domingo, junio 01, 2008

RENOVACIÓN DE LA MENTE


SANIDAD INTERIOR
III PARTE
Pastor Iván Tapia
Lectura Bíblica: 1 Corintios 2:14-16

Propósitos de la Charla: a) Identificar la raíz de los problemas del alma del discípulo; b) Diferenciar entre Verdad y creencias; c) Buscar la renovación mental; d) Discriminar entre mente y corazón; e) Identificar y desechar las creencias inútiles y los sentimientos negativos; f) Cambiar creencias negativas por creencias positivas; g) Descubrir y aplicar los principios que nos lleven a tener una conciencia limpia; h) Liberarnos de culpas fundadas e infundadas; i) Aprender a alimentar mi mente con ideas positivas; y j) Limpiar y liberar mi mente con la sangre de Cristo y renovarla con el Espíritu Santo.

“Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente./ En cambio el espiritual juzga todas las cosas; pero él no es juzgado de nadie./ Porque ¿quién conoció la mente del Señor? ¿Quién le instruirá? Mas nosotros tenemos la mente de Cristo.” (1 Corintios 2:14-16)

LA VERDAD Y LAS CREENCIAS
Jesucristo ha dicho “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (San Juan 14:6) Por lo tanto vivir en Cristo es vivir en la Verdad. Quien tenga el Espíritu de Cristo ya tiene la Verdad en sí mismo, tiene a la Persona del Espíritu Santo habitando en él.

Cualquier cosa que una persona decida creer, llega a ser verdad para él. Por ejemplo, alguien piensa que el varón es el jefe del hogar y que a él deben estar sujetos todos los que habiten ese hogar, pues eso llegará a ser su verdad, la que podrá definirse como “el hombre manda en la casa”. Mas, para otros será muy importante satisfacer las demandas de los niños, a objeto de que se críen felices, de tal modo que los adultos de esa casa renunciarán a sus propios gustos para dar paso a los menores; para ellos la verdad será “su majestad el niño”. No es que la verdad sea relativa, sino que cada ser humano hace de sus puntos de vista la Verdad.

Los cristianos tenemos nuestra Verdad enunciada en las Sagradas Escrituras, pero le damos diferentes interpretaciones doctrinales y personales, llegando a constituir diversas pequeñas verdades, dependiendo de nuestra cultura, temperamento, experiencias, etc. A esto se llama creencia. La Verdad absoluta está en y es Dios, Cristo es la Verdad. Las verdades de fe son las doctrinas e interpretaciones oficiales y teológicas de esa Verdad. Las creencias es lo que cada persona o grupo piensa acerca de la vida.

UN CAMBIO DE MENTE
Desde el punto de vista de la Sanidad Interior nos interesa abordar el tema de las creencias pues están profundamente relacionadas con los problemas del alma humana. La mayoría de los problemas tienen como base a una creencia. Un problema casi siempre surge de una creencia. Por más difícil que sea el problema personal con que nos enfrentamos, no es más que el resultado o efecto exterior de un modelo mental interno. Por lo tanto, al cambiar ese modelo negativo, es factible que el problema desaparezca y se transforme en una bendición. Por eso la Biblia habla de una renovación del entendimiento o de un cambio de mentalidad: la mente del viejo hombre debe ser cambiada por la mente del nuevo hombre, creado según Dios. “Renovación” en griego es metamorfosis; es necesario que se produzca una metamorfosis de todas nuestras formas de pensamiento para que seamos sanados de tanto problema del alma.

“Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional./ No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cual sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:1,2)

CREENCIAS QUE TRAEN PROBLEMAS
Las ideas o creencias erradas crean problemas. ¿Qué dificultades tienes en su vida? ¿Cuáles son las circunstancias que le traen sufrimiento? ¿Qué dolores lleva en su alma, quizás desde la infancia, y aún le hacen infeliz? Le propongo que responda a esta interrogante con toda franqueza; usted sabe exactamente lo que le aqueja. Pues bien, quiero ayudarle a superar esta situación brindándole algunas herramientas que podrán liberarle de esos dolores. Es tan simple como que ahora tome una hoja de papel y escriba cuáles son sus dolores del alma.

Si pone atención podrá descubrir bajo cada uno de esos dolores ciertas creencias que dan origen a sus problemas. Por ejemplo, si su problema es que es una persona muy crítica, que siempre juzga a los demás y jamás está conforme en el grupo porque todos le parecen muy mediocres, sin duda eso le hace sufrir. Usted quiere liberarse de esta carga; ha escuchado que Jesús le pide no juzgar, mas para usted es imposible abandonar ese hábito mental. Lo más probable es que piense que el ser humano siempre debe esforzarse en la perfección del bien actuar, usted mismo debe ser muy exigente consigo mismo, una persona perfeccionista. Su creencia tal vez fue instalada tempranamente y forma parte de su estructura mental. La única forma que deje de ser un “criticón” o “criticona” es que abandone su creencia acerca de la perfección humana. Piensa que usted mismo no es perfecto ni nunca lo será. Todos los cristianos estamos en una carrera en que marchamos hacia la perfección, pero no estamos compitiendo.

Que piense de ese modo no es culpa de sus padres, de sus profesores ni de Dios, es únicamente responsabilidad suya, puesto que usted fue quien optó por esta creencia y este camino. Tales creencias generaron en su vida varios problemas, como la intolerancia, la impaciencia, la arrogancia, en definitiva el desamor.

Es preciso que se respondas a si mismo ¿quién piensa en su mente? ¿Es acaso Dios, sus padres, sus hermanos, sus profesores o usted mismo? En verdad quien piensa en usted es solamente su persona. Lo que en este momento decida pensar y creer creará cada momento de su vida futura. En este sentido la mente humana es poderosa, puesto que podemos crear nuestros sufrimientos o nuestras alegrías, a partir de las creencias que pongamos en juego.

Una incorrecta o exagerada interpretación de las Escrituras pueden traer mucho dolor. He conocido personas que no se dan la oportunidad de ser felices con una pareja porque hacen una lectura fanática de la Biblia y los textos que hablan acerca del matrimonio, del divorcio, de la viudez, etc.

