martes, diciembre 23, 2008

LAS CONVICCIONES DEL DISCIPULADOR


SOSTENIENDO VIDAS
II PARTE


Lectura Bíblica: 1 Juan 2:12-14

Propósitos de la Charla: a) Conocer y desarrollarlas tres convicciones básicas del tutor; b) Prepararse para la multiplicación en nuevos discípulos.


“Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. / Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre. / Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.” (1 Juan 2:12-14)

En la lección anterior vimos que la tarea de un tutor es ser una verdadera columna, que sostiene otras vidas. Por lo tanto nos esforzaremos en ser muy sólidos y firmes en nuestra fe. También comprendimos que ser tutor es ser padre espiritual, alguien que cría y alimenta a hijos espirituales con gran amor. El tutor es el ayo que conduce con disciplina hasta el Maestro Jesús. Por último, un tutor es un formador y educador de discípulos, es el que transmite la vida y doctrina del Maestro.

Necesitamos aprender a ser tutores porque llegarán vidas que habrá que discipular. Un tutor es un padre o madre espiritual; es un sostenedor, un maestro de vida, un consejero, un guía, un acompañante, un amigo. Un hermano o hermana se ha acercado a usted, tal vez porque ve alguna virtud de Cristo en su vida o porque le simpatiza su carácter y siente mayor confianza en usted que en otro cristiano para confiar sus problemas e inquietudes personales. Quizás su pastor le designó a alguien para discipular. O usted mismo ha sentido en su corazón el imperativo de llamar a ese hermano a ser su discípulo. Esto de decir “su” o “mi” discípulo es tan sólo un modo de decir, pues en rigor sólo podemos ser discípulos del Maestro, Jesucristo. Pero Él nos utiliza como instrumentos para esa tarea sublime.

DUDAS DEL TUTOR.
Cuando nos enfrentamos a tan grande desafío, muchas preguntas y dudas acuden a nosotros:
- ¿Seré capaz de sostener la fe de este hermano?
- ¿Estoy capacitado para algo tan serio e importante?
- ¿Y si cometo un error, podré enmendarlo o perjudicaré al hermano de por vida?
- ¿Qué haré con los problemas personales que esta persona me confidencie?
- ¿Tendré una palabra adecuada, yo que tengo tan poca experiencia?
- Yo mismo estoy lleno de defectos y pecados ¿Con qué autoridad podré enseñarle?
Estas y muchas interrogantes más estarán presentes a la hora de iniciarse como tutor de un discípulo. Para tranquilizarle debo decirle dos cosas: usted necesita poner en práctica la fe que Jesucristo le otorgó en la conversión y desarrollar las tres convicciones básicas de un tutor, las que trataremos a continuación.

1. NO ESTOY SOLO.
Al despedirse el Señor de sus discípulos les dijo, y con ello a todos los discípulos que vendrían después: “estaré con ustedes todos los días, hasta el final de los tiempos” (San Mateo 28:20). Al enviarnos con la colosal tarea de hacer discípulos nos aseguró Su respaldo, Su ayuda, Su Presencia. No estamos solos en la práctica del Discipulado, sino que nos acompaña Él. No es una acción entre dos sino entre tres: 1) tutor 2) Jesucristo y 3) discípulo. El Espíritu Santo guía todo el proceso de Discipulado. Nótese que hemos puesto al Señor como centro y como vínculo de esta relación o fórmula. “No os dejaré huérfanos” prometió Jesús a Sus apóstoles (San Juan 14:18). No le ha abandonado a usted a su suerte, sino que sigue siendo Su Padre, en la persona del Espíritu Santo.

La promesa de Jesús antes de partir a la presencia del Padre, fue rogar a Éste por un Espíritu al cual llamó Consolador. Dice Jesús: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador” Es interesante notar que dice “otro” Consolador, de lo cual se deduce que Jesús consolaba a sus discípulos en sus cuitas y del mismo modo el Espíritu que vendría los consolaría a ellos. Dos enseñanzas podemos rescatar de estas palabras: 1) Todo discipulador, como el Maestro y el Espíritu, está para dar consuelo a sus discípulos; y 2) el Espíritu Santo reemplaza a Jesucristo y también es Dios, de acuerdo a la doctrina de la Trinidad.

¡Alabado sea Jesucristo! Al ascender a los cielos solicitó al Padre el Espíritu Santo y Éste nos lo envió como un Compañero para siempre “para que esté con vosotros para siempre”. El que no es cristiano no puede recibirle. Este Espíritu es la presencia misma de Jesucristo en nosotros, puesto que la Trinidad es una completa Unidad, Este es “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce” Jesús dijo a Sus apóstoles: “pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros” Se refería a Él mismo y luego les asegura: “y estará en vosotros.” O sea dentro de ellos. ¿Qué es mejor: que el Señor esté junto a mi o que viva dentro de mi? Indudablemente que sea parte de mi ser. Podemos sentirnos absolutamente seguros como tutores porque no estamos solos, no somos huérfanos, tenemos un Padre y un Amigo que nos ama. Él lo prometió y sus promesas son ciertas: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” (San Juan 14:16-18)

2. NO NECESITO SER PERFECTO.
De lo contrario no habría encargado esta tarea a hombres sino a ángeles inmaculados. San Pablo dice a su discípulo Timoteo: “Lo que me has oído decir delante de muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean capaces de transmitírselo a otros” (2 Timoteo 2:2). El Apóstol no era perfecto, tenía su temperamento capaz de enojarse al punto de no aceptar la compañía de un hermano miedoso (Hechos 15:36-40). Timoteo era, por el contrario, timorato, por lo cual Pablo debió decirle que “Dios no nos ha dado espíritu de temor sino de poder y dominio propio” (2 Timoteo 1:3-7). Los que habrán de recibir la enseñanza transmitida por Pablo a Timoteo sólo han de mostrar fidelidad, una característica relevante, además de estar capacitados para traspasar esa doctrina a otros. Tampoco esto lo exime a usted de procurar crecer cada día en las virtudes de Jesús y obedecer a aquello de “esfuérzate en la gracia” (2 Timoteo 2:1).

Si alguna vez uno o más discípulos le abandonan, si usted se equivoca, si falla en algún consejo o no sabe qué hacer frente a un problema grave… ¡No se desanime! Siempre hay quienes sirven a Dios con entusiasmo, otros que son timoratos, otros llenos de dudas, otros muy ególatras o personalistas... Con este pueblo hay que avanzar y no cejar. Dios es Soberano, Él nos conduce. Confíe en Dios y no se desanime si un hermano se marcha a otra iglesia. Comprenda y acepte que no todas las personas encontrarán en usted y su iglesia lo que ellas buscan y eso no significa que ellos estén equivocados o que usted cometiera un error, sólo puede significar que no era el lugar y la persona para ellos. Insisto… ¡No se desanime! Dios le ama como tutor. Recuerde que “El amor cubre una multitud de pecados” (1 Pedro 4:8).

3. NO SOY UN BEBÉ.
Establecidas las dos convicciones anteriores y teniendo en cuenta que discipular es una orden del Maestro, piense que cuando llega la hora de vivir esta circunstancia, significa que usted ha crecido y el Señor desea cosechar de su vida un fruto para Su Iglesia. No en vano ha recibido tanta enseñanza, bendición y amor de Dios y Su Iglesia. Ha llegado la hora de dar a otros lo que ha recibido por gracia. Es parte del crecimiento establecido por Dios. No es algo que hay que apurar ni tampoco retrasar: “Todo tiene su hora bajo la creación” (Eclesiastés 3:1).

Los cristianos estamos en un proceso de crecimiento espiritual. El escritor de Hebreos advierte en su carta “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.” (Hebreos 5:12) El alimento que se da a un bebé es más liviano que el que requiere un niño o un joven. Dice: “Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño” (v.13) Todo esto nos habla de un cambio, de crecimiento: “…pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” (Hebreos 5:14) El adulto y aún el joven, ya tienen conciencia de lo que es bueno o malo. Hay otro aspecto que caracteriza al que ya no es bebé: puede reproducirse.

CONCLUSIÓN.
Para poder llegar a ser tutores de otros discípulos, el Señor debe desarrollar en nosotros las tres convicciones básicas de un tutor: “No estoy solo. No necesito ser perfecto. No soy un bebé.” Jesucristo nos prometió “No os dejaré huérfanos”; el Espíritu Santo nos recuerda a través de San Pedro que “El amor cubre una multitud de pecados” y la sabiduría de Salomón nos dice “Todo tiene su hora bajo la creación.” Prepárese en oración, evangelice y espere confiadamente en Dios, con estas tres convicciones en mente. ¡El Señor de la Vida le bendiga y multiplique!

PARA REFLEXIONAR:
1) Dibuje o recorte y pegue en su cuaderno de Discipulado las siguientes imágenes que retratan al tutor: una columna, un padre o una madre con su hijo bebé, un ayo griego con su túnica alba y un maestro. Escriba el texto bíblico correspondiente bajo cada imagen.
2) Piense en alguien que va a ser discipulado por usted y de una respuesta positiva a cada una de las preguntas que se hace al inicio de la charla: a) ¿Seré capaz de sostener la fe de este hermano? b) ¿Estoy capacitado para algo tan serio e importante? c) ¿Y si cometo un error, podré enmendarlo o perjudicaré al hermano de por vida? d) ¿Qué haré con los problemas personales que esta persona me confidencie? e) ¿Tendré una palabra adecuada, yo que tengo tan poca experiencia? f) Yo mismo estoy lleno de defectos y pecados ¿Con qué autoridad podré enseñarle?
3) Cuente a un discípulo amigo o a su tutor una experiencia en que se sintió muy solo.
4) ¿Cuál cree usted que es su principal contraindicación para discipular a otra persona? Confíelo a su tutor, para que le ayude a superarlo.
5) haga una oración escrita, pidiéndole al Señor un discípulo a su medida.

BIBLIOGRAFIA
1) “Sosteniendo Otras Vidas”, Retiro domingo 27 de Mayo de 2007, Avenida Francia 739, Valparaíso
2) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.

martes, diciembre 09, 2008

LAS FUNCIONES DEL DISCIPULADOR


SOSTENIENDO VIDAS
I PARTE

Lectura Bíblica: Proverbios 4:1-27

Propósitos de la Charla: a) Comprender, valorar y practicar el Discipulado como sostenimiento, paternidad espiritual y enseñanza; b) Adquirir algunos conceptos y principios básicos para ejercer el Discipulado.


“1 Oíd, hijos, la enseñanza de un padre, Y estad atentos, para que conozcáis cordura.
2 Porque os doy buena enseñanza; No desamparéis mi ley.
3 Porque yo también fui hijo de mi padre, Delicado y único delante de mi madre.
4 Y él me enseñaba, y me decía: Retenga tu corazón mis razones, Guarda mis mandamientos, y vivirás.
5 Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; No te olvides ni te apartes de las razones de mi boca;
6 No la dejes, y ella te guardará; Ámala, y te conservará.
7 Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.
8 Engrandécela, y ella te engrandecerá; Ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado.
9 Adorno de gracia dará a tu cabeza; Corona de hermosura te entregará.
10 Oye, hijo mío, y recibe mis razones, Y se te multiplicarán años de vida.
11 Por el camino de la sabiduría te he encaminado, Y por veredas derechas te he hecho andar.
12 Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos, Y si corrieres, no tropezarás.
13 Retén el consejo, no lo dejes; Guárdalo, porque eso es tu vida.
14 No entres por la vereda de los impíos, Ni vayas por el camino de los malos.
15 Déjala, no pases por ella; Apártate de ella, pasa.
16 Porque no duermen ellos si no han hecho mal, Y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno.
17 Porque comen pan de maldad, y beben vino de robos;
18 Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto.
19 El camino de los impíos es como la oscuridad; No saben en qué tropiezan.
20 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones.
21 No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón;
22 Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.
23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.
24 Aparta de ti la perversidad de la boca, Y aleja de ti la iniquidad de los labios.
25 Tus ojos miren lo recto, Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante.
26 Examina la senda de tus pies, Y todos tus caminos sean rectos.
27 No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; Aparta tu pie del mal.” (Proverbios 4:1-27)


Nosotros estamos formándonos como discípulos de Jesucristo; recibimos orientación de nuestros discipuladores; tenemos el permanente apoyo de ellos; somos alimentados con la Palabra de Dios y cuando tenemos cualquier dificultad podemos acudir a esa persona que nos ayuda. El Discipulado es una actividad que se desarrolla en cuatro áreas, a saber: a) Orientación Personal; b) Sanidad Interior; c) Enseñanza Bíblica; y d) Vida Devocional.

