miércoles, diciembre 30, 2009

LA RESPIRACIÓN DEL CRISTIANO: LA ORACIÓN.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
VII PARTE


Lectura bíblica: San Lucas 11:1-10

Propósitos de la charla: a) Comprender el acto de orar como la satisfacción de la necesidad de oxigenarse espiritualmente; b) Aprender y aplicar los principios básicos de la vida de oración; c) Motivarse a tener una disciplina de oración diaria.


“1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. 2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.”

“5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; 7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. 9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (San Lucas 11:1-10)

Como el cuerpo humano necesita respirar oxígeno para conservarse vivo; así también el espíritu necesita oxigenarse mediante la oración. Esta es otra función que jamás, ni un día del resto de su vida, usted deberá descuidar. Como el aire que rodea nuestro hábitat, Dios está cerca de cada uno. El Espíritu Santo ha sido derramado sobre toda carne, pero no se puede experimentar si no se respira. La oración es ese movimiento de respirar que tiene el alma y que permite que podamos entrar en contacto con Dios, fuente de la vida espiritual (Hechos 2:17)

La oración es amistad con Dios. Desde la más tierna infancia nuestros padres, de acuerdo a la cultura cristiana en que nacimos, nos enseñaron a orar el Padrenuestro y eso permaneció en nosotros como una sólida y hermosa base para el desarrollo de una relación con Dios. Lamentablemente para muchos ha quedado en algún oscuro lugar de sus recuerdos, como algo ingenuo y carente de sentido. La oración es amistad con el Creador, una estrecha relación con nuestro Padre Celestial, que nos llena de gratitud y regocijo. Es también una poderosa llave para abrir puertas a la espiritualidad y a la vida de Dios (Colosenses 4:2-4)

Se puede decir que la oración es un diálogo con Dios a través de una conversación espontánea y sencilla. No es un monólogo sin sentido sino que una rica interacción en la que Él nos responde mediante ideas, Su Palabra, etc. Aprendemos a escuchar su Voz en la medida que desarrollamos la práctica de la oración y crecemos espiritualmente. Él habla de muchas formas: en el silencio, a través de un hermano, en la Biblia, en Su creación, etc. (Filipenses 4:6,7)
Es preciso saber y creer que Dios oye y contesta todas nuestras oraciones. Que no recibamos satisfacción a una petición, no significa que Dios no nos escuchó o no respondió. Tal vez aún no es el momento de recibir aquello o bien lo que pedimos no correspondía y estaba en contra de la voluntad de Dios. Pero, insistimos:

Dios oye y contesta todas nuestras oraciones

Al dialogar con Dios, lo hacemos con el propósito de escucharlo, alabarlo, darle gracias y pedirle aquello que nos conviene. Orar no es una obligación sino una necesidad; todo discípulo de Jesucristo tiene la profunda necesidad de respirar Su amor y así fortalecer la fe en Él.

Todo ser humano sabe respirar en forma espontánea, es una función involuntaria, usted no necesita que alguien le enseñe a respirar, pero puede suceder que usted no respira adecuadamente y sus pulmones nunca se llenan del aire necesario. En la oración puede suceder algo similar. ¿Qué cristiano convertido no habla con el Señor a solas, sin que nadie le enseñe? Pero tal vez, si recibe un adecuado entrenamiento por hermanos con más experiencia en el Reino de Dios, sacaría mayor provecho de su oración. De modo que es muy conveniente que usted aprenda lo siguiente sobre la oración. En el acto de orar hay cinco elementos en juego, que es necesario conocer, para que nuestra oración sea siempre fructífera:

· El destinatario de la oración.
· El que hace la oración.
· El motivo de la oración.
· La forma de la oración.
· La respuesta a la oración.

I. EL DESTINATARIO DE LA ORACIÓN.
El primer elemento en la oración es el destinatario. Cuando escribimos una carta lo hacemos dirigiéndonos a otra persona a la que deseamos hacer llegar nuestro afecto, algún recado y para recibir noticias de ella, o sea esperamos una respuesta. Quien recibe nuestras palabras escritas es el destinatario. Lo mismo sucede si usted envía una encomienda, desea que ese paquete llegue al destinatario correcto. En el caso de la oración es lo mismo: hay un emisor y un receptor, hay un remitente y un destinatario. El único Destinatario de nuestras oraciones debe ser Dios.

No es bíblico orar a otro que no sea Dios, por muy bueno, santo o amado que sea aquél. No es correcto orar a un ser querido muerto; no está de acuerdo a la Biblia orar a un santo que ya está en la Presencia del Señor; tampoco orar a la virgen María a los ángeles o a otra entidad. El Destinatario de nuestra oración sólo es Dios. En Apocalipsis se relata dos ocasiones que en su visión, el profeta San Juan quiso “adorar” a un ángel y éste no se lo permitió.

“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. / Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” (Apocalipsis 19:9,10)

“Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. / Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.” (Apocalipsis 22:8,9)

Si bien es cierto orar es conversar con Dios, también implica adorarle. Adoramos e invocamos sólo a Dios. Alguien podrá alegar que este San Juan, Abraham y varios otros santos de la Antigüedad “conversaron” con ángeles, pero no fue porque ellos buscaran comunicarse con los ángeles sino que los mismos ángeles actuaron como mensajeros de Dios. No es correcto orar ni invocar a los ángeles. Sí podemos pedir a Dios que envíe a Sus santos ángeles a cuidarnos. El espíritu de esta enseñanza es glorificar y comunicarnos solamente con Dios, todo otro conducto no es adecuado, ya que podríamos ser engañados por los espíritus de las tinieblas.

Tampoco es conveniente utilizar otros conductos para dirigirse a Dios, que no sea el establecido por Él en Su Palabra. Para comunicarnos con alguien se usan en la actualidad distintos medios o conductos: la carta escrita, el teléfono, el correo electrónico. No sucede lo mismo en el ámbito espiritual, sólo hay un modo de comunicarse con Dios en la oración: Debemos orar al Padre en el nombre del Señor Jesucristo a través del ministerio del Espíritu Santo “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2: 5).

Tengamos en cuenta que Dios Trino es Uno solo, no somos una religión politeísta sino monoteísta, es decir creemos en Un solo Dios. Sea que le llamemos Padre, Señor o Dios, nos estamos dirigiendo a Uno solo. Lo bíblico es dirigirse al Padre por medio de Jesucristo. Éste es el único Mediador competente. Los demás no están asignados como mediadores. A pesar de que las tres Personas de la Trinidad son Dios, hay una jerarquía entre ellas, jerarquía que ellas mismas han decidido. No es que una tenga más poder que la otra, sino que lo establecieron así para que hubiese un orden. El Padre tiene máxima autoridad, luego el Hijo que ha sido enviado por el Padre y finalmente el Espíritu Santo que procede del Padre y colabora con el Hijo en la obra de la Iglesia. El Padre ha dado a Jesucristo, después de su muerte y resurrección como Hombre, toda autoridad (San Mateo 28:18), pero nosotros siempre debemos orar al Padre, en el nombre de Jesús, y el Espíritu Santo intercederá por nosotros ante Jesucristo, en el sentido de comunicar nuestro espíritu con Dios (Romanos 8:26). No es muy doctrinal orar indistintamente a veces al Padre, otras a Jesucristo y otras al Espíritu Santo, pues estaremos haciendo una división entre las Personas y volviéndonos al politeísmo. Lo propio es orar al Padre en el nombre del Señor Jesucristo a través del ministerio del Espíritu Santo.

El Señor Jesucristo nos insta en el Evangelio a pedir en Su nombre al Padre. Para completar nuestro gozo de ser cristianos salvados por Él, podemos dirigirnos al Padre, en Su nombre, y obtendremos lo que necesitamos para ser felices en esta tierra. “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” (San Juan 16:24)

II. EL QUE HACE LA ORACIÓN.
El segundo elemento en la oración es el emisor. Todos los cristianos podemos orar, sin importar el tiempo que tengamos de conversión ni los conocimientos bíblicos, ni las funciones que cumpla en la Iglesia, ni cosa humana alguna, con tal que sea hijo de Dios. Aún los no creyentes pueden orar o clamar a Dios en un momento de angustia, y Dios les escuchará.

Todos pueden orar, sin embargo, sólo los que caminan en fe y obediencia a Cristo pueden esperar, con toda seguridad, respuesta a sus oraciones. Jesucristo asegura que los que creen en Él harán sus mismas obras, y aún mayores. Esta seguridad es porque Él volvió al Padre y le solicitó el Espíritu Santo para que nos colaborara en hacer Sus obras. Jesús nos dice: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. / Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. / Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (San Juan 14:12-14). Siendo la víspera de su crucifixión, Él hizo esta gran promesa para todos los que oran: “si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.

No es malo ni desagradable a Dios que le pidamos; como Padre, Él se siente muy grato de que Sus hijos le soliciten favores, con tal que sean sabios en lo que piden. Recuerde que Él es Omnipotente y Omnisapiente, todo lo puede y todo lo sabe; por lo tanto puede ayudarle a usted en cualquier problema, aún el más grave. Por otro lado, Él ya conoce sus necesidades, sin embargo desea que usted las verbalice, pues así estará reconociendo humildemente que usted es un ser creado y necesitado de un Padre, que Él es importante y vital para su vida. Buscar a Dios es un término que se utiliza para significar, no que Dios se haya extraviado mas bien nosotros nos hemos alejado de Él y necesitamos volver a Su Presencia. Si lo buscamos en oración, con toda seguridad que le hallaremos. Sus puertas están abiertas al que se acerca a Él con reconocimiento de su propia miseria y de la autoridad de Dios. Por ello Jesucristo nos dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” (San Mateo 7:7)

Si correctamente nos dirigimos al Destinatario de nuestra oración, Él responderá conforme a Su sabiduría y poder, aún más allá de nuestras expectativas, porque Él sabe mucho mejor que nosotros lo que necesitamos para tener una vida próspera en cuerpo, alma y espíritu, como reza la Palabra de Dios: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20)

III. EL MOTIVO DE LA ORACIÓN.
El tercer elemento en la oración es el motivo. ¿Por qué visita usted a sus padres o a un amigo muy querido? De seguro lo hace porque les ama y le agrada estar con ellos. Esta debe ser nuestra principal motivación al orar: tener comunión con Dios. Él nos espera ansiosamente, como un padre anhela ver a sus hijos cuando están lejos.

La oración nos permite conocer el propósito que tiene el Señor para nuestras vidas. La Palabra de Dios nos enseña que acudimos a Dios con real pasión y necesidad, Él, además de responder a las peticiones, dará a conocer Sus misterios y pondrá hermosas visiones en nuestro corazón: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3)

¿Cómo va a respirar el alma la atmósfera espiritual de Dios si no se acerca a Dios? Debemos orar para respirar Su oxígeno de amor y tener comunión con Él.

