miércoles, diciembre 30, 2009

LA RESPIRACIÓN DEL CRISTIANO: LA ORACIÓN.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
VII PARTE


Lectura bíblica: San Lucas 11:1-10

Propósitos de la charla: a) Comprender el acto de orar como la satisfacción de la necesidad de oxigenarse espiritualmente; b) Aprender y aplicar los principios básicos de la vida de oración; c) Motivarse a tener una disciplina de oración diaria.


“1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. 2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.”

“5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; 7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. 9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (San Lucas 11:1-10)

Como el cuerpo humano necesita respirar oxígeno para conservarse vivo; así también el espíritu necesita oxigenarse mediante la oración. Esta es otra función que jamás, ni un día del resto de su vida, usted deberá descuidar. Como el aire que rodea nuestro hábitat, Dios está cerca de cada uno. El Espíritu Santo ha sido derramado sobre toda carne, pero no se puede experimentar si no se respira. La oración es ese movimiento de respirar que tiene el alma y que permite que podamos entrar en contacto con Dios, fuente de la vida espiritual (Hechos 2:17)

La oración es amistad con Dios. Desde la más tierna infancia nuestros padres, de acuerdo a la cultura cristiana en que nacimos, nos enseñaron a orar el Padrenuestro y eso permaneció en nosotros como una sólida y hermosa base para el desarrollo de una relación con Dios. Lamentablemente para muchos ha quedado en algún oscuro lugar de sus recuerdos, como algo ingenuo y carente de sentido. La oración es amistad con el Creador, una estrecha relación con nuestro Padre Celestial, que nos llena de gratitud y regocijo. Es también una poderosa llave para abrir puertas a la espiritualidad y a la vida de Dios (Colosenses 4:2-4)

Se puede decir que la oración es un diálogo con Dios a través de una conversación espontánea y sencilla. No es un monólogo sin sentido sino que una rica interacción en la que Él nos responde mediante ideas, Su Palabra, etc. Aprendemos a escuchar su Voz en la medida que desarrollamos la práctica de la oración y crecemos espiritualmente. Él habla de muchas formas: en el silencio, a través de un hermano, en la Biblia, en Su creación, etc. (Filipenses 4:6,7)
Es preciso saber y creer que Dios oye y contesta todas nuestras oraciones. Que no recibamos satisfacción a una petición, no significa que Dios no nos escuchó o no respondió. Tal vez aún no es el momento de recibir aquello o bien lo que pedimos no correspondía y estaba en contra de la voluntad de Dios. Pero, insistimos:

Dios oye y contesta todas nuestras oraciones

Al dialogar con Dios, lo hacemos con el propósito de escucharlo, alabarlo, darle gracias y pedirle aquello que nos conviene. Orar no es una obligación sino una necesidad; todo discípulo de Jesucristo tiene la profunda necesidad de respirar Su amor y así fortalecer la fe en Él.

Todo ser humano sabe respirar en forma espontánea, es una función involuntaria, usted no necesita que alguien le enseñe a respirar, pero puede suceder que usted no respira adecuadamente y sus pulmones nunca se llenan del aire necesario. En la oración puede suceder algo similar. ¿Qué cristiano convertido no habla con el Señor a solas, sin que nadie le enseñe? Pero tal vez, si recibe un adecuado entrenamiento por hermanos con más experiencia en el Reino de Dios, sacaría mayor provecho de su oración. De modo que es muy conveniente que usted aprenda lo siguiente sobre la oración. En el acto de orar hay cinco elementos en juego, que es necesario conocer, para que nuestra oración sea siempre fructífera:

· El destinatario de la oración.
· El que hace la oración.
· El motivo de la oración.
· La forma de la oración.
· La respuesta a la oración.

I. EL DESTINATARIO DE LA ORACIÓN.
El primer elemento en la oración es el destinatario. Cuando escribimos una carta lo hacemos dirigiéndonos a otra persona a la que deseamos hacer llegar nuestro afecto, algún recado y para recibir noticias de ella, o sea esperamos una respuesta. Quien recibe nuestras palabras escritas es el destinatario. Lo mismo sucede si usted envía una encomienda, desea que ese paquete llegue al destinatario correcto. En el caso de la oración es lo mismo: hay un emisor y un receptor, hay un remitente y un destinatario. El único Destinatario de nuestras oraciones debe ser Dios.