He aquí un listado de creencias negativas, ejemplos de algunas ideas equivocadas o prejuicios, que pueden influir en el comportamiento adulto:

- Soy un perdedor
- A mí nadie me quiere
- Soy indigno del amor
- Esta enfermedad es de familia
- Me hace muy mal el frío
- No confíes en desconocidos
- Yo no me fío de los extraños
- No salgas de noche
- La gente lo engaña a uno
- Los hombres son malos
- Las mujeres son interesadas
- Los hombres no lloran
- Este es un juego de niñas
- Este es un trabajo para hombres
- No es de hombres vestirse así
- Yo no cuento para nada
- La persona espiritual es pobre
- Todos los artistas son unos irresponsables
- Yo soy así
- Así es la vida
- Un día de lluvia es de mal tiempo
- Tiene dinero, debe robar en su trabajo
- Es empresario, debe explotar a los trabajadores
- Es abogado, es deshonesto
- Es profesor, no le dio para más
- Soy profesor no más
- Ser artista no es un trabajo
- Le ha ido bien en la vida, gana mucho dinero
- Hizo muy buen matrimonio, se casó con un médico
- Todos los políticos son mentirosos
- Es un gordo feliz

EJERCICIO 1: “DESCUBRE TU CREENCIA”
Paso 1. ¿Qué me resulta más difícil hacer? Escríbalo en su cuaderno

Paso 2. Descubra que idea hay tras esa dificultad. ¿De qué idea viene este comportamiento? Probablemente fueron instaladas en usted durante su infancia y juventud una serie de ideas acerca de la vida, ideas que ahora estorban y le llevan a enjuiciar y enjuiciarse de un modo equivocado.

Paso 3. Descubierta la idea que hay tras el comportamiento, exprese en una frase: “No quiero ser…”

Paso 4. Exprese lo mismo, pero en forma inversa, positiva: “Soy…”

Hasta aquí hemos tratado de identificar la raíz de nuestros problemas. Ya hemos diferenciado entre Verdad y creencias; hemos descubierto que son nuestras falsas creencias instaladas en la mente, las que nos impiden ser felices pues generan problemas al alma. Por tanto es necesario realizar una renovación mental. La Sagrada Escritura nos interpela: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos,/ y renovaos en el espíritu de vuestra mente, / y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad.” (Efesios 4:22-24)

EL ESPEJO DE DIOS
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.” (2 Corintios 3:18) “Por tanto” es “raya para la suma”, conclusión, corolario, respuesta final de algo que ya se ha dicho: el contexto. Por tanto, también, hay que conocer qué se dijo anteriormente, para no llegar a conclusiones peregrinas.

El escritor sagrado opone “franqueza” a “velo”. Moisés, según San Pablo, se ponía un velo para que los hebreos no vieran que la Ley iba a ser abolida, es decir el régimen de obediencia a mandamientos y estatutos escritos y no el régimen de fe en la gracia de Dios. Esta última no era tan desconocida, porque fue el sistema anterior, con Abraham, padre de la fe.

La comprensión que los hebreos tenían de las cosas de Dios fue nula, se embotó, se hizo ineficaz. La única forma de que a los judíos les sea quitado ese “velo” es por medio de Cristo, un velo para comprender el Antiguo Pacto. Se refiere al pacto de Dios con Moisés, no a otros pactos como el de Noé, Abraham, Adán, etc. Este velo no sólo está sobre su mente, su racionalidad, su comprensión, sino sobre su corazón.

Cuando nos convertimos a Cristo, un velo nos es quitado. El velo de los judíos es la Ley, ésta es un medio y ellos la ponen como un fin; el velo de los religiosos es su cuerpo de creencias que les impide recibir en plenitud el amor de Dios; el velo de los incrédulos es el ego.

Como el Señor es libertad, trae liberación a las personas cuando se acercan a Él. Una cosa es acercarnos a la Ley de Moisés, otra cosa es acercarse a la religión y una cosa muy diferente es acercarse a Jesucristo. ¿A quién te has acercado tú?

En base a todo lo anterior, nosotros, mirando a cara descubierta al Señor Jesucristo –no a mi iglesia, no a mi creencia, no en mi ignorancia, no a mi capacidad, a mi orgullo, a mi modo de pensar, a mi tradición, no a mi educación ni a mi cultura, inteligencia, posición social, etc.- franca y directamente a Sus ojos…

¿Ha mirado usted a Cristo a los ojos? Si no lo ha hecho aún, ya es hora de que lo haga. No tema, Él es su Maestro, su Salvador que le ama, su Señor, su Amigo, su Médico, su Esposo, su Sustentador que le alimenta. Cuando no nos atrevemos a mirar a alguien a los ojos, es que escondemos algo, es que nos consideramos indignos, pecadores, sucios, etc. Usted es digno porque es un hijo de Dios, usted ha sido limpiado por la sangre de Jesús, usted es santo y tiene todo el derecho a mirarle a los ojos. Atrévase. Él quiere que usted le mire y le vea. Vea la gloria del Señor. Él es la imagen del Dios invisible.

En esto hay un misterio de transformación, de renovación, de metamorfosis espiritual. Dice la Sagrada Escritura “somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu Santo”. No es magia que cuando admiro a alguien comience a imitarle, que el alumno que está pendiente de cada palabra y movimiento y gesto de su profesor, luego piense como él y hasta actúe como él. No es magia que los discípulos, que eran timoratos, incrédulos, rudos, ignorantes, pero con un corazón abierto al Maestro, luego se transformaran en apóstoles, pescadores de hombres, al igual que Jesús, su Modelo.
De gloria en gloria, de triunfo en triunfo, de luz en luz, de éxito en éxito; así seremos transformados paulatinamente, si miramos a Cristo a cara descubierta, sin ningún tipo de velo, miedo ni prejuicio. Le desafío a que busque Su Rostro desde el amanecer.

