martes, noviembre 01, 2011

LA ORACIÓN EFICAZ.

© Pastor Iván Tapia Contardo

Mensaje a la familia Tapia en Culto Familiar.
Quilpué, Día de la Reforma, 31 de octubre de 2011.

Querida familia, queridos hermanos y amigos:

En el encuentro anterior vimos la importancia de encontrar el alimento espiritual. Jesús nos aconseja: “Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.” (San Juan 6:27)

Nos preguntamos en esa oportunidad, en casa de Marisol, ¿De qué se alimentará el espíritu? La respuesta la da Jesucristo: “Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.” (San Juan 6:55)
Es decir DE SU VIDA Y de SU MUERTE.

Pero, en forma práctica, ¿Cómo podremos alimentarnos de Jesús? Muy simple:

- ORANDO CON FE.
- LEYENDO Y APRENDIENDO SU PALABRA.
- ALABANDO Y ADORANDO A DIOS.
- OBEDECIÉNDOLE.

Hoy día vamos a conversar del primer punto: ORANDO CON FE. Para ello, leamos en el Evangelio Según San Lucas, capítulo 11, versos 1 al 10.

“1 Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos. 2 Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. 3 El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. 4 Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal. 5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; 7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite. 9 Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 10 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (San Lucas 11:1-10)

La silla vacía.
La hija de un hombre le pidió al pastor que fuera a su casa a hacer una oración para su padre que estaba muy enfermo. Cuando el pastor llegó a la habitación del enfermo, encontró a este hombre en su cama con la cabeza alzada por un par de almohadas. Había una silla al lado de su cama, por lo que el pastor asumió que el hombre sabía que vendría a verlo.

"Supongo que me estaba esperando", le dijo. "No, ¿quién es usted?", dijo el hombre. "Soy el pastor que su hija llamó para que orase con usted, cuando vi la silla vacía al lado de su cama supuse que usted sabía que yo estaba viniendo a verlo"

"Oh sí, la silla", dijo el hombre enfermo, "¿Le importa cerrar la puerta?" El pastor sorprendido la cerró.

"Nunca le he dicho esto a nadie, pero... toda mi vida la he pasado sin saber cómo orar. Cuando he estado en la iglesia he escuchado siempre al respecto de la oración, que se debe orar y los beneficios que trae, etc., pero siempre esto de las oraciones me entró por un oído y salió por el otro pues no tengo idea de cómo hacerlo. Entonces hace mucho tiempo abandoné por completo la oración. Esto ha sido así en mi hasta hace unos cuatro años, cuando conversando con mi mejor amigo me dijo: "José, esto de la oración es simplemente tener una conversación con Jesús. Así es como te sugiero que lo hagas... te sientas en una silla y colocas otra silla vacía enfrente de ti, luego con fe miras a Jesús sentado delante de ti. No es algo alocado hacerlo pues Él nos dijo: "Yo estaré siempre con ustedes." Por lo tanto, le hablas y lo escuchas, de la misma manera como lo estás haciendo conmigo ahora mismo"

"Así lo hice una vez y me gustó tanto que lo he seguido haciendo unas dos horas diarias desde entonces. Siempre tengo mucho cuidado que no me vaya a ver mi hija pues me internaría de inmediato en la casa de los locos".

El pastor sintió una gran emoción al escuchar esto y le dijo a José que era muy bueno lo que había estado haciendo y que no cesara de hacerlo. Luego hizo una oración con él, le extendió una bendición, lo ungió y se fue a su iglesia.

Dos días después, la hija de José llamó al pastor para decirle que su padre había fallecido. El pastor le preguntó:

-¿Falleció en paz?

-Sí, cuando salí de la casa a eso de las dos de la tarde me llamó y fui a verlo a su cama, me dijo lo mucho que me quería y me dio un beso. Cuando regresé de hacer compras una hora más tarde, ya lo encontré muerto. Pero hay algo extraño al respecto de su muerte, pues aparentemente justo antes de morir se acercó a la silla que estaba al lado de su cama y recostó su cabeza en ella, pues así lo encontré. ¿Qué cree usted que pueda significar esto?"