IV. LA FORMA DE LA ORACIÓN.
El cuarto elemento en la oración es la forma. Hay seis principios que deben guiar la oración cristiana:
Sinceridad. En la amistad sincera con Dios está la fuerza que hará que nuestro servicio a los hombres traiga la luz de Cristo a las vidas. Un cristiano debe ser humilde y reconocer sus limitaciones e incapacidades ante Dios, buscando las energías que vienen de Él, por medio de Su Espíritu Santo, en oración (San Mateo 6:5)
Intimidad. No podemos alcanzar crecimiento espiritual ni de ningún tipo en la vida cristiana, si no hay una diaria y personal comunicación con el Padre. Aunque Él conoce las necesidades del corazón humano, desea intimar con él y responder a cada inquietud, enseñándonos una completa dependencia de Su amor (San Mateo 6:6)
Sencillez. La oración es un diálogo en palabras sencillas. No es necesario utilizar un lenguaje especial o rebuscado. Sólo tiene usted que decirle a Él lo que siente, sus problemas, anhelos, necesidades, etc. (San Mateo 6:7)
Perdón. Estar en paz con el prójimo y con una conciencia tranquila ante Dios, es clave para una perfecta relación con el Padre. No quiere hipocresía sino transparencia en la oración, lo que no puede existir si estoy enojado con mi hermano (San Mateo 6:14)
Perseverancia. Pedir, buscar, llamar a la puerta de Dios, como en la parábola del amigo impertinente o de la viuda y el juez, es el imperativo para lograr las peticiones de nuestro corazón, pues para Él no somos molestos y premia la perseverancia (San Mateo 7:7; San Lucas 11:5-13; San Lucas 18:1-8)
Dirección. Debemos orar de acuerdo con la voluntad de nuestro Padre Celestial, no pidiendo cosas, sino pidiendo directivas para lograr esas cosas. Si tenemos a Dios sólo como uno que me otorga lo que le pido y ante el que voy como un mendigo, no creceré en la comprensión de Su voluntad para mi vida, seré un cristiano pasivo. Pero si antes de pedir pregunto a Dios que quiere para mí, estaré orando con la dirección dada por Él. La mejor señal de que estamos caminando en la dirección correcta, es la paz interior: “Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; / y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.” (1 Juan 3:21-22)

V. LA RESPUESTA A LA ORACIÓN
El quinto elemento en la oración es la respuesta. La oración es una relación con Dios, por tanto aprender a orar es aprender a relacionarnos con nuestro Padre Celestial. Esta relación implica:
a) Fe: No solamente creer en Dios, sino también creerle a Él, confiar en Sus promesas.
b) Paz: Descansar plenamente en Dios, tener una relación de confianza y seguridad.
c) Amor: Expresar gratitud, fervor, cariño, devoción al Señor.
d) Esperanza: Esperar confiadamente en Él.

Dios contesta siempre nuestras oraciones. Tal vez la mayoría de los cristianos estén acostumbrados a recibir respuestas positivas de parte de Dios; pero esto no siempre será así. En algunas oportunidades Él responde “no”; otras veces dice “espera”, y hay ocasiones en que simplemente calla. No nos desanimemos en la oración. Por el contrario, acerquémonos a Él, confiando que si pedimos según Su voluntad, nos dará aquello que necesitamos, lo que tal vez no será de nuestro agrado, pero será Su respuesta en Su voluntad.
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Tal cosa debe llenarnos de convicción y agradecimiento “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. / Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14-15)

Orar conforme a la Palabra es el mejor recurso para conocer la voluntad de Dios; ella es una garantía de respuesta en que el Espíritu Santo será nuestro ayudador y guía para comprender las respuestas de Dios.

CONCLUSIÓN
El Destinatario de nuestra oración habrá de ser siempre sólo Dios Padre, por medio de Su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo. Todos los cristianos sin excepción podemos ser emisores de oración y ser escuchados por Dios. Él mismo nos invita a buscarle, tocar a Su puerta y pedirle. La motivación básica de la oración es tener comunión con el Creador y Salvador nuestro, amarlo, adorarlo, conocerlo mejor. En el modo de orar, el discípulo de Jesucristo debe tener en cuenta los principios de Sinceridad, Intimidad, Sencillez, Perdón, Perseverancia y Dirección. Finalmente, necesitamos estar preparados para un sí, un no, un espera o el silencio de parte del Señor. La oración es nuestra respiración en el Reino de Dios.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Por qué cree usted que en esta enseñanza se compara la oración diaria con la respiración?
2) ¿Qué problemas ha tenido usted para orar en la intimidad y cómo los ha resuelto?
3) ¿Tiene usted dificultades para orar en comunidad o en público?
4) Escriba cada hermano del Cenáculo una petición al Señor y luego léala en voz alta.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Billy Graham, material de la campaña evangelística internacional “Mi Esperanza”, Chile, 2005.
4) Iván Tapia, “La Oración”, Corporación Resplandor, Valparaíso, Chile, 1988.

lunes, diciembre 07, 2009

EL ALIMENTO DEL CRISTIANO: LA PALABRA DE DIOS.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
VI PARTE


Lectura bíblica: 2 Timoteo 3:15-17

Propósitos de la charla: a) Valorar la Palabra de Dios como alimento espiritual imprescindible para el discípulo; b) Conocer los efectos de la Palabra en el cristiano; c) Conocer y practicar las condiciones necesarias para obtener provecho de la Palabra de Dios.


1 Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.

4 No así los malos,
Que son como el tamo que arrebata el viento.
5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
Ni los pecadores en la congregación de los justos.
6 Porque Jehová conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá.
(Salmo 1:1-6)

Hay cinco aspectos de su conversión que usted debe saber: 1) Usted se ha convertido a Jesucristo; 2) Usted ha sido trasladado de Reino; 3) Usted tiene vida eterna; 4) Usted ha nacido en la Familia de Dios; y 5) Usted pertenece a la Iglesia Cristiana Discípulos de Jesucristo. Ahora que sabe quién es, deberá por el resto de su vida en esta tierra, cuidar cinco funciones, de las cuales trataremos en esta lección el primero.

Como toda criatura, el alimento para poder desarrollarse sano y robusto, es fundamental. Pero como hablamos de una nueva criatura, que es eminentemente espiritual, su alimento deberá ser, también, espiritual. El Señor Jesucristo dijo “Mis palabras son espíritu y son vida”. Este es el alimento que usted y todo cristiano necesita cada día: la Palabra de Dios. El alimento del cristiano es la Palabra de Dios que está escrita en la Biblia.

Por medio de la Biblia conocemos a Dios.

La Biblia es la Palabra de Dios, la Biblia expresa Su Voluntad. Es, por tanto, la máxima autoridad que establece los principios de nuestra fe. La Biblia no sólo contiene palabras de Dios, sino que es la Palabra de Dios. Por medio de la Biblia respondemos las tres preguntas más acuciantes del ser humano: quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. A través de la Biblia, Dios habla al hombre. Como discípulos de Jesucristo necesitamos alimentarnos de la Palabra de Dios. ¿Por qué?

¿Qué produce la Palabra de Dios en el hijo de Dios?

· La palabra de Dios le hace próspero
· La palabra de Dios le guía
· La palabra de Dios le da sabiduría
· La palabra de Dios le beneficia

I. LA PALABRA DE DIOS LE HACE PROSPERO.
Dios desea que todos los discípulos de Jesucristo tengan el hábito de leer Su Palabra, porque en ella está escrita Su voluntad, Sus promesas y todo el legado que Jesús nos ha dejado como testamento. Sin embargo el enemigo de nuestras almas se empeña en alejarnos de las Escrituras y no desea que tengamos ese hábito. Mas todo depende de nosotros. Si nos cansamos de leer, Dios nos alentará con Su Espíritu Santo; si nos da sueño, Él nos motivará y despertará, llamándonos la atención sobre pasajes ideas que nos sorprenderán y ayudarán mucho. Si nos duele la cabeza, Él, como nuestro Médico, acudirá a aliviarnos. Si reflexionamos diariamente en la Palabra de Dios, haciéndonos el hábito de leerla y meditarla, lápiz y cuaderno en mano, seremos cristianos prósperos y vivir una vida de plena confianza en Dios. El Señor nos dice hoy: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3 Juan 2) Y además nos promete: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; / Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. / Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará.” (Salmos 1:1-3) El resultado de alimentarnos con la Palabra de Dios, trae prosperidad a la vida del cristiano.

1) La Palabra de Dios nos trae prosperidad espiritual: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17)
2) La Palabra de Dios nos trae prosperidad mental: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.” (Isaías 26:3)
3) La Palabra de Dios nos trae prosperidad física: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. / Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:4,5)
4) La Palabra de Dios nos trae prosperidad financiera: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. / Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. / Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; / como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. / Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia” (2 Corintios 9:6-10)

II. LA PALABRA DE DIOS LE GUIA.
La lectura de la Biblia es semejante a ir por un camino en una noche sin luna. Tropezamos y nos salimos fácilmente del sendero, nos da miedo pues desconocemos absolutamente hacia donde caminamos. Si encendemos una linterna, ésta nos devolverá la confianza pues sabremos donde pisar para no tropezar y encontraremos la dirección. La Biblia, la Palabra de Dios, nos ilumina el entendimiento, da respuesta a todas aquellas interrogantes trascendentes, nos enseña como vivir en las distintas áreas de la vida, da consuelo, nos muestra a Dios y Su gran amor, en definitiva nos hace vivir seguros. El salmista la compara a una lámpara a sus pies, una luz en el sendero: “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.” (Salmos 119:105)

Los cristianos somos guiados por Dios a través de un manual de vida, que es Su Palabra. Ella es como una lámpara que nos ilumina el camino. Él ha puesto Su voluntad y dirección en Su Palabra, pero habrá que leerla en oración y atendiendo al Espíritu Santo. Un gran evangelista ha dicho: “Su Palabra va delante de nosotros en el futuro y nos protege del pasado.”

III. LA PALABRA DE DIOS LE DA SABIDURIA.
Todos creemos poseer la razón o verdad de las cosas, incluso defendemos nuestras ideas y tratamos de imponer nuestros puntos de vista. Esto significa que todo ser humano anhela la sabiduría. Probablemente en muchos puntos tengamos la razón, pero no todo lo que creemos y pensamos es la absoluta verdad. Sólo Dios tiene la Verdad completa. Si alguien poseyera la sabiduría de Dios, tendría pleno éxito en su vida. Esto es posible si usted ama la sabiduría de Dios. Él ha escrito en Su Palabra Sus pensamientos, para que sea conocida por los que creen en Él. La exposición a Sus palabras nos da luz y entendimiento, si somos sencillos y tenemos fe. La Palabra de Dios nos da sabiduría para vivir, y por ende prosperidad: “Escogí el camino de la verdad; He puesto tus juicios delante de mí.” (Salmos 119:130)

IV. LA PALABRA DE DIOS LE BENEFICIA.
La Palabra de Dios es más que un libro de texto o un tratado científico, es una carta de Dios escrita para usted; léala como una carta familiar. Todo lo que lea en esta “epístola” es para su beneficio. Si lee en ella “Pedid y se os dará”, no cuestione esta idea y sencillamente comience a pedir a Dios; es como pasear por un huerto con árboles frutales, al cual su dueño le ha permitido entrar y saborear sus frutos.

