martes, agosto 26, 2008

REVELACIÓN


CLAVES PARA LA FELICIDAD
V PARTE
Pastor Iván Tapia

Lectura Bíblica: Apocalipsis 20:1-6

Propósitos de la Charla: a) Adquirir la convicción de que somos hijos de Dios, salvados en Jesucristo; b) Tener la seguridad de un futuro promisorio en esta Tierra, durante un período de mil años.

“1 Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano. 2 Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años; 3 y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo.

4 Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años. 5 Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección.

6 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.”
(Apocalipsis 20:1-6)

San Agustín, llamado comúnmente como Agustín de Hipona, nació el 13 de noviembre del año 354, siglo IV, en Tagaste, la actual Souk-Ahras, no lejos de la ciudad episcopal de Hipona, situada en Argelia. Cuando él nació, Tagaste pertenecía a la provincia de Numidia. Era de raza berebere, pero ciudadano romano y hablaba lengua latina. Sus padres eran ciudadanos de buena posición, aunque no muy ricos. Patricio, hombre de genio violento, y pagano, el cual, bajo la influencia de su cristiana esposa Mónica, aprendió la paciencia y la humildad, fue bautizado poco antes de morir. De esta unión nacieron tres hijos: Agustín, otro hijo varón llamado Navigio y una hija, Perpetua, que había de ser abadesa.

La juventud y vida adulta de San Agustín, incluyendo su conversión y la muerte de su madre, están ampliamente descritas en su autobiografía "Confesiones", libro escrito según nos dice, para "la gente curiosa de saber la vida de los demás, pero que no se cuidan de enmendar la suya".

Desde pequeño, Agustín, dio muestras de una inteligencia excepcional. A los doce años fue enviado a una escuela de gramática en Madaura, la actual Mdaourouch, para proseguir sus estudios. A la edad de 16 años, Agustín regresa a Tagaste, en donde pronto cayó en malas compañías. Patricio murió para ese entonces y un hombre rico de la ciudad pagó los gastos para que Agustín estudiase en la gran ciudad de Cartago. Aplicándose ahora vehementemente, el joven pronto alcanzó hasta ocupar el primer lugar en la escuela de retórica. Su mente era despierta y se desarrollaba con rapidez; pero, posteriormente, escribe que los motivos que le impulsaban a estudiar eran los poco valederos de la ambición y la vanidad. En Cartago trabó relaciones con una mujer a la cual mantuvo a su lado durante más de treinta años. Antes de tener veinte años ya era padre de un niño al cual llamó Adeodatus, nombre que significa dado por Dios.

Durante nueve años dirigió escuelas de retórica y de gramática en Tagaste y en Cartago. En el año 383 Agustín se marchó a Roma con su pequeña familia, haciéndolo en secreto por miedo a que su madre quisiera impedírselo o acompañarlo. Una vez en Roma abrió una escuela de retórica, pero dicha escuela no tuvo éxito financiero. Sucedió entonces que Symmachus, prefecto de Roma, recibió órdenes de la capital imperial de Milán para que enviase allá un maestro de retórica. Agustín se presentó como aspirante al cargo y, dando pruebas de su competencia, pudo obtenerlo. Mónica viajó hasta Milán, pues todavía no había abandonado las esperanzas de ver a su hijo convertido en cristiano. Además deseaba casarlo debidamente con una muchacha de su edad. Logró persuadirlo para que enviase a la madre de Adeodatus al África, en donde, según se cree, entró en un convento.

Cierto día un cristiano africano llamado Ponticiano, vino a visitar a Agustín y a su amigo Alipius. Aprovechó la ocasión para hablar de la Vida de San Antonio y quedó asombrado al comprobar que los jóvenes ni siquiera conocían el nombre de Antonio. Ávidamente escucharon la historia de aquella santa vida. La visita afectó mucho a Agustín; sus debilidades y vacilaciones le fueron reveladas. Cuando Ponticiano se marchó, Agustín se volvió hacia Alipius con estas palabras: "¿Cómo dejamos que los que nada saben se encaminen y consigan el Cielo por la fuerza, mientras nosotros, con toda nuestra ciencia, languidecemos atrás, cobardes e insensibles, encenagándonos en nuestros pecados? ¿Porque nos han sobrepujado y han caminado antes que nosotros sentiremos vergüenza de seguirlos? ¿No es más vergonzoso dejar de seguirlos?"

Agustín salió al jardín, seguido de Alipius, y se sentaron a cierta distancia de la casa. El primero sentía la agonía de su conflicto, entre el requerimiento del Espíritu Santo que le instaba a la castidad y el recuerdo seductor de sus pecados. Adentrándose solo por el jardín, se acostó bajo una higuera, sollozando "¿Hasta cuándo, Señor? ¿Estarás enojado para siempre? ¡No te acuerdes de mi pasada iniquidad!" Y mientras yacía allí, desesperado, oyó de repente una voz infantil que repetía: "Tolle, lege. Tolle, lege" (¡Toma, lee! ¡Toma, lee!) Se quedó pensando si habría algún juego en el cual los niños dijeran esas palabras, pero no pudo recordar haberlo oído nunca. Interpretando la voz como de origen divino, Agustín volvió donde Alipius se hallaba sentado, abrió las Epístolas de San Pablo a la ventura y fijó los ojos sobre estas palabras: "No en embriaguez ni borrachera, no en libertinaje ni en lascivia, no en disputa ni en envidias. Sino puesto en el Señor Jesucristo y, en cuanto a la carne, no toméis en cuenta su concupiscencia." (Romanos 13:13,14). Agustín tuvo inmediatamente una sensación de alivio, como si su larga lucha hubiera terminado. Señaló aquel pasaje a Alipius, quién siguió leyendo: "Pero aquél que sea débil en la fe recibid sin disputar sobre opiniones." Entonces ambos fueron a relatar lo acontecido a Mónica, la cual se regocijó y alabó a Dios. La conversión de San Agustín ocurrió durante el mes de septiembre del año 386, cuando Agustín contaba 32 años.

Abandonó su escuela y se retiró para pasar el invierno en una casa de campo cerca de Milán, que un amigo le había dejado. Mónica, Navigius, Adeodatus, Alipius, dos primos y varios amigos estaban con él. Agustín se dedicó a la oración, estudio y conversación. Luchó por lograr el control de sus pasiones y para prepararse para una vida nueva. De las discusiones diarias con sus compañeros sacó las ideas para los tres Diálogos que escribió en esa época: Contra los académicos, De la vida feliz y Sobre el orden.

De vuelta a Milán, Agustín fue bautizado por el obispo Ambrosio en la vigilia de la Pascua del año 387, junto con Alipius y Adeodatus.

La experiencia de conversión de San Agustín, como la de todos los auténticos cristianos, fue más que una experiencia humana y psicológica. Allí estuvo presente Dios. Fue el Espíritu Santo el que se manifestó y tocó la conciencia, el corazón y la mente de este hombre para que entregara su vida a Jesucristo. Aquellas palabras en la Biblia fueron una “revelación” para él.

Nada sacaríamos con tener Sabiduría, Esperanza, Justicia y Verdad si no poseyéramos Revelación. La verdadera Sabiduría surge de la Revelación de Dios y de Sus Sagradas Escrituras; no hay auténtica Esperanza en el cristiano si no posee la Revelación; de nada sirve comprender la Justicia Divina si no nos es revelada en forma personal; las verdades de la fe sólo pueden ser comprendidas a la luz de la Revelación. La presencia de la Revelación es una clave imprescindible para encontrar la felicidad eterna.

Como a San Agustín, a todo cristiano le es revelado Jesucristo y el gran amor de Dios para con el ser humano. Pero hay otras revelaciones que son muy importantes y que edifican, posterior a la conversión, nuestra fe y esperanza en el Señor. Es el caso de San Juan, llamado El Teólogo, quien tuvo una de las más grandes revelaciones de Dios y que se conoce como Apocalipsis.

El libro de Apocalipsis es un libro cuyo fin consiste en “revelarnos algo”, es una “revelación” de Jesucristo. La palabra Apocalipsis -transliteración del griego Apocálipsis (apokalujiv) significa “revelación”; “un acto de develar algo que estaba oculto”, “quitar el velo”, “un acto de descubrir algo que estaba cubierto” o “una divulgación”. El lenguaje de este libro resulta complejo en una primera lectura, pero con la guía sabia del Espíritu Santo puede revelarnos maravillosas verdades para solidificar la fe cristiana.

El Autor del texto escogido nos revela que hay en nuestro futuro un período en que seremos librados de nuestro enemigo principal y cumpliremos un papel importantísimo, si somos fieles a Dios.

Dios da a Sus hijos salvados la seguridad de un futuro promisorio en esta Tierra, durante un período de mil años.

¿Qué sucederá durante ese período de mil años? He aquí la respuesta.

1) Satanás será atado y arrojado al abismo por mil años (Apocalipsis 20:1-3)

Un ángel con una misión.
“Vi a un ángel que descendía del cielo, con la llave del abismo, y una gran cadena en la mano.” (v.1) En su visión profética, San Juan ve que un ser celestial desciende a la Tierra premunido de la autoridad o llave para abrir y cerrar el abismo. Abismo, en griego «abyssos» significa «sin fondo». El término es usado en la Septuaginta para traducir la palabra hebrea que significa «hondura». Es el lugar donde los poderes satánicos serán encerrados. Durante el milenio, Satanás será confinado en el abismo, quedando imposibilitado totalmente de engañar y actuar. En el Evangelio los demonios le ruegan a Cristo que no los arroje al abismo (Lucas 8:31); Pablo habla del abismo en contraste a los cielos (Romanos 10:7). La cadena es símbolo del poder para atar a las fuerzas del mal. Indudablemente sólo seres celestiales podrán atar al diablo y a sus ángeles. Alguien podría pensar que este ángel representa a un hombre o iglesia, pero ¿cómo se explica que el ángel descienda del cielo?