El pastor se secó las lágrimas de emoción y le respondió: "Ojalá que todos nos pudiésemos ir de esa manera".

Como en este cuento, el Evangelio también resalta la necesidad que tenemos todos de aprender a orar. “Enséñanos a orar” le pidieron los discípulos al Maestro. Y Él les hizo un esquema de cómo hacerlo en forma efectiva. Todos conocemos el Padre Nuestro.

Para muchas personas, orar significa pedirle a Dios, pero en realidad esa es sólo una parte y tampoco es imprescindible. Orar es conversar con Dios, tener una amistad con Él, disfrutar estar un tiempo diario con el Creador de todas las cosas. Él le ha dado a los seres humanos esa capacidad de comunicarse con Él, una capacidad que los animales no poseen. Como los ángeles y Dios, los hombres somos seres espirituales.

El modo sencillo de imaginar a Dios que tenía este hombre, era sentándolo en una silla. Tal vez nosotros no vamos a hacer esto, pero sí podremos “ver” con nuestros ojos espirituales o nuestra comprensión interior, a Jesucristo que es “la imagen del Dios invisible” (Colosenses 1:15), “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia” (Hebreos 1:3).

Es probable que cada uno de nosotros tenga peticiones para el Señor. Las necesidades humanas son de todo tipo. Las más básicas de pan, techo y abrigo, hay muchas personas que no logran saciarlas. Pero también están las necesidades de amor, compañía, afecto de la familia, los amigos, los compañeros de trabajo. También están las de personalidad; necesitamos superar debilidades, aspectos personales, adquirir virtudes, etc.

Quizás usted hace mucho tiempo pide algo a Dios y aún no ha recibido una respuesta. A veces nos dicen que no recibimos respuesta a ellas porque no pedimos con fe, pero también se nos ha dicho que pedimos mal. Otros piensan que Dios no responde porque ellos están lejos de Dios, pero podemos ver que a muchos buenos cristianos tampoco Dios les responde conforme ellos piden. La pregunta es entonces:

¿Cómo debo orar para tener una respuesta eficaz?

Si entendemos por eficacia la capacidad de lograr el efecto que se desea o se espera, la oración eficaz debería seguir los siguientes principios bíblicos:

1. Sinceridad.
“5 Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa.” (San Mateo 6:5)

En la amistad sincera con Dios está la fuerza que hará que nuestro servicio a los hombres traiga la luz de Cristo a las vidas. Un cristiano debe ser humilde y reconocer sus limitaciones e incapacidades ante Dios, buscando las energías que vienen de Él, por medio de Su Espíritu Santo, en oración

2. Intimidad.
“6 Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.” (San Mateo 6:6)

No podemos alcanzar crecimiento espiritual ni de ningún tipo en la vida cristiana, si no hay una diaria y personal comunicación con el Padre. Aunque Él conoce las necesidades del corazón humano, desea intimar con él y responder a cada inquietud, enseñándonos una completa dependencia de Su amor

3. Sencillez.
“7 Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos.” (San Mateo 6:7)

La oración es un diálogo en palabras sencillas. No es necesario utilizar un lenguaje especial o rebuscado. Sólo tiene usted que decirle a Él lo que siente, sus problemas, anhelos, necesidades, etc.

4. Perdón.
“14 Porque si perdonáis a los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial;” (San Mateo 6:14)

Estar en paz con el prójimo y con una conciencia tranquila ante Dios, es clave para una perfecta relación con el Padre. No quiere hipocresía sino transparencia en la oración, la que no puede existir si estoy enojado con mi hermano.