MENTE Y CORAZÓN
La mente es como un recipiente que usted puede llenar con basura o con deliciosas frutas y miel. Usted decide. El problema es que la mente alimenta su vida. Necesitamos escoger los pensamientos, como escogemos con qué alimentamos el cuerpo para estar sanos. A lo más interno de su mente la Biblia lo nombra como corazón, el asiento de todas sus motivaciones y de donde brota toda su actuación. Es así que alguien puede pensar de una manera y actuar de otra. Por ejemplo pensar que hay que respetar y honrar a los padres, pero en determinada situación proceder de un modo inadecuado. Jesús enseña que del corazón sale todo tipo de pensamientos y acciones, y que no es lo que entra por la boca lo que contamina al hombre, sino lo que sale de su corazón. Mente y corazón están profundamente ligados. Podríamos decir que la mente es el órgano que piensa, analiza y reflexiona la vida; y que el corazón es un sustrato más profundo de la mente, que motiva nuestra actuación. Con la mente podemos amar a Dios pero con el corazón actuar de un modo que no se condice con ese pensamiento. Necesitamos en forma urgente conciliar, balancear, equilibrar, emparejar, la actuación de mente y corazón. ¿Por qué sucede esto? ¿Por qué hay tanta persona que no es consecuente con sus pensamientos? No es porque sean malvadas o tengas malas intenciones, sino porque no se han puesto a reflexionar sobre sus motivaciones. Entonces el problema no está en la mente, en los pensamientos, sino en el corazón, en las falsas motivaciones.

Si pienso que debo ser amoroso con mi prójimo porque Dios así lo ordena en Su Palabra, y no actúo de esa forma, tengo un problema. Quizás el problema es que veo el amor como un mandamiento de Dios, una obligación contraída y un deber no es algo que siempre se haga con agrado. Puedo cumplir sólo por cumplir. Por otro lado tal vez tengo resentimientos, decepciones, temores hacia algunas personas, inseguridad acerca de mi persona. No hay un amor perfecto en mi. Lo correcto sería que en mi corazón hubiese amor hacia las personas. Entonces en primer lugar debo cambiar mi pensamiento, mi mente, y creer que amo a la gente porque son criaturas creadas por Dios igual que yo; y en segundo lugar sanar mi corazón de aquellos sentimientos negativos y pedir al Señor que fluya el amor que Él ha depositado en mi corazón. Aquí el problema de esta persona estaba tanto en su mente, pues tenía la creencia que el amor es una obligación, una ley; como en su corazón porque no amaba a la gente. Es decir necesitaba una renovación de su mente y sanidad de su corazón.

DURABILIDAD DE LAS CREENCIAS
Otro aspecto de las creencias como creadoras de problemas es su aplicación extemporánea, cuando ya no son necesarias. Es inútil mantener la idea de sacrificar un animal a Dios en estos tiempos, ya que el Cordero de Dios dio su vida definitivamente para perdón de nuestros pecados. Cualquier sacrificio que hagamos hoy no importa algo a nuestra salvación. No es necesario para un adulto mantenerse en silencio en la mesa como cuando era un niño. Obedecer a la luz del semáforo cuando la carretera está vacía es ilógico. ¿Qué quiero decir con todo esto? Que las creencias no siempre son útiles o que tienen, como una herramienta por ejemplo, cierta vida útil y que llegado un momento dejan de serlo. No me refiero a las verdades de fe, menos a la Verdad absoluta, sino a aquellas creencias que optamos en el camino de la vida. Por ejemplo, para muchas personas criadas en la liturgia tradicional, se les hace insoportable el modo actual de alabar a Dios, con coreografías, bailes y ritmos contemporáneos, pues tienen la creencia de que es signo de respeto al Señor la solemnidad y cualquier otra expresión es una irrespetuosidad. Tal vez ha llegado la hora de que usted tire al tacho de la basura algunas creencias que ya no le son útiles ni necesarias. Piense ¿Qué idea o creencia aprendida en el pasado ya no me es útil? ¿De qué falsa creencia me apetecería deshacerme hoy? Una de las 12 puertas de Jerusalén es la Puerta del Muladar, un lugar muy adecuado para sacar la basura de su casa, los sentimientos negativos y las ideas inservibles. (Nehemías 3:13,14)

SENTIMIENTOS NEGATIVOS
El resentimiento con otras personas que nos han hecho daño o de los cuales pensamos que nos han dañado; las críticas que hacemos de conductas y modos de ser y vivir de los demás; la culpa que no tiene una base lógica, como sentirnos culpables de que no pudimos satisfacer las expectativas de otras personas, o la culpa por el pecado de otros, etc.; y el miedo al castigo, a la opinión pública, al “mal testimonio”, al juicio de otros; son el origen de muchos problemas. Hay pensamientos o creencias que tras de sí expresan sentimientos muy negativos.

Los sentimientos más perjudiciales son:
a) La preocupación. Es la ausencia de tranquilidad en el alma, ocasionada por una vicisitud incontrolable. Este sentimiento debería ser reemplazado por la seguridad que nos da el confiar en la Divina Providencia de Dios. “Por nada estéis afanosos sino sean conocidas vuestras peticiones por el Señor” (Filipenses 4:6,7)
b) La cólera o rabia. Es la emoción de aversión contra alguien o algo del cual he recibido alguna agresión. Este sentimiento negativo debería ser reemplazado por la paz, como resultado del perdón. No debemos guardar ni reaccionar con rabia u odio con las personas o circunstancias. “Que no se ponga el sol sobre vuestro enojo” (Efesios 4:26)
c) El resentimiento. Es guardar una fuerte molestia hacia una persona o grupo. Este sentimiento debería ser reemplazado por el perdón. “Perdónense los unos a los otros” (Efesios 4:32; Colosenses 3:12,13)
d) La venganza. Es la reacción de agresión contra alguien que nos hizo daño.” Este mal sentimiento debería ser reemplazado por el amor al prójimo, la comprensión y buena disposición a comprender a otros. “Responde al que te hace mal con bien" (1 Tesalonicenses 5:15)
e) El miedo. Sentimiento de temor, considerándose a una persona o circunstancia amenazante contra la propia persona. Este sentimiento debería ser reemplazado por la fe; una absoluta confianza en Dios y en que ya hemos descansado en Él nos alejará de cualquier tipo de temor o miedo al castigo. “En el amor no hay temor” (San Juan 4:18)

