cuevas, colmenas, habitaciones envidiables por su seguridad y calidad de vida. Para judíos, cristianos y musulmanes, que somos tan "homocéntricos", estos animalitos y muchos más son un ejemplo puesto por el Señor de cómo debemos obrar en nuestras vidas (Proverbios 30:24-31; San Mateo 6:26)

Las capacidades ya nombradas, creer, sentir, pensar y comunicarse, hayan su sentido o razón de ser en esta última, el hacer. Nada sacamos con creer si no hacemos lo que creemos. Personas llenas de sentimientos positivos como la compasión por el prójimo o la devoción por Dios, no son completas sin hacer efectivo en la acción esos sentimientos; la misericordia y el amor a Dios se hacen carne en el obrar. Con el pensamiento pasa lo mismo; ¿qué obtenemos con aprender tanta doctrina bíblica si no la ponemos por obra? Igualmente el que comunica demasiado sus pensamientos y sentires, sin hacer concretamente acciones de bien, es sólo "un metal que resuena", un instrumento hueco. Obrar, hacer, actuar, llevar a la "praxis" nuestro pensamiento, es imprescindible para una vida cristiana coherente.

En el mundo cristiano hay dos posturas ante las "obras": 1) los que las consideran requisito para la salvación; y 2) los que no las valoran como elementos de salvación sino como resultado de la obra del Espíritu Santo en el cristiano. El primer grupo, dado que relaciona salvación con obras, sobrevalora la importancia de ellas a tal punto que éstas caracterizan su forma de cristianismo. En cambio el segundo grupo tiene la tendencia a desmerecer el ejercicio de éstas, llegando incluso a despreciarlas en su vivencia de la fe; su práctica cristiana suele concentrarse exclusivamente en la evangelización y el iglecrecimiento. Si la salvación es exclusivamente por la fe en Jesucristo –piensa este grupo- y sólo depende de la obra de Cristo en la cruz, entonces concentrémonos en el mensaje de la crucifixión y resurrección de Jesús.

Al parecer los cristianos estamos entrampados en este lazo teológico. Por un lado una gran consideración hacia las obras y por otro un desprecio de ellas. Por supuesto hay matices y diversidad de posturas entre estos dos extremos. Podemos dilucidar este dilema ubicando en el lugar que corresponde los conceptos de: a) salvación, b) obras, c) don y d) galardón.

La salvación es aquel estado de gracia que obtenemos por medio de la fe en Jesucristo. El Hijo de Dios ha muerto en la cruz por nuestros pecados, su sacrificio redentor ha sido aceptado por el Padre y a toda persona que acepta ese sacrificio expiatorio como regalo de Dios, le es concedida la eterna y completa salvación. El mensaje del Evangelio es de una claridad absoluta (San Juan 3:16) y no hay lugar a equívocos; pero los cristianos tendemos a complicarlo y enredarlo hasta para nosotros mismos. La salvación ha sido dada gratuitamente a los seres humanos y Dios, como un Ser sabio e inmutable, además nos ha provisto de Su Espíritu Santo para poder asumir esta nueva vida que tenemos después de la conversión. No debemos vivir asustados pensando que por cualquier pecado o mala conducta podremos perder la salvación. Ésta es un regalo de Dios y como tal no depende de nuestras obras (Romanos 8:37-39)

Otra cosa son las obras humanas. Las hay de dos tipos: a) obras de la carne y b) obras del Espíritu o frutos del Espíritu Santo. Mas ¿quién podrá distinguir unas de otras? Juzgar la obra de alguien como "de la carne" puede ser atrevido e injusto; podríamos caer en blasfemia contra el Espíritu Santo. Y aquellas obras que aparecen más santas podrían ser sólo intentos de la carne que se esfuerza por alcanzar santidad. No seamos tan prontos en calificar una obra de buena o mala; es más sano que dejemos este juicio al Señor. Pablo prefería no juzgar a nadie, ni siquiera a sí mismo (1 Corintios 4:3-5). Las obras nada tienen que ver con la salvación. La salvación dice relación con las obras de Jesucristo: su vida, pasión, muerte y resurrección; por medio de esas obras perfectas es que hemos alcanzado la salvación (Hebreos 5:7-9) Las obras en el discípulo de Jesucristo están relacionadas con la santificación; son el resultado de la acción de Su Espíritu en nosotros (Gálatas 5:22,23)