5. Insistencia.
“7 Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. 8 Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.” (San Mateo 7:7,8)

“1 También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, 2 diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. 3 Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. 4 Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, 5 sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia. 6 Y dijo el Señor: Oíd lo que dijo el juez injusto. 7 ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? 8 Os digo que pronto les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿hallará fe en la tierra?” (San Lucas 18:1-8)

“5 Les dijo también: ¿Quién de vosotros que tenga un amigo, va a él a medianoche y le dice: Amigo, préstame tres panes, 6 porque un amigo mío ha venido a mí de viaje, y no tengo qué ponerle delante; 7 y aquél, respondiendo desde adentro, le dice: No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme, y dártelos? 8 Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, sin embargo por su importunidad se levantará y le dará todo lo que necesite.” (San Lucas 11:5-8)

El quinto aspecto es la insistencia que requiere la oración. Jesús recalca este principio contándoles la “Parábola del vecino que pide tres panes.” Es necesario insistir en nuestra oración. Es algo que debe hacerse todos los días, sin desmayar. Dios quiere que repitamos nuestras oraciones, no como rezos sino desde el corazón, no porque Él sea sordo o de mala memoria, sino porque debemos demostrar nuestro interés en Él, nuestra dependencia de Él y nuestra fe en Él.

Pedir, buscar, llamar a la puerta de Dios, como en la parábola del amigo impertinente o de la viuda y el juez, es el imperativo para lograr las peticiones de nuestro corazón, pues para Él no somos molestos y premia la perseverancia. Jesús nos enseña a pedir, buscar y llamar a Dios. Tal vez las necesidades nuestras y las peticiones que hacemos sean sólo un pretexto de Dios para mantenernos cerca de Él, porque nos ama y nos necesita como hijos amados. Jesús le asegura que si usted pide, Él dará; que si usted busca, hallará; y si usted llama, Él abrirá.

6. Dirección.
“21 Amados, si nuestro corazón no nos reprende, confianza tenemos en Dios; 22 y cualquiera cosa que pidiéremos la recibiremos de él, porque guardamos sus mandamientos, y hacemos las cosas que son agradables delante de él.” (1 Juan 3:21-22)

Debemos orar de acuerdo con la voluntad de nuestro Padre Celestial, no pidiendo cosas, sino pidiendo directivas para lograr esas cosas. Si tenemos a Dios sólo como uno que me otorga lo que le pido y ante el que voy como un mendigo, no creceré en la comprensión de Su voluntad para mi vida, seré un cristiano pasivo. Pero si antes de pedir pregunto a Dios que quiere para mí, estaré orando con la dirección dada por Él. La mejor señal de que estamos caminando en la dirección correcta, es la paz interior, “si nuestro corazón no nos reprende.”

7. Fe.
“5 Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. 6 Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. 7 No piense, pues, quien tal haga, que recibirá cosa alguna del Señor. 8 El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos.” (Santiago 1:5-8)

¿Le falta a usted sabiduría u otra cosa que a Dios agrada? Pida creyendo que lo recibirá.

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” (Hebreos 11:6)

“18 Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. 19 Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera. 20 Viendo esto los discípulos, decían maravillados: ¿Cómo es que se secó en seguida la higuera? 21 Respondiendo Jesús, les dijo: De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho. 22 Y todo lo que pidiereis en oración, creyendo, lo recibiréis.” (San Mateo 21:18-22)

8. En Su Nombre.
“Hasta ahora nada habéis pedido en mi nombre; pedid, y recibiréis, para que vuestro gozo sea cumplido.” (San Juan 16:24)

El Señor Jesucristo nos insta en el Evangelio a pedir en Su nombre al Padre. Para completar nuestro gozo de ser cristianos salvados por Él, podemos dirigirnos al Padre, en Su nombre, y obtendremos lo que necesitamos para ser felices en esta tierra.