El diablo atado por mil años.
“Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el diablo y Satanás, y lo ató por mil años” (v.2). La frase "mil años" o milenio aparece seis veces en el capítulo 20 del Apocalipsis. La iglesia primitiva era pre-milenial y esperaba que Cristo regresara y estableciera el trono de David, según la promesa del Antiguo Testamento. Esta doctrina sostiene la literalidad de las promesas de un Reino terrenal en la que se levantaría al Cristo para que se sentase en Su Trono (Hechos 2:30). Otra referencia habla que el Rey Ungido tendrá por herencia las naciones (Salmos 2:8) y reunirá a los esparcidos de Judá de los cuatro confines de la tierra (Isaías 11:12) y ejercerá justicia en la tierra de Israel (Isaías 9:7); morará el lobo con el cordero (Isaías 11:6) y la tierra será llena del conocimiento de Jehová (Isaías 11:9) Con el paso del tiempo la Iglesia se alejó de esta postura, renaciendo el interés en este último tiempo por esta doctrina.

Existen tres posturas teológicas relativas al Milenio: 1) Pre-Milenialismo, postula que el milenio es antes de la vida en la eternidad, hace una interpretación literal (viviremos el milenio cuando Cristo regrese a la Tierra); 2) A-Milenialismo, cree que el milenio es durante la Historia del Cristianismo, tiene una interpretación alegórica (estaríamos viviendo el milenio); y 3) Pos-Milenialismo, en que este período de mil años correspondería a la culminación del trabajo de la Iglesia en la sociedad (viviremos el milenio cuando la Iglesia establezca el Reino de Dios en la Tierra)..

Satanás, el enemigo de Dios y de la Iglesia, es el “príncipe de este mundo” Jesús dijo: “No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí” (San Juan 14:30). La Biblia se refiera a él como dragón y serpiente, ya que en tal forma se presentó a Adán y Eva en el Paraíso: “Pero la serpiente era astuta, más que todos los animales del campo que Jehová Dios había hecho; la cual dijo a la mujer: ¿Conque Dios os ha dicho: No comáis de todo árbol del huerto?” (Génesis 3:1). El ángel enviado por Dios lo inhabilitó por diez siglos, un milenio. No vamos a hacer interpretaciones espirituales del número mil, sino que lo aceptaremos en forma literal. Serán mil años el período en que Cristo reinará el planeta. No solamente San Juan habla acerca de este gobiernos de Dios, también lo hacen los profetas del Antiguo Testamento (Isaías 65 – 66; Ezequiel 40 – 48)

La Tierra liberada de las tinieblas.
“y lo arrojó al abismo, y lo encerró, y puso su sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años; y después de esto debe ser desatado por un poco de tiempo” (v.3) ¡Qué tranquilidad habrá para el mundo cuando Satanás y sus huestes de maldad sean encerradas! (Jeremías 31:31-34; Isaías 11:9). Toda obra de la carne será desterrada, sancionada y prohibida; habrá absoluto respeto a la Ley de Jehová. Jesucristo gobernará el mundo desde la Ciudad Santa de Jerusalén e influirá con Su Presencia de Amor a todo el planeta. Su reino no tendrá semejanza a ningún gobierno que haya existido en la Tierra. Dice la Biblia: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, / idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, / envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios.” (Gálatas 5:19-21) Vivirán sobre el planeta todos aquellos que sobrevivirán al período de la Gran Tribulación, los judíos vivientes, más los cristianos que hayan sido escogidos por el Señor para gobernar con Él en el milenio. El espíritu que reinará y animará a los habitantes de la Tierra será el Espíritu Santo (Isaías 11:6) y, como dice la Escritura “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, / mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas 5:22-23)

2) Israel gobernará las naciones durante el milenio (Apocalipsis 20:4-5)

El juicio del pueblo de Dios.
“Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos los que recibieron facultad de juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años” (v.4) El apóstol tuvo la visión de unos tronos, sobre los cuales se sentarían a juzgar aquellos que recibieron aquella facultad, de acuerdo a lo declarado por Jesús: “…De cierto os digo que en la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido también os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel." (San Mateo 19:28) Claramente, quienes juzgarán a Israel, serán los apóstoles, hombres de su misma raza. ¡Qué respeto tiene Jehová, que no permite que los israelitas sean juzgados por extranjeros! Además ellos podrán mostrar claramente a éstos la verdad del Evangelio y el crimen que cometieron al no creer ni defender y matar al Señor de la Vida. ¿Qué relación tiene Israel con el milenio? Israel y Jerusalén tendrán un papel muy especial ya que el milenio será la ocasión definitiva para la restauración nacional y espiritual de Israel (Ezequiel 37: 21-22)

Las almas de los que fueron decapitados por defender la Verdad de Jesucristo, aquellos que no adoraron al Anticristo ni a su icono, esos que no permitieron ser marcados en su cuerpo, fueron vistos por San Juan frente a los tronos de juicio. Da cuenta ello de la persecución y martirio que sufrirán muchos judíos conversos durante el período de la Gran Tribulación previo al Milenio, a causa del Evangelio.

La primera resurrección o resurrección de los justos.
“Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron mil años. Esta es la primera resurrección” (v.5) Los otros muertos son los gentiles no cristianos. La “primera resurrección” se refiere a la resurrección corporal de los justos al tiempo de la Segunda Venida de Cristo (Apocalipsis 20:6,13) mientras que los injustos permanecerán en la tumba hasta que se complete un periodo de 1000 años de reino de Cristo sobre la tierra (Apocalipsis 20:6,13). En ese momento tomará lugar “la segunda resurrección”, la cual es sólo para pecadores.

Al iniciarse el Milenio, los mártires resucitarán literalmente para reinar literalmente con Cristo durante el Milenio. Este evento se identifica como la “primera resurrección”. El apóstol Juan ve las “almas” de los creyentes físicamente muertos (v.4), y no los cuerpos carnales de cristianos vivos en la tierra. “Vi las almas de los decapitados.” No se trata de almas que moren en cuerpos de carne y sangre sino de almas que abandonaron cuerpos físicos decapitados. Viven y reinan “con Cristo” (v.4 y 6). Cristo las viste de nuevos cuerpos resucitados. La "primera resurrección" debe interpretarse como literal porque el evento ocurre en determinado tiempo de la Era Cristiana, a saber, antes del Milenio.

3) Los cristianos seremos sacerdotes y reinaremos con Cristo (Apocalipsis 20:6)

Llamados a ser sacerdotes y reyes en el milenio.
“Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años” (v.6) Los discípulos de Jesucristo tenemos la esperanza de la manifestación futura de los hijos de Dios, cuando se dará a conocer quienes fuimos realmente (ver “Claves Para La Felicidad”, II Parte). Esa manifestación será la “primera resurrección”. Para los cristianos difuntos o que estén durmiendo en Cristo, será la resurrección y transformación de sus cuerpos. Para los que estén vivos será el “rapto o arrebatamiento”. A este acontecimiento se denomina “la primera resurrección”.

En cuanto al arrebatamiento de los cristianos, hay tres posturas teológicas, dependiendo el momento histórico en que se realiza: a) antes de la tribulación; b) a la mitad de la tribulación; y c) después de la tribulación. Nosotros creemos en el arrebatamiento pre-tribulacional. “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1Tesalonicenses 4: 16) En la Segunda Venida de Jesús tendrá lugar la resurrección de los justos. La Biblia llama a esta resurrección la primera resurrección: "Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene potestad sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él por mil años." (Apocalipsis 20:6)

Cuando Jesucristo venga en Su segunda venida, los “justos vivientes” serán arrebatados: "Luego nosotros los que vivamos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para salir al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor." (1 Tesalonicenses 4:17)

Participar en la primera resurrección será una gran bendición. Primero no tendremos parte en la segunda muerte o muerte eterna; segundo seremos sacerdotes o mediadores de Jesucristo ante los hombres; y tercero, reinaremos con Él durante mil años. Jesús dijo que habría dos resurrecciones: "No os asombréis de esto; porque va a llegar la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán su voz; y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación." (San Juan 5:28, 29)

Los “impíos muertos”, es decir los que no fueron salvos de todos los siglos pasados no serán perturbados o resucitados en la segunda venida de Jesús: "Pero los otros muertos no volvieron a vivir hasta que se cumplieron los mil años." (Apocalipsis 20:5)

Los mil años de paz comienzan inmediatamente después de la Segunda Venida corporal de Jesucristo, cuando vence al Anticristo en la Batalla De Armagedón (Apocalipsis 16:16) y finalizan con la segunda resurrección, la resurrección de los impíos.

“13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia, y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos a manera de ranas; 14 pues son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra en todo el mundo, para reunirlos a la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso. 15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela, y guarda sus ropas, para que no ande desnudo, y vean su vergüenza. 16 Y los reunió en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.” (Apocalipsis 16:13-16)

“11 Entonces vi el cielo abierto; y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. 12 Sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. 13 Estaba vestido de una ropa teñida en sangre; y su nombre es: El Verbo De Dios. 14 Y los ejércitos celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. 15 De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. 16 Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey De Reyes Y Señor De Señores. 17 Y vi a un ángel que estaba en pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos a la gran cena de Dios, 18 para que comáis carnes de reyes y de capitanes, y carnes de fuertes, carnes de caballos y de sus jinetes, y carnes de todos, libres y esclavos, pequeños y grandes. 19 Y vi a la bestia, a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su ejército. 20 Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un lago de fuego que arde con azufre. 21 Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.” (Apocalipsis 19: 11- 21)

Conclusión.
La triple revelación de Dios para nosotros en el texto de Apocalipsis nos dice que:
1) Satanás será atado y arrojado al abismo por mil años (v.1-3)
2) Israel gobernará las naciones durante el milenio (v.4-5)
3) Los cristianos seremos sacerdotes y reinaremos con Cristo (v.6)
Si creemos en esta revelación:
a) Viviremos confiados en que toda autoridad está en manos de Jesucristo y no del diablo, el cual será un día atado por mil años.
b) Respetaremos al pueblo judío y no lo denigraremos ni culparemos por haber muerto a Jesús, y adoptaremos una posición humilde frente a ellos, sabiendo que el Señor les mira como pueblo escogido, y que reconocerá en Él al Mesías.
c) Caminaremos nuestra vida cristiana como discípulos, cristianos íntegros, para ser merecedores del galardón de llegar a ejercer como sacerdotes y reinar con Cristo en el milenio.