Si encuentra en sus páginas una promesa, no vacile en aferrarse a ella; es como si Dios le haya entregado un cheque por cierta suma, sólo resta que usted de gracias y cambie el cheque ¿o lo rechazaría?

Si lee la oración de arrepentimiento de David, no se dedique a criticar a este adúltero y asesino pecador, ni trate de defenderlo por ser un rey que escribió tan bellos salmos, no pierda tiempo en ello, sino que haga suya esa oración y obtenga beneficios espirituales para usted. Para eso se encuentra escrita en la Palabra de Dios. La Biblia no ha sido escrita para repetirla de memoria ni para admirarla como un bello texto literario o un interesante tratado teológico, sino para ser vivida.
Si encuentra en ella modelos de santidad y abnegación, pídale a Dios esa santidad y negación de si mismo. Y si no la entiende, pídale entendimiento a Dios para que le otorgue esa sabiduría, para que su vida entera irradie la luz de Su Verdad.

La Palabra de Dios está a su alcance y es suya, esta es su oportunidad de ser bendecido por Dios. No desaproveche esta oportunidad que el Dios de la Verdad le da para su beneficio. Los que aman Su Palabra disfrutan de un gran bienestar y nada los hace tropezar; dice la Biblia: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo.” (Salmos 119:165)

Hasta ahora hemos visto los beneficios que trae consigo oír, leer y estudiar la Palabra de Dios: nos hace prósperos, nos guía, nos da sabiduría y nos beneficia. Pero para poder disfrutar de estos beneficios de la Palabra de Dios, el discípulo de Jesucristo debe cumplir ciertas condiciones.

¿Qué condiciones son necesarias para obtener provecho de la Palabra de Dios?

· El discípulo debe considerarla necesaria.
· El discípulo debe cumplirla.

V. LA PALABRA DE DIOS ES NECESARIA.
¡Cuán necesaria es la Palabra de Dios para alimentar el alma! Ella edifica la mente del discípulo con la Verdad. La Palabra de Dios, entre otros beneficios, nos:
a) Enseña. Podemos conocer a Dios, al Salvador del mundo, al Señor del Reino, la condición del mundo, el futuro glorioso de los hijos de Dios, etc.
b) Exhorta. Recibimos ánimo para luchar contra el diablo y las tinieblas, para vencer los apetitos carnales que batallan contra el alma, y salir victoriosos frente a las tentaciones mundanas.
c) Reprende. Todos somos pecadores, seres humanos con una naturaleza caída inclinada al mal. La Palabra de Dios nos reprende confrontándonos con nuestra condición de pecadores.
d) Prepara para encontrarnos con Dios. La Biblia es fundamental en el proceso de santificación del cristiano.

Las Escrituras pueden dar al hombre la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Biblia ha sido inspirada por Dios, no es invención humana, a pesar de que fue escrita por hombres. Dios es el Autor de la Biblia. Es útil para enseñar al cristiano a vivir de acuerdo a la Divina voluntad; para reprender al que peca o yerra; para corregir al que va por un camino espiritual o moral equivocado y para instruir en la justicia de Dios: “y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. / Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:15-17)

Hay cinco cosas que usted debe hacer con la Palabra de Dios:
a) Oírla (Romanos 10:17)
b) Leerla (Deuteronomio 17:19)
c) Estudiarla (Proverbios 2:1-6)
d) Memorizarla (Salmos 119:11)
e) Meditarla (Josué 1:8)

VI. LA PALABRA DE DIOS HAY QUE CUMPLIRLA.
La meditación cristiana, basada en la Palabra de Dios, no es meramente un estado de contemplación, sino una reflexión que conduce a vivir los preceptos bíblicos. Respetarlos y obedecerlos es el desafío que se presenta a todo discípulo de Jesucristo. El cristianismo es más que una religión, un estilo de vida; no se trata sólo de conocer la Biblia sino también de practicarla. El verdadero discípulo de Jesucristo no se contenta sólo con escuchar la Palabra, sino que la pone en práctica: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1:22)

CONCLUSIÓN
En esta enseñanza hemos aprendido la importancia que tiene para el discípulo de Jesucristo alimentarse diariamente de la Palabra de Dios. La Biblia nos hace prósperos, nos guía, nos da sabiduría y nos beneficia. Para obtener provecho de la Palabra de Dios y disfrutar de estos beneficios, el discípulo debe cumplir dos condiciones: valorarla como muy necesaria y practicarla.

Definitivamente: la Biblia nos aparta del pecado. De lo contrario, el pecado nos apartará de la Biblia.

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué sabe usted de la Biblia?
2) ¿Qué le agradaría aprender de la Biblia?
3) ¿Qué momento del día dedica usted para leer y meditar en la Palabra de Dios?
4) Memorice junto a los discípulos del Cenáculo, el texto bíblico que inicia esta enseñanza.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Billy Graham, material de la campaña evangelística internacional “Mi Esperanza”, Chile, 2005.
4) Randy Morrison; “Viviendo con sentido Común”
5) “Curso de Capacitación para Pastores y Líderes Cristianos”; Proyecto Mi Esperanza; Asociación Evangelística Billy Graham; 2005.

sábado, noviembre 14, 2009

USTED HA NACIDO A LA FAMILIA DE DIOS.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
IV PARTE


Lectura bíblica: San Mateo 12:46-50

Propósitos de la charla: a) Comprender la definición de Iglesia como Familia de Dios; b) Identificar los rasgos característicos de la Familia de Dios y sus miembros; c) Conocer las responsabilidades de los cristianos como Familia de Dios; y d) Vislumbrar el futuro de la Familia de Dios.

“Mientras él aún hablaba a la gente, he aquí su madre y sus hermanos estaban afuera, y le querían hablar. / Y le dijo uno: He aquí tu madre y tus hermanos están afuera, y te quieren hablar. / Respondiendo él al que le decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre, y quiénes son mis hermanos? / Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. / Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre.”
(San Mateo 12:46-50)


Tres cosas llevamos aprendidas en esta serie de enseñanzas para recién convertidos, o para los que quieren recordar sus primeros pasos de fe, y es que: a) Usted se ha convertido a Jesucristo; b) Usted ha sido trasladado de Reino; y c) Usted ahora tiene vida eterna. Ahora veremos un cuarto aspecto: Usted ha nacido a la Familia de Dios.

Los cristianos somos designados en la Biblia de varias maneras; como “la Iglesia”, “el Cuerpo” “el Reino de Dios”, “la Casa de Dios”; pero también se nos nombra como “la Familia de Dios”. En esta lección nos enfocaremos en esta última perspectiva, puesto que hemos sido llamados a formar parte de ella. La gente de Dios es descrita con la imagen de una familia, ciertamente una hermosa designación que Dios da a Su Iglesia, el pueblo del Señor.

Ahora somos miembros de una nueva familia. Tal como pertenecemos a una familia natural, en la que tenemos padres, hermanos, hijos, etc., con una forma de ser, con valores propios, ideales, anhelos, metas, trabajos conjuntos, etc., desde nuestra conversión pasamos a formar parte de una “familia espiritual”, la familia de Dios: “Así que ya no sois extranjeros ni advenedizos, sino conciudadanos de los santos, y miembros de la familia de Dios, / edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo, / en quien todo el edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en el Señor; / en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu.” (Efesios 2:19-22)

Toda criatura de la creación está bajo la autoridad de Aquél a quien le ha sido entregado todo poder: Jesucristo, en especial la Iglesia. Por eso la Biblia expresa: “Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, / de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra,” (Efesios 3:14-15)

Quienes son padres entienden perfectamente que es misión de los papás poner las normas del hogar, enseñar valores y conductas, de acuerdo a las creencias o filosofía de vida, a sus hijos. Asimismo en la Iglesia hay reglas que cumplir y conductas que se consideran cristianas. Por eso todo discípulo debe aprender a conducirse en la casa de Dios. La familia espiritual, también tiene un orden y normas de conducta: “Esto te escribo, aunque tengo la esperanza de ir pronto a verte, / para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.” (1 Timoteo 3:14-15)

¿Cuáles son los principales aspectos que debo saber acerca de la Familia de Dios? A semejanza de mi familia natural, mi familia espiritual tiene determinadas características, sus propias responsabilidades y un futuro que espero para ella. Hoy estudiaremos de la Familia de Dios:

· Sus características.
· Sus responsabilidades.
· Su futuro.


1. LAS CARACTERÍSTICAS DE LA FAMILIA DE DIOS.
A- Tiene a Dios como Padre.
Toda familia tiene un origen, un progenitor o padre. La familia de Dios también. Su Padre es un solo: Dios, al que llamamos Padre Celestial, para diferenciarlo del padre terrenal. Algunos podrán considerar a Adán como el padre de la raza humana, pero en verdad éste fue el primer hombre creado. Dios es nuestro Padre Eterno. Suele hablarse de Adán y Eva como nuestros “primeros padres”, ciertamente lo son en el aspecto natural, pero nuestro Padre sobrenatural es Dios. También se dice de Abraham que es el “padre de la fe”. El pueblo de Israel lo llama “padre Abraham” porque a él le fue dada por Dios la promesa de formar un gran pueblo, tan grande como la multitud de estrellas en el cielo. Es el primero que creyó a Dios esa promesa, por ser el primero que la escuchó, y desde ese punto de vista es padre y ejemplo para todo hombre de fe, sea judío o cristiano.

Mas en verdad tenemos un solo Padre: Dios. ¿Cuántos Dioses hay? Indudablemente hay un sólo Dios, que es Padre de todos los que creen en Él; como lo afirma la Escritura: “ Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), / para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.” (1 Corintios 8:5-6)

¿Qué significa que Dios sea Padre? Qué Él es el Creador de todo: “un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en todos.” (Efesios 4:6) Podemos decir que Dios es Padre de todo lo que existe en el universo y dentro del planeta Tierra, es Padre de las criaturas; pero en rigor, bíblicamente hablando y desde el punto de vista espiritual, Dios no es Padre de todos. Tal vez esta aseveración a usted le sorprenda. Veamos qué dice la Biblia; cuando Jesús trataba duramente a los fariseos y maestros de la Ley: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” (San Juan 8:44). Esto significa que nuestra paternidad espiritual va a depender de quién estamos sujetos, si de Dios, del diablo, de alguna deidad humana, etc. Por lo tanto, de acuerdo a este texto, Él no es el “padre espiritual” de los pecadores, los que son hijos del diablo. ¿Cómo llama Jesucristo al diablo? Dice que es el “príncipe de este mundo” y “padre de mentira”.