Quien es salvo ha recibido un regalo, un don, un obsequio, una gracia de Dios (Efesios 2:4-10) la cual es vida eterna y vida "zoé" –la que viene de lo alto, para diferenciarla de la vida biológica- abundante del Espíritu Santo, la cual produce en el cristiano virtudes, buenas obras e hijos espirituales. Las virtudes son las cualidades de Jesucristo: fe, paz, amor, esperanza, etc. Las buenas obras son las acciones misericordiosas, como: alimentar al hambriento, dar de beber al sediento, acoger al forastero, vestir al desnudo, atender al enfermo y visitar al preso (San Mateo 25:35,36) El don sólo se recibe, no se merece ni se trabaja por obtenerlo; nadie se esfuerza por obtener un regalo en Navidad o recibir un obsequio en el cumpleaños.

Tomando el ejemplo anterior, podemos decir que sí nos esforzamos por alcanzar un premio a final de año en el lugar de estudios o de trabajo. La copa, el diploma o el galvano son un galardón, una recompensa, un premio. La salvación no es un galardón sino un don. El Señor ha puesto una meta ante todo cristiano: llegar a ser como Jesús (Romanos 8:29) y alcanzar la corona de justicia (2 Timoteo 4:8) Pero esta corona será un galardón entregado sólo a los que hayan hecho Sus obras, será el premio a nuestra conducta, allí seremos medidos por nuestras obras. Esta corona pertenece a un reino, el Reino de Dios que se establecerá en la tierra durante mil años. Podrán participar de ese reino sólo los que salgan aprobados en el Tribunal de Cristo (2 Corintio5 5:10) El galardón es el premio justo dado por un Dios justo a sus hijos obedientes (San Mateo 25:14-30) No obtenerlo no significa perder la salvación pero sí ser eximidos de disfrutar el milenio en el Reino de Jesucristo. En la parábola el Maestro nos habla de una boda; hay vírgenes que salen a recibir al Esposo, unas prudentes y otras insensatas. Estas últimas no se han preparado para recibirle. Todas pertenecen al reino puesto que todas tienen sus lámparas ¿acaso todos los cristianos no tenemos la capacidad de ser llenos del Espíritu Santo y de Su amor y hacer obras de misericordia sirviendo a nuestro prójimo? Pero no todas pueden entrar a las bodas. De ningún modo significa que las insensatas no estarán en la eternidad con el Señor sino que no podrán disfrutar de este galardón especial que es participar en Su reino (San Mateo 25:1-13) Cuando venga Jesucristo, con Él vendrá un premio o una reprensión para todo cristiano; no pensemos que sólo habrá castigo para los que no quisieron creer en Él (Apocalipsis 22:12; Mateo 16:27; Lucas 14:14)

CONCLUSIÓN
Podemos concluir, revisados los textos bíblicos aclaratorios acerca del papel de las buenas obras, que el obrar es parte muy importante de la vida cristiana. Veamos esta fórmula:
Don= Salvación > Santificación (Vida cristiana= Oración + Servicio) > Galardón

La salvación, regalo de Dios, es el punto de partida de la vida cristiana, ha sido conquistada por Jesucristo para nosotros, Autor y Consumador de la fe. La vida cristiana es un equilibrio entre vida de oración o vida devocional y vida de servicio o de misericordia. La santificación es un proceso que comienza con la conversión y se proyecta hasta nuestra muerte; su meta es transformarnos a la imagen de Jesús y su galardón la participación en el reino milenial. Don y galardón son dos elementos entregados por Dios, el primero por gracia y el segundo por obras. Por lo tanto la práctica de las obras es un deber de la vida cristiana, tan importante como la fe en Jesucristo.

lunes, mayo 15, 2006

EL LIBRO DEL BUEN HABLAR


Lectura bíblica: Salmo 19:14
Propósitos de la charla: Que el discípulo aprenda a controlar su lengua, a callar cuando es necesario y a hablar conforme a la voluntad del Señor.