En otras palabras, la revelación nos insta a la esperanza, la humildad y la obediencia a Cristo como Señor. Como hijos de Dios podemos tener la seguridad de un futuro promisorio en esta Tierra, durante un período de mil años.


PARA REFLEXIONAR:
1) ¿Cuántas resurrecciones dijo Jesús que ocurrirían?
2) ¿Cuándo tendrá lugar la resurrección de los justos?
3) ¿Cómo le llama el Apocalipsis a esta resurrección de los justos?
4) ¿Qué les ocurre a los "justos vivientes" cuando viene Jesús?
5) ¿Qué les ocurre a los "impíos vivientes" cuando viene Jesús?
6) ¿Cómo sabemos que los "impíos muertos" (los que no fueron salvos de todos los siglos pasados) no serán perturbados o resucitados en la segunda venida de Jesús?

BIBLIOGRAFÍA.
1) http://www.geocities.com/CollegePark/Library/6864/historia_sanagustin.html

lunes, agosto 18, 2008

LA VERDAD DE DIOS

CLAVES PARA LA FELICIDAD
IV PARTE

Pastor Iván Tapia

Lectura Bíblica: Salmo 73

Propósitos de la Charla: a) No envidiar a los impíos en sus éxitos; b) Conocer el destino de los impíos y el de los santos; c) Afirmar el corazón del discípulo en la Verdad.

SALMO 73
Salmo de Asaf.

1 Ciertamente es bueno Dios para con Israel,
Para con los limpios de corazón.
2 En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies;
Por poco resbalaron mis pasos.
3 Porque tuve envidia de los arrogantes,
Viendo la prosperidad de los impíos.

4 Porque no tienen congojas por su muerte,
Pues su vigor está entero.
5 No pasan trabajos como los otros mortales,
Ni son azotados como los demás hombres.
6 Por tanto, la soberbia los corona;
Se cubren de vestido de violencia.
7 Los ojos se les saltan de gordura;
Logran con creces los antojos del corazón.
8 Se mofan y hablan con maldad de hacer violencia;
Hablan con altanería.
9 Ponen su boca contra el cielo,
Y su lengua pasea la tierra.

10 Por eso Dios hará volver a su pueblo aquí,
Y aguas en abundancia serán extraídas para ellos.
11 Y dicen: ¿Cómo sabe Dios?
¿Y hay conocimiento en el Altísimo?
12 He aquí estos impíos,
Sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas.
13 Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón,
Y lavado mis manos en inocencia;
14 Pues he sido azotado todo el día,
Y castigado todas las mañanas.

15 Si dijera yo: Hablaré como ellos,
He aquí, a la generación de tus hijos engañaría.
16 Cuando pensé para saber esto,
Fue duro trabajo para mí,
17 Hasta que entrando en el santuario de Dios,
Comprendí el fin de ellos.
18 Ciertamente los has puesto en deslizaderos;
En asolamientos los harás caer.
19 ¡Cómo han sido asolados de repente!
Perecieron, se consumieron de terrores.
20 Como sueño del que despierta,
Así, Señor, cuando despertares, menospreciarás su apariencia.

21 Se llenó de amargura mi alma,
Y en mi corazón sentía punzadas.
22 Tan torpe era yo, que no entendía;
Era como una bestia delante de ti.
23 Con todo, yo siempre estuve contigo;
Me tomaste de la mano derecha.
24 Me has guiado según tu consejo,
Y después me recibirás en gloria.
25 ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti?
Y fuera de ti nada deseo en la tierra.
26 Mi carne y mi corazón desfallecen;
Mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre.

27 Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán;
Tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta.
28 Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien;
He puesto en Jehová el Señor mi esperanza,
Para contar todas tus obras.


En China ha habido más de 23 mil personas arrestadas por causa de su fe cristiana. Muchos de los que murieron como mártires lo hicieron por su inquebrantable fidelidad a Cristo. Watchman Nee, quien se convirtió en uno de ésos mártires, llevó una vida y ministerio que ocupa un lugar importantísimo en la historia de la cristiandad china, y no sólo de ese país, sino de la cristiandad del mundo.

Watchman Nee nació en 1903 en Fuchow, China. Aunque nació en el seno de una familia conocedora del Evangelio, lo rechazó durante casi toda su adolescencia.

Tratando de decidir si creer o no en el Señor, comenzó a orar. Repentinamente, a la edad de 17 años, lo envolvió la magnitud de sus pecados y la realidad de Jesucristo. Nee aceptó a Cristo en la soledad de su cuarto de baño. Su nombre original, Shu-Tsu derivó al más conocido Watchman, en español “atalaya” o “vigilante”.

Después de este giro, construyó su vida en torno a Dios. Se sumergió en el estudio y la lectura de libros cristianos llegando a contar con una biblioteca de 3000 libros cristianos, llegando a ser uno de los mayores conocedores en materia de Historia de la Iglesia.

Más adelante dejó la escuela secular para entrar en al Instituto Bíblico de Dora Yu en Shangai. A causa de su gran apetito de conocimiento y frecuentes observaciones le solicitaron que abandonara el Instituto. Nee retornó a la escuela y terminó sus estudios graduándose en el Anglican Trinity College.

Watchman Nee tenía una carga doble que él satisfizo con éxito: llevar un testimonio del Señor Jesús y establecer iglesias locales. Comenzó esta tarea viajando con otros cristianos para compartir el Evangelio con personas que nunca habían oído hablar de Jesucristo. Su profundidad, conocimiento y experiencia personal de la resurrección de Cristo llevó a que se publicaran muchos de sus mensajes y una gran cantidad de libros.

Centrándose en el establecimiento de Iglesias, comenzó pequeñas reuniones en casas de familia. Cuando los grupos crecían, era necesario encontrar un lugar adecuado para poder realizar reuniones con mayor comodidad. Esas casa-iglesias se conocieron como “la pequeña multitud” y comenzaron a extenderse a través de China.


Debido a su inquebrantable fidelidad a Dios, debió soportar muchos sufrimientos durante los años de su ministerio. Creyó que debía llevar una vida absolutamente consagrada a la vocación para la que había sido llamado por Dios y rechazó todas las posibilidades de empleo que le fueron ofrecidas.

Los problemas de salud fueron una fuente de dolor que debió soportar. La tuberculosis, una gastritis crónica, angina de pecho eran algunos de las enfermedades que afectaron su salud. Pero no era esa la única fuente de aflicción. Su mayor preocupación concernía al creciente número de hermanos que se reunían en las iglesias locales, muchos de los cuales causaban problemas debido a inmadurez e incompetencia.

Cuando W. Nee predicó sobre la necesidad de preservar la verdad de las Escrituras y protestó sobre aspectos denominacionales del ministerio, esto le condujo a una ruptura temporal de las relaciones con la Iglesia en su ciudad natal.

Cuando a finales de los años ´40 los comunistas tomaron el poder, Nee se convirtió en un blanco obvio. Su ministerio y creencia cristiana contradijo cada vez más al Partido Comunista. En 1952, Nee fue arrestado, acusado por su fe y por su liderazgo de iglesias. Lo encarcelaron en 1956. Luego de más de 15 años de confinamiento en una celda, el “vigilante” Nee murió en mayo de 1972.

El ministerio y la trascendencia de este siervo de Dios para el cristianismo chino y mundial es imponderable. Watchman Nee fue un misionero, un estudioso, un escritor, un pastor y finalmente un mártir. Sus libros han sido traducidos a varios idiomas y se utilizan con frecuencia para los estudios de la Biblia. Las iglesias-casa como "la pequeña multitud” no han cesado de crecer.
Aunque no está más aquí, la herencia de Nee “el vigilante” vive todavía.

La vida de W. Nee es un ejemplo de fidelidad a Jesucristo al punto de dar su vida por la Verdad. Fue un verdadero discípulo de Jesucristo que edificó su vida en la Roca de los siglos. ¿Sobre qué fundamento hemos edificado nuestras vidas? ¿Lo hemos hecho sobre una base de sustentación débil, insegura, ineficaz para sostenernos en toda circunstancia? Watchman Nee fue un hombre feliz y es sin duda feliz en la eternidad junto al Padre, porque renunció a sí mismo, al mundo y al diablo, para seguir a Jesucristo, la Suprema Felicidad.

La verdadera felicidad no es el placer ni una vida sin problemas; todo lo contrario una vida feliz requiere del sufrimiento para crecer y de los problemas para desarrollar virtudes. La felicidad eterna se sustenta en la Sabiduría de Dios, en la Esperanza de la manifestación de Jesucristo y de los hijos de Dios y en la Justicia Divina, que es la reivindicación de nuestra posición ante Dios por la fe en Jesucristo. Hoy añadiremos a esta “cadena” otro importantísimo “eslabón”: la Verdad.

"Est vir qui? ¿Qué es la Verdad?", preguntó Pilatos. Estaba frente a la Verdad misma y no le reconoció. Qué horrible es para un discípulo tener la Verdad, llevarla en el corazón y no asumirla como tal. O sea teniendo la Verdad, Jesucristo, no creer totalmente en ella. A veces sucede esto con los cristianos. La Verdad “habita” en nosotros y no creemos absoluta, definitiva y totalmente en ella. Entonces necesitamos ser tratados por Dios al respecto, para crecer en esperanza y fe. Necesitamos pasar ciertas circunstancias que nos lleven a declarar, como el salmista Asaf:

“La roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre”

Hubo un hombre que fue duramente probado pero que salió victorioso. Como Job y el maestro de Eclesiastés, él cuestionó el orden moral al ver la prosperidad de los malvados y el sufrimiento de los justos. El Señor tuvo que revelarle quién era él y quiénes aquellos cuya suerte él envidiaba. Este hombre se llamaba Asaf y escribió el salmo que veremos a continuación. Es un canto de sabiduría que contrasta los destinos de los impíos y de los justos; una verdadera confesión de fe, que nos conducirá a no envidiar a los impíos en sus éxitos y nos aclarará cual es el destino de los incrédulos y cuál el destino de los que aman a Dios.

