sábado, junio 09, 2007

LA AUTORIDAD COMO ELECCIÓN

EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD EN EL REINO DE DIOS
VI PARTE
Lectura bíblica: Salmo 119:30

Propósitos de la charla: a) Darnos cuenta que así como Jesús nos ha escogido, también nosotros le hemos escogido a Él; b) delegar la autoridad sobre nuestra vida en Él, a través de un tutor.

A través de estas lecciones hemos visto: el concepto de autoridad, que Dios es la fuente de toda autoridad; que la autoridad de Dios se sustenta en santidad; la Gran Comisión como un mandato de Su autoridad para la Iglesia; y la autoridad espiritual como una capacidad a desarrollar. Nada podríamos hacer si Dios no hubiera depositado toda Su autoridad en el Hijo y éste no la hubiera delegado a los cristianos. Pero hay un proceso inverso y es desde la mirada del ser humano.

DIOS ESCOGE INDIVIDUALIDADES
Jesús escogió a unos pocos de una multitud de discípulos, para formar su grupo de doce. Los escogió con distintas personalidades. Asimismo nos eligió a nosotros, para formar parte de Su pueblo, para ser Sus discípulos. ¿Por qué nos escogió? Sólo Él sabe el motivo. Tal vez vio un rasgo en nosotros, una disposición, cierta característica que le sería útil para Su propósito. O quizás fue pura misericordia, compasión por la paupérrima condición espiritual en que nos encontrábamos. No sabemos el motivo de Su elección y tal vez eso es necesario, pues de lo contrario nos envaneceríamos. (Efesios 1:3-4)

Los que Jesús escogió para ser Sus apóstoles eran muy distintos en profesión, carácter, nivel social, creencias. El Maestro nos da un ejemplo de tolerancia a la diversidad, de aprecio de las distintas maneras de ser hombre, cuando escogió a sus discípulos con rasgos tan diferentes. Pastorear una comunidad cristiana con personas de distintas procedencias, culturas, pensamientos políticos, hábitos, profesiones, temperamentos, problemáticas distintas, no es tarea fácil. Pero es la voluntad del Señor que la Iglesia esté constituida por todo tipo de personas. (Apocalipsis 7:9)

Usted podrá preguntarse por qué le escogió Jesús, "¿por qué yo?". Pero tenga en cuenta que también usted decidió seguirle, obedecer a Su llamado. Podría haber dicho que no, rehusado por difícil o aburrido o porque tenía asuntos más importantes que resolver, como muchas personas lo hacen hoy. Sin embargo usted decidió decir que si, como María, la madre de Jesús. Una linda determinación, la cual ha traído a su vida grandes bendiciones. En otras palabras usted escogió a Jesús. Los apóstoles también escogieron seguir a Jesús. La pregunta que cabe en estas circunstancias es, entonces, "¿por qué sigo a Jesús? ¿Qué rasgo del Maestro ha calado más hondo en mí?" A continuación veremos cuales son los rasgos de Jesús que a cada discípulo impresionó con más fuerza. (San Mateo 4:19,20)

LOS DOCE QUE ESCOGIERON A JESÚS.
Simón, apodado Pedro, es decir "piedra", era de carácter indeciso; se aferraba al Salvador con la mayor fidelidad, firmeza de fe y amor íntimo; era atropellado tanto de palabra como en sus actos, lleno de fervor y entusiasmo, aunque de momento fácilmente accesible a influencias externas e intimidable por las dificultades. Cuanto mayor relieve toman los apóstoles en la narración del Evangelio, tanto más se destaca Pedro como el primero entre ellos. Cristo mismo inconfundiblemente acuerda una precedencia especial a Pedro y el primer lugar entre los apóstoles, designándolo así en varias ocasiones. El rasgo que Pedro más admiraba en Jesús era su extrema ternura. Pedro no se cansaba jamás de discurrir la paciencia de Jesús. Jamás olvidaría la lección acerca de perdonar al malhechor no siete veces tan sólo sino setenta veces más siete. Mucho pensó sobre estas impresiones del carácter misericordioso del Maestro durante esos lúgubres días de desesperación que vivió inmediatamente después de negar a Jesús sin pensarlo, y sin intención, en el patio del sumo sacerdote. (San Juan 21:17)

Andrés admiraba a Jesús por su transparencia, su permanente sinceridad, su dignidad sin afectación. Una vez que los hombres conocían a Jesús, se sentían poseídos del deseo de compartirlo con sus amigos; realmente deseaban que todo el mundo lo conociera. (San Juan 1:35-42)

Santiago Zebedeo admiraba la compasión afectuosa del Maestro. El interés comprensivo de Jesús en los pequeños y en los grandes, en los ricos y en los pobres, le resultaba muy atractivo.