El Creador nos dio la capacidad de comunicarnos a través del lenguaje oral. La primera vez que el hombre aparece hablando en la Biblia es cuando puso nombres a los animales (Génesis 2:19,20), pero escuchamos sus primeras palabras cuando conoce a su mujer y dice: "Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada" (Génesis 2:23). Interesante que la primera expresión de lenguaje, la Sagrada Escritura la muestre ligada a la relación hombre-mujer. ¡Cuánta literatura se ha hecho, sobre todo Poesía, en base a esta relación! El lenguaje arranca de la necesidad de amar y ser amado, el hombre buscaba ayuda idonea, su pareja, su "media naranja" u otra mitad; no la encontró en los animales sino en una igual a él, la Varona.

Así como en la literatura española del medioevo encontramos un "Libro del Buen Amor", del Arcipestre de Hita, los cristianos tenemos en la Sagrada Escritura lo que podríamos llamar "El Libro del Buen Hablar". A continuación vamos a revisar algunos textos, de los muchos que contiene la Palabra de Dios sobre el tema, relativos al hablar humano. ¿Qué aconseja el Espíritu Santo respecto al ejercicio del lenguaje?

1) NO SE INVOLUCRE EN CONVERSACIONES OCIOSAS. "No erréis; las malas conversaciones corrompen las buenas costumbres." (1 Corintios 15:33) Hay buenas y malas conversaciones; charlas que edifican y otras que destruyen, corrompen moralmente. Una comunicación cuyo tema sea aquel buen libro, esa película o exposición interesante, abrirá el apetito por lo bueno y deseable que hay en esta vida. En cambio, si como tema de nuestras conversaciones estamos siempre eligiendo el último asesinato, el escándalo de los famosos o el chisme acerca de la vida de nuestros vecinos; la mente y el corazón se nos llenará de carroña. Finalmente esto termina por contaminar nuestras acciones. Es un error acceder a conversaciones que no edifican. No es difícil detenerlas, basta con cambiar el tema, rechazar lo malo, hacer hablar al Cristo que habita en nosotros.

2) HAGA QUE EL ESPÍRITU SANTO HABLE EN USTED. "Oíd, porque hablaré cosas excelentes, Y abriré mis labios para cosas rectas. Porque mi boca hablará verdad, Y la impiedad abominan mis labios." (Proverbios 8:6,7) Sólo la Sabiduría puede hablar con excelencia, rectitud, verdad y pureza. Dios es Sabio y nos entrega la exquisitez de Su pensamiento en todo lo creado, a través de Su Palabra escrita y por medio de sus escogidos. Los pensamientos de Dios no son ambiguos como los del hombre, sino rectos, tanto en sentido racional como ético; Él es todo rectitud y esto se refleja en Su pensamiento. La filosofía de Dios es profunda y recta. Él habla verdad porque es la Verdad. Si bien es cierto los seres humanos tenemos nuestras propias y pequeñas verdades, los cristianos disfrutamos de un gran tesoro: Jesucristo, la Verdad. La piedad, que es la entrega devocional al Señor, la pureza del amor a Dios, es el lenguaje del que le busca. Quien tiene en su corazón el Espíritu Santo tiene el don de sabiduría y por tanto hablará con excelencia, rectitud, verdad y pureza. El Espíritu Santo hablará en usted.

3) QUE TU HABLAR AGRADE A DIOS, TU CONCIENCIA Y AL PRÓJIMO. "Los labios del justo saben hablar lo que agrada; Mas la boca de los impíos habla perversidades." (Proverbios 10:32) ¿A quién debemos agradar con nuestros labios? Primeramente a Dios que escucha tanto nuestras palabras articuladas como los pensamientos; aquello comentado en la intimidad del hogar o con los amigos como lo expresado en público. Hay personas que saben decir lindos discursos, que hacen aseveraciones plenas de aparente convicción, que juran gran amor por otros, mas al estar en otro ambiente, con otras personas o solos, expresan todo lo contrario. ¡Líbrenos el Señor a los cristianos, de ser como esos hipócritas! En segundo lugar debemos agradar a nuestra conciencia guiada por el Espíritu Santo; en ella está escrita Su ley de amor, la cual es la norma que guía nuestra diaria conversación. No la queja, el chisme, el pelambre, la mentira, el malestar, la depresión, sino la alabanza, el elogio, la verdad, la gratitud, la alegría, deben ser nuestra comunicación diaria. "Abre tu boca y Él la llenará" Así podrás agradar, en tercer lugar, a los oyentes; tu conversación será un agrado, un bálsamo, una caricia, un alimento para el que te escuche. Perversidad es la suma maldad o corrupción de las costumbres. Que tus labios transmitan las dos "b" vida y bondad.