Asaf, el músico y poeta del templo.
Su nombre significa “el que se junta”, fue un célebre músico del tiempo de David, levita y uno de los directores de la música del templo. Al parecer el cargo era hereditario en su familia. Se le llama también profeta (2 Crónicas 29:30) y su nombre se halla prefijo en doce salmos, escritos tal vez para que él o su familia los cantaran.

Asaf era uno de los músicos principales de David y uno de los escritores de los Salmos del Salterio, como lo atestiguan los siguientes textos bíblicos: “El hermano de Hemán, Asaf, estaba a su mano derecha: Asaf, hijo de Berequías, hijo de Simea” (1 Crónicas 6:39); “Entonces los levitas nombraron a Hemán hijo de Joel; y de sus hermanos a Asaf hijo de Berequías; y de los hijos de Merari, sus hermanos, a Eitán hijo de Cusaías” (1 Crónicas 15:17); “Asaf el jefe, y segundo después de él, Zacarías; después Jeiel, Semiramot, Jehiel, Matatías, Eliab, Benaía, Obed-edom y Jeiel, con instrumentos musicales, arpas, liras; también Asaf tocaba címbalos muy resonantes” (1 Crónicas 16:5); “Entonces en aquel día David, por primera vez, puso en manos de Asaf y sus parientes este salmo para dar gracias al SEÑOR:” (1 Crónicas 16:7); “todos los levitas cantores, Asaf, Hemán, Jedutún y sus hijos y sus parientes, vestidos de lino fino, con címbalos, arpas y liras, estaban de pie al oriente del altar, y con ellos ciento veinte sacerdotes que tocaban trompetas” (2 Crónicas 5:12); “Porque en los días de David y Asaf, en tiempos antiguos, había directores de los cantores, cánticos de alabanza e himnos de acción de gracias a Dios” (Nehemías 12:46)

Tal vez escribió para el rey este salmo donde describe la relación especial de él con Dios y la conducta digna de un soberano (v.23).

Algunos detalles del salmo de Asaf.
Dios en este salmo se describe así:
- Dios es bueno con Israel (v.1)
- Dios hará volver a su pueblo aquí, y aguas en abundancia serán extraídas para ellos (v.10)
- Al entrar en el santuario de Dios comprendió (v.17)
- La roca de nuestro corazón es Dios (v.26)

Se muestra la debilidad del creyente frente a la aparente “injusticia” del éxito de los incrédulos:
- “casi se deslizaron mis pies” (v.2)
- “tuve envidia de los arrogantes” (v.3)
- “se llenó de amargura mi alma, Y en mi corazón sentía punzadas” (v.21)
- “Mi carne y mi corazón desfallecen” (v.26)

Los personajes del salmo:
- Dios, el Altísimo (v.11)
- Asaf
- Los limpios de corazón (v.1), su pueblo (v.10), la generación de tus hijos (v.15)
- Los arrogantes (v.3), los otros mortales (v.5), los demás hombres (v.5), los impíos (v.12)
- Aquél que de ti se aparta (v.27)

En este salmo se expresan sentimientos de:
- Debilidad
- Envidia
- Culpa
- Remordimiento
- Amargura
- Desfallecimiento
- Dudas

1. El problema de Asaf.
En la primera estrofa Azaf expresa cuan bueno es Dios para con sus hijos, los limpios de corazón. Confiesa su debilidad al haber dudado de su camino y envidiar la prosperidad de los impíos. El éxito no es solamente para los que sirven a Dios, sino que puede tenerlo cualquier persona. En esta estrofa se muestra claramente el origen del problema: la envidia y la falta de comprensión del plan de Dios para la vida del ser humano. Estos son sentimientos con los cuales puede identificarse cualquier cristiano. El problema de Asaf, su envidia y fe en la Verdad, es el problema básico de muchos hijos de Dios.

2. Los contrarios de Asaf.
La segunda estrofa hace una descripción de los impíos: no se preocupan de la muerte; tienen buena salud; no sufren calamidades como el resto de los hombres; no son explotados; son soberbios y violentos contra los demás; comen bien y logran todo lo que quieren; se burlan y hacen ostentación de su poder; hablan con altanería; no tienen en cuenta a Dios y viven para sus placeres. Una característica que destaca el salmista en estos hombres es que son arrogantes, soberbios, altaneros.

3. Las dudas de Asaf.
La tercera estrofa dice según una versión más actualizada: “Por eso el pueblo de Dios vuelve a este lugar, y beben las aguas de la abundancia. / Y dicen: ¿Cómo lo sabe Dios? ¿Y hay conocimiento en el Altísimo? / He aquí, estos son los impíos, y, siempre desahogados, han aumentado sus riquezas. / Ciertamente en vano he guardado puro mi corazón y lavado mis manos en inocencia; / pues he sido azotado todo el día y castigado cada mañana.” (Salmo 73:10-14, BDLA) En una versión popular, el primer verso de esa estrofa es traducido: “Por eso la gente los alaba y no encuentra ninguna falta en ellos.” (DHH) En nuestra versión “Por eso Dios hará volver a su pueblo aquí, Y aguas en abundancia serán extraídas para ellos” pareciera decirnos este oscuro pasaje que el Señor nos hará volver a esta confrontación, hasta que aprendamos que no debemos envidiar al malvado. El pueblo de Dios se confunde; dan vuelta acá y acullá, perplejos, dudando del conocimiento y cuidado de Dios. Esta estrofa da cuenta de las dudas del salmista y el pueblo. Este salmo es una escalera de fe y puede dividirse en dos partes: a) Los peldaños que Asaf descendió alejándose de Dios (v.1-14) y los peldaños que escaló de regreso al Señor (v.15-28)

El meollo de este salmo se encuentra aquí: “Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, Y lavado mis manos en inocencia; / Pues he sido azotado todo el día, Y castigado todas las mañanas” (v.13,14) La duda en la Verdad de Dios es el problema de Asaf y de muchos cristianos.

4. La visión de Asaf y el destino de los impíos.
El dilema se resuelve en la cuarta estrofa por medio de una visión profética recibida en el templo, que revela los destinos diferentes de los justos y los malvados. No fue fácil para Asaf hallar la solución a su lucha interior “Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí” (v.16). Si no hubiera entrado en el santuario de Dios, en Su Presencia, no habría comprendido el fin de los impíos. Los tres versículos siguientes nos hablan acerca de su suerte: se deslizarán, “los pones en lugares resbaladizos” (v.18; BDLA); serán asolados, destruidos, “los arrojas a la destrucción” (v.18; BDLA); su fin será repentino, sin aviso “¡Cómo son destruidos en un momento! Son totalmente consumidos por terrores repentinos” (v.19; BDLA); viven como en un sueño y cuando despierten el Señor los menospreciará (v.20).

Para los impíos sólo espera la destrucción (v.20, 27) “los que están lejos de ti perecerán; tú has destruido a todos los que te son infieles” (v.27; BDLA).

5. El destino de los justos.
Azaf fue tentado a envidiar a los impíos, quienes parecían no tener problemas y aumentaban sus riquezas sobre las espaldas de aquellos de quienes se aprovechaban, pero entonces consideró su destino final. Entonces, en contraste con lo que ellos anhelaban en sus vidas, declara que lo más importante para a él es Dios: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a Ti? Y fuera de Ti nada deseo en la tierra” (v.25). Para él, una relación con Dios es lo que más importaba sobre todo lo demás en la vida.

La quinta estrofa comienza con la autocrítica que hace el salmista acerca de su comportamiento, se considera como un animal sin entendimiento. Reconoce la guía de Dios en esas tinieblas en que caminó: “Me tomaste de la mano derecha. / Me has guiado según tu consejo” (v. 23, 24); es la acción del Espíritu Santo en la vida de los cristianos, el Espíritu que nos convence de pecado, regenera, habita, sella, enseña, recuerda las cosas cuando las necesitamos, guía, revela la Verdad, consuela y ayuda, da dones, llena, fructifica, potencia y unge. Descubre así cual es el fin de los santos: Dios nos recibirá en gloria. La esperanza de Asaf es Dios, el mejor deseo, el Supremo Bien en la tierra; “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra.” (v. 25). Aunque desfallezca nuestra vida en esta tierra, siempre se afirmará el corazón en la Roca, Jesucristo. Necesitamos aferrarnos totalmente a Él, para no dudar y esperar confiadamente en nuestra Porción.

6. Conclusión y enseñanza de Asaf.
La sexta y última estrofa de este salmo contiene la conclusión y enseñanza. Quienes se aparten de Dios serán destruidos. La decisión del salmista es acercarse a Jehová y poner en Él toda su esperanza. En Dios debe estar nuestra mirada y no en la prosperidad en esta tierra.

El corazón de los impíos, los que no tienen a Dios, es arrogante, soberbio, orgulloso, altanero. Son prósperos, mas Dios de repente los hace caer. Allí quedan botados, sin esperanza.

El corazón de los santos a veces, cuando no se han desarrollado en fe y esperanza, puede sentir envidia de los incrédulos y hasta desfallecer en su confianza. Pero, en el santuario, Dios les revelará cual será el fin de unos y otros: para los impíos la perdición eterna, la destrucción y para los que tienen fe, salvación y prosperidad espiritual sin fin.

El corazón de los santos debe estar afirmado en la roca de la Verdad y no tambalear de ella. Dios es su territorio, su “porción”. A los israelitas les fue dada una porción de tierra por cada tribu. Los cristianos hemos recibido como porción a Jesucristo. Él es la Verdad, la Roca sobre la que debemos permanecer inamovibles, sin importar lo que nos suceda o lo que veamos.