No es bíblico orar a otro que no sea Dios, por muy bueno, santo o amado que sea aquél. No es correcto orar a un ser querido muerto; no está de acuerdo a la Biblia orar a un santo que ya está en la Presencia del Señor; tampoco orar a la virgen María a los ángeles o a otra entidad. El Destinatario de nuestra oración sólo es Dios. En Apocalipsis se relata dos ocasiones que en su visión, el profeta San Juan quiso “adorar” a un ángel y éste no se lo permitió.

“Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. / Yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía.” (Apocalipsis 19:9,10)

“Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. / Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.” (Apocalipsis 22:8,9)

Si bien es cierto orar es conversar con Dios, también implica adorarle. Adoramos e invocamos sólo a Dios. Alguien podrá alegar que este San Juan, Abraham y varios otros santos de la Antigüedad “conversaron” con ángeles, pero no fue porque ellos buscaran comunicarse con los ángeles sino que los mismos ángeles actuaron como mensajeros de Dios. No es correcto orar ni invocar a los ángeles. Sí podemos pedir a Dios que envíe a Sus santos ángeles a cuidarnos. El espíritu de esta enseñanza es glorificar y comunicarnos solamente con Dios, todo otro conducto no es adecuado, ya que podríamos ser engañados por los espíritus de las tinieblas.

Tampoco es conveniente utilizar otros conductos para dirigirse a Dios, que no sea el establecido por Él en Su Palabra. Para comunicarnos con alguien se usan en la actualidad distintos medios o conductos: la carta escrita, el teléfono, el correo electrónico. No sucede lo mismo en el ámbito espiritual, sólo hay un modo de comunicarse con Dios en la oración: Debemos orar al Padre en el nombre del Señor Jesucristo a través del ministerio del Espíritu Santo “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre" (1 Timoteo 2: 5).

Tengamos en cuenta que Dios Trino es Uno solo, no somos una religión politeísta sino monoteísta, es decir creemos en Un solo Dios. Sea que le llamemos Padre, Señor o Dios, nos estamos dirigiendo a Uno solo. Lo bíblico es dirigirse al Padre por medio de Jesucristo. Éste es el único Mediador competente. Los demás no están asignados como mediadores. A pesar de que las tres Personas de la Trinidad son Dios, hay una jerarquía entre ellas, jerarquía que ellas mismas han decidido. No es que una tenga más poder que la otra, sino que lo establecieron así para que hubiese un orden. El Padre tiene máxima autoridad, luego el Hijo que ha sido enviado por el Padre y finalmente el Espíritu Santo que procede del Padre y colabora con el Hijo en la obra de la Iglesia. El Padre ha dado a Jesucristo, después de su muerte y resurrección como Hombre, toda autoridad (San Mateo 28:18), pero nosotros siempre debemos orar al Padre, en el nombre de Jesús, y el Espíritu Santo intercederá por nosotros ante Jesucristo, en el sentido de comunicar nuestro espíritu con Dios (Romanos 8:26). No es muy doctrinal orar indistintamente a veces al Padre, otras a Jesucristo y otras al Espíritu Santo, pues estaremos haciendo una división entre las Personas y volviéndonos al politeísmo. Lo propio es orar al Padre en el nombre del Señor Jesucristo a través del ministerio del Espíritu Santo.

El Señor Jesucristo nos insta en el Evangelio a pedir en Su nombre al Padre. Para completar nuestro gozo de ser cristianos salvados por Él, podemos dirigirnos al Padre, en Su nombre, y obtendremos lo que necesitamos para ser felices en esta tierra. “Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” (San Juan 16:24)

II. EL QUE HACE LA ORACIÓN.
El segundo elemento en la oración es el emisor. Todos los cristianos podemos orar, sin importar el tiempo que tengamos de conversión ni los conocimientos bíblicos, ni las funciones que cumpla en la Iglesia, ni cosa humana alguna, con tal que sea hijo de Dios. Aún los no creyentes pueden orar o clamar a Dios en un momento de angustia, y Dios les escuchará.