EJERCICIO 2: “MIS DECLARACIONES POSITIVAS”
1) Escriba cuatro conductas que a usted le resultan muy difíciles de practicar.
2) Descubra la idea, creencia o falso concepto aprendido que hay detrás de esos comportamientos.
3) Complete la frase “No quiero ser…” para cada una de esas conductas negativas.
4) Doble un papel en cuatro partes y escriba en cada parte la expresión positiva de las frases anteriores: “Soy…”
5) Busque en el Inventario De Afirmaciones Positivas De San Pablo (al término de este capítulo), la frase positiva que más se acomode a cada una de sus cuatro conductas.
6) Escriba cada frase de la Biblia entre comillas y con su texto, bajo sus frases positivas.
7) Ore, memorice, medite e internalice estas declaraciones positivas durante la semana.

MENTE Y CONCIENCIA
La mente como parte del alma es un instrumento dado por Dios. Como tal debo educarla, cuidarla, apreciarla, amarla, gobernarla. La mente del cristiano se edifica con la Verdad y con creencias positivas acerca de la vida. A esas creencias llamamos fe.

Hay una parte del alma muy ligada a la mente y que es la conciencia. Esta es como un pequeño juez que siempre está filtrando las acciones, pensamientos y sentimientos nuestros como los de los que nos rodean y clasificándolos como “buenos” o “malos”. Si algo es considerado “bueno”, salimos aprobados; si, por el contrario, es considerado “malo”, de inmediato es reprobado. La reprobación implica una condena: la culpa y el castigo. Al evaluar una acción nuestra como “mala”, la conciencia nos acusa de “culpables”, pecadores que no merecemos perdón y sólo merecemos el castigo. Si somos cristianos pediremos perdón a Dios y nos sentiremos en paz. Si no somos cristianos, procederemos a autocastigarnos no sólo con la culpabilidad, sino también con amargura y enfermedad física (1 Timoteo 1:5; 2 Timoteo 1:3)

La base de este juicio interno no siempre es la Palabra de Dios, sino que las “creencias” de la persona. Por ello, no es confiable la conciencia humana si no es guiada por el Espíritu Santo. Al respecto interesa que analicemos el capítulo 14 de la carta de San Pablo a los Romanos. Este capítulo trata de las diversas creencias y costumbres que hay en la Iglesia y de cómo los cristianos debemos comportarnos frente a aquellos hermanos para quienes el cumplimiento de algunas de esas costumbres es trascendental, un asunto de vida o muerte en la fe. Tomemos por ejemplo actual la costumbre extendida en gran parte de la Iglesia de “no beber alcohol”. Quien lo considera pecado y ve hacerlo a algún hermano, lo condena; ahora si es testigo de un ministro de Dios que lo hace, es un escándalo. La conducta correcta para el apóstol es la abstención de esa conducta delante de alguien que lo crea así, para evitar su juicio y para no ofender la fe del hermano “débil”.

Pero hay tres o cuatro asuntos que aquí se tocan que me parece de suma importancia para el tema de la “renovación de la mente”.

CADA UNO ESTÉ PLENAMENTE CONVENCIDO EN SU PROPIA MENTE
No somos nadie para juzgar a otra persona, menos a un hermano en Cristo (Romanos 14:4-6) Todos somos criados o lacayos del Señor y no tenemos derecho a juzgarnos entre nosotros, sino que sólo obedecer lo que Él nos ordene; y a uno puede ordenar una cosa y a otro otra. En cierto modo todos somos también lacayos de nuestra propia mente y conciencia, y es ante esa conciencia que tendremos que comparecer.

A cada uno se le juzgará conforme a su conciencia. Si para uno levantarse a orar a las cinco de la mañana es ley del Señor, pues, de acuerdo a esa ley será juzgado, distinto a aquél cuya norma no es el horario sino la intensidad de la oración. Al Señor Jesucristo le interesa nuestro corazón, mientras los seres humanos somos externos y estamos más preocupados de las formas que el fondo. ¿El Señor nos juzgará conforme a al fondo o a la forma? Indudablemente que según el fondo, en qué medida le hemos servido de corazón. Pensemos en la viuda que dio muy poco en términos materiales, mas dio todo lo que tenía; el Señor la juzgó conforme a su corazón y no el valor monetario de lo que estaba ofrendando.

Vuelvo a preguntar ¿seremos juzgados en base a nuestras normas de conciencia o a las normas del Señor? La respuesta correcta es la última, pero el Señor medirá nuestra coherencia en base a la conciencia. Si usted piensa que nunca debe faltar a la asamblea cristiana del domingo y que si hace lo contrario está pecando gravemente, pues así exigirá de su entorno y de sí mismo. Cuando no asista al culto dominical se sentirá culpable y si otro lo hace, lo culpará también. Pero cuando llegue al tribunal de Cristo ¿cómo le juzgará el Señor sobre este asunto? Le juzgará no según una ley escrita sino según su corazón. Si usted siempre estuvo dispuesto a amarle a Él antes que a todos sus intereses, si usted le tuvo primero en su corazón, no importará que alguna vez no acudiera al culto, por causa justificada. Pero si usted, aún teniendo ese pensamiento, fallaba continuamente, es evidente que no fue un cristiano consecuente. Difícilmente un cristiano va a tener el pensamiento de que se puede ir a la iglesia el domingo sólo cuando se quiere, porque hay textos bíblicos que avalan la conducta contraria; tampoco nadie apoyará el beber alcohol en exceso pues la Biblia habla con claridad al respecto. Son los matices, las sutilezas, las interpretaciones, lo que aquí se analiza; a algunos les parece que comer carne de cerdo es pecaminoso y a otros no, y ese no es un asunto tan importante, por tanto debemos dejarlo a la conciencia de cada uno. Hay asuntos y asuntos, con mayor o menor importancia y todos deben juzgarse de acuerdo a la Palabra de Dios.