4) BUSQUE A DIOS PARA HABLAR SABIDURÍA. "La lengua de los sabios adornará la sabiduría; Mas la boca de los necios hablará sandeces." (Proverbios 15:2) El sabio se diferencia del necio, entre otras cosas, por su hablar. El primero habla sabiduría y enriquece con mejores reflexiones a ésta; el segundo sólo pronuncia estupideces, su conversación es vana e improductiva. La Biblia nos enseña a ser sabios, a buscar y alimentarnos de la sabiduría. Al respecto, nos advierte que el inicio de la sabiduría es el temor de Dios. Quien tiene una actitud de respeto y humildad, de disposición a creerle y obedecerle, está en camino de adquirir sabiduría. Tal hombre o mujer, hablarán sabiduría.

5) PRACTIQUE EL CALLAR Y APRENDA A ESCUCHAR. "tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;" (Eclesiastés 3:7) El sabio Salomón nos enseña que la vida del hombre, aún siendo muy corta, nos da oportunidad para todo y, entre todas las cosas, nos otorga un tiempo para hablar y otro para callar. Sutilmente nos da el recado de cuan importante es a veces callar. No es sabio vivir callando, no se puede callar todo, no todo lo podemos admitir; pero tampoco es sabio vivir hablando permanentemente pues necesitamos escuchar a otros, escuchar a Dios y también escuchar lo que nuestro corazón quiere decirnos. Si siempre estamos parloteando ¡cómo vamos a escuchar y escucharnos! Necesitamos aprender de los orientales esa capacidad de callar y meditar. No es poco cristiano dejar de hablar y reflexionar en lo íntimo acerca de la vida y de Dios. "Que los dichos de mi boca y la meditación de mi corazón sean siempre agradables a Ti, Señor"

6) DESENMASCARE AL ENEMIGO. "Porque el ruin hablará ruindades, y su corazón fabricará iniquidad, para cometer impiedad y para hablar escarnio contra Jehová, dejando vacía el alma hambrienta, y quitando la bebida al sediento." (Isaías 32:6) Actualmente se blasfema contra Dios, Jesucristo, el Espíritu Santo, la Palabra de Dios, la Iglesia, con toda facilidad. Se hace escarnio de la fe cristiana en los medios de comunicación y se aplaude tal conducta, aduciendo la libertad de expresión. Cuando los creyentes son atrapados por la forma de pensamiento liberal y le baja el perfil a estos ataques a la fe, están permitiendo que se pisotee el Nombre de Dios, que el gobierno de las tinieblas penetre más en las mentes de los hambrientos y sedientos de la Verdad. No podemos permitir que el engaño satánico corrompa más los cimientos de esta sociedad. Debemos darnos cuenta que hay una maquinación perversa contra las almas ignorantes de Dios. Es la hora de ser "baluarte de la Verdad".

7) NO USE SU HABLAR CONTRA EL DEBIL. "Las armas del tramposo son malas; trama intrigas inicuas para enredar a los simples con palabras mentirosas, y para hablar en juicio contra el pobre." (Isaías 32:7) Quienes ostentan el poder político y económico no siempre son personas correctas. Hemos visto caer a jueces y hombres públicos en horrible corrupción. El dinero de las arcas fiscales a veces se usa para el provecho personal de personas tramposas. Con la palabra se puede engatusar al pueblo crédulo. No faltan los que usan la religión para embaucar a los ingenuos. El pobre es siempre víctima de estos corruptos, por su ignorancia, ingenuidad y necesidad de creer. Intriga y mentira son las armas del tramposo que se aprovecha de los pobres.