Todos pueden orar, sin embargo, sólo los que caminan en fe y obediencia a Cristo pueden esperar, con toda seguridad, respuesta a sus oraciones. Jesucristo asegura que los que creen en Él harán sus mismas obras, y aún mayores. Esta seguridad es porque Él volvió al Padre y le solicitó el Espíritu Santo para que nos colaborara en hacer Sus obras. Jesús nos dice: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre. / Y todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. / Si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré.” (San Juan 14:12-14). Siendo la víspera de su crucifixión, Él hizo esta gran promesa para todos los que oran: “si algo pidiereis en mi nombre, yo lo haré”.

No es malo ni desagradable a Dios que le pidamos; como Padre, Él se siente muy grato de que Sus hijos le soliciten favores, con tal que sean sabios en lo que piden. Recuerde que Él es Omnipotente y Omnisapiente, todo lo puede y todo lo sabe; por lo tanto puede ayudarle a usted en cualquier problema, aún el más grave. Por otro lado, Él ya conoce sus necesidades, sin embargo desea que usted las verbalice, pues así estará reconociendo humildemente que usted es un ser creado y necesitado de un Padre, que Él es importante y vital para su vida. Buscar a Dios es un término que se utiliza para significar, no que Dios se haya extraviado mas bien nosotros nos hemos alejado de Él y necesitamos volver a Su Presencia. Si lo buscamos en oración, con toda seguridad que le hallaremos. Sus puertas están abiertas al que se acerca a Él con reconocimiento de su propia miseria y de la autoridad de Dios. Por ello Jesucristo nos dice: “Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.” (San Mateo 7:7)

Si correctamente nos dirigimos al Destinatario de nuestra oración, Él responderá conforme a Su sabiduría y poder, aún más allá de nuestras expectativas, porque Él sabe mucho mejor que nosotros lo que necesitamos para tener una vida próspera en cuerpo, alma y espíritu, como reza la Palabra de Dios: “Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros” (Efesios 3:20)

III. EL MOTIVO DE LA ORACIÓN.
El tercer elemento en la oración es el motivo. ¿Por qué visita usted a sus padres o a un amigo muy querido? De seguro lo hace porque les ama y le agrada estar con ellos. Esta debe ser nuestra principal motivación al orar: tener comunión con Dios. Él nos espera ansiosamente, como un padre anhela ver a sus hijos cuando están lejos.

La oración nos permite conocer el propósito que tiene el Señor para nuestras vidas. La Palabra de Dios nos enseña que acudimos a Dios con real pasión y necesidad, Él, además de responder a las peticiones, dará a conocer Sus misterios y pondrá hermosas visiones en nuestro corazón: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces.” (Jeremías 33:3)

¿Cómo va a respirar el alma la atmósfera espiritual de Dios si no se acerca a Dios? Debemos orar para respirar Su oxígeno de amor y tener comunión con Él.