9. En Su voluntad.
“Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye. / Y si sabemos que él nos oye en cualquiera cosa que pidamos, sabemos que tenemos las peticiones que le hayamos hecho.” (1 Juan 5:14-15)

Pedir a Dios conforme a Su voluntad, no sólo cosas para nuestra satisfacción.

CONCLUSIÓN.
Para tener una respuesta eficaz en la oración, es preciso hacerlo siguiendo estos principios: 1) Sinceridad; 2) Intimidad; 3) Sencillez; 4) Perdón; 5) Insistencia; 6) Dirección de Dios; 7) Fe; 8) Orar en Su Nombre; y 9) Orar en Su voluntad.

Amados hermanos, familiares y amigos:

Todos nosotros, de una u otra forma fuimos formados y enseñados en los principios cristianos, en especial el de la ORACIÓN EFICAZ. Tuvimos el mayor ejemplo en la hermana Estercita Tapia, una mujer de oración. De ella aprendimos la absoluta fe en el Señor, la dependencia de Su amor y misericordia, la práctica diaria y persistente de la oración. En muchas oportunidades oramos con ella en el templo, bajo el púlpito. Ella oraba, lloraba y reía con el Señor, se gozaba espiritualmente en Su presencia. Fue y es un ejemplo para muchos. Su oración aún pesa en las vidas de los que estamos aquí. Si ella estuviera hoy, de seguro tendría mucho que decirnos a cada uno.

Necesitamos recuperar nuestra relación con el Señor, volver a las antiguas sendas comenzando por la oración. No podremos respirar espiritualmente si no dedicamos un tiempo diario a conversar con el Señor. No importa cómo ni donde lo hagamos, pero hagámoslo, por nosotros mismos, por nuestra salud espiritual. Como la hermana Estercita lo hizo, ahora nos corresponde a nosotros orar por nuestros cónyuges, hijos, nietos y familiares. Los tiempos que corren son difíciles, los que vienen lo serán más aún. Todavía hay vidas en nuestra familia, entre nuestros amigos y compañeros de trabajo que necesitan reconciliarse con el Señor. Es nuestra obligación conducirlos hacia ese encuentro o esa reconciliación con Dios. El Señor nos lo ha encargado y qué mejor que cultivando la oración diaria.

Ahora quiero invitarlos a orar. Demos gracias por Su Palabra que nos anima.

Si usted desea que haga una oración especial por su persona, le invito a acercarse aquí adelante, le impondremos las manos y pediremos al Señor por la salud de su alma y de su cuerpo. Amén.

lunes, junio 06, 2011

LA PUERTA.

“LA PUERTA”
RETIRO
Domingo 2 de Septiembre de 2007
Avenida Francia 739, Valparaíso

OBJETIVOS:
1. Que cada discípulo comprenda, sienta y experimente que es una puerta al Reino de Dios.
2. Comenzar a transformar nuestros hogares en “puertas del cielo”.

TEXTO BASE:
“Volvió, pues, Jesús a decirles: De cierto, de cierto os digo: Yo soy la puerta de las ovejas. / Todos los que antes de mí vinieron, ladrones son y salteadores; pero no los oyeron las ovejas. / Yo soy la puerta; el que por mí entrare, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos.”
San Juan 10:7-9

INTRODUCCIÓN
En este retiro utilizaremos la metáfora de LA PUERTA para significar al cristiano y su capacidad de dar amor y abrir su corazón y su casa al prójimo que necesita de Cristo. Una metáfora [del griego meta, «más allá», y phorein, «pasar, llevar»] consiste en el uso de una palabra con un significado o en un contexto diferente del habitual. La metáfora es un recurso literario que consiste en identificar dos términos entre los cuales existe alguna semejanza. Uno de los términos es el literal y el otro se usa en sentido figurado. Ejemplo: “Un pájaro vivía en mí./ Una flor viajaba en mi sangre./ Mi corazón era un violín…” (Juan Gelman)

Ejemplo de la Biblia: “Aquel mismo día llegaron unos fariseos, diciéndole: Sal, y vete de aquí, porque Herodes te quiere matar. / Y les dijo: Id, y decid a aquella zorra: He aquí, echo fuera demonios y hago curaciones hoy y mañana, y al tercer día termino mi obra.” (San Lucas 13:31,32)

La gran fuerza poética de la metáfora reside en su capacidad de multiplicar de forma ilimitada el significado "normal" de las palabras. Los Yo Soy de Jesús son un bello y profundo ejemplo de metáforas.