Las características de Jesús que apreciaba Juan Zebedeo más eran el amor y el altruismo del Maestro; estos rasgos le impresionaron tanto que el resto de su vida estuvo dominado por los sentimientos de amor y de devoción fraternal. Relata en su Evangelio cuando por primera vez pudo contemplar esa consideración amorosa del Maestro por el prójimo, cuando a pesar de que aún no era el momento de hacer señales, accedió a la petición de su madre y convirtió el agua en vino. (San Juan 2:3-8)

Felipe era curioso. Admiraba tan continuamente la infalible generosidad del Maestro. Jamás halló nada en Jesús que fuera pequeño, mezquino o avaro, y él adoraba esta constante e infalible generosidad. Jesús conocía el corazón de su discípulo, por eso cuando los siguió la multitud al otro lado del mar de Galilea, le hizo una pregunta de fe "¿de dónde compraremos pan para que coman estos?" (San Juan 6:5-12)

Natanael o Bartolomé era un hombre honesto. Reverenciaba a Jesús particularmente por su tolerancia. No se cansaba de contemplar la compasiva generosidad del Hijo del Hombre. (San Juan 1:45-51)

Lo que Mateo Leví más apreciaba era la disposición del Maestro para perdonar. Nunca dejaba de repetir que la fe era lo único que se necesitaba para encontrar a Dios. Siempre se complacía en el Evangelio del Reino de Dios. Antes de ser llamado por Jesús, fue testigo de la sanidad y el perdón de un paralítico; cuando invitó al Maestro a su casa, Éste declaró "No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento. (San Lucas 5:17-32)

Tomás el Dídimo o gemelo, reverenciaba a su Maestro por su carácter magníficamente equilibrado. Probablemente disfrutaba de una mayor comprensión y apreciación de la personalidad de Jesús entre los doce. Tomás admiraba y honraba cada vez más a Aquél que era tan misericordioso y al mismo tiempo justo y equitativo; tan firme pero nunca obstinado; tan calmo, pero nunca indiferente; tan socorrido y tan compasivo, pero nunca entrometido ni dictatorial; tan fuerte y al mismo tiempo tan manso; tan positivo, pero nunca áspero ni rudo; tan tierno pero nunca vacilante; tan puro e inocente, pero al mismo tiempo tan viril, enérgico y fuerte; tan verdaderamente valiente, pero nunca temerario ni imprudente; tan amante de la creación pero tan libre de toda tendencia de reverenciar a la creación; tan lleno de humor y tan jovial, pero tan libre de ligereza y frivolidad. Era esta inigualable simetría de la personalidad lo que tanto encantaba a Tomás. Este apóstol era un hombre práctico, que exigía respuestas lógicas a sus interrogantes. Es así que dijo a Jesús "Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?" (San Juan 14:5) y cuando los discípulos le dijeron que el Maestro había resucitado, les dio esa razón por la cual se hizo tan conocido: "Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré" Pero al aparecer Jesús ante él, sólo le bastó verlo y escucharlo para creer. Jesús no fue tan severo ni tan indulgente, le dio una lección de fe. (San Juan 20:24-29)

Jacobo Alfeo o "Santiago el menor", era un pescador común. Amaba especialmente a Jesús por Su sencillez. No podía comprender la mente de Jesús, pero sentía el lazo comprensivo entre él y el corazón de su Maestro. Su mente no era de un orden elevado; hasta se le podría considerar simple, pero tenía una experiencia auténtica en su naturaleza espiritual. Creía en Jesús; era hijo de Dios y miembro del Reino. Fue un hombre de carácter fuerte y apasionado.

Judas Alfeo, llamado también Lebeo o Tadeo, pocas veces interrumpía las palabras del Maestro con preguntas. Se sentía atraído hacia Jesús por la humildad sin ostentación del Maestro. Esa humildad, vinculada con tan grande dignidad personal, le resultaba particularmente atractiva a Judas. El hecho de que Jesús le ordenara siempre que no mencionara sus acciones extraordinarias, grandemente impresionaba a este discípulo. Fue un intenso y violento nacionalista con el sueño de poder mundial y dominio del pueblo escogido. Le preguntó a Jesús en la última cena: "¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?" pues estaba interesado en dar a conocer a Cristo al mundo, no como un Salvador sufriente sino como un Rey gobernante. La respuesta que Jesús le dio indica que el camino del poder nunca se puede reemplazar por el camino del amor. (San Juan 14:22)

Lo que más admiraba Simón "el zelote o cananista" era la calma del Maestro, Su seguridad, equilibrio e inexplicable serenidad. Fue un nacionalista fanático, un hombre devoto a la Ley, con un odio amargo por cualquier persona que se atreviera a comprometerse con Roma. Aún así, Simón claramente sobresalió como un hombre de fe. Abandonó todos sus odios por la fe que mostró hacia su Maestro y el amor que estuvo dispuesto a compartir con el resto de los discípulos y especialmente con Mateo, el cobrador de impuestos romano.