La Orientación Personal permite al discípulo recibir respuesta a todas sus inquietudes con respecto a la vida práctica cristiana, como a ser guiado en cuanto a la praxis de la fe. En nuestro texto nos habla el padre: “Hijo mío, está atento a mi sabiduría, Y a mi inteligencia inclina tu oído, / Para que guardes consejo, Y tus labios conserven la ciencia.” (Proverbios 5:1,2). En otro lugar el sabio nos interpela: “Retén el consejo, no lo dejes; Guárdalo, porque eso es tu vida.” (Proverbios 4:13).

La Sanidad Interior da ocasión al discípulo para superar aquellos traumas, heridas, complejos y otras enfermedades del alma que, aunque ya fueron lavadas por la sangre de Cristo, aún viven en su conciencia como culpas y dolores. La Biblia nos enseña que Jesucristo no sólo es nuestro Salvador y Señor, sino también el Sanador: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:5). Las palabras de los buenos padres, sobre todo del padre espiritual “…son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo. / Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:22,23).

La Enseñanza. El estudio de la Biblia permite edificar la mente con la Verdad y prepararse con esta “espada del Espíritu” (Efesios 6:17) para guerrear contra nuestro triple enemigo: la carne, el mundo y el diablo, porque “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16,17) El padre espiritual debe enseñar a sus discípulos “Porque os doy buena enseñanza; No desamparéis mi ley.” (Proverbios 4:2).

La Vida Devocional trae el mayor crecimiento a la fe del discípulo, es el medio por el cual éste va llenándose de la luz de Cristo, Luz del mundo: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto.” (Proverbios 4:18). Como recomienda el Apóstol: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18)

Todo esto es muy bueno, pero no debemos pensar sólo en términos de ser ayudados sino que muy pronto va a llegar el momento de ayudar a otros que también necesitan de Jesucristo. Debemos prepararnos para ser nosotros también discipuladores de otras vidas. El llamado y la consolidación de nuevos discípulos, se logra tanto por el esfuerzo individual del discipulador como por la tarea evangelizadora y formativa de la comunidad cristiana. Para comenzar a prepararnos para ese desafío, examinemos qué es ser un “discipulador”.

1. EL DISCIPULADOR ES UN SOSTENEDOR
Para sostener a otra persona se necesita fuerza. En el plano económico, no es fácil sostener un grupo familiar, requiere de mucho trabajo y esfuerzo. Asimismo el discipulado. Necesitamos fuerza espiritual, conocimiento, paciencia, comprensión, humildad, delicadeza, serenidad, jovialidad, compasión, magnanimidad, etc. para poder guiar a otros en el camino de Cristo.

La definición de sostener, según el diccionario, es: “Sustentar, mantener firme una cosa // sustentar o defender una proposición // sufrir, tolerar // prestar apoyo, dar aliento // dar a alguien lo que necesita para su sustento”. Todo esto es el Discipulado.

Necesitamos ejercitar nuestra musculatura espiritual para colaborar en la tarea de sostener la Iglesia. Por algo los apóstoles Pedro, Juan y Santiago fueron llamados “columnas” de la comunidad cristiana de Jerusalén “y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.” (Gálatas 2:9). Un discipulador o tutor es un sostenedor.

La columna en la Arquitectura. Una columna es una pieza arquitectónica vertical y de forma alargada que sirve, en general, para sostener el peso de la estructura, aunque también puede tener fines decorativos. De ordinario su sección es circular; cuando es cuadrangular suele denominarse pilar o pilastra. La columna está comúnmente formada por tres elementos: basa, fuste y capitel. Las columnas siempre han sido muy importantes en la Arquitectura, de forma generalmente cilíndrica, sirven para sostener arcos o arquitrabes, a veces la techumbre. El edificio de Dios, Su Iglesia, es sostenida por columnas, personas de gran fe, conocimiento de la Palabra de Dios y testimonio.

La columna en el cuerpo humano. La columna también puede encontrarse en nuestro cuerpo. La columna vertebral permite que nos mantengamos erguidos. La columna vertebral, raquis o espina dorsal es una compleja estructura osteofibrocartilaginosa (hecha de hueso, fibra y cartílagos) y articulada, en la parte dorsal del torso, que funciona principalmente como elemento de sostén, recubrimiento y protección de la médula espinal. Este es uno de los aspectos más interesantes que podemos descubrir en nuestra columna: por su interior va aquella médula espinal, que lleva las órdenes del cerebro hacia el resto del cuerpo, por medio de una red neuronal llamada Sistema Nervioso Central. Haciendo un parangón con la Iglesia, Cuerpo de Cristo, el cerebro es la Cabeza de la Iglesia, nuestro Señor, la médula el Espíritu Santo y la columna sólida y erguida, los cinco ministerios.

La columna vertebral además es uno de los factores que ayudan a mantener el centro de gravedad del cuerpo humano. Consta de 33 piezas óseas que constituyen la columna vertebral, denominadas vértebras, las cuales están conformadas de tal manera que goza la columna de flexibilidad, estabilidad y amortiguación de impactos durante la moción normal del organismo. Como señalábamos anteriormente, []por dentro de la columna va la médula espinal que forma parte del Sistema Nervioso Central. Por ella se transmiten todas las órdenes desde el cerebro. Si pensamos en la Iglesia, el cerebro es Jesucristo, quien piensa y ordena todo. Él transmite sus órdenes a la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, por medio del Espíritu Santo. Éste último vendría a ser el S.N.C. del Cuerpo. Tal Espíritu Santo va por medio de las autoridades de la Iglesia: Sus ministros, que son la columna vertebral de la Iglesia. Curiosamente las 33 vértebras se agrupan en 5 regiones: cervical, dorsal, lumbar, sacras y coccígeas, como los ministerios son 5, a saber: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros.

¿Cuántos puedo sostener? La tarea de tener hijos espirituales y sostenerlos es conforme a la medida de mis fuerzas. Hay una magnitud ideal presentada en la Biblia: Jacob tuvo 12 hijos y Jesús 12 apóstoles. Lo perfecto es sostener a 12. Jesús, el Maestro, nos dio ejemplo de ello. Pero Él es perfecto y nosotros somos débiles. Tú debes sostener sólo lo que tu capacidad puede. De lo contrario estarás cometiendo muchos errores. Por eso es que no debemos sentirnos mal de tener pocos discípulos. Tampoco debemos ser flojos en este aspecto, pues el Señor quiere que lleguemos a ser padres y madres espirituales de otras vidas. Jesús nos entrega la medida máxima en cuanto a cantidad de vidas a discipular. El mínimo de discípulos que tú puedes tener es 1 y el máximo 12. La primera función del discipulador es sostener.

No es difícil discipular. Se tiende a pensar en la vida cristiana que es difícil lograr una vida de santidad, pero en verdad nos han sido dadas por Dios todas las herramientas necesarias para vivirla. “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia” (2 Pedro 1:3). En cuanto a la práctica del Discipulado, Jesús nos prometió no abandonarnos y enviar el Espíritu Santo para poder anunciar Su Evangelio: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (San Mateo 28:19,20) y “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: / el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.” (San Juan 14:16,17) El Señor no le dejará solo ni abandonará en su tarea de discipular a otros cristianos. ¡Anímese! Discipular, con Jesús, es muy fácil.

¿Está dispuesto a sostener otras vidas?

2. EL DISCIPULADOR ES UN PADRE.
Funciones y tipos de paternidad. Hay padres biológicos, padres funcionales y padres espirituales. El padre biológico es el que me trae a la vida, el que fecunda un óvulo de mi madre y no necesariamente se responsabiliza del nuevo ser como hijo. Hay padres que son irresponsables. El padre funcional es aquél que verdaderamente se comporta como padre. Un buen padre entrega:
a) sustento para el hijo
b) amor expresado en palabras y en hechos cariñosos
c) seguridad psicológica, emocional
d) ejemplo como persona íntegra

El padre espiritual es aquella persona que me da la vida del Espíritu Santo. Puede ser quien me predicó y evangelizó por primera vez, aquél por cuyas palabras y testimonio me convertí, o quien me conduce en la senda del Discipulado. En la vida cristiana podemos tener hasta tres padres espirituales, pero lo más propio es que sea uno solo. El cuarto padre y es el más importante, porque es el Padre de todos los padres, es nuestro Padre Celestial, Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. A él debemos todo amor y obediencia.

Un discipulador es un padre formador. Un padre es principalmente un formador de vidas. A través de su comportamiento, testimonio, vida, el padre forma a sus hijos. A veces no hay relación entre sus palabras y sus actos, es un padre inconsecuente o inconsistente; esto transmite inseguridad, desconfianza a sus hijos, y enseña la hipocresía. Es preferible no enseñar verbalmente, en ese caso, y procurar transmitir vida por medio del ejemplo. Un hecho, una acción, muchas veces es más penetrante que una enseñanza teórica. Todo lo que enseñamos verbalmente debe estar respaldado por nuestras acciones. “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.” (1 Corintios 11:1)

Un discipulador forma discípulos. No hay tarea más importante que desarrollar personas. Hacer que estas crezcan es algo que toda comunidad cristiana debería hacer. Este no es de ninguna manera un concepto nuevo. En la Biblia, el apóstol Pablo hace la siguiente afirmación: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; que en Cristo Jesús yo os engendré por el evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis” (1 Corintios 4:15-16)

Actúa como nodriza y padre. “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. 8 Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. / 9 Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. 10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; 11 así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, 12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.” (1 Tesalonicenses 2:7-12)

Es compasivo con sus hijos espirituales. El discípulo responde con honra hacia el padre espiritual. “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” (Malaquías 1:6) El padre se compadece del hijo y los hijos deben respetar al padre “Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve.” (Malaquías 3:17)

Para ser padres el Espíritu Santo nos exhibe. Nuestra propia personalidad es una carnada en la pesca de peces para el Reino de Dios. Exhibir la carnada es nuestro testimonio, mejor dicho mostrar el testimonio de Jesucristo en nuestra vida. Cuidémonos de no caer en la vanidad alabándonos a nosotros mismos. Recuerden que “No es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquél a quien Dios alaba” (2 Corintios 10:18)

Un discipulador vive a Jesucristo. Discipular es vivir la Verdad, hacerla carne. El Maestro proporcionó el ejemplo máximo del liderazgo corporificado, Dios “Se hizo carne”, se hizo hombre y habitó o “levantó Su tabernáculo” entre nosotros: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (San Juan 1:14). Se dice de Él: “Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Cuando usted piense en Discipulado, intente también pensar en términos de corporificación, la idea de ser realmente un ejemplo vivo de aquello que está intentando realizar. Si sus acciones crean una herencia que inspire a otros a soñar más, a aprender más, a hacer más y a ser más, entonces usted es un verdadero discipulador.

Si la primera función del discipulador es sostener, la segunda es ser ejemplo.

¿Qué hará usted para ser un ejemplo para otros?

3. EL DISCIPULADOR ES UN TUTOR.
Tutor es un consejero o guía de otro, el que sirve de ayo, que nos guía a Cristo. También es llamado discipulador, mentor, guía espiritual, confesor o director espiritual. Podemos decir que tutor es quien ejerce la tutela de otro; es el protector y defensor de alguien; también se llama tutor al rodrigón que se pone a una planta. Muchas definiciones se pueden dar de un tutor, pero quizás la más gráfica es –y aquí volvemos al primer concepto de “discipulador”- la de un “sostenedor”. Ser tutor es ser capaz de sostener espiritualmente la vida de otro. Es alguien que guía a un hermano en Cristo.