Queda claro, entonces, que la primera característica de la Familia de Dios, es que tiene un Padre que es Su Gestor.

B- El Hijo mayor, Jesucristo, está al mando de la Casa de Dios.
Como mayor prestigio que la Torre de Eiffel tiene Gustave Eiffel, el que la edificó; mayor es Miguel Ángel Buonaroti que el mural que pintó en la Capilla Sextina; es más importante cada faraón que mandó construir las pirámides, que las pirámides Keops, Kefrén y Micerinos; asimismo Dios es más importante que el Universo creado por Él.

Dios ha puesto a Jesucristo como Señor, Cabeza y máxima autoridad en el universo y sobre todo en la Iglesia. Que Dios es El más importante en la creación y Jesucristo, Su Hijo, tiene toda autoridad en Su Casa, queda muy claro en el siguiente párrafo: “3 Porque de tanto mayor gloria que Moisés es estimado digno éste, cuanto tiene mayor honra que la casa el que la hizo. 4 Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. 5 Y Moisés a la verdad fue fiel en toda la casa de Dios, como siervo, para testimonio de lo que se iba a decir; 6 pero Cristo como hijo sobre su casa, la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y el gloriarnos en la esperanza.” (Hebreos 3:3-6)

Cristo, el Hijo de Dios, sirve sobre la casa de Dios como Sumo Sacerdote, pudiendo cada cristiano acudir por medio de Él a Dios Padre. ¿Qué es más importante: el sacerdote o el templo? El sacerdote. ¿Qué es mayor: el Sumo Sacerdote o la Casa de Dios? Indudablemente el Sumo Sacerdote: “ y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios” (Hebreos 10:21). El rol del sacerdote siempre es servir de intermediario entre Dios y los hombres, y entre los hombres y Dios: “25 por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” (Hebreos 7:25).

La segunda característica de la Familia de Dios es que tiene como máxima autoridad a Jesucristo, el Hijo de Dios e Hijo del Hombre.

C- Para ser de Su Familia hay que nacer de nuevo.
Llegamos a ser parte de esa familia por medio del nuevo nacimiento o regeneración: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. / Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? / Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios. / Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” (San Juan 3:3-6).

La única forma de pertenecer a una familia es siendo pariente, es decir ser “parido” en ella, salvo cuando somos adoptados. Pero, en el caso de los cristianos, Jesús, el Dueño de Casa, nos dice que es imprescindible el nuevo nacimiento: “el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” Si usted quiere ver y experimentar el reino o gobierno de Dios, tiene que nacer de nuevo. ¿Cómo se logra esto? Primero naciendo del agua y segundo del Espíritu. El agua es símbolo de la Palabra de Dios; podemos creer en Jesucristo cuando escuchamos acerca de Él en Su Palabra. Él ha dicho “Por mi palabra estáis limpios”. Así como el agua lava nuestro cuerpo, Su Palabra o enseñanza limpia nuestra vida y nos hace renacer. El Espíritu se refiere al Espíritu Santo, la Tercera Persona de la Trinidad, que nos da la vida espiritual, la vida que viene de lo alto, de Dios. Como cubrió a María para gestar a Jesús, nos cubre el día de nuestra conversión para producir una nueva criatura en nosotros.

No nos confundamos, “Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” Una cosa es la vida que adquirimos al nacer de la mamá, la vida biológica o “bíos”; otra es la vida del alma o “psique” que recibimos de Dios como soplo de vida; pero muy distinto es la vida que es soplada por el Espíritu Santo en el hombre, al nacer de nuevo, la vida “zoé”. Quien ha creído a su llamado ha pasado de muerte a vida. Esto, más que una metáfora, es la realidad divina de que al seguir a Jesús y vivir en Él, tenemos en nosotros "zoé", vida sobrenatural.[1]

Por eso Jesucristo dio la gran comisión, para que todos los que crean que Él es el Hijo de Dios que murió en la cruz por los pecadores, llegasen a ser “hijos de Dios” Nos convertimos en miembros de la familia de Dios al hacernos sus hijos mediante la fe. El versículo siguiente nos dice cómo opera esa fe para hacernos miembros de la familia: “pues todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús; / porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos. … 29 Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la promesa.” (Gálatas 3:26,27,29) Por medio de la fe en Jesucristo llegamos a ser nuevas criaturas.

La tercera característica de la Familia de Dios es que para pertenecer a ella hay que nacer de nuevo, por lo tanto son parte de ella sólo los que han nacido de nuevo. A veces hay dudas sobre ciertos hermanos, por sus actitudes y vida, si realmente son hijos de Dios. Si usted ha nacido de nuevo, a la Familia de Dios, entonces tiene una “nueva vida” con valores, ideales, actitudes, pensamientos, obras, etc. diferentes. Así se cumple aquello que dice la Escritura: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17). Y esto enlaza con el siguiente aspecto que estudiaremos sobre la Familia de Dios.

II. LAS RESPONSABILIDADES DE LOS DE LA FAMILIA DE DIOS.
1- Vivir una vida de piedad y santificación.
La familia de Dios es una familia especial, bendecida, donde hay vida, unidad, comunión, lealtad, responsabilidad, regocijo, salvación y está compuesta por aquellas personas que han obedecido de corazón la Palabra de Dios.

“Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, / Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.” (2 Corintios 6:17,18).

2- Caminar en luz.
La luz simboliza lo que es verdadero, lo puro; “el caminar en luz” es, pues, vivir una vida de pureza en conformidad a la verdad revelada por Dios en Su Palabra. “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado.” (1 Juan. 1:7) Esto abarca el practicar lo que es bueno y puro moralmente, lejos de lo pecaminoso y erróneo, ya que Dios es Luz, Sus hijos deben imitarle, “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Efesios 5:8) La Palabra de Dios nos enseña: “Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados.” (Efesios 5:1)

Nacer del agua y del Espíritu Santo a la familia de Dios. Para poder nacer es necesario morir a la antigua vida. No podremos dar fruto si no hacemos morir las viejas costumbres, antivalores y actitudes negativas. En el bautismo somos sepultados junto con Jesucristo y desde ese momento comenzamos a vivir para Él. Cuando nos convertimos, fuimos despojados del viejo hombre. por ello la Biblia dice: “ Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20)

3- Amarse unos a otros.
En la familia de Dios sus hijos deben amarse y tener una actitud de amabilidad, bondad y simpatía los unos a los otros: “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. / Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:31-32)

Solamente en un ambiente de amor podrá haber efectiva edificación para todos los miembros: “Pero también digo: Entre tanto que el heredero es niño, en nada difiere del esclavo, aunque es señor de todo; / sino que está bajo tutores y curadores hasta el tiempo señalado por el padre.” (Gálatas 4:1,2).

La familia de Dios es un Cuerpo unido en el amor de Dios. Cada cristiano es un miembro del Cuerpo y sufre cuando otro miembro sufre. Los miembros se ayudan unos a otros ordenadamente, como en un cuerpo unidos por las articulaciones. Esta forma de articularse el cuerpo, se llama Discipulado: “de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor.” (Efesios 4:16).


III. EL FUTURO GLORIOSO DE LA FAMILIA DE DIOS.
La familia de Dios tiene la esperanza de una feliz reunión en el mundo venidero, los hijos de la familia de Dios son herederos de Dios y coherederos con Cristo: “El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. / Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.” (Romanos 8:16-17)

El Apóstol bendice al Padre que nos hizo nacer de nuevo, a la familia de Dios. Vivimos, después del nuevo nacimiento, con una esperanza verdadera. Esta esperanza se basa en la resurrección de Jesucristo de los muertos: si Cristo resucitó, nosotros al unirnos a Él por la fe, también resucitaremos. La herencia que hemos recibido de Jesucristo es: a) Incorruptible, no se puede pervertir o corromper; b) Incontaminada, no tiene contaminación alguna; y c) Inmarcesible, no se puede marchitar. Esta herencia está reservada para los cristianos nacidos de nuevo, en los cielos. Somos guardados para recibir esa herencia, por el poder de Dios mediante la fe. Así alcanzaremos en el tiempo final, completa salvación de nuestro cuerpo, alma y espíritu, como lo señala el siguiente pasaje:

“Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, / para una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros, / que sois guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación que está preparada para ser manifestada en el tiempo postrero” (1 Pedro 1:3-5).


CONCLUSION
Usted ha nacido a la Familia de Dios. Esta familia tiene por características: Dios es su padre, el Hijo está a su mando y para pertenecer a ella hay que nacer de nuevo. Las responsabilidades de los de la familia de Dios son: 1- Vivir una vida de piedad y santificación; 2- Caminar en luz; y 3- Amarse unos a otros. La familia de Dios tiene un futuro glorioso para cada uno de sus miembros.

A la pregunta de Jesucristo, sobre quién es parte de Su Familia, ¿Quién es mi madre, o mi hermana y mi hermano?, Podemos responder con toda seguridad que es Familia de Jesucristo cada cristiano que hace la voluntad del Padre.

¿Quiere usted formar parte de la Familia de Dios? Si se ha convertido realmente a Jesucristo, si lo ha recibido en su vida como Señor y Salvador, si usted ha creído en Su nombre, entonces ha sido engendrado espiritualmente para el Reino de Dios y ahora pertenece a la Familia de Jesucristo, como asegura la Palabra de Dios: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (San Juan 1:12-13)



PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué características tiene mi familia natural?
2) ¿Cuál es la principal responsabilidad de mi grupo familiar?
3) ¿Qué futuro espero para mi familia?
4) ¿Cómo llegamos a ser bebés nuevamente? ¿Cómo podremos nacer de nuevo?




BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Alfredo Chee, “La Familia De Dios”, febrero 2003; Editado desde Abril 22, de 1999
4) Jorge Ortiz, “La Familia De Dios”.

[1] Ver: Transmisión De La Vida De Dios, “El Discipulado” Lección Nº 7; pastor Iván Tapia.

domingo, octubre 18, 2009

USTED TIENE VIDA ETERNA.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
III PARTE

Lectura bíblica: Romanos 8:38,39

Propósitos de la charla: a) Desarrollar la seguridad de la salvación y la vida eterna, basados en la Escritura; b) Comprender el concepto de “vida eterna”.