Lo que claramente enseña el Espíritu Santo en este pasaje es que nadie debe constituirse en conciencia del otro, pues es el Señor quien juzgará. “¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio señor está en pie, o cae; pero estará firme, porque poderoso es el Señor para hacerle estar firme.” Considerémonos cada uno como criados ajenos, cada uno sirve a su Señor de un modo particular. “Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido en su propia mente.” Lo que importa es que cada uno debe tener convicciones, estar convencido de lo que cree, no dudar de su pensamiento.

“El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y da gracias a Dios.” Aquí habla de días y comidas, algo que preocupaba a los judíos. ¿Qué es lo que interesa hoy día a los cristianos? Si la persona baila, bebe alcohol, fuma, es casado o conviviente… todos asuntos externos. Por estos aspectos juzgamos a nuestros hermanos y nos condenamos. Por hacer algunas de estas cosas somos juzgados y ellos son condenados por sus conciencias. No quiero aprobar ni desaprobar las conductas que he puesto como ejemplo, sino decir que ya no tenemos derecho a juzgar al hermano y que necesitamos transferir ese derecho a Dios. Si estamos convencidos en nuestra propia mente de lo que pensamos y hacemos, bástenos con eso y no tratemos de convencer al otro que piense como nosotros.

¿POR QUÉ JUZGAS A TU HERMANO?
Yo juzgo por algo que mi hermano hace y que considero deleznable; pero yo no se si el hermano me juzgará por algo que desconozco de mí, ya sea una acción impropia de un cristiano o un comportamiento que su conciencia detesta (Romanos 14:10). Como sea, no debo ser juzgado ni tampoco yo debo juzgar, ya que todos tenemos quien nos juzgue, el Supremo Juez del Tribunal: Cristo. “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.”

NADA ES INMUNDO EN SÍ MISMO
Los judíos estaban muy preocupados de no contaminarse con alimentos que ellos consideraban inmundos, con el contacto con leprosos o muertos, con acciones pecaminosas (Romanos 14:14). En este contexto, San Pablo se refiere a los alimentos. Nosotros podríamos ampliarlo a todas aquellas costumbres que no están reñidas con la enseñanza bíblica, pero que para algunas personas constituyen “pecado”, por ejemplo participar en juegos de azar, hacer una rifa, organizar un baile en la iglesia, actuar en política y los ejemplos dados anteriormente. Al respecto el Espíritu Santo nos dice “nada es inmundo en sí mismo”.

Cuando los apóstoles escogieron al reemplazante de Judas y nombraron a Matías apóstol, lo hicieron echando suertes ¿pecaron por dejar al azar una decisión tan importante? Los sabios vinieron del oriente siguiendo una estrella, pues eran estudiosos de la Astrología ¿cómo pudo Dios permitir que fuesen estos hombres sabios dirigidos por una ciencia pagana? El apóstol San Judas basa algunos pensamientos de su carta en libros apócrifos, como I Enoc y la Asunción de Moisés ¿Cómo puede permitir el Espíritu Santo estas citas en el Libro Sagrado? Echar suertes no es malo en sí mismo, la Astrología no es mala en sí misma, citar un libro no canónico no es malo en sí mismo; si pensamos que es malo, inmundo y diabólico, pues para nosotros lo será. Si hago del echar suertes, la Astrología y la lectura de libros no sagrados mi forma de vida, de seguro no progresaré mucho en mi Evangelio, pero si alguien lo hace, ya el Señor le enseñará un mejor camino. No estamos para juzgar a los hermanos, sino para amarlos, ayudarlos, edificarlos. “Yo sé, y confío en el Señor Jesús, que nada es inmundo en sí mismo; mas para el que piensa que algo es inmundo, para él lo es.”

TODO LO QUE NO PROVIENE DE FE, ES PECADO
La fe es un asunto personal. No necesito que otro juzgue mi fe (Romanos 14:22, 23). ¿Qué papel cumplen los ministros de Dios en el desarrollo de la fe de la Iglesia? Un papel de acompañamiento, asesoría, edificación, no de juicio. Lamentablemente muchas veces enjuiciamos en vez de amar, condenamos en vez de ayudar y levantar, criticamos en vez de comprender. De este modo no contribuimos al crecimiento de las personas sino que propiciamos su muerte espiritual. Un hermano enjuiciado se siente desarraigado, un hermano condenado se marchita y no florece, no crece. Un hermano criticado se entristece. Es preferible amar, ayudar, levantar, edificar, comprender.

Examinemos lo que aprobamos. ¿Consideramos que algo no es malo para nosotros? Pues, sustentémoslo bíblicamente. “Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba.” Si hacemos algo, hagámoslo con una conciencia limpia y una mente abierta. Es importante que todo lo que pensamos y hacemos sea fruto de una conciencia sin culpa. Sólo así seremos felices. Personalmente he hecho muchas veces cosas que no iban con mi conciencia, a veces por agradar a los demás y otras por gratificar mi carne. Lamento haber tomado esas determinaciones. Hoy sólo ruego a Dios que me perdone y me dispongo a actuar en el futuro siempre de acuerdo a mi propia conciencia.