Se llega a ser tutor cuando se hace un discípulo. Y esto se logra desarrollando las virtudes propias de un discipulador: a) alguien que tiene fe en Dios y en sus posibilidades para salvar vidas; b) alguien que ha conseguido la paz de su conciencia y no vive culpando ni culpándose, sino perdonando; c) alguien que expresa el amor a Dios en su corazón traducido en amor compasivo hacia el prójimo; y d) alguien que tiene una clara esperanza en su mente y sabe transmitirla a los demás. Un tutor es un padre espiritual que nos conduce hacia una meta.

La meta del discipulador es que Jesucristo se forme en nosotros. Esto requiere disciplina. Dice el Nuevo Testamento: “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24) Del mismo modo, el tutor nos conduce a Jesucristo; es un pequeño maestro que nos lleva con disciplina a los pies del Maestro.

En el Discipulado que practicamos nosotros, la primera etapa es la del aprendiz, aquél que está caminando recién en el cristianismo y requiere aprender las enseñanzas básicas del Reino y las disciplinas del espíritu, que le permitirán desarrollar las virtudes de Jesucristo. Un aprendiz debe aprender a orar, a alabar al Señor, a ofrendar, a leer y meditar la Palabra de Dios; y debe saber cual es la puerta, camino y meta del Reino. Además debe tener claridad acerca de su salvación y estar en un proceso de sanidad interior de todas aquellas heridas, traumas y complejos que traía del mundo. La enseñanza para el discípulo aprendiz está dirigida a desarrollar en él la fe, la paz, el amor y la esperanza, para alcanzar fidelidad, perdón, devoción a Dios y conocimientos básicos.

La segunda etapa es la de ser un fiel, alguien en el cual podemos confiar, una persona que ha demostrado interés en el Reino de Dios, en forma muy práctica. El fiel ya es capaz de evangelizar a otros e incluso ya tiene un discípulo. La enseñanza para el discípulo fiel está dirigida a formar en él responsabilidad, buen juicio, amor al prójimo y liderazgo. En definitiva, hacer de él un discípulo responsable.

Discípulo es la persona que aprende la doctrina de un maestro o que cursa en una escuela, es la persona que sigue la opinión de una escuela. El discípulo cristiano se somete al Señor y se sujeta a un tutor o padre espiritual, con el propósito de aprender la doctrina del Maestro, ésta es el Evangelio del Reino de Dios. El discípulo cursa en una escuela espiritual llamada Iglesia, donde hay autoridades que guían el aprendizaje y la formación de los discípulos; y camaradería y mutua ayuda entre los condiscípulos. La escuela en sí es una comunidad, la comunidad cristiana.

Discipulado se llama al método de crecimiento cristiano basado en el ejemplo de Jesús, quien formó discípulos, y que consiste en el acompañamiento de todo cristiano bajo la guía de un hermano mayor o tutor. Discipulado es, además, la tutela o tutoría de alguien. Por definición “tutela” es la autoridad que, por falta de la paterna o materna, se confiere para cuidar de la persona y los bienes de quien, por cualquier causa, no tiene capacidad civil; además, se refiere al amparo.

El discipulado implica cuatro acciones sobre el discípulo: 1. Orientación personal, 2. Sanidad interior, 3. Vida devocional y 4. Enseñanza. El Discipulado es el método de crecimiento integral del cristiano por excelencia. Fue utilizado por Jesús con los Doce. Es la atención personalizada del discípulo que se sujeta a la guía de un tutor, como al Señor.

El objetivo final del Discipulado es formar la persona de Cristo en los discípulos, haciéndolos cristianos capaces de: a) desarrollar virtudes, b) hacer buenas obras y c) multiplicarse en nuevos discípulos. Cada discípulo recibe una atención individual dirigida a corregir su vida cristiana y desarrollar frutos.

Son tutores todos aquellos hermanos que guían a otros y que a su vez son guiados por otros. En una comunidad cristiana el primer tutor es el Pastor que se sujeta a Jesucristo, y al cual se sujetan los discípulos líderes, que a su vez discipulan a otros. Así se cumple la Palabra que dice: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Timoteo 2:2).

Si la primera función del discipulador es sostener, y la segunda ser un padre que guía, la tercera función del discipulador es enseñar y formar las vidas de sus discípulos.

CONCLUSIÓN.
Ser un discipulador no es una tarea menor, sino una de las más importantes en la Iglesia, ya que conlleva a la formación, desarrollo, perfeccionamiento y crecimiento del Cuerpo de Cristo. En resumen, un discipulador o tutor es: 1) un “sostenedor”, es decir alguien que actúa como columna que lleva el peso de otras vidas sobre si (Gálatas 2:9); 2) un “padre” que engendra hijos espirituales y los cría con amor, un “padre” que es ejemplo para ellos (1 Corintios 4:15-16); y, por último, 3) un “tutor”, educador y formador de discípulos, encargado de retransmitir la doctrina viva del Evangelio del Reino de Dios (2 Timoteo 2:2).

¿No cree usted que vale la pena crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, para llegar a ser un tutor de discípulos?


PARA REFLEXIONAR:
1) Confeccione una guía sencilla de Orientación Personal para guiar en forma práctica la vida cristiana, basándose en Efesios 4:17 a Efesios 6:9.
2) Reúna todo el material sobre Sanidad Interior entregado por la Iglesia Discípulos de Jesucristo.
3) Estudie la Enseñanza Bíblica básica para una persona recién convertida.
4) Haga una lista de oración de probables discípulos suyos: amigos, familiares, compañeros de trabajo y/o estudio.
5) ¿Cuáles son las cualidades que me permiten ahora poder sostener a otros discípulos?
6) ¿En qué aspectos debo trabajar en mi persona, como formador de vidas?
7) ¿Qué es un tutor y cómo se llega a serlo?
8) ¿Cuál es el propósito del tutor?
9) ¿Cuáles son los cursos o etapas del Discipulado?
10) ¿Qué es ser un discípulo y cuál es su escuela?
11) ¿Cuál es, a su juicio, el objetivo final del Discipulado?

BIBLIOGRAFIA
1) “Sosteniendo Otras Vidas”, Retiro domingo 27 de Mayo de 2007, Avenida Francia 739, Valparaíso
2) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
3) “Arte Rama”, Volumen I, Editorial Códex S.A.
4) http://es.wikipedia.org/wiki/Columna_(Arquitectura)5) Robert D. Foster “El Princípio de la Corporificación”

sábado, noviembre 15, 2008

SACERDOCIO UNIVERSAL DE LOS CRISTIANOS.


SIRVIENDO AL CUERPO DE CRISTO
VI PARTE


Lectura Bíblica: 1 Pedro 2:4,5

Propósitos de la Charla: a) Comprender y valorar el enfoque evangélico del sacerdocio; b) Aprender a ser buenos y auténticos sacerdotes del Reino de Dios; c) Servir a la Iglesia con nuestro fervor, dones y estilo personal.


“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” (1 Pedro 2:9)

En la Edad Media, antes de la Reforma, la Iglesia Católica se dividía en dos grandes grupos: los religiosos y los laicos. Los primeros estaban totalmente dedicados a la vida sacramental, de oración y servicio a los pobres. En cambio el resto de los cristianos, los laicos, desarrollaban su vida secular sin más participación en la Iglesia que su asistencia a los ritos de la misa y los sacramentos. La tarea de edificar la Iglesia era menester único de sacerdotes, monjes y monjas, enfoque que aún conserva la Iglesia Católica Romana y algunas iglesias protestantes tradicionales.

Cuando el sacerdote agustino Martín Lutero, el año 1517, clavó las 95 tesis en las puertas de la catedral de Wittemberg, en Alemania, comenzó una gran revolución en el Cristianismo, una vuelta atrás a los principios de la Iglesia apostólica. Estos principios son los que sostienen todas las iglesias evangélicas y protestantes: sólo Escritura, sólo fe y sólo gracia. Muchos piensan que no hay acuerdo en el protestantismo y que existe gran divergencia o discordia entre las diversas denominaciones, pero no es así. Los tres principios nombrados dan un sólido fundamento a la fe Reformada.

El principio de “sola scriptura” significa que la Palabra de Dios es el único parámetro de fe para el cristiano. La Reforma nos hizo volver a la Biblia. En 1962, pasados cuatro siglos y medio, la Iglesia Católica, en el Concilio Vaticano II declara la importancia de la traducción y difusión de la lectura bíblica en todas las comunidades cristianas. La Biblia estaba en latín y sólo los monjes la leían. Gracias a la Reforma la Biblia es para todos. Si no conocemos la Palabra de Dios no hay manera de saber si nuestra fe es correcta. Los seres humanos no estamos capacitados para conocer a Dios ni quienes somos. El mismo Creador implantó el conocimiento de Él en la Biblia. Así conocemos quien es Dios y quién es el hombre: un pecador necesitado de salvación. La Biblia es la única fuente de autoridad del creyente para la doctrina y la práctica de ella:

“y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. / Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:15-17)

Otro principio básico del cristianismo evangélico es que Dios ha convocado a todos al sacerdocio y éste no es patrimonio del clero. Esta distinción entre religiosos y laicos no debiera existir, si nos atenemos a los escritos de los apóstoles. El sacerdocio universal de los cristianos es una importante doctrina de la Iglesia. Ahora cabe preguntarnos
¿Cómo ejerce su sacerdocio el cristiano?

1. PIEDRAS DE UN EDIFICIO ESPIRITUAL.
Antes que nada, los cristianos somos “piedras vivas”. Todos y cada uno es parte de un gran edificio espiritual: la Iglesia. No somos piedras sueltas tiradas en el camino o en algún lugar del campo, sino que estamos unidos por el cemento del amor de Dios y formamos en su totalidad la Casa de Dios.
En el Antiguo Testamento el sacerdote era el que estaba en el templo y los demás no tenían más participación que llevar un animal para el sacrificio y orar. Cuando Jesucristo entregó su vida como Cordero de Dios, en sacrificio santo en el altar de la cruz, el velo del templo, que separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo, se rasgó y abrió un camino seguro para todos, un camino directo al Padre, en el que ya no necesitaríamos sacerdotes humanos pues nuestro Único y Sumo Sacerdote había hecho ya el sacrificio perfecto y abierto la puerta de la salvación. Hay algo muy particular en la obra de Jesucristo y es que Él fue Sacerdote oficiante y a la vez Víctima del sacrificio. Ningún sacerdote del pasado ni actual puede hacer aquello. Sólo Cristo es nuestro Sacerdote.

El sacerdocio en la Gracia, en el Nuevo Pacto, es muy distinto. Ya no consiste en hacer sacrificios de animales sino en ofrecer a Dios toda nuestra vida en adoración y alabanza, vivir para Cristo. Podríamos decir que en la nueva Alianza es cada discípulo de Jesucristo que se ofrece a Él para vivir la vida de Él. En el Nuevo Pacto todos los cristianos ejercen el sacerdocio, como dice el apóstol: “vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo.” (1 Pedro 2:4,5)

Ser sacerdotes de Jesucristo significa ministrarlo o servirlo a Él en oración, servir a nuestros hermanos y prójimo en el servicio, y desarrollar las virtudes del Sumo Sacerdote.

2. CIUDADANOS DE UN REINO SANTO.
Ya lo anuncia el Antiguo Testamento: "Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa" (Éxodo 19: 6). Cuando nos convertimos a Jesucristo fuimos trasladados al Reino de Dios. Antes vivíamos bajo la potestad del señor de las tinieblas, sin tener conocimiento alguno de Dios, entendiendo que “conocer” es más que saber acerca de algo. El conocimiento de Dios es por medio de la experiencia. Que ahora estemos en un Reino significa que estamos bajo las órdenes del Rey de Reyes y Señor de Señores. Estos sacerdotes de los cuales habla el libro de éxodo, es el pueblo de Dios, que debe comportarse a la altura de su dignidad: un reino de sacerdotes.