“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, / ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:38, 39)

La conversión a Jesucristo es una experiencia integral, una elección de Dios, un descanso para siempre en Jesucristo y un traslado de reino. Ahora Jesucristo es el Señor de nuestra vida y somos ciudadanos del Reino de Dios. En el reino de tinieblas estábamos “muertos” espiritualmente porque no teníamos la vida de Dios. Al convertirnos recibimos “la vida” que viene de lo alto: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.” (San Juan 1:4) Esta vida ilumina nuestra existencia dándonos fe, paz, amor y esperanza.

Tener “vida eterna” significa adquirir la vida de Dios, la vida de la eternidad. Entendamos que todos los seres humanos tienen vida eterna puesto que el alma no muere, pero esa eternidad se puede vivir en el cielo o en el infierno. Necesitamos comprender el significado de la “vida eterna” como se infiere de estos versículos del Evangelio:”Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar a la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que no puede ser apagado, / donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga. / Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar en el reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, / donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.” (San Marcos 9:45-48)

Si usted se ha convertido verdaderamente a Jesucristo, ahora tiene la vida de Dios; usted tiene vida eterna, y por lo tanto, total seguridad de su salvación. Hay personas que viven dudando de su salvación, quizás porque dependen de una emoción en su relación con Dios, o porque se miran a sí mismos como pecadores y no a Jesucristo como el que pagó el precio por sus pecados. Amados hermanos: tengamos total seguridad de que la obra que nuestro Salvador hizo en la cruz en el monte Calvario, es una obra perfecta y definitiva, que conquistó la salvación para todo aquel que cree.

En Cristo Jesús tenemos seguridad absoluta y eterna. Todo ser humano busca la seguridad en el plano económico, en el plano de la salud, en el amor conyugal, en sus estudios, en el consumo de bienes, etc. ¡Cuánto más en el aspecto espiritual! Necesitamos creer en un Dios seguro y que nos ofrezca seguridad. Y así es el Dios que nos ha llamado, Uno que nos ha amado desde el principio, Uno que dio Su vida por nosotros, Uno que nos regala la salvación para siempre, para eternidad. El gran evangelista Billy Graham ha dicho “los cristianos no tenemos que vivir con incertidumbre acerca del futuro. El cristianismo es una fe de certidumbres, de convicciones garantizadas y de creencias concretas.”

En Jesucristo y el Reino de Dios, usted está seguro; usted puede estar seguro de lo siguiente:

· Seguro de haber sido rescatado.
· Seguro en el poder de Dios.
· Seguro e inseparable del gran amor de Dios.
· Seguro en la mano de Dios.
· Seguro de la vida eterna.
· Seguro de la fidelidad de Dios.

1. SEGURO DE HABER SIDO RESCATADO.
“En él tenemos la redención mediante su sangre, el perdón de nuestros pecados, conforme a las riquezas de la gracia” (Efesios 1:7)

Jesucristo murió por nosotros. Merecíamos la muerte por desobedientes a Dios, ya que “el pago del pecado es muerte”, pero el Hijo de Dios tomó nuestro lugar y pagó por nosotros con Su muerte. Jesucristo nos redimió de nuestra condición de esclavos del diablo. El diccionario define la acción de redimir como: a) Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio; y b) Comprar de nuevo algo que se había vendido, poseído o tenido por alguna razón o título. El Señor nos compró a precio de sangre, a aquél que nos tenía en esclavitud.

La gracia de Dios se ha expresado en el acto que Jesucristo ejecutó en la cruz por nosotros. Gracia es el don o favor que se hace sin merecimiento particular; es una concesión gratuita. La salvación en Cristo es un don, un regalo, un favor en gratuidad. Hemos sido rescatados para siempre, no existe posibilidad de perder esa calidad de “rescatado” porque ahora somos de propiedad del Señor de señores. El sello que da cuenta de ese rescate es el Espíritu Santo, como lo expresa este texto: “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, sella para siempre como hijos de Dios” (Efesios 1:13)

2. SEGURO EN EL PODER DE DIOS.
“A quienes el poder de Dios protege mediante la fe hasta que llegue la salvación que se ha de revelar en los últimos tiempos” (1 Pedro 1:5)

Desde que usted ha entregado su vida a Jesucristo, el poder del Espíritu Santo lo protege. Esto fue prometido por el Salvador y le llamó “la promesa del Padre”: “He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto.” (Lucas 24:49)

La fe en Jesucristo le guardará hasta que el Señor regrese a buscarle o cuando usted se vaya con Él. Como el niño se siente seguro en los brazos de sus padres, los cristianos estamos seguros confiando en nuestro Dios, Señor y Salvador. El Espíritu Santo nos ha sido dado como una potencia, para revestirnos de poder: “pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra” (Hechos 1:8)

Al final de los tiempos, Jesucristo volverá a buscar a su pueblo. Resucitarán los muertos en Cristo y los que estén vivos serán arrebatados o abducidos. En ese momento serán transformados y allí se manifestará lo que son: hijos de Dios. Todos los cristianos serán juzgados en el tribunal de Cristo por sus obras para recibir el galardón que les corresponda. Este juicio no es para condenación ni para salvación. (Romanos 14:10; 2 Corintios 5:10).

La palabra que se ha traducido por tribunal de Cristo es bimá, una tribuna, similar a la que servía para los juegos olímpicos de Atenas, donde se entregaban los premios a los que ocupaban los primeros lugares, pero donde no se infligía ningún castigo a los que no calificaban como ganadores. El tribunal o bimá de Cristo es aquel lugar donde todo creyente comparecerá para mostrar su obra, sea buena o mala, y recibir del Señor el premio o galardón por lo que ha presentado.

3. SEGURO E INSEPARABLE DEL GRAN AMOR DE DIOS.
“Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, / ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 8:38, 39)

Se ha llamado a este pasaje “la Carta de Seguridad del Cristiano”. Cada vez que desmayemos en la fe seamos tentados por el diablo a dejarla, deberíamos leer este hermoso pasaje y apropiárnoslo.

Nada nos puede apartar del amor de Dios, nada en la vida, tampoco la muerte, ningún ángel ni demonio, lo que hoy vivo ni lo que sucederá en el futuro, ningún poder humano o de otro plano, nada de lo creado por Dios puede apartarnos de Su amor, porque, como expresa poéticamente el Cantar de los Cantares:

“Ponme como un sello sobre tu corazón, como una marca sobre tu brazo;
Porque fuerte es como la muerte el amor;
Duros como el Seol los celos;
Sus brasas, brasas de fuego, fuerte llama.
“Las muchas aguas no podrán apagar el amor,
Ni lo ahogarán los ríos.
Si diese el hombre todos los bienes de su casa por este amor,
De cierto lo menospreciarían.” (Cantares 8:6,7)

“De tal manera amó Dios al mundo…” dice el Evangelio (San Juan 3:16) que jamás abandonará a aquellos por los que Él ha dado tanto: Su Hijo Jesucristo.

4. SEGURO EN LA MANO DE DIOS.
“Mis ovejas oyen mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna, y nunca perecerán, ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar” (San Juan 10:27-29)

¿Qué mayor seguridad que ésta?

a) “Yo les doy vida eterna (a mis ovejas), y nunca perecerán” Cristo nos ha dado la vida eterna de Dios y Él mismo promete que nunca pereceremos, pues Él mismo nos cuidará como nuestro Buen Pastor.

b) “ni nadie podrá arrebatármelas de la mano. Mi Padre, que me las ha dado, es más grande que todos; y de la mano del Padre nadie las puede arrebatar” No hay enemigo alguno que pueda quitarnos de Su mano, pues además hemos sido escogidos por el Padre. Estar tomados de la mano del Hijo es estarlo de la mano del Padre.

5. SEGURO DE LA VIDA ETERNA.
“Les escribo estas cosas a ustedes que creen en el nombre del Hijo de Dios, para que sepan que tienen vida eterna.” (1 Juan 5:13)

La “vida eterna” es más que la bienaventuranza futura, es la vida que podemos gozar desde el momento que nos convertimos, porque es la vida de Dios mismo que se nos ha manifestado en Jesucristo como nuestro Salvador. El apóstol Juan nos advierte que si queremos continuar compartiendo la vida eterna de Dios mediante Cristo, necesitamos continuar en la fe.

Hay numerosas maneras por las cuales podemos saber que tenemos vida eterna como una bendición presente:

a) Por la oración. Tenemos confianza en Cristo, que Él escucha nuestras oraciones y que las responde: “14 Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. 15 Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14,15) Tenemos confianza en Cristo que si pedimos por el perdón de nuestros pecados o del hermano, Dios le dará vida, o sea le perdonará y vivificará: “16 Si alguno viere a su hermano cometer pecado que no sea de muerte, pedirá, y Dios le dará vida; esto es para los que cometen pecado que no sea de muerte. Hay pecado de muerte, por el cual yo no digo que se pida. 17 Toda injusticia es pecado; pero hay pecado no de muerte.” (1 Juan 5:16,17) El pecado de muerte es no creer que Jesucristo sea Dios.

b) Por la disminución del pecado. Así como en el Evangelio de San Juan la palabra clave es “creer”; en la 1ª Epístola de San Juan es “saber”. Saber habla de certeza, seguridad, convicción. El uso constante que hace Juan de esta palabra es un juego con la palabra griega gnosis, que significa “saber”. El Apóstol está combatiendo a los gnósticos, secta que afirmaba tener un conocimiento especial. Ellos consideraban mala la materia, por lo tanto interpretaban de un modo muy diferente a los cristianos, la encarnación del Hijo de Dios. Unos decían que el verdadero Cristo simplemente controló al Jesús hombre y abandonó a Este antes de la crucifixión. Otros creían que el Cristo tenía un cuerpo que era una ilusión y que simplemente parecía sufrir. Por eso San Juan se empeña en afirmar que Cristo vino en carne (1 Juan 4:2-3).

Sabemos, dice el Apóstol, que el que ha nacido de nuevo no tiene como práctica habitual el pecado. Esto es porque Jesucristo le protege y Satanás no puede tocarle. “Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca.” (1 Juan 5:18).

c) Por la conciencia del mundo y del maligno. Tenemos la seguridad de que somos de Dios y que el mundo camina sin Dios bajo la autoridad del “príncipe de este mundo”: “Sabemos que somos de Dios, y el mundo entero está bajo el maligno.” (1 Juan 5:19).

d) Por el entendimiento acerca de Jesucristo. Nuestra convicción es que el Señor Jesucristo nos ha abierto nuestra comprensión para entender que Él es Dios, el Salvador que nos da la vida eterna: “Pero sabemos que el Hijo de Dios ha venido, y nos ha dado entendimiento para conocer al que es verdadero; y estamos en el verdadero, en su Hijo Jesucristo. Este es el verdadero Dios, y la vida eterna” (1 Juan 5:20).