La felicidad de la que hablamos es la felicidad eterna, que se apoya y fundamenta en la Verdad. La Verdad personificada es Cristo. Digamos con toda convicción, junto al salmista, “La roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre”

PARA REFLEXIONAR:
1) ¿Cómo aplicaremos esta enseñanza para nuestra felicidad eterna?
2) ¿Ha tambaleado alguna vez su corazón de la Verdad? ¿En qué circunstancias? y ¿cómo lo ha superado usted?
3) ¿Cómo concilia usted los conocimientos adquiridos en el mundo con el conocimiento del Señor?


BIBLIOGRAFÍA.
1) Roberto Jamieson, A.R. Fausset & David Brown; “Comentario Exegético y explicativo de la Biblia”; Tomo I: El Antiguo Testamento; Casa Bautista de Publicaciones; 1958.
2) “Biblia de Estudio La Biblia de las Américas”; The Lockman Foundation; California; U.S.A.; 2000.
3) “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular”; Sociedades Bíblicas Unidas; 1979.
4) “La Santa Biblia”; Reina – Valera; Broadman & Colman Publishers; Tennessee; U.S.A.; 1960.
5) “Conociendo al Espíritu Santo”; “En Contacto”; Ministerios En Contacto; Febrero, 2004.
6) Juan Medina & Les Thompson; “El Mensaje que Predicamos”; Ministerios LOGOI; Florida; U.S.A.; 2008.
7) “Biografías” http://biografas.blogspot.com/2006/11/watchman-nee.html

lunes, agosto 11, 2008

LA JUSTICIA DE DIOS

Una moneda acuñada en el Siglo IV antes de Cristo, con la inscripción de YHWH
En general las monedas judias tenían muchas imágenes
CLAVES PARA LA FELICIDAD
III PARTE


Pastor Iván Tapia


Lectura Bíblica: Filipenses 3:7-11

Propósitos de la Charla: a) Diferenciar la justicia humana de la justicia Divina; b) Comprender y aplicar el concepto bíblico de justicia y justificación; c) Valorar la justificación por medio de la fe en Jesucristo.

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. / Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, / y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; / a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, / si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:7-11)

Había en un pueblo del medio oriente una mujer de escasos recursos. Ella tenía guardadas en un lugar seguro de su casa diez monedas de plata. Era de lo que su marido le dejaba cuando volvía de su trabajo, para las compras de alimentos en el mercado y otras necesidades. Un día, al ir a tomar el dinero, se le cayó una de las monedas y se preocupó mucho, pues era el ahorro que había logrado hacer. Entonces comenzó a buscarla por todo el piso empedrado de la casa, encendió una lámpara y buscó sin hallarla, barrió todo el lugar con la esperanza de recuperarla ¿Qué le diría a su esposo cuando llegara? Buscó diligentemente casi todo el día hasta que por fin la vio reluciente en una esquina, junto a un viejo mueble. Tanta fue su alegría que llamó a sus amigas y vecinas para que juntas se regocijaran con ella. (San Lucas 15:8-10)

Los seres humanos buscamos algo que perdimos. Si alguien busca algo es porque no lo tiene; nadie busca algo que ya tiene, y el que algo busca sabe o a lo menos intuye lo que busca. Los artistas buscan la belleza, los científicos la verdad, los políticos el poder, los empresarios el dinero, los trabajadores la subsistencia y la prosperidad, los religiosos la salvación de sus almas. Todos buscamos algo. En verdad todos los seres humanos de este planeta buscamos algo que perdimos, nuestra primera condición de criaturas en comunión con su Creador. Tal vez la gran mayoría no esté consciente de ello, pero es una realidad. ¿Qué nos conecta o nos re conecta con esa realidad espiritual? La filosofía y la religión; por excelencia esta última. De cómo llevemos nuestra religión, si la tenemos, dependerá la satisfacción de la recuperación de esa condición primera del hombre y la mujer.

A esa búsqueda la mayoría de la gente llama “felicidad”. Todos buscan su felicidad, un buen pasar, la satisfacción de todas sus necesidades y el disfrute de la vida. Hoy por hoy el placer es el principal acicate para vivir; las masas humanas van en pos de todo lo que les pueda brindar ese placer, en el sexo, el dinero, el poder, el deporte, la autorrealización, etc. Se busca la felicidad en lo externo, en el hacer, pero también, no podemos negarlo, se busca la felicidad en lo interno. Una gran cantidad de escuelas filosóficas, sectas y religiones intentan brindar a las personas ese camino de realización personal espiritual que les conduzca hacia la felicidad.

La felicidad es algo que perdimos. La Biblia nos muestra y demuestra que el ser humano no siempre fue el mismo. Hubo un tiempo en que compartió familiarmente con Dios y fue feliz en la inocencia, cuidando y labrando el jardín del Edén, compartiendo su vida en pareja, sin culpas, dolor ni enfermedad. Ese estado se perdió cuando entró el pecado en él. Allí comienza su peregrinar por una tierra hostil, por una vida difícil de llevar.

Pero el origen de este mal va más atrás, se origina en los cielos con la rebelión del querubín Lucifer, quien “Por haberse estirado en su altura levantando su copa hasta las nubes, y haberse engreído su corazón por su grandeza” fue expulsado de la presencia de Dios (Ezequiel 31) El Espíritu Santo dice de él: ”Tu esplendor ha caído en el Seol...¿Cómo has caído desde el cielo, brillante estrella, hijo de la Aurora?...Te decías en tu corazón: el cielo escalaré, encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono...Subiré a las alturas de las nubes, seré igual al Altísimo” (Isaías 14:11-14). Y en otro pasaje aclara: “Tú eras el dechado de la perfección, lleno de sabiduría y de espléndida belleza. En el Edén, jardín de Dios, vivías. Innumerables piedras preciosas adornaban tu manto: rubí, topacio, diamante, crisólito, piedra de ónice, jaspe, zafiro, carbunclo y esmeralda; de oro era el borde de tu manto, de oro las incrustaduras, todo a punto desde el día en que fuiste creado. Como un querubín protector yo te había puesto en el monte santo de Dios. Eras perfecto en tus caminos desde el día en que fuiste creado, hasta que apareció en ti la iniquidad. Con el progreso de tu tráfico te llenaste de violencia y pecados; y yo te he arrojado del monte de Dios y te he exterminado, oh querubín protector, de entre las brasas ardientes. Tu corazón se había engreído por tu belleza. Tu sabiduría estaba corrompida por tu esplendor. Y Yo te he derribado en tierra y te he presentado como espectáculo a los reyes” (Ezequiel 28:12-17)
Desde aquel tiempo, el “ángel de luz”, Lucifer, ahora llamado Satán, hostiga al hombre, para contravenir a Dios. El diablo le tiene preso, sometido a su arbitrio, como lo asegura la Palabra de Dios: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, / en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, / entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:1-3)

Si somos víctimas del reino de tinieblas, del imperio de Satanás, de nuestra débil naturaleza caída, del pecado que nos asecha, del enemigo de nuestras almas, de la desobediencia de Adán y Eva, entonces necesitamos ser rescatados.

Si hemos sido perseguidos y oprimidos por un ser espiritual de maldad que sólo desea nuestra destrucción, si nos oprimen las culpas, las enfermedades, los dolores, las tristezas, las heridas, los traumas, los complejos y todo tipo de elemento diabólico, necesitamos en forma urgente ser liberados de esa opresión.

Si hemos perdido por culpa del enemigo de Dios, de nuestros primeros padres y por nuestra mala conducta, la imagen primigenia dada por Dios en el Edén; si hemos perdido la libertad, la verdad, el amor, la fe en el Creador Todopoderoso, es que necesitamos ser reivindicados, reclamar nuestro derecho a la vida dado por Dios. Tenemos derecho a la vida en comunión con nuestro Padre Celestial y ese derecho nos fue robado, como dice el Maestro: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia” (San Juan 10:10)

Si hemos perdido nuestra calidad de “justos”, necesitamos ser justificados. Pues bien hay Uno que nos reivindica y hace justos, Uno que nos justifica, nos devuelve nuestros derechos, nos libera de toda opresión, nos rescata, salva de la perdición eterna y sana de toda enfermedad. Ese es Jesucristo.

El concepto de justicia recorre toda la Biblia. No se trata sin embargo de una justicia imparcial en el sentido occidental, la justicia conforme a la norma abstracta de "dar a cada uno lo suyo". En la Biblia la justicia se refiere más bien y en primer lugar a un contexto concreto de relaciones sociales. Específicamente justicia significa rescatar a la victima, liberar al oprimido. Expresa por lo tanto algún tipo de reivindicación o justificación.

Reivindicar deriva del latín res, rei, cosa, interés, hacienda, y vindicāre, reclamar. Por tanto reivindicar es reclamar algo a lo que se cree tener derecho Ej.: Reivindicó los derechos de los trabajadores; argumentar en favor de algo o de alguien Ej: Reivindicó la sencillez en el arte; reclamar para sí la autoría de una acción.; reclamar o recuperar alguien lo que por razón de dominio, cuasi dominio u otro motivo le pertenece.

La Biblia enseña que la felicidad humana, se funda en la Sabiduría de Dios y en la Esperanza de la manifestación de Jesucristo y de los hijos de Dios. Hoy veremos un tercer aspecto, clave para nuestra felicidad eterna: la Justicia.

La verdadera justicia es reivindicación de nuestra posición ante Dios y se realiza por la fe en Jesucristo y no por obras humanas.