El concepto que en este pasaje maneja San Pablo acerca del pecado, llama mucho la atención. Él dice “todo lo que no proviene de fe, es pecado” lo cual podría significar que si hago algo con fe, aunque otros piensen mal de lo que hago, eso ya no es pecado. Bajo ese principio podemos entender la poligamia de los reyes del Antiguo Testamento (1 Samuel 27:3), la desnudez de Adán y Eva en contraste con la desnudez de Noé (Génesis 2:25; 3:6,7; 9:18-27), o las oraciones del salmista pidiendo castigo y muerte para sus enemigos en absoluta oposición con el espíritu evangélico (Salmo 109:1-13; San Mateo 5:43-48). Tales palabras, actitudes y pensamientos provenían de fe, una fe inocente y limpia, por tanto no constituían pecado. Desde el momento que Adán descubrió su desnudez y la asoció a su desobediencia, se sintió sucio y en pecado. Como Adán en el Paraíso es preciso que caminemos en el Reino de Dios, absolutamente convencidos de nuestras ideas, sin dudar, para no pecar. “¿Tienes tú fe? Tenla para contigo delante de Dios. Bienaventurado el que no se condena a sí mismo en lo que aprueba. / Pero el que duda sobre lo que come, es condenado, porque no lo hace con fe; y todo lo que no proviene de fe, es pecado.”

PRINCIPIOS PARA GUIAR TU CONCIENCIA
La conciencia del discípulo es edificada con la Palabra de Dios y guiada por el Espíritu Santo. Pero, aún así, hay “creencias” que perjudican su recta actuación. Por ello es necesario recordar los principios que los textos leídos nos exponen, a saber que el discípulo:
1) Debe estar plenamente convencido en su propia mente de lo que cree y practica.
2) No debe juzgar a su hermano sino concentrarse en sus propias creencias y acciones.
3) Necesita tener muy claro que nada es inmundo en sí mismo sino que algunas veces los seres humanos hacemos inmundo algo que la Palabra de Dios no ha declarado inmundo.
4) Necesita saber que todo lo que no proviene de fe, nuestra mente lo hace pecado.

Si queremos guiar nuestra conciencia en un modo correcto de juzgar, necesitamos aplicar los principios expuestos, los cuales, además de la Verdad de la Palabra de Dios, pueden sintetizarse en Convicción, Ausencia de Juicio, Inocencia y Fe.

EJERCICIO Nº 3: “DESCUBRIENDO PROBLEMAS DE CONCIENCIA”.
1. ¿Cuál es mi principal problema de conciencia? ¿De qué me siento culpable?
2. ¿Qué creencia tengo que me siento culpable?
3. ¿Es bíblicamente cierta esa creencia?
4. a) Si su creencia es bíblica, pida perdón al Señor y elabore un plan para resolver su problema.
b) Si su creencia no es bíblica, reprograme su mente con ayuda de la Palabra de Dios.
5. Comente con su tutor o pastor esta tarea.

ALIMENTÁNDOSE CON IDEAS POSITIVAS
Fe es estar plenamente convencido y eso es lo que necesitamos para vivir como verdaderos discípulos de Jesucristo. Si hay fe en nuestro interior, si alimentamos con fe cada día nuestra mente y voluntad, seremos personas de éxito, hombres y mujeres felices (Romanos 4:16-22)

La mente humana no es un ente independiente que controle a la persona. Muy por el contrario, usted es quien controla su mente y ésta su comportamiento. No somos víctimas impotentes de nuestros propios pensamientos, sino dueños de nuestra mente. Es perfectamente posible que podamos abandonar viejas ideas y enfrentar la vida con nuevas y buenas ideas en nuestra mente. De hecho esto trae la conversión: un nuevo sentir, una nueva esperanza, una nueva forma de pensar. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17)

La mente, como otros órganos del cuerpo –corazón, estómago, sistema nervioso, etc.- necesita alimentarse. No lo hace con sangre, con comida ni con impulsos bioeléctricos, sino con ideas. Si las ideas son pensamientos negativos, pesimistas, destructivos, obscuros, pues el comportamiento de la persona que tiene esa mente será también negativo, pesimista, destructivo, oscuro. No será alguien feliz sino que su vida tenderá siempre al sufrimiento. Dios desea nuestra felicidad. Para ello nos recomienda renovarnos en el espíritu de nuestra mente. Esto significa poner nuevas y buenas ideas, pensamientos positivos. “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2); “y renovaos en el espíritu de vuestra mente” (Efesios 4:23)

Necesitamos alimentar nuestra mente con ideas positivas. He aquí a continuación ocho tipos de ideas que pueden alimentar su mente.

1. PROMESAS.
Las promesas de Dios en Su Palabra son ideas que pueden alimentar en forma positiva nuestra mente. Ejemplos de promesas divinas son estas: “Él es quien perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus dolencias.” (Salmo 103:3); “El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas./ Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen; / pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán.” (Isaías 40:29-31); “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.” (Isaías 41:10); “Conoceréis la Verdad y la Verdad os hará libres” (San Juan 8:32). Estas promesas de Dios son sobre la enfermedad, el desánimo, el miedo y la libertad. La Biblia registra muchas de estas declaraciones de Dios que, si nos asimos de ellas, traerán optimismo, fe, esperanza, confianza, tranquilidad.

Para que una promesa de Dios se cumpla en nuestra vida, es requisito creer lo que Dios dice y que se cumplirá; sin fe la promesa no funciona. “porque todas las promesas de Dios son en Él Sí, y en Él Amén, por medio de nosotros, para la gloria de Dios.” (2 Corintios 1:20); Abraham “Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios” (Romanos 4:20); los antiguos creyentes “por fe conquistaron reinos, hicieron justicia, alcanzaron promesas, taparon bocas de leones.” (Hebreos 11:33)

2. CONVICCIONES
Son un tipo de ideas. Una convicción se refiere a la acción de convencer; quien tiene una convicción, ha sido convencido por una serie de razones en algún sentido específico, y además puede convencer a otros. Según definición, convencimiento es una idea religiosa, ética o política a la que se está fuertemente adherido. Alguien puede decir: Yo no puedo obrar en contra de mis convicciones. También se puede tener convicciones erradas y negativas, creencias falsas que hacen mucho daño a la persona y a su entorno. La convicción de Noé era que venía un gran diluvio sobre la tierra, mas la convicción del pueblo era todo lo contrario (2 Pedro 2:5; Génesis 6:3); la convicción de Pedro era que Jesús es el Hijo del Dios Viviente, cosa que Judas no logró creer pues veía al Maestro sólo como un rabí que era débil y estaba equivocado.