6. SEGURO DE LA FIDELIDAD DE DIOS.
“Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6)

Dios nos ha salvado de las tinieblas, nos ha rescatado mediante Jesucristo y trasladado de reino. Ahora habitamos bajo el gobierno de Dios. Él ya nos salvó y podemos estar seguros que jamás iremos a juicio por nuestros pecados. Hay tres textos que son concluyentes al respecto.

a) “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” (San Juan 5:24) Oír y creer en Jesucristo, nos da la vida eterna y libra de la condenación; no requerirá juicio porque ya ha pasado de muerte a vida.

b) “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Romanos 8:1) Los viven en Cristo lo hacen guiados por el Espíritu Santo y no por su carne; para ellos no habrá condenación. En el caso de un cristiano carnal tampoco hay juicio, pero si tendrá que atenerse a las consecuencias del Tribunal de Cristo.

c) “En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.” (1 Juan 4:17) Si realmente amamos a Dios y confiamos en Él, debemos tener la seguridad de que no iremos a juicio.

El Señor es fiel y lo será también en cuanto a estas palabras escritas en Su Libro.

CONCLUSIÓN.
Gracias a Dios y a Su Hijo Jesucristo, que podemos desde ahora estar seguros de haber sido rescatados de las tinieblas y habitar bajo Su manto de misericordia y gracia; descansar seguros en el poder de Dios; que jamás seremos separados de Su gran amor. Desde que nos convertimos y para la eternidad podremos caminar seguros, tomados de la mano de Dios. Nadie podrá movernos de esta convicción: tenemos la vida eterna y estamos seguros de Su fidelidad.

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
El discípulo Responsable del Cenáculo deberá guiar las respuestas de las siguientes preguntas y aclarar los conceptos no entendidos de la lección.
1) ¿Está usted absolutamente seguro de que es salvo y estará para siempre con Jesucristo?
2) ¿Qué texto bíblico le da a usted confianza de que sí ha sido salvado por el Señor Jesucristo?
3) ¿Qué significa para usted “vida eterna”?

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Billy Graham, “La seguridad de la salvación”, Lección Nº 2, Proyecto Evangelización Mateo.
4) Luis Palau, “Disciplinas Libertadoras”.
5) “La Certeza de la Vida Eterna” http://henrycis.net/RESEnA%20DEL%20N-T/PDF/22-%201%20Jn%20la%20certeza%20de%20la%20vida%20eter.pdf6) http://destino.blogcindario.com/2008/06/00037-el-tribunal-de-cristo.html

miércoles, septiembre 16, 2009

USTED HA SIDO TRASLADADO DE REINO.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
II PARTE

Lectura bíblica: Colosenses 1:13

Propósitos de la charla: a) Comprender y valorar los distintos aspectos que encierra el concepto de “reino”; b) Comprender que los cristianos hemos sido trasladados de “reino”; c) Comenzar a vivir bajo la voluntad del Soberano Señor del Reino de Dios, Jesucristo.


“9 Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, 10 para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios; 11 fortalecidos con todo poder, conforme a la potencia de su gloria, para toda paciencia y longanimidad; 12 con gozo dando gracias al Padre que nos hizo aptos para participar de la herencia de los santos en luz; 13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, 14 en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados.” (Colosenses 1:9-14).

Usted se ha convertido a Jesucristo, usted se ha trasladado de Reino y ahora usted tiene vida eterna. La conversión es una experiencia integral, una elección y el completo descanso en Jesucristo. Pero también es un cambio radical, pues usted ha sido trasladado al Reino de la Luz. El concepto de reino es fundamental en el Discipulado cristiano. De hecho, Jesucristo vino a predicar el Evangelio del Reino y cuando nos enseña a orar, nos hace pedir “venga a nosotros tu reino”. Esta segunda lección nos introduce en la comprensión de que ahora vivimos bajo otra autoridad espiritual que gobierna completamente sobre nuestras vidas.

EL TEXTO Y EL CONTEXTO.
Del texto inicial debemos destacar el siguiente verso: “13 el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo”

Antes examinemos el contexto. Dice que desde el día que usted oyó el Evangelio de Jesucristo y se convirtió al Señor, hay muchos cristianos, o a lo menos un grupo, que no cesa de dar gracias a Dios y de orar por usted: su pastor, aquél que hizo el llamado de Dios a su vida, los hermanos en Cristo que son sus amigos y los familiares cristianos.

Además ellos piden al cielo para que usted sea lleno/a del conocimiento de Dios y de cuál es Su voluntad para con su vida. Ellos ruegan que usted, cristiano/a convertido/a, sea colmado de sabiduría e inteligencia espiritual, con el fin de que camine como es digno del Señor:
a) agradándole en todo;
b) llevando fruto en toda buena obra;
c) creciendo en el conocimiento de Dios;
d) siendo fortalecido con el poder de Dios para que tenga paciencia en toda circunstancia y longanimidad (Grandeza y constancia de ánimo en las adversidades
); y
e) con gozo y gratitud al Padre.

El Padre nos capacitó o hizo aptos para participar de la herencia de Jesucristo, nos preparó de antemano para recibir la salvación y ahora somos santos, personas santificadas por la sangre de Jesucristo, que vivimos en la luz de Su amor. El Padre nos libró del poder de las tinieblas y nos hizo habitar en el Reino de Dios, gobernado por Su amado Hijo. Éste nos redimió, o sea nos compró a precio de sangre y perdonó todo pecado.

La Palabra de Dios dice que usted, que se ha convertido a Jesucristo, ha sido trasladado de Reino. Esto significa que antes pertenecía a otro reino. Ahora está bajo el reino de Su amado Hijo Jesucristo, el llamado Reino de Dios. ¿Y en qué reino se encontraba antes? Usted no estaba enterado/a de esto, nunca nadie le dijo que usted estaba en un reino. En la escuela tal vez le dijeron que en la “naturaleza” –palabra secular para nominar la creación de Dios- hay tres reinos: el animal, el vegetal y el mineral. ¡Qué equivocados estaban en esa enseñanza! Como cristianos sabemos que en nuestro planeta Tierra, Dios ha puesto a lo menos cinco reinos, a saber: a) seres celestiales, b) seres humanos, c) animales, d) vegetales, e) minerales. Separamos los seres celestiales (ángeles y otros) de los seres humanos porque los primeros carecen de cuerpo o carne, cosa que tenemos los humanos. El hombre no es animal, ya que, además de cuerpo y alma, tiene espíritu. El Creador sopló Su propio aliento en el hombre hecho del polvo de la tierra. Ese aliento es el espíritu: "Y formó pues el Eterno Dios al hombre, del polvo de la tierra, y sopló en las ventanas de su nariz aliento de vida; y fue el hombre ser viviente.” (Génesis 2:7) En el original de Bereshit 2:7 está escrito "nishmat jaim" que se traduce como espíritu o "aliento de vida".

Si hemos sido trasladados de reino, cabe hacer entonces algunas preguntas fundamentales:
· ¿Qué es un reino?
· ¿A qué tipo de reino se refiere la Palabra de Dios en este texto?
· ¿Cuántos reinos espirituales hay en este mundo?
· ¿En qué reino andábamos antes de convertirnos?
· ¿Cómo puede el ser humano liberarse del Reino de Tinieblas?
· ¿Bajo que reino vivimos hoy?


1. ¿QUÉ ES UN REINO?
Cuando hablamos de “reino” estamos refiriéndonos a un tipo de gobierno. Todo reino es mandado por un gobernante absoluto, llamado “rey”. En un reino, en los tiempos de Jesucristo, toda la autoridad estaba en manos de una sola persona: el rey. El Señor no nos habla de un presidente elegido democráticamente ni de un dictador que impone su poder por la fuerza; tampoco nos habla de un sistema socialista o una democracia que conserva a los nobles como elementos de tradición. No. La Palabra de Dios se refiere a un “reino” al estilo de la época de Jesús.

¿Cómo eran esos reinos? Tenían las siguientes características:
a) El rey tenía toda autoridad sobre sus súbditos.
b) Los súbditos y sus bienes eran propiedad del rey.
c) El rey era guerrero y procuraba conquistar más territorios.

En el caso del reino teocrático de Israel:
a) El rey era nombrado por Dios. Por ejemplo, la elección de Saúl (1 Samuel 10:17-24)
b) El rey debía actuar conforme a la Palabra de Dios: "Y digas: Pondré un rey sobre mí como todas las naciones que están en mis alrededores; ... y cuando se siente sobre el trono de su reino, entonces, escribirá para sí en un libro una copia de esta ley, del original que esta al cuidado de los sacerdotes levitas; y lo tendrá consigo, y leerá en él todos los días de su vida ..." (Deuteronomio 17:14‑20)
d) El rey aplicaba justicia. Por ejemplo el caso de Salomón, las dos mujeres y el bebé (1 Reyes 3:16-28)

2. ¿A QUÉ TIPO DE REINO SE REFIERE ESTE TEXTO?
Se refiere a un reino o gobierno espiritual. Un día ese reino será concreto en la Tierra y Jesucristo gobernará durante mil años. Es el llamado milenio o reino milenario.

Si tomamos la palabra reino como sinónimo de “gobierno”, veremos que Jesús se refiere a una autoridad gubernamental espiritual. Esta autoridad es ejercida sobre cada ser humano de un modo:
a) Completo.
b) Permanente.
c) Absoluto o casi absoluto.

Un reino espiritual tiene las siguientes características, desde el punto de vista negativo:
a) No es parcial. El reino que gobierna espiritualmente sobre cada ser humano es completo y abarcador; gobierna su cuerpo, mente y espíritu.
b) No es ocasional. El reino no actúa a veces y otras veces no, sino que siempre está ejerciendo poder sobre la persona.
c) No es ilimitado. Cuando Jesús se refiere a “reino” está hablando de un poder casi absoluto sobre la persona. El límite lo pone el “libre albedrío” dado por Dios al hombre, la libertad que éste tiene de escoger uno u otro camino. Ya veremos esto en detalle.

3. ¿CUÁNTOS REINOS ESPIRITUALES HAY EN ESTE MUNDO?
Hay sólo dos reinos espirituales: el Reino de Dios y el Reino de Tinieblas, no hay gobiernos espirituales intermedios. El Reino de Dios es gobernado por el Señor Jesucristo y el Reino de Tinieblas por el príncipe de este mundo. Nótese que Jesús lo llama “príncipe” y no rey. La autoridad de Jesucristo es mayor que la de Satanás. Éste está sujeto y limitado a la autoridad de Dios. La autoridad de Jesucristo es total. “Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (San Mateo 28:18) La autoridad de Satanás es menor que la de Jesucristo, puesto que fue vencido por el Hijo de Dios en la cruz del Calvario. Por eso Jesucristo puede arrebatarle las almas con cierta facilidad.