Otra característica que señala el Libro Sagrado para estos sacerdotes, es su santidad. Si el Rey es Santo, sus súbditos tendrán que vivir conforme a esa autoridad. Santidad significa “separado para” porque los santos han sido sacados del mundo –aquél sistema de cosas que desagrada a Dios- y apartados para el Santo de Israel. Los cristianos debemos vivir apartados de los falsos valores mundanos del Reino de Tinieblas y dedicados a Dios. Sólo así podremos ejercer el “sacerdocio santo” al que el Señor nos convocó.

3. REYES CON AUTORIDAD ESPIRITUAL.
En el último libro de la Biblia se confirma este llamado al sacerdocio universal de los cristianos: “y de Jesucristo el testigo fiel, el primogénito de los muertos, y el soberano de los reyes de la tierra. Al que nos amó, y nos lavó de nuestros pecados con su sangre, / y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sea gloria e imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (Apocalipsis 1:5,6). Por el sacrificio de Jesucristo en el monte Calvario, la Humanidad ha sido lavada de su pecado mas para hacer efectivo ese sacrificio cada persona debe arrepentirse de sus pecados, volverse a Dios y creer en Jesucristo. Un sacerdote es uno que ha sido lavado por la sangre del Cordero; ahora es cubierto por la sangre de Jesús cada vez que peca conciente o inconcientemente, pero vive una vida nueva, buscando siempre agradar la voluntad de Dios.

Cuando aceptó a Jesucristo como Salvador y Señor de su vida, el Padre envió Su Espíritu Santo a él y ese espíritu le trajo toda autoridad del cielo. Los cristianos llevamos el Espíritu Santo en nuestro interior y por lo tanto participamos de la autoridad de Dios. Recordemos la promesa de Jesucristo para los que creyeran en Él: "Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán" (San Marcos 16:17,28).

La autoridad espiritual está repartida entre todos los miembros del Cuerpo de Cristo. Todos y cada uno pueden ejercer tal autoridad sobre las tinieblas.

4. PROCLAMADORES DE JESUCRISTO
Todos los miembros de la Iglesia son sacerdotes de Dios, sean ministros o servidores. Cada miembro tiene una función distinta en el Cuerpo. Dice la Biblia: “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable;” (1 Pedro 2:9) Somos los cristianos del linaje de Cristo porque hemos renacido a la Familia de Dios y Su Sangre corre por nuestro ser; somos un sacerdocio con autoridad; una nación, un país o estado con leyes propias, en absoluta contradicción con el pecado que impera en este mundo; un pueblo que camina hacia la Tierra Prometida, el Paraíso de Dios, un pueblo que fue adquirido a precio de sangre. Y todo esto con el único propósito de anunciar al Salvador del mundo.

El sentido de nuestra permanencia en este mundo no es otro que continuemos proclamando el mensaje del Evangelio con nuestras palabras y con nuestra manera de vivir. Ser proclamadotes de Jesucristo es otra forma en que los cristianos ejercemos el sacerdocio universal.

CONCLUSIÓN
En definitiva el sacerdocio es de todos. Los apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros son personas que ayudan a los miembros de la Iglesia a cumplir su función. Si pensamos que la Iglesia es un Cuerpo, podríamos preguntarnos ¿es nuestra iglesia un cuerpo saludable? Una iglesia saludable es aquella en que funciona perfectamente cada miembro. Una Iglesia sana es la que tiene a todos sus miembros funcionando en la misión que Jesucristo les ha dado. Si reconocemos nuestro fervor, dones y estilo personal, podremos ejercer el sacerdocio de modo óptimo y ser discípulos útiles en Su Iglesia.

PARA REFLEXIONAR:
1) ¿Quiénes, a su juicio, deben dirigir la Iglesia y hacer el trabajo espiritual, social, educativo y evangelizador de ella?
2) ¿Qué opina usted del principio de “sólo Escritura”? ¿Cree usted que debe haber un grupo de personas expertas que determinen la Verdad?
3) ¿Cree usted que sea posible vivir y ser como nuestro Sumo Sacerdote?
4) ¿Está usted proclamando el Evangelio de Jesucristo? ¿Cómo?
5) ¿Cuáles son las diferencias entre el sacerdocio del Antiguo y el Nuevo Pacto?


BIBLIOGRAFIA
1) Maestra Sangsoon Kim; apuntes de clases Asignatura “Network”; Seminario Teológico Misión Internacional de la Gracia; Chile, 2008.
2) Grace Ministry Internacional; “Dones Espirituales, Network”; Seminario Teológico de la Gracia.
3) La Santa Biblia, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.

sábado, noviembre 08, 2008

EL ESTILO PERSONAL.


SIRVIENDO AL CUERPO DE CRISTO
V PARTE


Tema basado en la asignatura "Network"
entregada en el Seminario de la Gracia 2008, Chile.
Lectura Bíblica: Salmo 139:13-16

Propósitos de la Charla: a) Que el discípulo descubra su “estilo personal”; b) Adquirir conceptos básicos sobre Personalidad; c) Apreciar en la Biblia los distintos elementos que conforman el servicio a la Iglesia.

“Porque tú formaste mis entrañas; Tú me hiciste en el vientre de mi madre. / Te alabaré; porque formidables, maravillosas son tus obras; Estoy maravillado, Y mi alma lo sabe muy bien. / No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra. / Mi embrión vieron tus ojos, Y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas Que fueron luego formadas, Sin faltar una de ellas.” (Salmo 139:13-16)

Todos hemos nacido de una madre que se ha unido a un hombre, nuestros progenitores. No necesariamente ha mediado el amor en esa unión. Muchos son hijos de otros padres, algunos hijos de una violación o de la costumbre de una pareja que ya no se ama. Pero en verdad nuestros padres sólo han sido un instrumento utilizado por el Padre de la vida, el Creador. Usted y yo somos, existimos, no por voluntad de una pareja humana, sino por voluntad de Dios.

La Biblia dice que Él formó nuestro ser completo, Él nos hizo en el vientre de una madre. Y qué maravillosa es esta creación que Dios ha hecho. Nos podemos maravillar de la vida animal, de la geografía del planeta y del multiforme mundo de las plantas, pero ¡cuán mayor es la perfección y belleza de nuestro cuerpo y mente! Dice el salmo que fuimos formados en lo oculto, como tantas otras creaciones, como el árbol que es el producto de la germinación de una semilla escondida en la oscuridad de la tierra. Emergemos del útero de la madre, más aún salimos de la unión del óvulo con el espermatozoide y nadie ve ese milagro de vida. Ahora, adultos, vamos caminando por la existencia, desconociendo aquél misterio del cual vinimos. La vida surge de lo oculto; la luz de la vida, como dice San Juan, surgió de lo escondido.

Fuimos, según la Palabra de Dios “entretejido en lo más profundo de la tierra.” La vida es como el tejido de una red en que cada cosa se relaciona con otra: cada fruta y verdura que hay en nuestro huerto, está relacionada con algún órgano de nuestro cuerpo, por las vitaminas o elementos químicos que contiene. Los insectos y lombrices que viven en la tierra donde están plantados esos alimentos, también tienen una relación con los vegetales y, por ende, con nosotros. No diga usted que quiere saber nada del gusano que airea la tierra para que esta permita el crecimiento de las hortalizas que nos alimentan. La vida es como el tejido de una bella alfombra o de un útil chaleco, cada uno de sus hilos, colores, nudos, texturas, tienen una razón de ser, fue prediseñada por el gran Artista que es nuestro Dios.

Dios nos conoce antes que nosotros nos viéramos en un espejo o en el reflejo del agua en una pileta. Él vio nuestro feto: “Mi embrión vieron tus ojos”, dice el salmista. Ya que fuimos creados por Él, manipulados por Su mano misericordiosa, en Su conocimiento está todo lo que somos y habremos de ser, en cada uno de sus detalles. Lo que su médico conoce de usted es nada comparado con lo que el Señor de la Vida sabe de usted. Lo que su psicólogo o psiquiatra sabe de sus oscuridades es nada comparado con lo que el Creador de la mente humana conoce de usted. Lo que su pastor o tutor espiritual sabe de usted es nada si lo comparamos con el conocimiento que tiene nuestro Pastor y Obispo, Jesucristo, el Hijo de Dios.

ÉL NOS HA DADO FERVOR Y DONES.
Nada hay oculto de la vida para el Creador de la Vida. Es así que Él sabe perfectamente cual es el fervor o la pasión que cada uno de Sus hijos tiene en este mundo. Él sabe que su pasión es ganar muchas almas para el Reino, o alabar a Dios con instrumentos y danzas cada día del resto de su vida, o atender a los niños pobres de su ciudad, o cualquiera sea la visión que hay dentro de usted. Lo puede ocultar a su familia, a sus jefes en el trabajo, a si mismo –hay muchas personas que huyen de una vocación- o a sus líderes de Iglesia, pero de Dios no puede ocultarlo, porque Él le dio a usted ese fervor: “en oculto fui formado”. No se formó usted a sí mismo/a, ni fueron sus padres; aparentemente lo formaron sus papás y profesores, pero en realidad sólo fueron un instrumento de Dios para que usted llevara en su corazón esa pasión.

También nos dio dones espirituales cuando nacimos de nuevo, a la familia de Dios. Él nos proveyó de las capacidades espirituales y concretas necesarias para llevar a cabo la visión. Es decir nos dio las herramientas para hacer el trabajo que tenemos dibujado o planeado en el corazón. Como el albañil posee los planos del edificio que habrá de construir, así el cristiano tiene dibujado en su mente el diseño de la obra que debe hacer; eso es su fervor. Y para llevarlo a cabo requiere de la pala, el chuzo, la plana y todas las herramientas de construcción, más los materiales. Esas herramientas son sus dones y los materiales son los frutos del Espíritu Santo. La obra de Dios se construye con amor, fe, etc. Todas las cosas necesarias para hacer la Obra de Dios nos han sido dadas y no necesitamos andarlas buscando en otro lugar o persona que no sea el propio Creador de la Vida:

“3 Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, 4 por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; 5 vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; 6 al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; 7 a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. 8 Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (2 Pedro 1:3-8)

EL TERCER ELEMENTO.
Pero en esta ecuación para el buen servicio del Cuerpo de Cristo, por parte del discípulo de Jesucristo, es necesario un tercer elemento. Si bien el primero, que es el fervor, aporta la meta hacia la cual se dirige el cristiano individualmente, lo que comúnmente se llama “visión” y nosotros hemos nombrado como “fervor o pasión”; el segundo elemento nos da las capacidades para realizar esa visión, por medio de los dones espirituales. Es necesario destacar que cada persona realizará su misión o vocación de acuerdo a su particular modo de ser. Es lo que nosotros llamamos “estilo personal”.

La “pasión”, la visión, los sueños, el anhelo del corazón nos indican donde trabajar, nosotros dedicaremos todas nuestras fuerzas para cumplir esa pasión. Para lograr el cumplimiento de esa pasión requerimos de los dones espirituales que nos muestran qué debemos hacer. El estilo personal nos dirá cómo lo haremos.

TRES ASPECTOS DE LA PERSONALIDAD.
El estilo personal apunta al modo de actuar de la persona. La Psicología nos habla de tres aspectos básicos en la personalidad humana: el temperamento, la actitud y el carácter.

1. El Temperamento, que es algo así como la carga genética de la persona, la manera natural de ser y que no puede ser cambiada. Es el “tinte” emocional de nuestras respuestas aprendidas. Si alguien tiene un temperamento melancólico, por ejemplo, difícilmente se transformará en una persona alegre, sanguínea, espontánea o en alguien flemático. Es la disposición innata que nos induce a reaccionar de forma particular a los estímulos ambientales, determinada genéticamente.

2. La Actitud está determinada por el medio ambiente y la educación. La actitud que un cristiano tiene hacia la muerte es muy distinta a la de un ateo; la reacción de un ciudadano cuando escucha su himno patrio en el extranjero es diferente a la del de otra nacionalidad. Las actitudes dependen del medio socio-cultural en que la persona está inserta.