1. La justicia propia que es por las obras.
¿En qué consiste la propia justicia de la cuál escribe San Pablo cuando dice “no teniendo mi propia justicia, que es por la ley” (v.9)? Para responder esta interrogante necesitamos devolvernos al verso donde el Apóstol declara: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo” (v.7)

Dice que todo lo que para él era ganancia, ahora lo estima pérdida por seguir a Jesucristo. ¿Qué era para él tan importante antes de conocer a Jesús? Lo señala en los versículos anteriores: “Aunque yo tengo también de qué confiar en la carne. Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: /circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos; en cuanto a la ley, fariseo; /en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible” (v.4-6)

Examinemos cada uno de estos aspectos u obras que podían a Pablo hacerle recuperar su condición de “hijo de Dios”, reivindicarse o justificarse ante el Señor como un hombre justo.

a) Era tradición judía que a los ocho días después de nacer, se circuncidara al bebé. Esto era tan sólo un ritual ¿Puede un ritual religioso devolvernos nuestra condición de “hijos de Dios” o darnos la salvación? No “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; / no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8,9)

b) Pablo pertenecía al linaje de Israel; el nombre Israel procede de un pasaje de la Biblia donde el patriarca bíblico Jacob, después de luchar durante toda la noche contra un ángel, y vencerlo, provocó la admiración del mensajero divino, que lo bendijo y le cambió su nombre por el de Yisra'el, es decir, «El que lucha con Dios» (Génesis 32:28-30). Por ello, las tribus que se confederaron y se reconocieron como descendientes de Jacob se llamaron a sí mismas “hijos de Israel” o “israelitas”. ¿Puede una genealogía o la pertenencia a un pueblo o raza adjudicarnos la condición de “justos”? No “Pues no es judío el que lo es exteriormente, ni es la circuncisión la que se hace exteriormente en la carne; sino que es judío el que lo es en lo interior, y la circuncisión es la del corazón, en espíritu, no en letra; la alabanza del cual no viene de los hombres, sino de Dios” (Romanos 2:28-29).

c) El nombre Benjamín proviene del hebreo Ben iamin: hijo de la diestra. Se refiere a la derecha como símbolo de fuerza o virtud. Según la Biblia es el hijo menor del patriarca Yaakov (Israel) y Rajel (Raquel). Por extensión, generalmente se le llama «el benjamín» al hijo menor de una gran familia. La tribu de Benjamín perteneció al reino del Sur o de Judá. Cuando en 922 a. C. el reino de Israel fue dividido, las tribus de Judá y Benjamín permanecieron fieles a Roboam, formando el reino de Judá con capital en Jerusalén. Roboam luchó contra el rey Jeroboam de Israel, guerra que mantuvo su hijo Abías o Abiyam (2 Crónicas 12 y 13), acabando con su ejército y tomando Betel. ¿Será el orgullo de pertenecer a una familia con cierto apellido motivo de justificación ante Dios? No pues “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; / los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios.” (San Juan 1:12,13)

d) El Apóstol se considera un auténtico hebreo y en cuanto a la ley, fariseo. Los fariseos (פרושים perushim, de parash que significa "separar") eran una comunidad judía que existió hasta el segundo siglo de la presente era. El grupo atribuía su inicio al período de la cautividad babilónica (587 a.C. – 536 a.C.). Algunos sitúan su origen durante la dominación persa o los consideraban sucesores de los hasidim (devotos). Se definieron como partido durante la revuelta de los macabeos contra los invasores sirios (167 – 165 a.C.) Sus creencias pueden resumirse en: 1. La predestinación; 2. La inmortalidad del alma; 3. Creencia en la vida espiritual (Hechos 23:6-9); 4. Creían en una recompensa final por las buenas obras; 5. Que las almas de los malvados eran retenidas por siempre debajo de la tierra; 6. Creían que los virtuosos resucitaban e incluso migraban a otros cuerpos(Hechos 23:8); 7. Aceptaban las Escrituras del Antiguo Testamento; 8. Alentaban la habitual esperanza mesiánica judía, a la que habían dado un giro material y nacionalista. ¿La pertenencia a una doctrina es la que me asegura la salvación? No porque es necesario más que tener un conocimiento intelectual, tener una experiencia personal espiritual con Dios, como dice Jesús a un maestro de Israel: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. / Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? / Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. / Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (San Juan 3:3-6)

e) Pablo fue un celoso perseguidor de los primeros cristianos (Hechos 8:3; 9:1-2) ¿Es el celo religioso, la pasión o fanatismo por el cristianismo lo que nos puede “justificar”? No pues hay un celo que no está de acuerdo a la voluntad de Dios, como dice la Escritura: “Hermanos, ciertamente el anhelo de mi corazón, y mi oración a Dios por Israel, es para salvación. / Porque yo les doy testimonio de que tienen celo de Dios, pero no conforme a ciencia. / Porque ignorando la justicia de Dios, y procurando establecer la suya propia, no se han sujetado a la justicia de Dios; / porque el fin de la ley es Cristo, para justicia a todo aquel que cree.” (Romanos 10:1-4)

f) Se consideraba irreprensible en cuanto al cumplimiento de la Ley. ¿Es el cumplimiento de la Ley de Dios garantía de salvación? No, “Ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). Además dice: “Concluimos, pues, que el hombre es justificado por fe sin las obras de la ley” (Romanos 3:28). Y en otro pasaje: “Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2:16).

Todas estas cosas que antes consideraba ganancia, ahora para él son pérdida. Es mucho más valioso Jesucristo que todo lo anterior. ¿Qué es lo valioso para nosotros? ¿Nuestros estudios, posición social, capacidades personales, aquello que nos llena de orgullo acerca de nosotros mismos? ¿Pretendemos servir a Dios con esas “posesiones”?

La justicia que es de Dios por la fe.
Es fuerte la palabra que utiliza San Pablo para aquellas cosas que antes le justificaban: “basura”. “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo” (v.8)

El Apóstol desea ser encontrado en Jesucristo, probablemente en el tiempo de la “manifestación de los hijos de Dios” (recordemos la enseñanza anterior), “ser hallado en él”. El cristiano ya no vive para sí sino para el Señor, vive metido en la mente y el corazón de Jesucristo, vive “en” Cristo, desde el día que fue bautizado, o sea “sepultado” en Cristo.

La correcta justicia es por fe (v.9) y la fe en Cristo. Esa justicia o vindicación abarca los siguientes aspectos:

a) Alcanzar la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, el Salvador del Hombre.

b) Conocer al Señor, el Dueño de toda la creación incluida la Iglesia.

c) Renunciar al mundo por Jesucristo “por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura”. Jesucristo pasa a ser la primera prioridad en la vida del cristiano: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. / Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.” (San Lucas 14:26,27)

d) Ganar a Cristo. “Porque yo por la ley soy muerto para la ley, a fin de vivir para Dios. Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; pues si por la ley fuese la justicia, entonces por demás murió Cristo” (Gálatas 2:19-21)

e) Tener la esperanza de “ser hallado en él”.

f) Apelar a la justicia de Dios y no a la justicia humana “no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino teniendo la justicia que es de Dios por la fe”

Resultados de la correcta justicia.
Los últimos dos versículos del texto que nos ocupa, dan respuesta a la consecuencia del seguimiento de Jesucristo: “a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, / si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (Filipenses 3:10-11). Quien sigue al Señor obtendrá, entre muchas otras bendiciones, las siguientes:

· Conocer a Jesucristo es experimentarlo “a fin de conocerle” (v.10)

· Probar los resultados y el poder de su resurrección en nuestra vida: comunión con el Padre, perdón de los pecados, regeneración de la vida, sanidad interior, prosperidad, etc. “y el poder de su resurrección” (v.10) “Mas por él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:31). Si somos “hijos de Dios, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados” (Romanos 8:17).

· Participar sus padecimientos, “y la participación de sus padecimientos llegando a ser semejante a él en su muerte” (v.11), incluso “llegando a ser semejante a él en su muerte”. La escritura dice “todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12)

· Llegar “a la resurrección de entre los muertos.” “si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos.” (v.11)

Conclusión.
El hombre y la mujer buscan “una moneda perdida”, su felicidad edénica. Esta es posible recuperarla sólo por medio de la justicia Divina. Dios tiene una manera de justificarnos, muy distinta al modo humano. Hay muchas cosas que los hombres hacemos y pensamos distinto a nuestro Creador.

Dicho en paráfrasis, el pasaje estudiado sonaría algo así: “Lo que antes era ganancia para mí lo he desechado por algo que es más importante: ganar a Jesucristo. Antes tenía mi propia justicia, me relacionaba con Dios por medio de mis obras, mis propios méritos. Ahora es Dios el que me justifica y yo sólo pongo fe en Él. El resultado de su justicia es: conocerle, tener Su poder, padecer con Él y resucitar.”

El supremo bien a alcanzar por el cristiano es Jesucristo. De acuerdo a este texto habría dos tipos de justicia o modos de relacionarse con Dios: 1) A la manera humana, por las obras o por la Ley; y 2) A la manera de Dios, por la Gracia en la fe de Jesucristo.

¿Cómo aplicaremos estas palabras de San Pablo a nuestra vida?
1) Relacionándonos con Dios no por nuestras obras sino por la fe en Jesucristo.
2) Quitando todo orgullo o “piadosa vanidad” de nuestra mente, no juzgando a nuestros hermanos y prójimos. No siendo fariseos.
3) Aceptando la justicia de Dios por sobre la justicia o justificación humanas.
4) Poniendo la Ley en su contexto: un modelo de perfección.


BIBLIOGRAFÍA
1) P. Rossel; “Las Tribus de Israel”; Fundación Bíblica La Buena Semilla; Buenos Aires; Argentina; 2003.
2) http://es.wikipedia.org/wiki/Jud%C3%A1
3) http://es.wikipedia.org/wiki/Judea
4) http://es.wikipedia.org/wiki/Fariseo
5) http://www.monografias.com/trabajos10/laju/laju.shtml
6) http://www.notasteologicas.net/spip.php?article18

domingo, agosto 10, 2008

LA ESPERANZA DE LOS HIJOS DE DIOS

CLAVES PARA LA FELICIDAD
II PARTE


Pastor Iván Tapia

Lectura Bíblica: 1 Juan 3:1-3

Propósitos de la Charla: a) Aprender a vivir en esperanza; b) Asimilar el significado e importancia de ser llamado “hijo de Dios”; c) Aceptar y comprender la condición de “desconocidos para el mundo de hoy”; d) Asumir la esperanza de la manifestación de Jesucristo y los hijos de Dios; e) Vivir en santidad y en consecuencia con la esperanza cristiana.