Los zelotes eran nacionalistas judíos fanáticos quienes tuvieron desatención heroica por el sufrimiento envuelto y la lucha por lo que ellos consideraron como la pureza de su fe. Los zelotes fueron enloquecidos con el odio por los romanos. Fue este odio por Roma lo que destruyó la ciudad de Jerusalén. Josefo dice que los zelotes fueron personas imprudentes, celosos en buenas prácticas y extravagantes e imprudentes en las peores clases de acciones.

No había ningún rasgo especial en Jesús que Judas Iscariote admirara. En general le agradaba su personalidad atractiva y exquisitamente encantadora. Judas nunca fue capaz de superar sus prejuicios judíos contra sus asociados galileos; aún llegaría a criticar, en su mente, muchas cosas de Jesús mismo. Este nativo de Judea, satisfecho de sí mismo, a menudo se atrevía a albergar crítica en su corazón sobre Aquél a quien once de los apóstoles consideraban el hombre perfecto, "aquel totalmente encantador, el más señalado entre diez mil". Realmente llegó a pensar que Jesús era timorato, que tenía cierto miedo de proclamar su poder y autoridad.

¿POR QUÉ HEMOS ESCOGIDO A JESÚS?
Es probable que lo que más nos atraiga en el Señor sea aquella virtud de la que nosotros carecemos –la rudeza de Pedro admiraba la dulzura de su Maestro- o quizás sea una característica nuestra pero en grado superlativo –aquello que admiramos de nosotros mismos- o sencillamente una necesidad, algo que no encontramos en nuestro entorno, como el perdón o la compasión. Analizar este aspecto nos enseñará mucho acerca de nosotros mismos, de nuestras carencias, defectos y debilidades.

¿POR QUÉ ALGUNOS NO ESCOGEN A JESÚS?
La personalidad perfecta y completa de Jesús encuentra cabida a la necesidad de todo hombre. No hay en Él nada criticable o repugnante al ser humano. Su persona, plena de amor y de seguridad, es completamente atractiva para nosotros. Así como Él nos escoge, nosotros los seres humanos, estamos fuertemente inclinados a escogerlo a Él. ¿Por qué algunas personas no lo hacen y lo rechazan? Hay varias razones:

- No les ha sido presentado Jesús como quién es realmente.
- Hay demasiado orgullo en sus corazones, el cual no les permite aceptar Su autoridad.
- Están prejuiciados con la Iglesia por experiencias traumáticas con cristianos.
- Han sido "evangelizados" de un modo inadecuado.
- Tienen una visión errada del cristianismo, por lo tanto desconocen el mensaje del Evangelio.
- Relacionan la fe con prohibiciones, y no están dispuestos a abandonar ciertos placeres por causa de la religión.
- No se les ha revelado Jesucristo.

El análisis de estas razones nos ayudará a detectar fallos en nuestro modo de acercarnos a Dios, en nuestra manera de entender el mensaje y darlo a conocer y en nuestra concepción de la Iglesia. Que muchas personas no conozcan al Señor no sólo es un asunto de que "no les ha llegado la hora" sino que nosotros hemos hecho las cosas tan mal que no hemos permitido que ese tiempo llegue a ellos. Hay mucho que corregir en el evangelismo.

NECESITAMOS ESCOGER UN MAESTRO.
Dios nos ha creado con un libre albedrío, con la facultad para decidir sobre nuestras vidas. Es decir que cada persona tiene autoridad sobre su propia vida. Pero cuando una persona decide pedir consejo por cierto problema o duda que tiene, delega esa autoridad de su vida en otro. El profesor tiene autoridad sobre mi en la escuela, el instituto o la universidad, en todo lo que es aprendizaje. Yo le he delegado esa autoridad. El médico tiene autoridad sobre mí en el aspecto salud. Le he transferido esa autoridad sobre mi cuerpo.

Del mismo modo es en lo espiritual. ¿Podremos autogobernarnos espiritualmente? ¿Es lícito que ejerzamos autoridad espiritual sobre nuestras vidas, prescindiendo de Dios? ¡No! Necesitamos de una autoridad entendida en el asunto espiritual para sujetarnos a ella. Todos requerimos delegar la autoridad espiritual de nuestras existencias a otro que sabe más que nosotros. Aquél es Dios. Para hacerlo se requiere de dos cosas: fe y humildad. Necesitamos escoger un Maestro.
PARA REFLEXIONAR:
1. ¿Por qué creo que Jesús me escogió como discípulo/a?
2. ¿Por qué he escogido a Jesús?
3. ¿Qué rasgo del Maestro ha calado más hondo en mí?
4. ¿He delegado la autoridad de mi vida en Él?
5. ¿He delegado la autoridad de mi vida en un tutor o tutora?

BIBLIOGRAFÍA.
1) Apuntes del ministerio a los líderes de la Comunidad Cristiana Ecuménica Renovación de la Iglesia, obrero David Soto Godoy, 1981.
2) ¿Quiénes fueron los Doce?; http://es.bibleinfo.com/questions/question.html?id=747
3) http://ellibro.org/documents/los_doce.htm