4. ¿EN QUÉ REINO ANDÁBAMOS ANTES DE CONVERTIRNOS?
Nosotros vivíamos en el Reino de Tinieblas, el que está conformado por los de corazón entenebrecido, “Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido.” (Romanos 1:21). En ese reino están los que siguen la corriente de este mundo y son hijos de ira, como dice la Biblia: “1 Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, 2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia, 3 entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás.” (Efesios 2:1-3)

5. ¿CÓMO PUEDE EL SER HUMANO LIBERARSE DEL REINO DE TINIEBLAS?
El que vive en tinieblas está ciego (no ve la realidad Divina), está dormido (no ha despertado a la Verdad), está muerto (no hay vida de Dios en él), está en ignorancia (desconoce la Verdad); por eso Satanás puede dominarlo, porque lo tiene atado espiritualmente. Las características del que está en tinieblas son su: rebeldía contra Dios, culpabilidad, egoísmo e ignorancia. Cuando escucha la Palabra de Dios, descubre lo que Jesucristo hizo por él en la cruz y reconoce su condición de pecador, puede ser liberado. El Hijo de Dios nos liberó en la cruz de las ataduras de Satanás. Éste tiene atados y engañados a millones de seres humanos. Está en nuestras manos creer o rechazar el mensaje de salvación.

Volvamos al tema de la autoridad ilimitada de los reinos.
A) Si estoy bajo el Reino de maldad y comienzo a rechazar ese reino, éste podrá reclamar su propiedad, que soy yo, y me obligará a ejercer su voluntad, por medio de las tentaciones de la carne y del mundo. El reino malo tiene sus propias estrategias para dominar al hombre. Por supuesto éste podrá vencer esas tentaciones y no seguir al “príncipe de este mundo”.

¿Por qué Satanás “suelta” a sus esclavos? Porque Jesucristo los compró con su vida, con su sangre. Sin embargo, está en manos del ser humano obedecer a este llamado, cuando se encuentra con Jesucristo y hacer válida o no esa “compra”. Dios respeta nuestras decisiones.

B) En cambio, en el Reino bueno, si comienzo a rechazar la voluntad Divina, Dios podrá reclamar mi voluntad atrayéndome, motivándome por medio del amor y sancionándome con sabiduría hasta lograr rescatar mi corazón. Ambos reinos tienen poder, pero lo utilizan de un modo distinto. Ambos reinos están limitados, por voluntad de Dios, por la voluntad humana. Nadie puede obligar al hombre y a la mujer a hacer algo contra su propia voluntad; esto es algo establecido por Dios para Su creación humana. Las personas tienen el libre albedrío para llevar a cabo sus propias elecciones. El propio Dios les dice a las personas que escojan seguirlo para recibir Sus bendiciones: "A los cielos y a la tierra llamo por testigos hoy contra vosotros, que os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues, la vida, para que vivas tú y tu descendencia" (Deuteronomio 30:19). Josué les dice a las personas que escojan servir Dios o a los ídolos de sus vecinos: "Y si mal os parece servir a Jehová, escogeos hoy a quién sirváis; si a los dioses a quienes sirvieron vuestros padres, cuando estuvieron al otro lado del río, o a los dioses de los amorreos en cuya tierra habitáis; pero yo y mi casa serviremos a Jehová" (Josué 24:15). La Biblia nos anima a que nosotros usemos nuestro libre albedrío para escoger lo bueno por sobre el mal: "... en cuanto a mi, yo y mi casa, serviremos al Señor." (Josué 24:15)

¿De quién depende, entonces, la salvación de las almas: del hombre, de Satanás o de Jesucristo? La salvación del alma es un trabajo glorioso que hizo Jesucristo en la cruz. Allí Satanás fue derrotado, pero aún él puede retener a las almas, porque ellas se lo permiten, ya que están en ignorancia y rebelión contra Dios. El hombre lo único que puede hacer es creer y tomar el regalo de la salvación. Si el ser humano no cree y rechaza la gracia, Dios no le puede obligar. No es que Dios no tenga el poder para obligar al hombre sino que Él mismo se ha limitado al dar libertad al ser humano de escoger o rechazar. Es un poder moral, Dios no obliga a nadie, Él quiere que le sirvamos por voluntad propia. En definitiva la salvación del alma depende de Jesucristo, pero se activa por el sí del hombre.

a) Satanás tiene atado al hombre: “Como Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y como este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.” (Hechos 10:38)

b) Jesucristo hace una transacción con Satanás, comprando al hombre con su propia vida, “Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.” (1 Corintios 6:20) “Habéis sido rescatados de la conducta necia heredada de vuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre preciosa, como de cordero sin tacha y sin mancilla, Cristo” (1 Pedro 1:18,19).

c) El hombre puede aceptar o rechazar ese rescate. “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. / Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.” (San Juan 3:18,19)

6. ¿BAJO QUE REINO VIVIMOS HOY?
Ahora vivimos bajo el Reino de Dios, gobernado por nuestro Señor Jesucristo. Después de convertirme, Él es el Señor de mi vida y mi Salvador. El me sacó de las tinieblas y puso en Su Reino.

CONCLUSIÓN.
Al convertirnos a Jesucristo pasamos a ser gobernados por un Dios que es Espíritu, llamado Jesucristo. Él es ahora el Señor o Gobernante de nuestra vida. Cuando la Palabra de Dios habla de reino, se está refiriendo a un sistema espiritual de gobierno. Como los humanos somos seres espirituales, además de biológicos y psicológicos, debemos estar bajo un reino espiritual. En este mundo existen dos reinos o poderes, el de Dios en Jesucristo y el del diablo. Antes de convertirnos, sin saberlo, éramos gobernados por Satanás, en el Reino de Tinieblas. La única manera de ser liberados de esa potestad es creyendo en Jesucristo, quien dio su vida en la cruz del Calvario. Si creemos en Su mensaje, Su sacrificio y Su promesa de salvación, seremos salvos, convertidos a Él y trasladados de reino. De lo contrario, sólo nos espera la eterna condenación.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿En qué aspectos de su vida pasada puede usted identificar la acción del Reino de Tinieblas?
2) ¿Qué defectos o debilidades cree usted que el Señor tiene que cambiar en su vida bajo el Reino de Dios?
3) Ahora que ha comprendido que vive bajo el Reino de Jesucristo, comprométase en una oración escrita a vivir de acuerdo a Su voluntad. Luego léala en voz alta a los discípulos de su cenáculo.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Santo Tomás de Aquino, “Suma teológica”, Parte I, Cuestión 51.
Artículo II. 4) Rich Deem, “La Predestinación Versus El Libre Albedrío”,
http://www.godandscience.org/doctrine/predestination-es.html
5) http://serjudio.com/rap3301a3350/rap3304.htm
6) Ministerios Antes del Fin; http://www.antesdelfin.com/resp0233.html

domingo, agosto 30, 2009

USTED SE HA CONVERTIDO A JESUCRISTO.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
I PARTE


Lectura bíblica: San Mateo 11:28-30

Propósitos de la charla: a) Comprender y valorar que, al recibir a Cristo como Señor y Salvador ha tomado la decisión más importante de su vida; b) Comprender la experiencia de la “conversión”.


"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. / Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; / porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga."
San Mateo 11:28-30

Usted ha escuchado y obedecido el llamado de Dios: "Venid a mi..." Al recibir a Cristo como Señor y Salvador, usted ha tomado la decisión más importante de su vida. Lo primero que usted debe aprender como nuevo cristiano es que se ha convertido a Jesucristo. Convertir es hacer que alguien o algo se transformen en algo distinto de lo que era. Puedo convertir, por ejemplo, un montón de barro sin forma en una hermosa escultura, o un grupo de músicos aficionados en una banda organizada y armónica musicalmente. Cuando nos “convertimos” a Jesucristo, somos transformados de incrédulos en personas de fe, de paganos sin mayor experiencia de Dios en discípulos que comienzan a comportarse de un modo diferente con Él y su prójimo. Otro modo de comprender la “conversión” es recordando ese giro que hacen los soldados, ya sea a la izquierda o a la derecha, a la voz de “¡conversión a la derecha…!” Al igual que ellos, cuando nos convertimos cambia la dirección que llevaba nuestra vida. Quizás antes para usted eran muy importantes algunos asuntos, y ahora eso ha cambiado, pues para usted es más importante seguir el camino de Jesucristo.

A continuación, basados en el texto inicial, definiremos la conversión desde tres puntos de vista:

· Una experiencia integral.
· Una elección de Dios.
· Descanso en Jesucristo.


LA CONVERSIÓN, UNA EXPERIENCIA INTEGRAL.
“1 Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. 3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; 4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5 El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 6 El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 7 Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. 8 Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, 9 donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.” (Hechos 9:1-9)

Hoy en día muchos jóvenes y la gente en general, buscan experiencias límite y que generan lo que ellos llaman “mucha adrenalina”. Incursionan en deportes extremos, en relaciones peligrosas, en vivencias diferentes, llegando algunos a experimentar en las drogas o en ritos que produzcan estados alterados de conciencia. Nunca antes, ni en las civilizaciones paganas de la Antigüedad ni en los “años locos” del siglo XX, se había generalizado tanto como hoy la búsqueda de la sensualidad, el hedonismo, los placeres del cuerpo, las vivencias fuertes.

A pesar de ello, hay una experiencia sublime, que aún resta al ser humano por experimentar; es una experiencia que toca al cuerpo pero que va más allá de él, y alcanza a lo más profundo de su ser. Es el más excitante salto, el más fuerte contacto, una felicidad permanente, que no requiere de acrobacias, de revoluciones ni de drogas. Me refiero a la conversión a una vida con Dios.

La conversión a Jesucristo es una vivencia intensa, profunda y trascendental en la vida del ser humano. ¡Dichoso el hombre y la mujer que la viven! No es una experiencia meramente “religiosa” ni se trata de hacerse seguidor de cierta organización humana; sino que es un auténtico despertar a la vida sobrenatural, esa que está por sobre todo lo que existe. La conversión cristiana es un encuentro con la Persona de Dios, un encuentro con Jesucristo.

1. Una experiencia física.
La experiencia de la conversión es la vivencia más impactante que un ser humano pueda experimentar, puesto que es una experiencia trascendente. Tiene que ver con su vida eterna. Antes de esta experiencia la persona vivía ignorante de su condición espiritual y de la existencia real de Dios. Quizás podría tener algunos conceptos de “religión” en su mente, pero no vivenciaba esa relación con el Creador y Salvador que tiene después de su conversión.

2. Una experiencia del alma.
Pero no sólo es una vivencia emocional que pudo expresarse en lágrimas, gritos, palabras y sensaciones y acciones corporales intensas. Es también una experiencia mental. Se abre el entendimiento a una nueva comprensión de la vida. Repentinamente comprende que Dios es un Ser real con el cual se puede establecer una conversación y una vida de relación permanente. Entiende por qué y para qué murió Jesús en la cruz, cree que resucitó y comienza a entender la Biblia, cosa que antes era un terreno incomprensible y vedado para la persona.