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. / Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. / Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” (1 Juan 3:1-3).

Hubo en Israel un joven de origen humilde y hermosa presencia, cuya ocupación fue atender los rebaños de su padre en las llanuras de Judá. Pasaba su tiempo, mientras vigilaba al carnero, con sus instrumentos musicales, la flauta y el arpa. Era muy valiente y se enfrentaba a las fieras salvajes. En cierta oportunidad con su propia mano y sin ayuda mató a palos a un león y a un oso, cuando intentaron atacar su rebaño. Mientras el joven se involucraba cada vez más con el trabajo de pastor, un sacerdote realizó una visita a su ciudad. Allí ofreció sacrificios y convocó a los ancianos de Israel y a la familia del joven. Allí el sacerdote y profeta reconoció en el joven pastorcillo al elegido de Dios, señalado para suceder en el trono al rey, quien se estaba alejando de los caminos del Señor. Le ungió entonces con aceite en su cabeza de acuerdo a la ley. Tras este suceso, regresó a su vida como pastor de ovejas, y el Espíritu del Señor le acompañó desde ese día en adelante, pero el Espíritu del Señor se alejó del rey. No mucho después de este suceso, el pastor fue enviado a calmar con su arpa el atormentado espíritu del rey, quien sufría los ataques de un espíritu malo. El joven logró dar alivio al rey con su arpa de forma que este comenzó a sentir afecto por él. Después de esto, destacó en las guerras contra los enemigos filisteos. Ya un joven, venció a un gigante campeón de los filisteos sólo con su honda y sin armadura. Cortó la cabeza del gigante con su propia espada. El resultado fue una gran victoria para los israelitas. Sin embargo, la popularidad que el joven consiguiera con su heroísmo despertó los celos del rey, la cual se hizo notar en varias formas. Fue creciendo en el rey un odio hacia la persona de David, y urdió varias estrategias para acabar con su vida. No obstante, todos los complots del cada vez más enfurecido rey fueron inútiles. La admiración del pueblo por el joven héroe aumentaba, al igual que la del hijo del rey con quien tenía una profunda amistad. El rey llegó al extremo de ordenar a todos sus ejércitos mandar a matar al joven pastor y músico sea donde fuera, lo que le obligó a esconderse y huir. Durante largo tiempo la vida de este muchacho sería la de un fugitivo. Había sido ungido por el sacerdote y profeta, llevaba en sí la unción de rey, pero nadie le reconocía como tal, ni él mismo acertaba a comprenderlo. Tendría que sufrir mucho y formar su carácter para llegar a ejercer el llamado que Dios había hecho a su vida. Un día habría de manifestarse quien era él, mientras tanto sólo viviría en esperanza. Esta es la historia del joven David y el rey Saúl (1 Samuel 16, 17, 18)

En varios aspectos se parece este relato a la vida de los cristianos de hoy, que hemos sido ungidos por el Espíritu Santo y llevamos Su poder en nosotros, mas no siempre es manifestado ese poder; que hemos sido nombrados reyes por Dios, pero no gobernamos en este mundo; que sufrimos persecución, burla y rechazo hoy día pero un día será manifestada nuestra verdadera identidad. Así como David tenía una identidad de rey escondida, los cristianos guardamos nuestra identidad de reyes y sacerdotes de Jesucristo, hasta el día de su plena manifestación.

La felicidad humana, según la Sagrada Escritura, se funda primeramente en el temor de Dios y la obediencia a Sus mandamientos, o sea la Sabiduría de Dios. Jesucristo es la encarnación de esa Sabiduría Divina. Hoy veremos un segundo aspecto clave para nuestra felicidad eterna: la Esperanza.

Los discípulos de Jesucristo fundamos nuestra felicidad en la esperanza de que un día se manifestará quienes somos realmente.

1. Los cristianos somos “hijos de Dios”.
La primera epístola de San Juan fue escrita en Éfeso, para ser leída en las iglesias del Asia Menor. Su propósito es recordarles a los discípulos que Dios nos les ha dado vida eterna, la cual se encuentra en Su Hijo; por lo tanto para tener la vida hay que tener a Jesucristo (1 San Juan 5:11,12).

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre” (v.1) apunta el apóstol San Juan. Él era el menor de los apóstoles, los discípulos más cercanos a Jesús, y aquella experiencia de convivir con el Maestro había dejado profundas huellas en su vida. San Juan conoce a Jesucristo, sabe quien es él: el Verbo de Dios, el Hijo de Dios hecho hombre. Sabe, también, que en él, en Jesús, se ha demostrado el gran amor de Dios para con la Humanidad. Es clásico el pasaje en que manifiesta: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo Unigénito para que todo aquel que en él crea no se pierda, mas tenga vida eterna” (San Juan 3:16). Una vez más está haciendo una declaración similar: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre”. Es necesario que todo cristiano y cristiana tome conciencia del gran amor de Dios. El Padre nos muestra Su amor de muchas formas: a) dándonos vida y prolongando nuestros días saludables en esta tierra; b) concediéndonos una familia formada por padres, esposo/a, hijos y nietos; c) ofreciéndonos trabajo y todo tipo de actividades útiles para nuestro desarrollo personal integral; d) satisfaciendo nuestras necesidades básicas de alimento, vestuario, habitación, etc., por nombrar algunos de sus numerosos beneficios para con nosotros.

Pero en este versículo está indicando otro beneficio, quizás más importante que todos los anteriores:
“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” (v.1). Tenemos un privilegio superior al de cualquier ser humano. Recordemos lo que el mismo San Juan expresa en su Evangelio: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (San Juan 1:12). No cualquier persona sobre esta tierra puede decir “yo soy hijo de Dios”. De un modo genérico cualquier ser humano puede afirmar “soy un/a hijo/a de Dios” en el sentido de que todos somos seres creados por Él. Pero en el sentido bíblico ser un hijo de Dios implica tener las mismas virtudes del Padre. Lo que a una persona la identifica como hijo o hija de otro es cierto parecido, mayor o menor, al progenitor. Lo que distingue a nuestro Dios es su enorme sabiduría; si usted vive de acuerdo a Su sabiduría, es probable que sea un hijo de Dios. A Dios lo distingue Su justicia; un hijo de Dios es aquél que es considerado justo por Dios, el que ha sido justificado y actúa en justicia. Otra característica de Dios es la santidad; Él nos ha declarado santos y nosotros buscamos vivir santamente para ser agradables en Su Presencia, aunque sabemos que somos pecadores, pero nos ha sido imputada la santidad de Jesucristo. Otra característica o virtud de Dios es la verdad, Él mismo es la personificación de la Verdad; quien se comporta con verosimilitud, quien es verdadero, asertivo, franco, honesto, es probable que sea un hijo de Dios siguiendo a Jesucristo, el Testigo Fiel y Verdadero. El verso que nos ocupa declara varios asuntos relativos a ser hijo de Dios. 1. Para ser hijo de Dios hay que recibirlo. Si usted no ha recibido a Jesucristo en su casa, esto es en su interior, si no ha hecho una apertura de su corazón para anidarlo dentro de usted, no puede ser hijo, sólo es una criatura. 2. Para ser hijo de Dios hay que creer en Jesucristo. No se puede ser hijo de Dios y creer en otros salvadores o maestros y no creer en Jesús, además hay que creer sólo en Él y no compartir el corazón con otros. 3. Para ser hijo de Dios hay que ser transformado y nombrado por Dios como tal. Los que le recibieron y creyeron en su nombre, recibieron potestad de ser hechos hijos de Dios. Recibir potestad es recibir poder o virtud; cuando alguien recibe a Jesús y cree en Él, de inmediato recibe el poder del Espíritu Santo para comenzar a cambiar su modo de vivir.

San Juan destaca en este fragmento de su carta, el gran amor que ha tenido Dios para con nosotros al considerarnos Sus hijos. No es poca cosa “que seamos llamados hijos de Dios”; es algo que reviste una importancia tremenda y nos hace distintos de todos los seres humanos que no llevan a Cristo dentro de sí.

2. Los cristianos somos desconocidos para el mundo.
Si usted dijera “yo soy un hijo de Dios”, probablemente recibiría una de estas reacciones de sus oyentes: a) dirían o pensarían que usted es un presumido que se cree superior, y tal vez le falta cordura; b) se defenderían diciendo que todos somos hijos de Dios y que no debemos ser jactanciosos en esto; c) pensarían que usted está en una secta en la que las personas se consideran “iluminados” o portadores de algo muy especial. Lo interesante es que la Sagrada Escritura nos enseña esto: “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”. Ningún otro puede ser “hijo de Dios”, es la conclusión a la que llegó San Juan. ¿Quiénes podrían creer a su afirmación de que usted es un/a hijo/a de Dios? Sólo otros cristianos. Aquí reside el fundamento de la persecución, el mundo no reconoce a los cristianos como hijos de Dios; puede aceptarlos como portadores de una filosofía de vida o representantes de una religión, pero no como “hijos de Dios”. Por eso San Juan declara: “el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él.” (v.1). Mientras alguien no reconozca a Jesucristo como Señor y Salvador del mundo, no puede reconocer a Sus seguidores. Tal como tratan a nuestro Señor, nos tratarán a nosotros. Siempre seremos aquellos que creen en Jesús, los que practican una religión, los que son intransigentes y, a su juicio, estrechos al creer en un sólo libro, La Biblia.