Un cristiano es una persona de convicciones. Hay una serie de ideas que están arraigadas positivamente en nosotros. Hay convicciones acerca de Dios, la vida, el ser humano y nosotros mismos. Las convicciones sobre quién soy y para qué estoy en este mundo son quizás las más importantes para nuestro desarrollo cristiano. San Pablo es un buen ejemplo de un hombre de convicciones: "Palabra fiel y digna de ser recibida de todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar á los pecadores, de los cuales yo soy el primero.” (1Timoteo 1:15)

3. VERDADES BÍBLICAS
Las verdades bíblicas son afirmaciones de fe contenidas en la Biblia y que edifican nuestra mente con la Verdad. Son las verdades fundamentales o sana doctrina y que nosotros como Iglesia las hemos resumido en nuestro Credo. El estudio bíblico tanto colectivo como personal hace muy bien a nuestra mente, leer las Sagradas Escrituras diariamente, buenos libros cristianos y también otros libros, pero siempre guiados por el Espíritu Santo. De esta manera alimentaremos la mente con las verdades de Dios. San Pablo advierte que “vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias” (2 Timoteo 4:3), “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1)

4. SUEÑOS
Los sueños son los ideales, aquello que la persona persigue, esas metas a veces demasiado altas e inalcanzables, mas nuestro Dios es maestro de lo imposible. Él “da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen.” (Romanos 4:17) y “Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.” (Hebreos 11:3)

Estos sueños bien pueden expresarse concretamente en sueños nocturnos, pero no lo son necesariamente. La Biblia habla de los sueños de José y cómo él podía interpretar los sueños de otros. Los sueños pueden ser mensajes de Dios para el hombre. Daniel interpretó sueños; el ángel le hablaba en sueños a José, esposo de María; Pablo soñaba y actuaba. Dice la Palabra de Dios: “y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hechos 2:17) ¿Será porque con los años nos vamos poniendo más pragmáticos, racionales e incrédulos? ¿Será porque los ancianos están más decepcionados y necesitan volver a soñar, como cuando eran jóvenes?

Necesitamos “soñar” logros para traerlos a nuestra realidad, trasladarlos del mundo de las ideas, por decirlo de una forma, al mundo concreto. Nuestros sueños vienen de la Palabra de Dios y nosotros los hacemos nuestros. Son los deseos de Dios para nuestras vidas; estos deseos son Su voluntad para con los cristianos. Este no es un asunto esotérico sino muy real. El Señor obra a través de visiones y sueños. Cuando un muchacho está en el liceo sueña llegar a la universidad, se ve claramente en su imaginación que un día él estará estudiando su profesión; ya en la universidad parte de su sueño ha sido cumplido, mas ahora sueña con ser un médico. Ese sueño se hace realidad cuando recibe su título profesional. Si no hubiera “soñado” no habría alcanzado el sueño. Pongamos sueños positivos, que beneficien a la Iglesia y a la sociedad, en nuestra mente y vayamos tras ellos.

5. VISIONES
Dios muestra visiones. La visión de los ojos es un sentido abarcador que permite percatarnos con anticipación de lo que sucede más allá de nuestra posición. Cuando hablamos de “visión” en términos espirituales nos estamos refiriendo a algo similar: la capacidad de “ver anticipadamente”. Visionario es aquél que se adelanta a su tiempo o tiene visión de futuro. La Biblia profetiza: “Y en los postreros días, dice Dios, Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, Y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán; Vuestros jóvenes verán visiones, Y vuestros ancianos soñarán sueños” (Hechos 2:17)

Como en el acápite anterior también nos preguntamos ¿Será que Nuestros jóvenes verán visiones porque visión es lo que a la mayoría de los jóvenes les falta? Es característica del joven la falta de experiencia, por tanto no se pueden adelantar a muchos hechos. Pero la visión a la que se refiere este texto es la visión espiritual. Cuando veo iglesias y ministerios levantados hoy día por personas jóvenes y algunos muy jóvenes, pienso: ya estamos en los últimos tiempos y se cumple la profecía de Joel. Necesitamos ser discípulos visionarios, llenar nuestra mente con las visiones que la Palabra de Dios nos revele.

6. AUTOAFIRMACIONES
Las autoafirmaciones son afirmaciones positivas acerca de sí mismo. Las autoafirmaciones bíblicas están contenidas en la Biblia y tienen la virtud de elevar nuestra autopercepción, cambiar el modo en que nos vemos a nosotros mismos. Siempre se hacen sobre una base bíblica, como por ejemplo estas: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna.” (1 Corintios 6:12); “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Filipenses 4:13).

Jesús hizo muchas afirmaciones acerca de Su Persona, las cuales fueron siempre positivas: Yo soy el Pan de Vida, la Luz del mundo, la Puerta, el Buen Pastor, la Resurrección y la Vida, el Camino, la Verdad, la Vida y la Vid verdadera. También se refirió a nosotros de un modo positivo, diciendo: “Vosotros sois la luz del mundo… la sal de la tierra”. San Pedro nos define como real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, etc. Todas estas aseveraciones o afirmaciones bíblicas pueden sernos muy útiles como autoafirmaciones.

7. IDEAS OPTIMISTAS
Son ideas positivas acerca de la vida, las personas, mi futuro, etc. Si decido que resultará mi propósito, así será, mas si creo que no será así, de ese mismo modo sucederá. Manténgase lejos de las ideas pesimistas y las que le causan problemas y dolor. El optimismo, una mirada positiva al futuro, la esperanza, es una actitud propia de los discípulos de Jesucristo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. / En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros.” (San Juan 14:1,2)

El optimismo es uno de los tópicos que mayor interés ha despertado entre los investigadores de la psicología positiva. Puede definirse como una característica disposición de la personalidad que media entre los acontecimientos externos y la interpretación personal de los mismos. Es la tendencia a esperar que el futuro depare resultados favorables. El optimismo es el valor que nos ayuda a enfrentar las dificultades con buen ánimo y perseverancia, descubriendo lo positivo que tienen las personas y las circunstancias, confiando en nuestras capacidades y posibilidades junto con la ayuda que podemos recibir.