8) SEA UN BUEN OIDOR. "Jehová el Señor me dio lengua de sabios, para saber hablar palabras al cansado; despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios." (Isaías 50:4) Como al profeta, el Señor nos ha dado Su Palabra de sabiduría y Su Espíritu Santo para discernir la necesidad del prójimo. No seremos holgazanes ni insensibles en esta misión, entregaremos palabras de alivio, consolación y sabiduría, ya que además nos ha otorgado el don de consejo. Cada mañana Él despertará el oído de su corazón para que usted escuche sabiamente al que necesita orientación y apoyo, pero sobre todo un oído atento y misericordioso. El discípulo de Jesucristo debe ser un buen oidor.

9) TENGA CUIDADO CON LA MENTIRA. "el prevaricar y mentir contra Jehová, y el apartarse de en pos de nuestro Dios; el hablar calumnia y rebelión, concebir y proferir de corazón palabras de mentira." (Isaías 59:13) Desobedecer y mentir contra Dios es tan grave como inventar calumnias contra otras personas, rebelarse contra las autoridades establecidas e inventar y decir mentiras. La lengua mentirosa es aborrecida por Dios. Muchas veces en la vida diaria nos vemos tentados a mentir; a veces la vida de una persona es una mentira (jueces corruptos, esposos y esposas adúlteras, religiosos falsos); en la administración del dinero de una empresa, oficina u organización se miente, contadores que tapan la deshonestidad de sus jefes; se miente en pruebas y exámenes, los "torpedos" y el "soplar" no son conductas de veracidad; hay algo que es más parecido al robo que a la mentira, hacer pasar escritos o ideas como si fueran nuestras. Todo esto es putrefacto para el Señor y Él lo rechaza absolutamente.

10) NO PROMETA EN VANO. "Pero sea vuestro hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede." (San Mateo 5:37) Con la boca hacemos muchas promesas: de ayudar a otro, de devolver un objeto o dinero, de amar para siempre, de ir y volver, de cumplir un compromiso, etc. Prometemos sin saber si cumpliremos o no; la mayoría de las veces pensamos que podremos cumplir. Estamos llenos de buenas intenciones pero no nos conocemos a nosotros mismos. Este asunto es crucial para ejercer este consejo de Jesús. La forma de aprender a ser veraces es obligarnos a cumplir las promesas aunque nos duela. Cuando hemos prometido o jurado, y en el camino vemos que somos incapaces de hacerlo, el discípulo se esforzará por dar satisfacción a su palabra. Este sinsabor le hará pensarlo mejor en el futuro cuando se vea entusiasmado a prometer. Nuestro hablar debe ser sí o no, nunca ambiguo. Al tibio el Señor no lo quiere en Su Reino.

11) QUE SU CORAZÓN SEA ABUNDANTE DE DIOS. "¡¡Generación de víboras! ¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos? Porque de la abundancia del corazón habla la boca." (San Mateo 12:34) La conversación nos refleja, el hablar transparenta lo que hay en el interior de la persona. Palabras profundas revelan un alma profunda; comentarios superficiales muestran a alguien vano; chistes y comentarios de doble sentido retratan a quien tiene una insatisfacción sexual o bien su pensamiento está siempre puesto en ello; así podremos identificar el corazón soñador o fantasioso, el racional, el melancólico, etc. De la abundancia de lo que hay en nuestra mente, parlotea la lengua. Si abundamos en frustraciones, nostalgias, alegrías, éxitos, anhelos, etc. todo eso transmitiremos a través de la palabra. Si es el meditar en Dios y Su Palabra, naturalmente lo dejaremos ver en el hablar.

12) QUE SU HABLAR CONDUZCA HACIA JESUCRISTO. "Le oyeron hablar los dos discípulos, y siguieron a Jesús." (San Juan 1:37) La forma de hablar de Jesús reflejaba quien era Él; había una absoluta transparencia de su Persona interior en su hablar, no sólo en el modo sino también en el contenido de lo que decía. Tan impactante y convincente era su hablar, acompañado de su actuación, que estos sencillos pescadores, como un recaudador de impuestos, un revolucionario, varias mujeres de pueblo y varios personajes importantes de los judíos, le siguieron. Nuestro hablar, unido al sentir, al creer y al hacer, mueven a la gente a seguir a Jesús.