IV. LA FORMA DE LA ORACIÓN.
El cuarto elemento en la oración es la forma. Hay seis principios que deben guiar la oración cristiana:
Sinceridad. En la amistad sincera con Dios está la fuerza que hará que nuestro servicio a los hombres traiga la luz de Cristo a las vidas. Un cristiano debe ser humilde y reconocer sus limitaciones e incapacidades ante Dios, buscando las energías que vienen de Él, por medio de Su Espíritu Santo, en oración (San Mateo 6:5)
Intimidad. No podemos alcanzar crecimiento espiritual ni de ningún tipo en la vida cristiana, si no hay una diaria y personal comunicación con el Padre. Aunque Él conoce las necesidades del corazón humano, desea intimar con él y responder a cada inquietud, enseñándonos una completa dependencia de Su amor (San Mateo 6:6)
Sencillez. La oración es un diálogo en palabras sencillas. No es necesario utilizar un lenguaje especial o rebuscado. Sólo tiene usted que decirle a Él lo que siente, sus problemas, anhelos, necesidades, etc. (San Mateo 6:7)
Perdón. Estar en paz con el prójimo y con una conciencia tranquila ante Dios, es clave para una perfecta relación con el Padre. No quiere hipocresía sino transparencia en la oración, lo que no puede existir si estoy enojado con mi hermano (San Mateo 6:14)
Perseverancia. Pedir, buscar, llamar a la puerta de Dios, como en la parábola del amigo impertinente o de la viuda y el juez, es el imperativo para lograr las peticiones de nuestro corazón, pues para Él no somos molestos y premia la perseverancia (San Mateo 7:7; San Lucas 11:5-13; San Lucas 18:1-8)
Dirección. Debemos orar de acuerdo con la voluntad de nuestro Padre Celestial, no pidiendo cosas, sino pidiendo directivas para lograr esas cosas. Si tenemos a Dios sólo como uno que me otorga lo que le pido y ante el que voy como un mendigo, no creceré en la comprensión de Su voluntad para mi vida, seré un cristiano pasivo. Pero si antes de pedir pregunto a Dios que quiere para mí, estaré orando con la dirección dada por Él. La mejor señal de que estamos caminando en la dirección correcta, es la paz interior: “Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; / y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.” (1 Juan 3:21-22)

V. LA RESPUESTA A LA ORACIÓN
El quinto elemento en la oración es la respuesta. La oración es una relación con Dios, por tanto aprender a orar es aprender a relacionarnos con nuestro Padre Celestial. Esta relación implica:
a) Fe: No solamente creer en Dios, sino también creerle a Él, confiar en Sus promesas.
b) Paz: Descansar plenamente en Dios, tener una relación de confianza y seguridad.
c) Amor: Expresar gratitud, fervor, cariño, devoción al Señor.
d) Esperanza: Esperar confiadamente en Él.

Dios contesta siempre nuestras oraciones. Tal vez la mayoría de los cristianos estén acostumbrados a recibir respuestas positivas de parte de Dios; pero esto no siempre será así. En algunas oportunidades Él responde “no”; otras veces dice “espera”, y hay ocasiones en que simplemente calla. No nos desanimemos en la oración. Por el contrario, acerquémonos a Él, confiando que si pedimos según Su voluntad, nos dará aquello que necesitamos, lo que tal vez no será de nuestro agrado, pero será Su respuesta en Su voluntad.
.
Tal cosa debe llenarnos de convicción y agradecimiento “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. / Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14-15)

Orar conforme a la Palabra es el mejor recurso para conocer la voluntad de Dios; ella es una garantía de respuesta en que el Espíritu Santo será nuestro ayudador y guía para comprender las respuestas de Dios.

CONCLUSIÓN
El Destinatario de nuestra oración habrá de ser siempre sólo Dios Padre, por medio de Su Hijo Jesucristo, en el Espíritu Santo. Todos los cristianos sin excepción podemos ser emisores de oración y ser escuchados por Dios. Él mismo nos invita a buscarle, tocar a Su puerta y pedirle. La motivación básica de la oración es tener comunión con el Creador y Salvador nuestro, amarlo, adorarlo, conocerlo mejor. En el modo de orar, el discípulo de Jesucristo debe tener en cuenta los principios de Sinceridad, Intimidad, Sencillez, Perdón, Perseverancia y Dirección. Finalmente, necesitamos estar preparados para un sí, un no, un espera o el silencio de parte del Señor. La oración es nuestra respiración en el Reino de Dios.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Por qué cree usted que en esta enseñanza se compara la oración diaria con la respiración?
2) ¿Qué problemas ha tenido usted para orar en la intimidad y cómo los ha resuelto?
3) ¿Tiene usted dificultades para orar en comunidad o en público?
4) Escriba cada hermano del Cenáculo una petición al Señor y luego léala en voz alta.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Billy Graham, material de la campaña evangelística internacional “Mi Esperanza”, Chile, 2005.
4) Iván Tapia, “La Oración”, Corporación Resplandor, Valparaíso, Chile, 1988.

lunes, diciembre 07, 2009

EL ALIMENTO DEL CRISTIANO: LA PALABRA DE DIOS.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
VI PARTE


Lectura bíblica: 2 Timoteo 3:15-17

Propósitos de la charla: a) Valorar la Palabra de Dios como alimento espiritual imprescindible para el discípulo; b) Conocer los efectos de la Palabra en el cristiano; c) Conocer y practicar las condiciones necesarias para obtener provecho de la Palabra de Dios.