3. El Carácter es el “cuño”, la huella o la marca de la persona, un conjunto de reacciones y hábitos de comportamiento que se han adquirido durante la vida. Es el resultado de temperamento más actitud. Las características del carácter suelen ser rígidas y ayudan al sujeto a defenderse del medio. No hay que confundir con el dicho popular de alguien que tiene mal humor “tiene mal carácter”. Tampoco lo relacionemos con aquello que se dice de alguien que es autoritario o seguro de sí mismo: “él tiene mucho carácter”, porque todos tenemos carácter, y cada uno porta un carácter distinto.

Temperamento, actitudes y carácter, conforman lo que llamamos Personalidad. Podríamos decir que la personalidad es la forma en que pensamos, sentimos, nos comportamos e interpretamos la realidad.

Nuestra personalidad va a determinar un “estilo personal”, como trabajaremos en la Obra del Señor. Todos somos diferentes y Dios nos acepta tal como somos. De acuerdo a esa manera de ser, a ese carácter, actuaremos. Ahora, en Cristo, Él nos da una nueva oportunidad de seguir creciendo, de transformar nuestro carácter y formar en nosotros la personalidad de Jesucristo.

Cuando fuimos concebidos, toda la información acerca de nuestro yo estaba allí. Ahora que hemos nacido del Espíritu Santo, también hay una nueva información en nuestros genes. El misterio de la Vida continúa actuando en los cristianos, hijos de Dios, nacidos de nuevo.

El mundo tiene una población de 6.700 millones de habitantes. Sumemos a todos ellos, la enorme cantidad de personas que ha vivido en el planeta a través de toda la historia de la humanidad. Dios ha hecho a todos diferentes. No hay otro igual a mi.

Como las piedras preciosas son valiosas por su escasez, el diamante lo es más aún. Así también cada cristiano es diferente el uno del otro y, cual piedra preciosa, un diamante valioso para la Iglesia. Agradezcamos el fervor, los dones y el estilo personal que Dios nos ha dado.

EL ESTILO PERSONAL
El estilo personal es la manera en como enfrentamos el ministerio o servicio que Dios nos ha encargado. Este estilo cuenta de dos elementos principales, a saber la manera en que realizamos la tarea y de dónde obtenemos la energía para ejecutarla. A la primera podríamos llamarla “camino” y a la segunda “fuente”.

El camino de nuestro estilo personal es la huella que seguimos para llegar a la meta. Cada persona tiene su propio camino, su modo de resolver los asuntos vitales. Hay quienes siguen una senda prefijada, claramente establecida, y otros que buscan diversos senderos y atajos para llegar a la misma meta. Ambos son efectivos. Nuestro camino como cristianos es uno sólo: Jesucristo, pero el Espíritu Santo escoge sendas distintas para cada uno. Jesucristo nos ha dicho acerca de Sí mismo: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (San Juan 14:6). A pesar de ello, para cada cristiano el Espíritu Santo ha previsto un camino diferente: “El viento de donde quiere sopla, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni á dónde vaya: así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” (San Juan 3:8)

La fuente de nuestro estilo personal es la “fuente de energía”, de donde obtenemos el vigor para la tarea. Hay personas que se concentran en la tarea y hay otras que se enfocan en las personas. Ambas miradas o focos están correctas. Nuestra fuente de energía y vida es una sola: Jesucristo, “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba. (San Juan 7:37) pero Dios usa diversos medios de gracia para otorgarnos la fuerza espiritual, como en el ministerio de la Palabra: “Porque deseo veros, para comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados; / esto es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a mí.” (Romanos 1:11,12) o en el ministerio de sanidad: “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. / Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados.” (Santiago 5:14,15)

SISTEMÁTICOS Y ASISTEMÁTICOS.
¿De qué manera realiza usted sus trabajos? El modo en que usted enfrenta un trabajo en su hogar, en la junta vecinal del barrio, en su oficina o industria, en la Iglesia, en fin cualquier encargo, pagado o no, habla mucho de su personalidad. Por ejemplo, cuando va de vacaciones ¿prefiere improvisar o seguir un riguroso plan que contempla horas de levantada, hotel, cuánto va a gastar cada día, a qué lugares va a ir? Seguramente, si hacemos esta pregunta a un grupo de hermanos, cada uno va a tener una respuesta distinta. Hay personas que se aburren con las rutinas, los planes preestablecidos, en cambio a otras les resulta sumamente cómodo un oficio o acción rutinaria.

Desde el punto de vista de la manera en que realizan su trabajo, las personas pueden clasificarse en dos grandes grupos: los asistemáticos y los sistemáticos.

1. Los asistemáticos prefieren improvisar, crear en el momento, tienen las ideas y las organizan en la conversación, les agrada lo sencillo y común, dan distintas opciones y caminos para resolver algo, se adaptan a distintos oficios, modifican su trabajo según las circunstancias, les aburre la rutina y rinden de acuerdo a la situación que viven

2. Los sistemáticos prefieren seguir lo planificado, lo definitivo y claro, terminar rápido su trabajo, se adaptan fácilmente a oficios rutinarios, siempre van a preferir hacer las cosas como estaban planeadas, no les incomoda la rutina y son más eficaces siguiendo lo planificado.

En resumen, el asistemático prefiere la diversidad de opciones y la disponibilidad de distintas posibilidades o caminos; y el sistemático prefiere los planes y el orden. Ambas formas de enfrentar la tarea son aceptables; una no es mejor ni peor que la otra, sino distinta. En cualquier grupo humano vamos a encontrar personas sistemáticas y personas asistemáticas; en la Iglesia también, habrá líderes y discípulos de ambos grupos. Debemos conocer estos estilos de personalidad para apreciarlos y entender cómo cada miembro del Cuerpo de Cristo enfrenta la acción.

Un discípulo asistemático desarrolla su servicio en forma muy espontánea y libre. Su relación con otras personas se organiza de manera dinámica, atendiendo a las diferencias individuales. El discípulo sistemático lleva su servicio de modo muy ordenado, planificado, secuenciado, organizando a las personas del mismo modo. Tanto el sistemático como el asistemático, utilizan diferentes métodos pero los dos le dan importancia a la armonización. Ambos buscan servir a la Iglesia y al Señor de la mejor manera. Necesitamos comprender estas características y no calificar, motejar o desmerecer a nuestros hermanos por esas formar de ser o estilos de personalidad. Seguramente usted ha visto y escuchado a grandes predicadores de radio y televisión con estas cualidades. Habrá alguno que estructura ordenadamente su mensaje, transmitiendo con tal claridad la Palabra de Dios que a algunos oyentes o televidentes les parece de gran edificación, y a otros muy frío, racional y hasta aburrido. Sin embargo aquél que hace uso de la improvisación aparente o “inspiración” del momento, ese que avanza entre ejemplos de actualidad y diversas parábolas divertidas, a unos no satisface por “desordenado” y a otros les inspira como muy guiado por el Espíritu Santo. En nuestro ejemplo, ambos enseñan la palabra de Dios y son tan siervos el uno como el otro, sólo que tienen dos maneras distintas, estilos personales diferentes. Hay sermones sistemáticos y sermones asistemáticos, hay ministros de Dios sistemáticos y asistemáticos. Si comparamos la carta a los Romanos de San Pablo con la carta de Santiago, podemos ver claramente un ejemplo de esto, el primero, a todas luces, es planificado, ordenado, sistemático; el segundo avanza de acuerdo a la inspiración en forma asistemática.

LABORALES Y PERSONALES.
¿De qué manera obtiene usted las fuerzas para hacer su trabajo? Quizás usted se sienta más cómodo cuando trabaja con otras personas, siente que las ideas fluyen mejor, es más entretenido y completa la labor que realiza; sin embargo hay otras personas que lo hacen más cómodos y eficaces trabajando solos. Podríamos decir que hay quienes se sienten mejor trabajando para otras personas y quienes se sienten mejor trabajando con otras personas. Unos encuentran la fuerza en el grupo, en los demás; y otros la hayan en la tarea misma, su fuerza fluye del trabajo mismo. A los primeros les interesará mantener la cohesión del equipo de trabajo y a los otros finalizar pronto la tarea; porque esos centran su tarea en las personas y éstos en el trabajo mismo. Ambos están preocupados de cumplir su misión de servicio, pero obtienen la fuerza o se enfocan en distintos aspectos. Es así que nos encontramos con otra clasificación de los individuos: los que enfatizan el trabajo y los que enfatizan el hombre, los laborales y los personales.

« Los laborales trabajan muy cómodos “a las órdenes de”, con un objetivo claro o en función del objetivo a lograr, por una causa específica, buscando la ejecución y pronto término del trabajo, respetando horarios y tiempo, centrándose en el trabajo en sí.

« Los personales cuando trabajan tienden a poner el foco en la relación humana, ya sea a quien va dirigida la labor o quienes participan en ella; son fervorosos cuando forman una organización; sienten gran satisfacción cuando se establecen relaciones humanas; comienzan las reuniones no en virtud de la puntualidad sino de la asistencia de todos; se preocupan por mantener bien el equipo de trabajo; durante el trabajo dan más importancia a la comunicación que al trabajo en sí.

En resumen, los “laborales” dan énfasis al trabajo y obtienen vigor al trabajar; y los “personales” ponen su énfasis en el hombre y obtienen vigor o energía al relacionarse con las personas. Desde la perspectiva de la fuente energética o motivación de las personas, podemos encontrarnos con estos dos tipos de cristianos, los que son movidos por las personas con que trabajan y aquellos a quienes sirven; y los que están altamente motivados por la tarea. Por ejemplo, puede haber dos evangelistas en nuestra iglesia. Uno tendrá gran pasión por salvar a aquellos que sufren los estragos del pecado y las tinieblas en sus vidas, aún más, interesará a un grupo de hermanos a hacerlo y a trabajar en equipo por ello. El otro también anhela la salvación de muchos, pero su motivación es hacerlo con el mejor método evangelístico, es un estudioso de las Escrituras y desarrolla temas planificadamente; también reúne equipo en torno suyo, pero su pasión es organizarlo en la tarea. El primero es un evangelista “personal” y el segundo “laboral”.

La medición de cómo obtenemos fuerza en la acción, nos revela si es en el aspecto emocional o en la ejecución de las tareas. Si usted es una persona que enfatiza el trabajo, la parte principal de su servicio está en organizar y hacer más efectivo el acto de servir a las personas; su foco está en el trabajo en sí. Si usted es una persona que enfatiza el hombre, entonces la parte principal de su servicio debe relacionarse mucho más con las personas que con la tarea. Su foco está en las relaciones humanas.

En ambos casos se le da mucha importancia al objetivo, el propósito de la tarea o servicio. Para lograr eso, cada cual puede tener sus propios métodos.

LOS CUATRO ESTILOS.
Usted tiene un fervor y ya ha descubierto sus dones espirituales. Ahora necesita identificar cual es su “estilo personal”. Quizás sea asistemático o sistemático; a ello añadirá un enfoque laboral o personal.

El estilo personal puede estar centrado en: el trabajo (L) o en las personas (P). El estilo personal puede ser de carácter: sistemático (S) o asistemático (A). De la combinación de estos cuatro elementos resultan los siguientes estilos personales:
1. L-S, Laboral - Sistemático
2. L-A, Laboral - Asistemático
3. P-S, Personal - Sistemático
4. P-A, Personal - Asistemático

LAS TRES PREGUNTAS DEL SERVIDOR.
Los tres elementos estudiados deben relacionarse para una correcta consejería: pasión, don espiritual y estilo personal. Jesucristo es la Cabeza de la Iglesia y Dios Padre le entregó a Él la misión de conducirla. Él quiere una Iglesia saludable, que lleve con eficacia su misión de evangelizar y servir a la sociedad. Para ello cada miembro debe hacerse tres preguntas cruciales:

1. Cada cristiano tiene una tarea que cumplir. Se preguntará “¿Dónde trabajaré?” y la respuesta la hallará en su fervor: “trabaja en la pasión que Yo he puesto en tu corazón.” Cuando Jesús habló con Pedro junto al mar de Tiberias, antes de partir a los cielos, le dio tres respuestas, las que apuntaban justo a su pasión: cuidar las ovejas del rebaño.