13) HABLE GUIADO POR EL ESPÍRITU SANTO. "Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar." (San Juan 12:49) Todo lo que hablaba, aseguraba Jesús, no eran ideas propias sino lo que el Padre Dios le inspiraba. Si el Maestro actuó según esa norma ¡cuánto más sus discípulos! Los que somos tan dados a inventar explicaciones, crear teorías acerca del mundo y las cosas que en él suceden, siempre prontos a desarrollar nuestras propias cosmologías y cosmogonías, discutir asuntos que no sabemos ni entendemos, necesitamos ser más humildes y sencillamente permitir que el Espíritu Santo inspire nuestro hablar. En la Biblia tenemos la revelación de Dios, la Iglesia a través de los siglos ha interpretado la doctrina, los apóstoles de Jesús dejaron sus epístolas para mayor claridad del Evangelio ¿qué más podemos pedir? No vayamos más allá de las palabras, no quitemos ni agreguemos, practiquemos el sencillo mandamiento del Señor en Su Palabra y hablaremos guiados por Él.

14) CUANDO HABLE DE DIOS, CONFIE EN SU RESPALDO SOBRENATURAL. "Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen." (Hechos 2:4) El día de Pentecostés, cuando los apóstoles y sus familias estaban reunidos en el aposento alto en Jerusalén y cuando muchos judíos venidos de distintos puntos del mundo de esa época se encontraban en la ciudad santa para celebrar la fiesta de Pentecostés, 50 días después de la Pascua; sucedió algo de gran impacto: se sintió como un fuerte viento en el aposento y algo parecido a lenguas de fuego se posó sobre cada uno, en tanto hablaban de las maravillas y hechos poderosos de Dios en distintos idiomas, de modo que cada cual entendía lo que decían pues lo escuchaba en su propia lengua. Este fenómeno sobrenatural implicó el sentido de la vista pues "vieron" a los que estaban orando inflamarse en fe y adoración; el sentido de la "audición" ya que escucharon el estruendo, el viento y las profecías de los apóstoles; el sentido del "tacto" ya que sintieron en la piel ese viento recio. Fue algo sensorial y también intelectual, puesto que se produjo la traducción simultanea del mensaje de Dios, sin mediar tecnología alguna. El propósito de Dios fue llenar a los Doce de su Espíritu Santo, aún cuando ya había soplado sobre ellos el Espíritu, y comunicar al público que ese grupo escogido de hombres y mujeres, entre los cuales también estaba María la madre de Jesús, tenían un mensaje muy importante que decir. Lo sobrenatural lo hace Dios, lo natural nosotros. Los cristianos hablamos, pero si no contamos con el respaldo sobrenatural nada comunicaremos. Piense, siempre que usted anuncie el mensaje de Dios, que Él le respaldará. Confíe en la acción milagrosa del Espíritu Santo.

15) EN SU HABLAR CON DIOS PREFIERA SU PROPIO IDIOMA. "pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida." (1 Corintios 14:19) Siempre ha habido en la Iglesia personas que "hablan en lenguas". No me refiero a quienes saben otro idioma o tienen facilidad para aprender lenguas extranjeras, sino que a aquellos hermanos que el Espíritu Santo les otorga el don de lenguas. Estas lenguas pueden ser: a) lenguas de otros países; b) lenguas de ángeles; c) lenguas de seres que desconocemos; d) una lengua personal propia del espíritu; o d) glosolalia, desorden del lenguaje. Como sea, el Apóstol aconseja que con el propósito que no se produzca desorden, debe haber un traductor, es decir alguien que tenga el "don de interpretación de lenguas". Si no lo hay, debe callar. Hacer uso de estos dones requiere de gran humildad y sujeción a la autoridad; a veces la vanidad y el afán de dar un "mensaje" personal, mueve a las personas a autoengañarse y engañar. Para esto existe el "don de discernimiento de espíritus". Cuando alguien habla en otras lenguas, el contenido de su hablar puede ser: a) alabanza y adoración a Dios; b) una petición personal al Señor, una culpa, una dificultad; c) gratitud hacia el Creador y Salvador por sus beneficios; d) una revelación o profecía para la iglesia. A pesar de que es costumbre en muchas iglesias, no es necesario que el Señor de el mensaje profético en otro idioma. El don de profecía no necesita valerse del don de lenguas para manifestarse. La persona que profetiza siente en su mente el mensaje de Dios con gran convicción y lo que hace es sencillamente transmitirlo. ¿Qué nos enseña todo esto, además de lo específico sobre el funcionamiento de los dones carismáticos en la comunidad cristiana? Que siempre debe reinar la cordura y no el desorden ni la excesiva subjetividad o emocionalidad en la Iglesia; que siempre será mejor una palabra inteligible a un lenguaje que nos cuesta entender. Estas expresiones apuntan a nuestras emociones, a demostrarnos la presencia del Señor en medio de nuestras reuniones, pero para el que es maduro en la fe, no es preciso ver para creer.