I ¿QUÉ SIGNIFICA SER PUERTA?
Como Jesús, nuestro Modelo, es la Puerta, nosotros también podemos llegar a serlo.

“Y llamó el ángel de Jehová a Abraham por segunda vez desde el cielo, / y dijo: Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; / de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. / En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz. / Y volvió Abraham a sus siervos, y se levantaron y se fueron juntos a Beerseba; y habitó Abraham en Beerseba.” (Génesis 22:15-19)

La puerta es la defensa. Cuando mi puerta no es sólida o no está, soy indefenso y cualquiera puede entrar a mi ciudad. Necesitamos, como Nehemías, restaurar todas nuestras puertas.

Ser puerta significa que tú eres parte de una casa. No eres muralla, cimiento ni ventana, sino que eres puerta.

Eres una persona usada por Dios para que otros entren, ingresen a Su casa. No hay cosa tan hermosa como ser puerta de la casa de Dios.

Cuando Jesús dijo “Yo soy la Puerta” estaba expresando que Él y sólo Él era el acceso al Reino de Dios. Por medio de Él y Su sacrificio redentor, los humanos podemos encontrar la entrada a ese reino espiritual.

Es como si el reino de luz estuviera cercado por grandes muros, los cuales son nuestra:
a) incredulidad
b) egoísmo
c) ignorancia
d) culpabilidad

Mas, de pronto aparece Alguien que es capaz de:
a) quitar la incredulidad y poner fe en nosotros
b) quitar el egoísmo y poner amor
c) quitar la ignorancia y poner esperanza
d) quitar las culpas y poner la paz

Sólo Jesús es el Maestro que puede hacer esto. Él es la Puerta. Pero tú, si le sigues a Él, también puedes convertirte en “puerta” para otros.

“Esta es casa de Dios y puerta del cielo” reza un letrero en algunas iglesias.
“Abre las puertas de tu casa” recomiendan los ministros de Dios.
“El Espíritu Santo golpea a las puertas de tu corazón” se predica.
Son dichos en boga. Todos expresan asuntos similares: la invitación a abrir nuestra vida, hogar y sociedad, a Dios.

Yo puedo abrir mi vida para el prójimo, dedicarme a ser luz, pan, vida, etc. y constituirme de esta manera en una puerta del cielo, una entrada a Su Reino, un puente hacia la cruz.

II ¿SOY UNA PUERTA?
Nuestra vida debiera ser: (Nehemías 3)
• puerta de las ovejas, una puerta de entrada para los hijos de Dios
• puerta del pescado que salva almas
• puerta antigua en la que s expresa la eterna Verdad de Dios
• puerta del valle, humilde
• puerta del muladar, donde son sanados, nuestros visitantes, de todo mal, enfermedad y pecado
• puerta de la fuente, donde todos beban la salvación y el Espíritu Santo
• puerta del Sumo Sacerdote, Cristo, ejerciendo sacerdocio por el mundo y la Iglesia
• puerta de las aguas, para dar de beber al sediento de Dios y Su Palabra
• puerta de los caballos, jóvenes, guerreros
• puerta del oriente, para orientar en la senda del discipulado
• puerta del juicio, para discernir entre lo bueno y lo malo, mostrando el buen camino

Para ejercer bien mi trabajo de puerta, requiero:

1. Tener bien aceitadas mis bisagras con el aceite del Espíritu Santo, para que la puerta siempre se abra, no se “tranque”, no se trabe. Ello se logra en oración permanente. Nunca debemos cerrar la puerta, nunca negarnos, jamás no contestar, nunca no responder. Esto implica a veces sacrificar la intimidad, los propios derechos.