3. Una experiencia espiritual.
Como el ser humano es trinitario –cuerpo, mente y espíritu- la conversión o nuevo nacimiento es una experiencia integral, de la totalidad del ser. Por ello es eminentemente espiritual. Lo que sucede es que aquel espíritu humano, que estaba seco y sin la vida de Dios, de pronto se ilumina con el Espíritu Santo, es regado con el agua de la Palabra de Dios y lleno de Cristo. Aquella parte más íntima del ser humano es habitada por Dios y el convertido comienza a vivir una vida nueva, guiado por el amor de Dios.

Podemos decir que la conversión es una experiencia real y concreta, no meramente emocional. La conversión a Jesucristo es una experiencia integral del cuerpo, el alma y el espíritu; el inicio de una relación real, profunda y altamente significativa con el Ser más importante del universo: su Creador, Dios Padre; Jesucristo, nuestro Salvador; y nuestro compañero y amigo, el Espíritu Santo. Esta relación se desarrollará crecientemente hasta la eternidad, para que se cumplan las palabras de San Pablo:
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 5:23)

LA CONVERSIÓN, UNA ELECCIÓN DE DIOS.
Aceptar el llamado de Dios para tu vida. Hay quienes están en desacuerdo con esta expresión. Alegan que el ser humano no tiene que “aceptar” el llamado de Dios porque no estamos en condiciones de tomar una determinación tan importante y que sólo Dios puede decidir nuestro destino. Dicen que no somos nosotros los que aceptamos al Señor sino, por el contrario, es Él quien nos acepta. Tal vez ambas posiciones tienen algo de razón.

Si bien es cierto Jesucristo dice “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.” (San Juan 15:16), puesto que Él escogió a sus discípulos y apóstoles; también es muy cierto que los seres humanos tenemos la libertad o libre albedrío para obedecer o desobedecer a Su llamado. ¡A Dios gracias que hemos optado por el mejor camino, obedeciendo a Su Voz! Por eso el Apóstol se alegra diciendo: “Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, / acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo. / Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección” (Tesalonicenses 1:2-4)

Jesucristo hizo una obra perfecta en la cruz del Calvario. Él entregó su vida por propia decisión, fue el Cordero de Dios que quitó nuestros pecados. Su sacrificio es perfecto y no necesita arreglo o añadido alguno. Cualquier obra que el ser humano haga sólo será una vulgar imitación, un vano intento de mejorar algo que ya está concluido. En la cruz Él entregó su vida y consumó Su obra de salvación. “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu." (San Juan 19:30) Hay perdón para todos nuestros pecados, limpieza de conciencias por la sangre de Jesús, sólo si creemos en Él. Su parte la hizo en la cruz, nuestra parte es creer.

Al aceptar el llamado de Dios para su vida, usted ha tomado la decisión más sabia e inteligente que un hombre o una mujer, niño, joven o anciano, pueda tomar. Pero toda la gloria se la lleva Jesucristo, porque usted nada hizo por su salvación. Y piense, además, que la fe que aplicó para creer, aún esa fe no es suya sino que Dios se la regaló, porque “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Usted pudo activar la fe por medio de escuchar la Palabra de Dios.

¡Qué bueno ha sido Dios al haberme escogido para Su Reino! Doy gracias al Señor Jesucristo que murió por mí, para lavar mis pecados y darme la salvación. Alabo al Espíritu Santo por haberme hecho entender la Palabra de Dios y activar en mí la fe para creerla. Nada de esto es obra mía y hoy sólo dependo de Su amor y misericordia.

Hermanos: estad muy agradecidos de Jesucristo, vuestro Salvador y Señor, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9)

LA CONVERSIÓN, DESCANSO EN JESUCRISTO.
No conozco a alguien que viniera al Señor sin problemas. Siempre nos acercamos a Dios cuando ya hemos probado todos los medios humanos a nuestro alcance, para resolver dificultades. De seguro que la principal causa de acercamiento al Reino de Dios, son los normales sufrimientos humanos: la enfermedad, muerte de un ser querido, crisis matrimonial, dificultades laborales, desorientación y sin sentido de la vida, insatisfacción, traumas, temores espirituales, etc. Por eso Jesucristo, cuando hace su llamado, dice: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (San Mateo 11:28)

Su llamado es para todos los seres humanos, porque todos sin excepción requieren de descanso para sus almas. Llama a los “trabajados”, aquellos que sufren por un trabajo pesado, que no les recompensa económicamente, que tienen dificultades con sus jefes o con sus compañeros de labor, aquellos que se levantan d madrugada y se acuestan a la caída del sol en el campo, el mar, la industria o la mina. Llama a los cansados, molidos del trabajo, que se ocupan por mucho tiempo y con afán en él. Ellos han pensado como resolver su problema, a veces discuten con sus cónyuges e hijos por la misma razón, sienten que hay injusticia para sus vidas, están en un atolladero para el cual no encuentran salida.

Pero también están esos hombres y mujeres que tienen un buen pasar y los más ricos, que a veces son tan pobres que sólo tienen dinero. Han fracasado en su matrimonio, han perdido sus familias, ya no tienen amigos, pero están rodeados de comodidades y su problema no es el pan, que les sobra. No tienen amor y su mente “trabaja” acusándoles y torturándoles. "Venid a mí todos los que estáis trabajados… yo os haré descansar” les dice el Señor. Echa sobre Mí tu carga parece alentarles a unos y otros. Dice la Palabra de Dios: “Echa sobre Jehová tu carga, y El te sustentará; no dejará para siempre caído al justo” (Salmos 55:22)

Jesús, en estas palabras, se refiere a las cargas que todos llevamos. Indudablemente no está hablando de peso físico sino de algo que es peor: el peso de la conciencia o peso de la culpa, el peso emocional de los problemas insolubles para el hombre.

a) El peso de la culpa.
Todos nacemos con una conciencia de bien y mal. Aunque no conozcamos los Diez Mandamientos, sabemos por la conciencia moral que Dios ha puesto en el ser humano, qué está bien y cuando actuamos mal. Esa conciencia es como un juez interior que nos acusa o nos aprueba. Un mal ambiente, una mala educación o costumbres reñidas con la moral de Dios, pueden deformar o acallar esa conciencia. Si hemos actuado mal en la vida, la conciencia nos “pesará”, estará cargada y no nos permitirá tener paz. Jesús, por medio de su sacrificio en la cruz, libera al ser de toda esa culpa y ese peso de conciencia, pues le limpia de todo pecado.

b) El peso emocional.
Ya hemos hablado sobre el tremendo peso emocional de sufrimiento, insatisfacción, frustración, dolor interior, debe cargar aquél que sufre por el pecado que otros han cometido y aún siguen cometiendo sobre ellos. ¿Acaso un mal sueldo, la cesantía, los disturbios familiares, y todo lo que sufrimos por causa de otros, no son pecados de la sociedad que nos afectan? Así vemos que el dolor humano es siempre a consecuencia del pecado o rebelión, ya sea nuestra o de otros. Jesucristo quiere resolver todo aquello y brindarnos un orden en la vida y sanar nuestro corazón, para que seamos felices.

Ambas cargas, las de culpabilidad personal como la emocional, Él ofrece tomarlas y aliviarle en su caminar. Para ello sólo basta una cosa, que usted acepte llevar su yugo sobre usted. “Llevad mi yugo sobre vosotros” (San Mateo 11:29a). Probablemente usted ha visto una yunta de dos bueyes en un paisaje o fotografía de campo, dos animales unidas en sus cabezas con un grueso madero para arrastrar el arado o una carreta. Jesucristo compara Su relación con usted como un yugo, en que Él será su eterno compañero. El yugo de Cristo habla de compañía pero también de sumisión. Es necesario que quien quiera ser feliz en la vida cristiana, se someta en obediencia absoluta a Jesucristo.

En seguida le da la clave para vivir esa relación de camaradería, colaboración y amistad: “y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (San Mateo 11:29b). La mansedumbre y la humildad son los dos elementos que requiere un discípulo de Jesucristo para ser feliz en el camino de Dios.

Las ovejas son un ejemplo de mansedumbre. Nuestro Salvador nos dio ejemplo al tener ese comportamiento en su sacrificio. Dice el Profeta: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.” (Isaías 53:7) Es muy razonable que los cristianos seamos llamados el rebaño del Señor, quien es nuestro Buen Pastor.

El concepto de humildad se entiende muy bien cuando pensamos en ese abono que usamos en los jardines, producto de la descomposición de las hojas y restos vegetales, el humus. La palabra humildad deriva de la misma raíz. Necesitamos humillarnos y dejar que se pudra nuestro yo o ego, para que Dios gobierne nuestra vida. Hay mucho que abandonar en cuanto a vanidad, orgullo y otros pecados. El apóstol Pedro nos aconseja: “Humillados, pues bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo” (1 Pedro 5:6)

Esta es la clave para nuestra felicidad y seguimiento de Jesucristo: la obediencia, la sumisión completa a Él, tomar Su yugo sobre nosotros. Si lo ponemos en práctica encontraremos pleno descanso. El Señor nos da una promesa en estas palabras: “… y hallaréis descanso para vuestras almas” (San Mateo 11:29c)

Finalmente, contrario a lo que muchos dicen –que es difícil seguir a Jesucristo, que no es fácil cumplir el Evangelio, que el cristianismo es un martirio, que no cualquiera es discípulo- Jesucristo, el Maestro que nos ha llamado, hace una declaración extraordinaria: “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." (San Mateo 11:30). Seguir a Jesús no es difícil si le amamos, si estamos agradecidos de lo que Él hizo por nosotros, si confiamos en que Él, el Compañero de yunta, nunca nos abandonará y será siempre el mejor Amigo.

CONCLUSIÓN.
Al aceptar y recibir a Jesucristo como Salvador y Señor, usted se ha convertido a Él. No es que ha cambiado de religión o de iglesia, sino que ha tenido una experiencia integral, de cuerpo, alma y espíritu, que le ha hecho cambiar su modo de pensar, de sentir y de actuar. Ciertamente usted levantó su mano, pasó adelante o hizo una oración de compromiso, pero en verdad fue una elección de Dios. Él le había escogido a usted, desde antes que usted naciera, envió a Su Hijo Jesucristo a morir por usted y le dio la salvación, cuando usted creyó en Su Palabra. Ahora han finalizado sus trabajos y sus cargas dolor, pues ha sido perdonado por Dios y tiene para siempre descanso en Jesucristo. ¡Alabado sea el Señor!


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué Palabra de Dios fue la que tocó su vida para la conversión?
2) ¿Quién era Jesucristo para usted, antes de convertirse? ¿Quién es ahora?
3) Memorice el texto bíblico de San Mateo 11:28-30.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.