1 Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos,
Ni estuvo en camino de pecadores,
Ni en silla de escarnecedores se ha sentado;
2 Sino que en la ley de Jehová está su delicia,
Y en su ley medita de día y de noche.
3 Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas,
Que da su fruto en su tiempo,
Y su hoja no cae;
Y todo lo que hace, prosperará.

4 No así los malos,
Que son como el tamo que arrebata el viento.
5 Por tanto, no se levantarán los malos en el juicio,
Ni los pecadores en la congregación de los justos.
6 Porque Jehová conoce el camino de los justos;
Mas la senda de los malos perecerá.
(Salmo 1:1-6)

Hay cinco aspectos de su conversión que usted debe saber: 1) Usted se ha convertido a Jesucristo; 2) Usted ha sido trasladado de Reino; 3) Usted tiene vida eterna; 4) Usted ha nacido en la Familia de Dios; y 5) Usted pertenece a la Iglesia Cristiana Discípulos de Jesucristo. Ahora que sabe quién es, deberá por el resto de su vida en esta tierra, cuidar cinco funciones, de las cuales trataremos en esta lección el primero.

Como toda criatura, el alimento para poder desarrollarse sano y robusto, es fundamental. Pero como hablamos de una nueva criatura, que es eminentemente espiritual, su alimento deberá ser, también, espiritual. El Señor Jesucristo dijo “Mis palabras son espíritu y son vida”. Este es el alimento que usted y todo cristiano necesita cada día: la Palabra de Dios. El alimento del cristiano es la Palabra de Dios que está escrita en la Biblia.

Por medio de la Biblia conocemos a Dios.

La Biblia es la Palabra de Dios, la Biblia expresa Su Voluntad. Es, por tanto, la máxima autoridad que establece los principios de nuestra fe. La Biblia no sólo contiene palabras de Dios, sino que es la Palabra de Dios. Por medio de la Biblia respondemos las tres preguntas más acuciantes del ser humano: quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos. A través de la Biblia, Dios habla al hombre. Como discípulos de Jesucristo necesitamos alimentarnos de la Palabra de Dios. ¿Por qué?

¿Qué produce la Palabra de Dios en el hijo de Dios?

· La palabra de Dios le hace próspero
· La palabra de Dios le guía
· La palabra de Dios le da sabiduría
· La palabra de Dios le beneficia

I. LA PALABRA DE DIOS LE HACE PROSPERO.
Dios desea que todos los discípulos de Jesucristo tengan el hábito de leer Su Palabra, porque en ella está escrita Su voluntad, Sus promesas y todo el legado que Jesús nos ha dejado como testamento. Sin embargo el enemigo de nuestras almas se empeña en alejarnos de las Escrituras y no desea que tengamos ese hábito. Mas todo depende de nosotros. Si nos cansamos de leer, Dios nos alentará con Su Espíritu Santo; si nos da sueño, Él nos motivará y despertará, llamándonos la atención sobre pasajes ideas que nos sorprenderán y ayudarán mucho. Si nos duele la cabeza, Él, como nuestro Médico, acudirá a aliviarnos. Si reflexionamos diariamente en la Palabra de Dios, haciéndonos el hábito de leerla y meditarla, lápiz y cuaderno en mano, seremos cristianos prósperos y vivir una vida de plena confianza en Dios. El Señor nos dice hoy: “Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3 Juan 2) Y además nos promete: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; / Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. / Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará.” (Salmos 1:1-3) El resultado de alimentarnos con la Palabra de Dios, trae prosperidad a la vida del cristiano.