Ahora, que hemos dejado atrás el pecado, que hemos renunciado a las tentaciones del mundo y rechazamos al diablo; ahora que hemos recibido y creído en Jesús, somos “hijos de Dios”. Esa es nuestra identidad. Si alguno de nosotros se está preguntando ¿quién soy yo?, la respuesta está aquí muy clara: “Amados, ahora somos hijos de Dios” (v.2). Soy un hijo de Dios y debo vivir como tal: a) actuando como un hijo de mi Padre, con Sus virtudes, con Su sabiduría, siguiendo Sus mandamientos; b) sintiendo la seguridad, la alegría y la satisfacción de ser un hijo de Dios, no derrotado, desesperanzado, triste ni amargado; c) conociendo Su Verdad, alimentando mi mente con ella y disfrutando cada día de esa esperanza.

3. Los cristianos seremos transformados a Su semejanza.
Para el mundo “aún no se ha manifestado lo que hemos de ser” (v.2). No decaigamos ni nos amarguemos porque el mundo no cree en nosotros ni en nuestro Dios. El deber de todo cristiano, además de vivir conforme a la doctrina del Evangelio, es anunciarlo y procurar que muchos le conozcan. Pero no siempre tendremos éxito en ello. Aquí San Juan nos está recordando que “aún no se ha manifestado lo que hemos de ser”, lo que no significa que no lo seamos. Si usted encuentra un gusano arrastrándose en el bosque, tal vez ni imagine que ese animal insignificante y feo, será en el futuro una bella mariposa volando libre sobre las flores; es que aún no se ha manifestado lo que habrá de ser. Como en el cuento de El Patito Feo, de H. Cristhian Andersen, nadie en su familia imaginó que el desabrido polluelo llegaría a ser el más bello cisne de la laguna. Lo que las personas, las organizaciones e incluso los animales, pueden llegar a ser en el futuro, la mayoría de las veces es un misterio. En este pasaje, el apóstol no sólo nos da esperanza sino seguridad de lo que somos y seremos: somos “hijos de Dios” y un día se manifestará lo que seremos. La manifestación no es para nosotros, puesto que ya tenemos la convicción de que hemos nacido de nuevo y somos nuevas criaturas; la manifestación es para el mundo.

4. Los cristianos Seremos testigos de Su gloria.
¿Y cuándo se realizará esa manifestación? Cuando Jesucristo venga a buscarnos. Si usted muere hoy o mañana, tendrá un lindo funeral, en el cual se recordará sus buenas acciones y la familia y amigos llorarán por su pérdida. Pero, aunque se diga que usted fue cristiano/a; aunque se le oficie un servicio religioso cristiano y aún más, aunque usted deje un excelente testimonio de vida, todavía no se manifestará en plenitud quien fue y es usted. Decimos “fue” porque acaba de morir; decimos “es” porque para Dios usted permanece con vida, “Dios no es Dios de muertos sino de vivos” (San Mateo 22:32). Tendremos que esperar la manifestación de nuestro Señor a este mundo, para que se manifieste quienes somos. Antes nada sucederá de sobrenatural o extraordinario a los ojos de este mundo, pues aún las manifestaciones del poder del Espíritu Santo a veces pasan desapercibidas a los incrédulos. Hay una suerte de incomunicación entre creyentes y no creyentes, una gran barrera que impide que ellos vean quienes somos nosotros. No ven a Jesucristo como el Hijo de Dios, y no pueden vernos a nosotros como “hijos de Dios”.

Continúa el Texto advirtiéndonos: “pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él” (v.2). Jesucristo vendrá a buscar primeramente a los suyos, Su pueblo, la Iglesia formada por todos los redimidos por Su sangre, los que creyeron en Él y le siguen. Algunos estarán vivos y otros ya habrán muerto. Primero resucitarán estos últimos y volarán a Su Presencia; segundo serán arrebatados, transportados o abducidos (las tres palabras significan lo mismo) los que estén vivos. Ambos grupos se reunirán con el Señor en las nubes. Los muertos adquirirán un cuerpo diferente al que tenían al morir; los vivos serán transformados a un cuerpo similar. El cuerpo de ambos será como el cuerpo que tiene Jesucristo desde Su resurrección, un cuerpo de gloria o cuerpo glorificado; un cuerpo sin las limitaciones de nuestro cuerpo caído y enfermo, nuestro cuerpo de muerte. Este será el inicio de la manifestación para el mundo. La gente no se enterará de nuestra transformación todavía, pero sí de la desaparición de millones de cadáveres y de la desaparición de millones de personas. Harán diversas hipótesis o explicaciones de esa desaparición, desde las más fantásticas hasta las de tipo político militar. Aún la manifestación de Jesucristo y la manifestación de los “hijos de Dios” no será completa para ellos, todavía habrá muchas dudas. La manifestación absoluta para ellos será cuando Jesucristo pise esta Tierra otra vez y venga con sus hijos a gobernarlo y establecer Su Reino por mil años. En ese momento se sabrá Quién es Él y quiénes somos nosotros, incuestionablemente.

Para nosotros, como discípulos de Jesucristo, el arrebatamiento de la Iglesia será la máxima manifestación de quienes somos “porque le veremos tal como él es” (v.2). Nunca antes le hemos visto como le veremos ese día. Hasta ahora le hemos visto por la fe, en nuestra creencia, en la oración, en la lectura y comentario de la Escritura, quizás alguno habrá tenido una “visión” de Él, pero verle cara a cara, nadie ha tenido aún esa experiencia. Le veremos en toda Su majestad y Señorío, en todo Su Poder y Gloria, le veremos y allí será quitada toda duda y todo temor de nosotros.

5. Los cristianos Vivimos en esperanza.
En la doctrina cristiana, la esperanza es una de las tres virtudes teologales, junto con la fe y el amor, y es aquella por la que se espera que Dios dé los bienes que ha prometido. Esperanza implica una absoluta seguridad de lo que tendremos en la eternidad. Quien tiene esperanza, espera pacientemente, sin dudar, como asegura San Pablo: "Porque en Esperanza estamos salvos; que la esperanza que se ve, no es Esperanza. Porque lo que uno ve, ¿cómo esperarlo? Pero si esperamos lo que no vemos, en paciencia esperamos" (Romanos 8:24,25). Lo que para otros puede parecer una fantasía o sueño, para el cristiano es toda una realidad, él espera "contra toda esperanza", contra todos los poderes y sucesos que parecen desenmascarar su esperanza y convertirla en sueño (Romanos 4:18). Lo que todo cristiano espera es la revelación de la gloria de Jesucristo, que implica la revelación de la gloria del cristiano en la resurrección de los muertos (San Juan 17:24). El apóstol San Pablo dice que los paganos no tienen esperanza (1 Tesalonicenses 4:13), mas asegura que la “creación entera hasta ahora gime y siente dolores de parto" esperando la manifestación de los cristianos (Romanos 8:18-25).

El sentido del texto que hoy examinamos es la esperanza que tenemos los “hijos de Dios”, los cuales seremos manifestados como tales al mundo, un día, cuando venga Jesucristo y seamos transformados a Su imagen. Dice San Juan: “Y todo aquel que tiene esta esperanza en él” (v.3) refiriéndose a los creyentes y discípulos de Jesucristo. Nosotros somos aquellos que tenemos esta esperanza: a) la esperanza de que somos hijos de Dios, lo cual es más que nada un asunto de fe; b) la esperanza que cuando Él se manifieste, seremos semejantes a él; c) la esperanza de que en Su manifestación le veremos tal como Él es; d) la esperanza de que seremos santificados completamente, así como él es puro. Esta esperanza debe ser una seguridad en el cristiano, la que debe conducirle invariablemente a esforzarse en una vida apartada para Jesucristo, una vida consagrada a Dios, una vida de permanente santificación.

Evidentemente en la Persona de Jesucristo ha sido encarnada la virtud de la Esperanza y Él es nuestra Esperanza de salvación eterna.

CONCLUSIÓN
La lección de hoy nos ha mostrado la importancia de vivir en esperanza. Hemos visto que los cristianos somos “hijos de Dios”, desconocidos para el mundo de hoy, pero que un día seremos transformados a la semejanza de Jesucristo, seremos testigos de Su gloria y el mundo será testigo de la manifestación de nuestra identidad. ¡Qué día glorioso y de victoria será aquél día! En definitiva: los discípulos de Jesucristo fundamos nuestra felicidad en la esperanza de que un día se manifestará quienes somos realmente.

¿Cómo podemos aplicar esta enseñanza de San Juan a nuestra vida? El mismo apóstol nos lo dice, el que tiene esta esperanza “se purifica a sí mismo, así como él es puro” (v.3). Esta esperanza nos conduce a esforzarnos en la santidad. No podemos aspirar a una vida eterna junto al Señor tres veces Santo, siendo pecadores. En nuestro ánimo ha de estar la lucha contra todo rasgo pecaminoso. Ciertamente hemos sido lavados por la sangre de Jesús y declarados libres de culpa, pero ello no nos exime de esforzarnos en la gracia, de cumplir los mandamientos de Dios y aspirar a Su santidad.

Por lo tanto:
1) Comencemos a vivir como verdaderos “hijos de Dios”, cultivando las virtudes de nuestro Padre Celestial y que Él nos muestra y refleja en Su Hijo Jesucristo.
2) No hagamos caso, no nos defraudemos ni amarguemos por el desconocimiento que tiene el mundo acerca de nuestra verdadera identidad.
3) Esperemos con regocijo y en oración aquél día maravilloso en que seremos transformados a la semejanza de Jesucristo.
4) Contemplemos desde ya, por fe, el día glorioso en que seremos testigos del regreso del Señor.
5) Busquemos diariamente la santidad, conociendo la voluntad de Dios, cultivando las virtudes de Jesucristo, limpiándonos de todo pecado y amando a Dios con todo nuestro corazón y fuerzas. Digamos como David, el pastorcillo ungido rey de Israel: “En cuanto a mí, veré tu rostro en justicia; Estaré satisfecho cuando despierte a tu semejanza.” (Salmo 17:15).

BIBLIOGRAFÍA
1) http://www.mercaba.org/Fichas/ESPERANZA/esperanza_virtud_teologal.htm