La principal diferencia que existe entre una actitud optimista y el pesimismo radica en el enfoque con que se aprecian las cosas. Empeñarnos en descubrir inconvenientes y dificultades nos provoca apatía y desánimo. El optimismo supone hacer ese mismo esfuerzo para encontrar soluciones, ventajas y posibilidades.

En general, parece que las personas más optimistas tienden a tener mejor humor, a ser más perseverantes y exitosas e, incluso, a tener mejor estado de salud física. De hecho, uno de los resultados más consistentes en la investigación psicológica es que aquellas personas que poseen altos niveles de optimismo tienden a salir fortalecidos y a encontrar beneficio en situaciones traumáticas y estresantes

Optimismo y esperanza tienen que ver con la expectativa de resultados positivos en el futuro y con la creencia en la propia capacidad de alcanzar metas.

8. VIRTUDES CRISTIANAS
La aspiración al desarrollo de las virtudes cristianas es otro modo de alimentar positivamente nuestra alma.. Virtud significa "valor, fuerza, vigor, constancia en hacer el bien". Es el arte de hacer el bien y recta-mente. Es la senda por el cual el hombre de bien llega a la gloria, al honor y al poder. Existen varias clases de virtudes: a) Las virtudes Teologales son las más importantes de la vida cristiana, por ser base y fundamento de las demás. Son las virtudes dadas por Dios a través de Su Espíritu Santo: la Fe, la Esperanza y la Caridad. Yo agrego la Paz, como una virtud fruto del perdón de Dios en nuestras conciencias. La fe es depositada como motivación en el corazón del hombre, la esperanza es puesta en la mente del cristiano, la caridad o amor llena nuestro espíritu y la paz sella la conciencia. Estos cuatro elementos son el fundamento que Jesucristo pone en el ser humano; b) Las virtudes Cardinales, alrededor de las cuales giran las muchas virtudes morales como la puerta sobre sus quicios, son: Prudencia, Justicia, Fortaleza y Templanza y de ellas derivan todas las demás; c) Las virtudes Morales.

Meditar en estas virtudes, estudiarlas, desarrollarlas, practicarlas, orar para que el Señor las desarrolle en nosotros, es la mejor forma de santificarnos. Jesucristo tenía y tiene todas las virtudes, como dice San Pedro: “…no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; / sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1:14,15) y en otro lugar:
“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9)

CONCLUSIONES
1) Hemos aprendido hasta ahora que hay VERDAD y también hay CREENCIAS; que la Verdad es Cristo, pero que aún como cristianos tenemos todo tipo de creencias, algunas erradas, las cuales dificultan nuestra vida. Por tanto precisamos de UN CAMBIO DE MENTE, necesitamos renovar nuestra manera de pensar. Ciertamente muchas CREENCIAS TRAEN PROBLEMAS. Por esto necesitamos mirarnos en EL ESPEJO DE DIOS, mirar cara a cara a Jesucristo, la Verdad, y enterarnos de nuestra condición interior.

2) MENTE Y CORAZÓN deben ser limpiados de toda creencia negativa. Por otro lado existe cierta DURABILIDAD DE LAS CREENCIAS; algunas de ellas ya no nos son útiles y por tanto hay que desecharlas. Los SENTIMIENTOS NEGATIVOS sólo nos dañan.

3) MENTE Y CONCIENCIA son dos elementos del alma que hay que considerar; la mente y sus ideas las escogemos nosotros; la conciencia es el juez que determina bien y mal y nos lleva a culparnos y a culpar. Dejemos el juicio para Dios y no seamos conciencia de nuestros hermanos. Hay ciertos PRINCIPIOS PARA GUIAR TU CONCIENCIA; los cuales son: a) CADA UNO ESTÉ PLENAMENTE CONVENCIDO EN SU PROPIA MENTE es un principio básico para ir tranquilo por la vida y por el camino de Cristo; b) ¿POR QUÉ JUZGAS A TU HERMANO? pregunta el Espíritu Santo; nuestro papel no es ser conciencia del otro sino tan sólo amar; c) NADA ES INMUNDO EN SÍ MISMO ¡Cuántas acciones, ideas y sentimientos los hacemos “pecado” no siendo pecado! y d) San Pablo enseña que…TODO LO QUE NO PROVIENE DE FE, ES PECADO.

4) Finalmente, usted puede alimentar su mente con elementos negativos y cosechar lo negativo, o bien cosechar de una buena siembra con elementos positivos, como son: PROMESAS, CONVICCIONES, VERDADES BÍBLICAS, SUEÑOS, VISIONES, AUTOAFIRMACIONES, IDEAS OPTIMISTAS y VIRTUDES CRISTIANAS. ¡Qué el Señor de toda bendición prospere su mente, es decir su alma. Amén.


PARA REFLEXIONAR:
1) Haga una carta a sí mismo en que exprese (1) su admiración por su propia persona, iniciándola con un “amado (nombre)”; (2) su aprobación hacia aquellas iniciativas que usted tiene frente a la relación consigo mismo, con otras personas y con Dios; y (3) su afecto y buenos deseos para usted, como lo haría con el mejor amigo o amiga. (4) Finalice la carta con una bendición. Que su pastor o tutor lea a usted en voz alta dicha carta. Luego comparta la experiencia en el cenáculo.
2) Busque en la Biblia afirmaciones positivas de personas.

3) ¿Cómo he alimentado mi mente hasta ahora?
4) ¿Qué aspecto de mi mente me gustaría controlar?
5) ¿Qué he aprendido en esta enseñanza acerca de la Palabra de Dios?

BIBLIOGRAFIA
1) Louise L.Hay; “Usted puede sanar su vida”; Ediciones Urano, Barcelona, España, 1984.
2) David Yonggi Cho; "Secretos del Crecimiento de la Iglesia"; Editorial Caribe; 2.000.