1) La Palabra de Dios nos trae prosperidad espiritual: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17)
2) La Palabra de Dios nos trae prosperidad mental: “Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado.” (Isaías 26:3)
3) La Palabra de Dios nos trae prosperidad física: “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. / Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:4,5)
4) La Palabra de Dios nos trae prosperidad financiera: “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. / Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. / Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; / como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. / Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia” (2 Corintios 9:6-10)

II. LA PALABRA DE DIOS LE GUIA.
La lectura de la Biblia es semejante a ir por un camino en una noche sin luna. Tropezamos y nos salimos fácilmente del sendero, nos da miedo pues desconocemos absolutamente hacia donde caminamos. Si encendemos una linterna, ésta nos devolverá la confianza pues sabremos donde pisar para no tropezar y encontraremos la dirección. La Biblia, la Palabra de Dios, nos ilumina el entendimiento, da respuesta a todas aquellas interrogantes trascendentes, nos enseña como vivir en las distintas áreas de la vida, da consuelo, nos muestra a Dios y Su gran amor, en definitiva nos hace vivir seguros. El salmista la compara a una lámpara a sus pies, una luz en el sendero: “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.” (Salmos 119:105)

Los cristianos somos guiados por Dios a través de un manual de vida, que es Su Palabra. Ella es como una lámpara que nos ilumina el camino. Él ha puesto Su voluntad y dirección en Su Palabra, pero habrá que leerla en oración y atendiendo al Espíritu Santo. Un gran evangelista ha dicho: “Su Palabra va delante de nosotros en el futuro y nos protege del pasado.”

III. LA PALABRA DE DIOS LE DA SABIDURIA.
Todos creemos poseer la razón o verdad de las cosas, incluso defendemos nuestras ideas y tratamos de imponer nuestros puntos de vista. Esto significa que todo ser humano anhela la sabiduría. Probablemente en muchos puntos tengamos la razón, pero no todo lo que creemos y pensamos es la absoluta verdad. Sólo Dios tiene la Verdad completa. Si alguien poseyera la sabiduría de Dios, tendría pleno éxito en su vida. Esto es posible si usted ama la sabiduría de Dios. Él ha escrito en Su Palabra Sus pensamientos, para que sea conocida por los que creen en Él. La exposición a Sus palabras nos da luz y entendimiento, si somos sencillos y tenemos fe. La Palabra de Dios nos da sabiduría para vivir, y por ende prosperidad: “Escogí el camino de la verdad; He puesto tus juicios delante de mí.” (Salmos 119:130)

IV. LA PALABRA DE DIOS LE BENEFICIA.
La Palabra de Dios es más que un libro de texto o un tratado científico, es una carta de Dios escrita para usted; léala como una carta familiar. Todo lo que lea en esta “epístola” es para su beneficio. Si lee en ella “Pedid y se os dará”, no cuestione esta idea y sencillamente comience a pedir a Dios; es como pasear por un huerto con árboles frutales, al cual su dueño le ha permitido entrar y saborear sus frutos.

Si encuentra en sus páginas una promesa, no vacile en aferrarse a ella; es como si Dios le haya entregado un cheque por cierta suma, sólo resta que usted de gracias y cambie el cheque ¿o lo rechazaría?

Si lee la oración de arrepentimiento de David, no se dedique a criticar a este adúltero y asesino pecador, ni trate de defenderlo por ser un rey que escribió tan bellos salmos, no pierda tiempo en ello, sino que haga suya esa oración y obtenga beneficios espirituales para usted. Para eso se encuentra escrita en la Palabra de Dios. La Biblia no ha sido escrita para repetirla de memoria ni para admirarla como un bello texto literario o un interesante tratado teológico, sino para ser vivida.
Si encuentra en ella modelos de santidad y abnegación, pídale a Dios esa santidad y negación de si mismo. Y si no la entiende, pídale entendimiento a Dios para que le otorgue esa sabiduría, para que su vida entera irradie la luz de Su Verdad.