16) NO COMENTE LO QUE HACEN LAS TINIEBLAS. "porque vergonzoso es aun hablar de lo que ellos hacen en secreto." (Efesios 5:12) Nuestra costumbre casi siempre es comentar todo lo que sucede en el mundo de la farándula, la crónica roja, el escándalo y corrupción política o las "novedades" del barrio. En forma morbosa nos inmiscuimos en lo que el reino de tinieblas hace. Ya lo hemos dicho, esto no es edificante, no contribuye a nada; por el contrario, corrompe, altera, desintegra, ensucia, destruye las convicciones, la buena conciencia, la fe, el amor, la paz. Otra vez les digo: cambien de tema, desvíen el tema de la conversación hacia todo lo que es de buen nombre.

17) CONSIDERE QUE SU HABLAR PUEDE CONVERTIR. "Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe." (Hebreos 13:7) Guardo un grato recuerdo de aquellos siervos de Dios que me hablaron de Él por primera vez. En mi memoria está su gran fe, su sencillez, esa pasión por Cristo y por las vidas, su modo de exponer la Verdad, su alegría en el ministerio. A ellos debo lo que soy; el Señor los usó para formarme como cristiano, discípulo y pastor; sin su hablar y su excelente conducta, la cual he imitado, no sería lo que soy. Piense usted que cuando está hablando en el bus, en la calle, en la casa, en la escuela, en el trabajo, en la iglesia y en todo lugar; quizás halla personas que puedan conocer a Jesús por sus palabras y actos, hermanos que están dando sus primeros pasos en la fe o cristianos en dificultad que requieren de palabras inspiradas en Dios. Su conversación puede tener resultados importantísimos en otras personas. Cuídela.

18) SEA TARDO PARA HABLAR Y PRONTO PARA ESCUCHAR. "Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse;" (Santiago 1:19) Por lo general estamos más dispuestos a contar nuestras cosas, comentar inquietudes, preguntar opiniones, exponer nuestras teorías de la vida, dar a conocer posturas políticas, religiosas, etc., que a escuchar a otros. En algunos casos esto llega al extremo de ser un parlanchín, ese que gusta de dar cátedra, sermonear, imponer opiniones, con una vanidad a toda prueba. Al contrario, la Escritura aconseja ser "pronto para oír" o sea estar con una mayor disposición a escuchar que a hablar. Esto significa hacer un esfuerzo por dejar de fluir toda esa verborrea que tenemos, para dar paso al más pasivo de los sentidos: la audición. Oír al otro, pero no como quien escucha llover, sino que con toda atención, interés, apertura, sin prejuicios, poniéndome en lugar de él y sobre todo, preguntando al Señor ¿qué hay en esta persona? ¿qué palabra o reacción de mi parte necesita ella? La actitud cristiana de ser un buen oyente de mi prójimo, requiere tardanza en el hablar. El que se apresura a opinar, aconsejar, decir, juzgar, etc. tiene grandes posibilidades de errar y no ayudar al otro, sino alejarlo. Un buen discípulo cultiva la actitud correcta.

Éstos no son todos los textos que nos muestran como Dios espera que sea nuestro hablar; son sólo algunos pero nos pueden servir de pauta para alcanzar sabiduría en este importante y determinante ejercicio humano. Cuántos problemas evitaríamos, a cuántos hermanos y prójimos salvaríamos, cuánto se desarrollaría la Iglesia, si utilizáramos mejor este recurso humano, digo Divino, que es la Lengua ¿Acaso nuestro Salvador no es el Verbo de Dios y vive en nosotros?