“Cuando hubieron comido, Jesús dijo a Simón Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas más que éstos? Le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. El le dijo: Apacienta mis corderos. / Volvió a decirle la segunda vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro le respondió: Sí, Señor; tú sabes que te amo. Le dijo: Pastorea mis ovejas. / Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas? y le respondió: Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo. Jesús le dijo: Apacienta mis ovejas. / De cierto, de cierto te digo: Cuando eras más joven, te ceñías, e ibas a donde querías; mas cuando ya seas viejo, extenderás tus manos, y te ceñirá otro, y te llevará a donde no quieras. / Esto dijo, dando a entender con qué muerte había de glorificar a Dios. Y dicho esto, añadió: Sígueme.” (San Juan 21:15-19)

2. ¿Qué debo hacer para cumplir mi fervor? Será su segunda pregunta y la respuesta la encontrará en sus dones: “Te he dado un don especial para que me sirvas” Cuando Jesús llamó a Pablo le declaró el don que Él le habría de dar para servirle en su fervor. El fervor de San Pablo era anunciar a Cristo a todas las naciones y su don ser un apóstol.

“Después, pasados catorce años, subí otra vez a Jerusalén con Bernabé, llevando también conmigo a Tito. / Pero subí según una revelación, y para no correr o haber corrido en vano, expuse en privado a los que tenían cierta reputación el evangelio que predico entre los gentiles. / Mas ni aun Tito, que estaba conmigo, con todo y ser griego, fue obligado a circuncidarse; / y esto a pesar de los falsos hermanos introducidos a escondidas, que entraban para espiar nuestra libertad que tenemos en Cristo Jesús, para reducirnos a esclavitud, /a los cuales ni por un momento accedimos a someternos, para que la verdad del evangelio permaneciese con vosotros. /Pero de los que tenían reputación de ser algo (lo que hayan sido en otro tiempo nada me importa; Dios no hace acepción de personas), a mí, pues, los de reputación nada nuevo me comunicaron. /Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión / (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), /y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.” (Gálatas 2:1-9)

3. La última pregunta que resta por hacernos es ¿Cómo cumpliré mi servicio o ministerio en la Iglesia y la sociedad? La contestación a esa pregunta está en su misma forma de ser: “Lo harás con el estilo personal que Yo te he dado” Cada uno de los doce apóstoles de Jesucristo tuvo un estilo personal, una manera distinta y especial de cumplir la misión que el Maestro les encomendó. El apóstol Juan, por ejemplo, se caracterizó por su visión amorosa de Dios, lo cual se deja traslucir en sus cartas, tanto en su teología como en el trato para con los hermanos (2 Juan)

CONCLUSION
El Señor amó a Su Iglesia, al punto de morir por ella. Y le dio en abundancia, en cada uno de sus discípulos, fervor y dones. Además agregó un tercer elemento: el estilo personal. Cada cristiano trae una personalidad natural, la que contiene tres aspectos: temperamento, actitud y carácter; más en el nuevo nacimiento Él desea transformar esa personalidad en la de Jesucristo. El estilo personal puede ser sistemático o asistemático, laboral o personal, lo que da origen a cuatro estilos personales del cristiano. En resumen, para estar bien orientados para el servicio al Cuerpo de Cristo, necesitamos respondernos estas tres preguntas:
« ¿Dónde trabajaré?
« ¿Qué debo hacer para cumplir mi fervor?
« ¿Cómo cumpliré mi servicio o ministerio en la Iglesia y la sociedad?

PARA REFLEXIONAR:
1) De acuerdo a lo expuesto en esta charla ¿cuál es su estilo personal?

BIBLIOGRAFIA
1) Maestra Sangsoon Kim; apuntes de clases Asignatura “Network”; Seminario Teológico Misión Internacional de la Gracia; Chile, 2008.
2) Grace Ministry Internacional; “Dones Espirituales, Network”; Seminario Teológico de la Gracia.
3) La Santa Biblia, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.

jueves, octubre 30, 2008

CÓMO EJERCER LOS DONES.


SIRVIENDO AL CUERPO DE CRISTO
IV PARTE


Lectura Bíblica: Romanos 11:29-36

Propósitos de la Charla: a) Aprender a ejercer los dones con profundo amor; b) Comprender que los dones espirituales son un regalo de la Gracia de Dios; c) Hacer crecer nuestra estatura de fe para que crezcan nuestros dones; d) Desarrollar los frutos del Espíritu Santo para utilizarlos en conjunto con los dones; e) Que cada discípulo se esfuerce en cumplir su propio don.


“Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios. / Pues como vosotros también en otro tiempo erais desobedientes a Dios, pero ahora habéis alcanzado misericordia por la desobediencia de ellos, / así también éstos ahora han sido desobedientes, para que por la misericordia concedida a vosotros, ellos también alcancen misericordia. / Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos. / ¡Oh profundidad de las riquezas de la sabiduría y de la ciencia de Dios! ¡Cuán insondables son sus juicios, e inescrutables sus caminos! / Porque ¿quién entendió la mente del Señor? ¿O quién fue su consejero? / ¿O quién le dio a él primero, para que le fuese recompensado? / Porque de él, y por él, y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén.” (Romanos 11:29-36)

Es muy importante descubrir los dones que Dios nos ha dado a cada uno, para servirle en Su Iglesia. Una de las características principales de los dones es que son permanentes o, como dice San Pablo, irrevocables. Los dones siempre están, permanecen, no desaparecen. Los dones son las armas con las que salgo al cambo de batalla y siempre están ahí. Es lo que me ha dado Dios para ser feliz, para construir el Reino de Dios y para servir a mi prójimo. De mi dependerá tener esas armas a punto, desarrolladas, cuidadas; de mi dependerá estar acostumbrando a funcionar desde mis dones pero nunca podré decir que a mi se me ha dado menos, que yo no soy capaz. En mis dones está parte de la llave de mi felicidad y de la capacidad de hacer felices a los que me rodean y de poner a Dios en el mundo.

El Espíritu Santo trabaja donde se le da la bienvenida y nuestra Iglesia así lo ha hecho. ¿Le ha dado usted la bienvenida al Espíritu Santo en su vida? ¡Nada más fructífero que permitir que ese Espíritu que ha creado la vida, haga lo Suyo en la Iglesia! Si no damos cabida a que el Señor de la Iglesia y de cada discípulo, cumpla Sus planes, tanto la Iglesia como los cristianos no estarán caminando en la perfecta voluntad de Dios. Por eso es tan importante este tema del fervor y de los dones espirituales, ya que son el equipo que nuestro Padre Celestial, a través de Jesús, repartió a Su Iglesia para cumplir Su plan en esta tierra.

Jesucristo, el Hijo de Dios, venció en la cruz al diablo y dijo “Consumado es”, ya que allí completó la salvación de muchos. En la cruz Jesús tomó nuestro lugar de castigo como pecadores y crucificó al viejo hombre. El trabajo de Jesús fue la salvación, redención y justificación de quienes creyeran en Él, como la santificación es el trabajo del Espíritu Santo. Este ha sido dado a la Iglesia para:
« consuelo y ayuda (San Juan 14:16);
« convencer de pecado (San Juan 16:8,9);
« dar dones espirituales (1 Corintios 12);
« enseñar (San Juan 14:26);
« dar fruto en nosotros (Gálatas 5:22-23);
« guíar (San Juan 16:13);
« habitar (Romanos 8:9-11);
« llenar (Efesios 5:18);
« revestir de poder (San Lucas 24:29; Hechos 1:8);
« recordar (San Juan 14:26);
« regenerar (San Juan 3:5-8);
« revelar la Verdad (San Juan 12:13);
« sellarnos para siempre como hijos de Dios (Efesios 1:13) y
« ungirnos (1 Juan 2:20)

Una de las tareas importantes del Espíritu Santo ha sido capacitar a la Iglesia con los dones espirituales. Para no cometer errores en su aplicación, veremos cómo ejercerlos.

1. EN AMOR.
Necesitamos tener un claro conocimiento de los dones y ejercerlos con profundo amor. El día de Pentecostés vino el Espíritu Santo sobre los apóstoles y repartió dones, según la estatura de la fe. Es así que el Dios Trino reparte a cada uno en la Iglesia diversidad de dones. Los dones son dados a la Iglesia para que esta funcione como voz profética en medio de la sociedad, tanto en vivencia de Jesucristo, como en palabras y obras de servicio. Para poder llevar a cabo la función de cada don es necesario hacerlo con y en el amor. Este es el modo de operar de los dones espirituales, ya que proceden del Espíritu Santo, que es un Espíritu de Amor. La esencia del que dio los dones es el amor, puesto que “Dios es Amor”, como explicita el Texto Sagrado: “Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. / El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor.” (1 Juan 4:7,8)

Hablar en lenguas, tener don de profecía, don de ciencia, don de fe o cualquier otro don sin amor es inútil, no tiene valor para Dios. “1 Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. 2 Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. 3 Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve.” (1 Corintios 13:1-3)

El amor es una virtud teologal, es decir que viene de Dios y se dirige a Él. La caridad o amor es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por El mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios. Es el “vínculo de la perfección” (Colosenses 3:14) y la forma de todas las virtudes. De allí su importancia. Es definido el amor tanto en forma positiva como negativa, en el texto que dice: “4 El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; 5 no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; 6 no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad. 7 Todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” (1 Corintios 13:4-7)

La forma “positiva” dice que el amor es: 1) sufrido, 2) benigno, 3) se goza de la verdad, 4) todo lo sufre, 5) todo lo cree, 6) todo lo espera y 7) todo lo soporta. La forma “negativa” explica que el amor: 1) no tiene envidia, 2) no es jactancioso, 3) no se envanece; 4) no hace nada indebido, 5) no busca lo suyo, 6) no se irrita, 7) no guarda rencor. Hay una definición perfectamente equilibrada de 7 características positivas y 7 características redactadas en forma negativa. Podemos autoevaluar nuestra capacidad actual de amar, asignando un puntaje o calificación de 1 a 7 y enterarnos de qué aspectos debemos trabajar en nosotros, referente a esta virtud básica.

2. COMO GRACIA DE DIOS.
Como la salvación, los dones espirituales son un regalo de la Gracia de Dios. Los dones no los hemos recibido por simpatía, inteligencia o cualquier otro atributo personal. Tampoco nos han sido dados como premio a nuestro comportamiento. Sencillamente han sido dados por Gracia. Dios ha entregado los dones a Su Iglesia, por el puro afecto de Su voluntad. Ha sido Soberano en la repartición de éstos. No son mérito para nosotros sino mérito de Jesucristo que dio su vida por nosotros: “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. / Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres.” (Efesios 4:7,8). Otra versión dice: “Pero cada uno de nosotros ha recibido los dones que Cristo le ha querido dar” (DHH)

Si consideramos los dones “gracias” o regalos de Dios, seremos humildes al ponerlos en acción. Nada más repugnante al Espíritu que la vanidad y gloria propia.

3. CRECIENDO EN FE.
Cada vez que nuestra estatura de fe crece, crecen nuestros dones. En la medida que confiemos en que ha sido Dios quien nos ha otorgado estos dones para glorificarlo y servir a nuestros prójimos, se desarrollarán los dones. Incluso adquiriremos nuevos dones. Por ejemplo, si nuestro don es la sabiduría, al utilizarlo en beneficio de nuestros hermanos para que ellos crezcan, nos sentiremos más útiles y ellos confiarán más en nosotros, dándonos responsabilidades mayores en la Iglesia. Pero si escondemos el don y no lo hacemos funcionar, nos sentiremos inútiles y nadie valorará nuestras personas. Confiar en los dones que el Señor nos ha regalado es confiar en Él y ponerlo muy en alto. Dios nos puede dar mejores dones y en mayor cantidad. Considere usted de sumo valor su ministerio o servicio y los dones que Dios le ha otorgado. Nosotros hablamos de “ministerio” cuando nos referimos a un don de la Palabra (apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros) y de “servicio” cuando hablamos de cualquier otra función en la Iglesia (diácono, presbítero, músico, etc.)