La Palabra de Dios está a su alcance y es suya, esta es su oportunidad de ser bendecido por Dios. No desaproveche esta oportunidad que el Dios de la Verdad le da para su beneficio. Los que aman Su Palabra disfrutan de un gran bienestar y nada los hace tropezar; dice la Biblia: “Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo.” (Salmos 119:165)

Hasta ahora hemos visto los beneficios que trae consigo oír, leer y estudiar la Palabra de Dios: nos hace prósperos, nos guía, nos da sabiduría y nos beneficia. Pero para poder disfrutar de estos beneficios de la Palabra de Dios, el discípulo de Jesucristo debe cumplir ciertas condiciones.

¿Qué condiciones son necesarias para obtener provecho de la Palabra de Dios?

· El discípulo debe considerarla necesaria.
· El discípulo debe cumplirla.

V. LA PALABRA DE DIOS ES NECESARIA.
¡Cuán necesaria es la Palabra de Dios para alimentar el alma! Ella edifica la mente del discípulo con la Verdad. La Palabra de Dios, entre otros beneficios, nos:
a) Enseña. Podemos conocer a Dios, al Salvador del mundo, al Señor del Reino, la condición del mundo, el futuro glorioso de los hijos de Dios, etc.
b) Exhorta. Recibimos ánimo para luchar contra el diablo y las tinieblas, para vencer los apetitos carnales que batallan contra el alma, y salir victoriosos frente a las tentaciones mundanas.
c) Reprende. Todos somos pecadores, seres humanos con una naturaleza caída inclinada al mal. La Palabra de Dios nos reprende confrontándonos con nuestra condición de pecadores.
d) Prepara para encontrarnos con Dios. La Biblia es fundamental en el proceso de santificación del cristiano.

Las Escrituras pueden dar al hombre la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús. Toda la Biblia ha sido inspirada por Dios, no es invención humana, a pesar de que fue escrita por hombres. Dios es el Autor de la Biblia. Es útil para enseñar al cristiano a vivir de acuerdo a la Divina voluntad; para reprender al que peca o yerra; para corregir al que va por un camino espiritual o moral equivocado y para instruir en la justicia de Dios: “y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. / Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:15-17)

Hay cinco cosas que usted debe hacer con la Palabra de Dios:
a) Oírla (Romanos 10:17)
b) Leerla (Deuteronomio 17:19)
c) Estudiarla (Proverbios 2:1-6)
d) Memorizarla (Salmos 119:11)
e) Meditarla (Josué 1:8)

VI. LA PALABRA DE DIOS HAY QUE CUMPLIRLA.
La meditación cristiana, basada en la Palabra de Dios, no es meramente un estado de contemplación, sino una reflexión que conduce a vivir los preceptos bíblicos. Respetarlos y obedecerlos es el desafío que se presenta a todo discípulo de Jesucristo. El cristianismo es más que una religión, un estilo de vida; no se trata sólo de conocer la Biblia sino también de practicarla. El verdadero discípulo de Jesucristo no se contenta sólo con escuchar la Palabra, sino que la pone en práctica: “Pero sed hacedores de la palabra, y no tan solamente oidores, engañándoos a vosotros mismos.” (Santiago 1:22)

CONCLUSIÓN
En esta enseñanza hemos aprendido la importancia que tiene para el discípulo de Jesucristo alimentarse diariamente de la Palabra de Dios. La Biblia nos hace prósperos, nos guía, nos da sabiduría y nos beneficia. Para obtener provecho de la Palabra de Dios y disfrutar de estos beneficios, el discípulo debe cumplir dos condiciones: valorarla como muy necesaria y practicarla.

Definitivamente: la Biblia nos aparta del pecado. De lo contrario, el pecado nos apartará de la Biblia.

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué sabe usted de la Biblia?
2) ¿Qué le agradaría aprender de la Biblia?
3) ¿Qué momento del día dedica usted para leer y meditar en la Palabra de Dios?
4) Memorice junto a los discípulos del Cenáculo, el texto bíblico que inicia esta enseñanza.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
3) Billy Graham, material de la campaña evangelística internacional “Mi Esperanza”, Chile, 2005.
4) Randy Morrison; “Viviendo con sentido Común”
5) “Curso de Capacitación para Pastores y Líderes Cristianos”; Proyecto Mi Esperanza; Asociación Evangelística Billy Graham; 2005.