4. DESARROLLANDO LOS FRUTOS.
Los dones espirituales deben ser utilizados en conjunto con los frutos. Al utilizar los dones, no vayamos más allá del Espíritu Santo. La inmadurez nos puede llevar al engaño de Satanás y éste a un mal uso de los dones. Podríamos definir los frutos como actitudes que aparecen en nosotros por el poder y confianza del Espíritu Santo.

El primero de los frutos del Espíritu Santo es el amor, luego sigue el gozo. No podemos vivir el amor si no tenemos un profundo gozo, de lo contrario sería una pesada carga amar al prójimo y a Dios. La paz es el tercer fruto, porque una conciencia que no se culpa a sí misma ni vive culpando a los demás, es una conciencia que vive en la verdadera paz de Jehová-Shalom. Amor, gozo y paz son los tres primeros frutos, podrían llamarse también caridad, alegría espiritual y tranquilidad de conciencia.

A estas tres añade el Espíritu la paciencia, la benignidad y la bondad, que son componentes del primero, el amor. El amor es paciente, es benigno y es bondadoso; paciente porque sabe comprender y aceptar las personas y circunstancias difíciles; benigno porque es siempre bueno y no piensa mal del prójimo; bondadoso porque siempre hará el bien a los demás. Así es que esta trilogía de frutos en realidad se desglosa del primero, del amor.

Luego viene la fe, no como virtud teologal, sino como fruto; así también el amor está aquí tratado como fruto, es decir como resultado de una madurez, de un desarrollo. A la virtud teologal del amor, que se recibe del Espíritu Santo al nacer como nueva criatura, se añade el fruto del amor; igualmente sucede con la fe. Esta es una fe desarrollada, una fe que se conecta en confianza con Dios, una fe que es compartida a los hermanos a través de la vida de la persona. Ella ejerce fe en su vida devocional, en su vida de servicio y en su vida familiar. Después nos encontramos con la mansedumbre o humildad y con la templanza o dominio propio; la primera está íntimamente relacionada con la fe, ya que no puede haber fe sin humildad; es preciso ser manso como un cordero para aceptar recibir a Cristo. Pero esta mansedumbre es el fruto de una vida tratada, obediente y llena de fe en la dirección Divina. Resultado de esa fe y mansedumbre, es la templanza. La virtud de la templanza es una de las cuatro virtudes cardinales, mas aquí está señalada como fruto del Espíritu Santo. Se alcanza el dominio propio, el dominio de la carne, la autoridad del espíritu por sobre las pasiones, cuando el alma se ha humillado en mansedumbre y fe.

En resumen: el amor se vive con gozo y paz, el amor es paciencia, benignidad y bondad; y la fe produce mansedumbre y templanza. Todo ello es el fruto del Espíritu Santo. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, / mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:22,23)

Los dones son las capacidades que nos hacen funcionar en la Iglesia y como Iglesia a cada uno. Los frutos son los rasgos característicos de Cristo, los modos que adoptan los dones para actuar en la Iglesia. Comparados con una persona natural, los dones serían como los talentos, aquello de que es capaz, y los frutos son sus rasgos de personalidad, cómo actúa. Los cristianos tenemos capacidades sobrenaturales llamadas “dones” y rasgos de Jesucristo, llamados “frutos” o “virtudes”.

5. CADA UNO EN SU DON
Cada discípulo debe esforzarse en cumplir el servicio o ministerio que le ha sido asignado, ejerciendo sus propios dones. Una parábola del siglo XXI: Los animales del bosque hicieron una escuela para entrenarse en todas las habilidades: correr, nadar, trepar árboles, volar. Participaron el conejo, el águila, el pato, la ardilla. Cada uno rendía en lo que era su naturaleza especial pero fracasaba en lo demás. Así somos en la Iglesia cuando queremos rendir en áreas que no son nuestro don especial. Dios no nos obliga a hacer cosas que no podemos hacer. A través de los dones Él quiere que seamos libres para hacer las tareas en forma óptima. Esforcémonos en el don que es nuestra especialidad.

CONCLUSIÓN.
Para ejercer correctamente nuestros dones en la Iglesia, luego de conocerlos, debemos ejercerlos con amor y en el amor de Jesucristo. Consideremos siempre que son una gracia o regalo de Dios, algo que no merecíamos pero que Dios quiso obsequiarnos para hacernos importantes y necesarios en Su Obra. Procuraremos siempre crecer en la fe para un mejor ejercicio de los dones. Este desarrollo debe ir a la par con el crecimiento de los nueve frutos del Espíritu Santo. Por último, cada discípulo ocúpese en desarrollar, ejercitar y hacer actuar su propio don, sin criticar, envidiar ni envanecerse ante sus hermanos.

APLICACIONES
1. Examinemos cómo está mi amor frente a mi prójimo, en qué aspectos del amor debo mejorar. Pidamos al Señor más paciencia, bondad, humildad, delicadeza, altruismo, serenidad, jovialidad, compasión y magnanimidad.

2. ¿He considerado que los dones que poseo no son míos sino tan sólo una “gracia” del Señor? Necesitamos ser más humildes y agradecidos con Dios.

3. Señor: auméntanos la fe para crecer en dones y servirte mejor a Ti y a mi prójimo.

4. Padre, Tú que eres el Labrador de mi árbol de vida: desarrolla en mí todos Tus frutos para ser útil y feliz en Tu Reino. Dame amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y templanza.

5. Escuchemos al Señor que nos dice “cada discípulo ocúpese en desarrollar, ejercitar y hacer actuar su propio don, sin criticar, envidiar ni envanecerse ante sus hermanos.” Demos gracias a Dios por Sus dones. Amén.

BIBLIOGRAFIA
1) Maestra Sangsoon Kim; apuntes de clases Asignatura “Network”; Seminario Teológico Misión Internacional de la Gracia; Chile, 2008.
2) Grace Ministry Internacional; “Dones Espirituales, Network”; Seminario Teológico de la Gracia.
3) La Santa Biblia, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
4) Dios Habla Hoy, Sociedades Bíblicas Unidas, 1979


lunes, octubre 20, 2008

¿CUÁL ES MI DON?


SIRVIENDO AL CUERPO DE CRISTO
III PARTE

Lectura Bíblica: 1 Corintios 12:1-11

Propósitos de la Charla: a) Constatar cuáles son los dones que se registran en la Biblia y conocer sus características; b) Identificar los dones que posee cada discípulo; c) Examinar las características de las personas y sus dones.


El Señor no desea que seamos ignorantes acerca de algo tan importante como es las capacidades espirituales con que Él nos ha dotado para servir en la Iglesia. En el mundo y en las falsas religiones a las personas se las arrastra a cualquier tipo de manifestación emocional, sin ningún fundamento lógico. No es así en el Reino de Dios; debemos conocer exactamente lo que hacemos y hacia donde nos dirigimos. Ya sabemos, como discípulos de Jesucristo, que hemos sido edificados sobre Él y que estamos siendo formados a Su imagen. Ahora precisamos conocer cómo debemos funcionar en Su Iglesia. Esto lo hace el Espíritu Santo en cada uno. El mismo Espíritu que nos hace reconocer a Cristo como Señor es el que nos ha dado capacidades para servirlo.

Hemos visto que cada cristiano tiene un “fervor”, una pasión personal por servir a Dios y a su prójimo de un modo particular. También cada cristiano ha sido dotado de uno o más “dones” por el mismo Espíritu. Todo esto es para beneficiar al Cuerpo de Cristo, fervor y dones son dados para provecho y no para dañar. En este capítulo vamos a acercarnos un poco más a las características de estos dones, con el propósito de que cada uno vaya descubriendo cuáles son los dones con que el Señor nos ha llamado a servirle a Él y a nuestros hermanos.

CATÁLOGO DE LOS DONES BÍBLICOS.
Busquemos los dones que aparecen en la Biblia, leyendo los siguientes pasajes. Así haremos un catálogo de dones bíblicos.

“Porque a éste es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo Espíritu; / a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. / A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas.” (1 Corintios 12:8-10)

De este pasaje se pueden inferir los siguientes dones:

1. Sabiduría
2. Ciencia
3. Fe
4. Sanidades
5. Milagros
6. Profecía
7. Discernimiento de espíritus
8. Lenguas
9. Interpretación de lenguas

“Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas.” (1 Corintios 12:28)

10. Apóstol
11. Enseñanza (maestros)
12. Colaboración (los que ayudan)
13. Administración

“De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; / o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; / el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.” (Romanos 12:6-8)

14. Exhortación
15. Solidaridad (el que reparte)
16. Liderazgo (el que preside)
17. Misericordia

“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros” (Efesios 4:11)

18. Evangelismo (evangelistas)
19. Pastoral (pastores)

“Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. / Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1 Pedro 4:9,10)

20. Hospitalidad

“Habló Jehová a Moisés, diciendo: / Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá; / y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte, / para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce” (Éxodo 31:1-4)

21. Habilidad manual y artística.

“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres; / por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y reposadamente en toda piedad y honestidad.” (1 Timoteo 2:1,2)

22. Oración de intercesión

“Alabadle a son de bocina; Alabadle con salterio y arpa. / Alabadle con pandero y danza; Alabadle con cuerdas y flautas. / Alabadle con címbalos resonantes; Alabadle con címbalos de júbilo.” (Salmos 150:3-5)

23. Arte o Comunicación Creativa (Alabanza y adoración)
Algunos consideran otros dones espirituales, tales como:

24. Don de continencia o celibato
25. Don de consejo
26. Ejercer justicia
27. Echar fuera demonios o exorcismo
28. Martirio
29. Pobreza voluntaria

“Y reposará sobre él el Espíritu de Jehová; espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová. / Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos, ni argüirá por lo que oigan sus oídos; / sino que juzgará con justicia a los pobres, y argüirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío. / Y será la justicia cinto de sus lomos, y la fidelidad ceñidor de su cintura.” (Isaías 11:2-5)

“Y si no tienen don de continencia, cásense; que mejor es casarse que quemarse.” (1 Corintios 7:9)

CARACTERÍSTICA DE CADA DON.
Cada don tiene sus características propias. A continuación veremos el propósito de cada uno y cómo actúan las personas que los poseen. Piense usted en qué aspecto puede contribuir a la Iglesia cada don. Esto le ayudará a descubrir cuál o cuáles son sus dones para servir a la Iglesia.

1. Sabiduría
Propósitos del don: a) Que los hermanos puedan comprender, corregirse, aprender o arrepentirse; b) Revelar y propagar las verdades de Dios utilizando métodos adecuados. Su efecto puede ser inmediato o a largo plazo.
La persona con este don:
a) Revela la mentira y el pecado de otros cristianos con el propósito de reconciliarlos con Dios.
b) Para que halla comprensión del pecado, arrepentimiento y aprendizaje, desafía a las personas mostrando las cosas que otros no ven, para que reaccionen de manera correcta.
c) Si la persona no se arrepiente, le advierte sobre el juicio de Dios.
d) Comprende el corazón y el pensamiento de Dios, teniendo experiencias permitidas por Él.

2. Ciencia
Propósito del don: a) Aplicar las verdades espirituales necesarias para responder a una circunstancia determinada.
Los cristianos con este don:
a) En el momento de decidir el siguiente acto, prestan atención al resultado que puede traer.
b) Conocen bien las necesidades de la iglesia para satisfacerlas.
c) Proveen soluciones que Dios da en circunstancias de confusión y discordia.
d) Escucha la guía del Espíritu Santo para entregar lo mejor a Dios.
e) Aplica de forma práctica y específica las verdades espirituales.


3. Fe
Propósito del don: a) Actuar con fe y convicción, confiando en las promesas de Dios, que realiza Su voluntad.
Los cristianos con este don:
a) Creen absolutamente en Dios y ayudan a que otras personas también puedan tener ese tipo de fe.
b) Actúan teniendo la certeza de un Dios que hace superar toda dificultad.
c) Tienen una actitud de completa seguridad en las promesas y voluntad del Señor.
d) Hacen avanzar la obra de Dios, cuando otros no lo hacen.
e) Confían en la providencia de Jehová en medio de las necesidades.

4. Sanidades
Propósito del don: a) Ser instrumentos de Dios para restaurar la salud de las personas.
Las personas con este don:
a) Muestran verdaderamente el poder de Dios para sanar.
b) Sanan a los enfermos.
c) Comprueban el mensaje de Dios a través de la sanidad.
d) Utilizan este don para transmitir la Palabra de Dios y dar gloria a Él.
e) Realizan sanidades milagrosas utilizando la oración y la imposición de manos.

5. Milagros
Propósito del don: a) Ratificar el mensaje del Evangelio y las obras de Dios poderosamente, como mediador sobrenatural.
Las personas con este don:
a) Demuestran la Palabra de Dios a través de los milagros que se relacionan con ésta.
b) Expresan la fe segura, Su fidelidad y Su presencia.
c) Predican con poder el mensaje y las obras de Jesucristo.
d) Declaran que Él es quien realiza los milagros y le glorifican.
e) Representan a Cristo y hacen tener una relación con Dios a través del don.

6. Profecía
Propósito del don: a) Confirmar a la Iglesia en su misión, por medio de las profecías o la Palabra de Dios.
Las personas con este don:
a) Reciben la palabra verdadera que ayuda a un mejor servir de la Iglesia.
b) Investigan profundamente la Escritura para obtener sabiduría e inteligencia, conocimiento y verdad.
c) A veces llegan a la Verdad por un método sobrenatural.
d) Tienen intuición y conocimiento por vía no racional, pero que ayuda a la Iglesia.
e) Ordenan la información para la educación y una aplicación real.

7. Discernimiento de espíritus
Propósito del don: a) Discriminar entre falsedad y verdad, bien y mal, para descubrir lo correcto y lo incorrecto.
Las personas con este don:
a) Distinguen la pureza de la impureza, el bien del mal y lo correcto de lo incorrecto.
b) Descubren el engaño.
c) Distinguen la verdadera Palabra de Dios.
d) Enseñan, predican, profetizan, descubren lo incompatible con Dios.
e) Perciben la presencia del mal.

8. Lenguas
Propósito del don: a) Rendir culto, orar y hablar en un idioma que no conoce ni la persona que lo habla.
Las personas con este don:
a) Sin mediar su voluntad, reciben las palabras que deben ser transmitidas a los hermanos a través del intérprete en lenguas.
b) Hablan las palabras del Espíritu Santo, que son traducidas por las personas con el don de interpretación de lenguas, para edificar a la Iglesia.
c) Hablan en idiomas que desconocen.
d) Rinden culto a Dios en un idioma profundo y complicado de comprender.
e) Experimentan una relación profunda con Dios para servirlo.

9. Interpretación de lenguas
Propósito del don: a) Interpretan y transmiten a la Iglesia, el mensaje que ha sido dado en otras lenguas.
Las personas con este don:
a) Traducen el mensaje dado en lenguas.
b) A través de estas manifestaciones, revelan el poder de Dios y lo glorifican.
c) Transmiten un mensaje moralizador para la Iglesia, el Cuerpo de Cristo.
d) Traducen y transmiten las lenguas que nunca han estudiado.
e) Muchas veces toman sus traducciones forma de profecía para la Iglesia.

10. Apostolado
Propósito del don: a) Fundar y controlar nuevas iglesias y ministerios.
Las personas con este don:
a) Fundan iglesias, nuevas comunidades cristianas o ministerios.
b) Tienen una fuerte conciencia cultural, sensible y rápidamente adaptable a otros ambientes.
c) Desean ministrar a las diferentes personas.
d) Al interior de la Iglesia, asumen la tarea de controlar los distintos servicios.
e) Muestran autoridad y tienen su propio ideal.

11. Enseñanza (maestros)
Propósito del don: a) Mejor comprensión de la Palabra de Dios; b) Explicación y aplicación de la Palabra, para que quienes la escuchan puedan cada día asemejarse más a Jesucristo.
Las personas con este don:
a) Transmiten la verdad de la Palabra de Dios y esto los hace más obedientes.
b) Dan un desafío real y preciso a quienes los escuchan.
c) Testimonian la enseñanza perfecta de Dios, para poder alcanzar cambios profundos en sus vidas.
d) Dan gran importancia a los detalles y a la precisión.
e) Preparan la Palabra con largas investigaciones y devociones.

12. Colaboración (los que ayudan)
Propósito del don: a) Llenar, satisfacer, apoyar las necesidades de otras personas, para que puedan servir libremente en su don.
Las personas con este don:
a) Si son necesarios para el servicio de otros hermanos, sirven anónimamente donde sea para apoyarlos.
b) Se contentan solucionando tareas concretas.
c) Se conforman realizando estas labores y realizan el plan de Dios a través de ellas.
d) Agregan sentido espiritual a las tareas reales.
e) Apoyan para que otras personas puedan servir a Dios a su modo.

13. Administración
Propósitos del don: a) Comprender rápidamente las necesidades de una organización para su correcto funcionamiento; b) Impulsar los métodos más efectivos para lograr los objetivos de la Iglesia.
Las personas con este don:
a) Realizan programas y planes para alcanzar el objetivo.
b) Ayudan para que el ministerio de la Iglesia sea más efectivo y eficaz.
c) Implementan sistemas en donde no había.
d) Administran y organizan recursos para el cumplimiento de la misión de la Iglesia.

14. Exhortación
Propósito del don: a) Aconsejar en la toma de decisiones; b) Consolar o animar a través de la predicación a las personas que tengan inseguridad en su fe.
Las personas con este don:
a) Reaniman a los deprimidos dándoles seguridad.
b) Consuelan para que crean en la promesa de Dios con fe y esperanza.
c) Plantean desafíos.
d) Entrenan frente a la adversidad.
e) Aconsejan para que otros puedan aplicar en sus vidas las verdades bíblicas.
f) Alientan para que la fe pueda crecer.
g) Enfatizan las promesas del Señor y así podamos tener certeza de Su voluntad.

15. Solidaridad (el que reparte)
Propósito del don: a) Ofrendar dinero y recursos materiales con generosidad.
Las personas con este don:
a) No se preocupan ni se preguntan “¿Cuánto ofrendar?” sino “¿Cuánto es lo justo y necesario para vivir?”
b) Moderan y limitan su forma de vida financiera, para ofrendar lo máximo posible dentro de su capacidad económica.
c) Apoyan y ofrendan de manera sacrificada para la expansión del Reino de Dios.
d) Al satisfacer las necesidades materiales hacen posible el crecimiento espiritual.
e) Ofrendan con sencillez y alegría, confiando en la devolución abundante del Señor.
f) Poseen la capacidad especial de ganar el dinero necesario para expandir la obra de Dios.

16. Liderazgo (el que preside)
Propósitos del don: a) Poner “visión” en la Iglesia; b) dar fervor y guiar a los discípulos, para que puedan realizar la voluntad de Dios armoniosamente.
Las personas con este don:
a) Dan dirección a los cristianos y sus servicios.
b) Animan para que puedan desplegar su máxima capacidad.
c) Conducen de tal modo que los otros pueden ver el significado total de las cosas.
d) Demuestran el valor del ministerio, realizándolo personalmente.

17. Misericordia
Propósito del don: a) Ayudan con alegría y en forma práctica a las personas en dificultades y sufrimientos.
Las personas con este don:
a) Se esfuerzan principalmente en ayudar a las personas con dificultades y sufrimientos.
b) Cuidan a los marginados de la sociedad.
c) Les expresan amor, gracia y dignidad.
d) Sirven con alegría aún en las circunstancias extremas.
e) Se dedican a aquellos que están en la marginalidad social y personal.

18. Evangelismo
Propósito del don: a) Predicar de una manera más efectiva a los incrédulos, para que puedan acceder a la fe y comiencen a vivir una vida de discípulos.
Las personas con este don:
a) Transmiten el mensaje de Jesucristo con lucidez.
b) Siempre buscan la oportunidad de hablar con los no creyentes acerca de la espiritualidad.
c) Desafían a los oyentes para que puedan seguir a Cristo con fe y sacrificio.
d) Modifican la presentación del Evangelio, según la necesidad de las personas.
e) Se esfuerzan para poder tener familiaridad con los inconversos.

19. Pastoral
Propósito del don: a) Cuidar, proteger y guiar a las personas, para que puedan seguir creciendo y asemejarse a Cristo espiritualmente.
Las personas con este don:
a) Tienen la responsabilidad de que la persona viva acompañada por Dios en forma total.
b) Dirige y lidera la reunión de los hermanos.
c) Demuestra con su vida cómo es vivir como un discípulo sacrificado.
d) A través de la relación duradera obtiene seguridad y confianza.
e) Protege y guía a las personas que debe cuidar.

20. Hospitalidad
Propósito del don: a) Ofrecer comida y alojamiento con amabilidad.
Las personas con este don:
a) Crean el ambiente para que otros puedan sentir amor y aprecio.
b) Ayudan para que los hermanos nuevos se sientan bienvenidos.
c) Crean un clima confortable para el establecimiento de relaciones interpersonales.
d) Buscan nuevos métodos para que las personas puedan tener una relación más profunda y significativa.
e) Proveen ambientes cómodos.

21. Habilidad manual y artística.
Propósito del don: a) Proyectar con creatividad los artículos que se necesitan para la Iglesia.
Las personas con este don:
a) Trabajan utilizando madera, tela, pinturas, metales, vidrio y diversos materiales.
b) Crean elementos que ayudan a los diferentes ministerios y servicios de la Iglesia.
c) Disfrutan del trabajo manual para satisfacer los requerimientos materiales.
d) Idean herramientas y materias primas para confeccionar obras.
e) Saben manipular distintas herramientas.
f) Son hábiles en las artesanías.

22. Oración de intercesión
Propósito del don: a) Orar en forma permanente y específica por otras personas y sus necesidades.
Las personas con este don:
a) Sienten una fuerte responsabilidad de orar por las necesidades de otros.
b) Perciben la presencia de guerra espiritual y oran por ello.
c) Tienen fe en que Dios obra directamente en la oración.
d) Tengan la comprensión o no, oran según la guía del Espíritu Santo.
e) Cubren en oración a las personas para protegerlas y prepararlas para la obra del Señor.

23. Arte o Comunicación Creativa (Alabanza y adoración)
Propósito del don: a) Transmitir la Verdad de Dios a través del Arte.
Las personas con este don:
a) Predican la Verdad de Dios a través de las Artes.
b) Desarrollan y utilizan las técnicas artísticas, como el teatro, la literatura, la danza, la pintura, la música, etc.
c) Motivan a las personas con diversidad y creatividad, haciéndoles pensar el mensaje de Jesucristo.

Lo más probable es que usted ya tenga bastante más claro cuáles son sus dones, habiéndonos mirado en este verdadero espejo que nos ha puesto la Palabra de Dios. Aparte de preguntarnos ¿cuáles son mis dones? necesitamos preguntarnos ¿estoy dispuesto a poner mis dones al servicio del Señor y Su Iglesia? Si el Padre ha sido tan generoso de renunciar a Su propio Hijo; si Jesucristo me amó tanto que dio su vida por mí; si el Espíritu Santo me ha adornado por gracia con tan bellos dones ¿seré tan ingrato y falto de amor como para no entregarme y entregar todo lo que la Trinidad me ha dado por gracia? ¡Claro que no, sino que me daré por entero a Su obra, por amor del Dios que salvó mi alma y me dio la vida eterna!

PARA REFLEXIONAR:
1) Comente con sus hermanos cuáles son los dones que el Señor le ha dado.
2) Conteste el Cuestionario de Diagnóstico de Dones y analice los resultados con su tutor.

BIBLIOGRAFIA
1) Maestra Sangsoon Kim; apuntes de clases Asignatura “Network”; Seminario Teológico Misión Internacional de la Gracia; Chile, 2008.
2) Grace Ministry Internacional; “Dones Espirituales, Network”; Seminario Teológico de la Gracia.
3) La Santa Biblia, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.