2. Ser puerta sólida, firme, que ofrezca defensa al Reino de Dios; que las fuerzas del mal choquen contra ella y no puedan derribarla. La sangre de Cristo en el dintel de mi vida es la clave para esto. “No temeré mal alguno”, “El que habita al abrigo del Altísimo, morará bajo la sombra del Omnipotente”, nada podrá derribarme como puerta.

3. Ser una puerta segura, con una buena chapa o cerradura. La llave de una puerta la tienen sólo dos personas: su dueño, yo mismo, que puedo abrirla y cerrarla cuando quiera, y Cristo, que puede abrirla cuando desee. ¿Le has dado al Señor Jesucristo las llaves de tu corazón, tu mente, tu conciencia, tu mente, tu cuerpo, tu casa entera? Él es el Dueño de toda tu vida, recuérdalo.

El Espíritu Santo habita en ti y, por tanto, puede entrar y salir de tu casa cuando Él quiera. Tiene la llave de tu puerta, de tu vida y corazón.

Los demás no pueden llegar y entrar a ti, necesitan golpear. Pero cada vez que lo hacen, tú les abres. Jamás les dices “no estoy”, “salí”, “no molestar”, “aquí somos católicos”, etc.

Ser puerta no significa que está abierta siempre. Eso sería peligroso pues podrían entrar ladrones y robarte. La puerta permanece cerrada pero dispuesta a atender a todo el que le pida ayuda. La puerta es una defensa. Esto no es vivir a la defensiva de la gente sino del mal.

Una buena chapa es la Palabra de Dios. Ésta nos da seguridad de salvación, me da las herramientas para defenderme del diablo, de mi mismo y del espíritu mundano.

4. Ser puerta atractiva, bellamente tallada o pintada, con el nombre en una placa de metal, su número, etc. Nuestro testimonio, nuestra personalidad entera, nuestro modo de ser, Cristo en nosotros. Una bella puerta atrae al prójimo, lo enamora, somos una carnada para los peces y cardúmenes de este mundo. Las virtudes de Cristo en nosotros son una atracción para otras vidas. Viendo la puerta querrán conocer su interior, la casa. La puerta habla de la casa.

Pensemos en las puertas de las antiguas catedrales, talladas con cientos de ángeles, santos y figuras del Evangelio.

En conclusión, podríamos decir que ser puerta es ser un evangelizador y un samaritano. Un evangelizador porque siendo una puerta puede convertir a otros a Jesucristo. Un samaritano porque puede abrirla y servirlos.

Cuando hablamos de casa-iglesia, iglesia en casa, cenáculos, hablamos de puertas. Que cada hogar se transforme en una puerta de acceso a la salvación de Cristo. No es fácil transformar nuestras casas en “puertas abiertas” al prójimo. Es difícil pero no imposible. Hemos estado en este trabajo por años. Finalmente Dios lo logró en nosotros:

a) Hoy soy una puerta, mi vida es una puerta a la salvación en Cristo.
b) Mi casa es una puerta de acceso a la espiritualidad.
c) Todo lo que soy con mi esposa, nuestro matrimonio es una puerta a Dios.

TEXTOS SOBRE LA PUERTA
Salmos 84:10
Proverbios 31:23
Isaías 45:2
Jeremías 7:2
San Mateo 7:13
San Lucas 13:24
Apocalipsis 3:20

TALLER “LA PUERTA”
• ESCRIBIR UN POEMA COLECTIVO, A PARTIR DE LA FRASE “YO SOY PUERTA”
• HACER UN DIBUJO O PINTURA COLECTIVA, CUYO TEMA ES “LA PUERTA”
• PRODUCIR PEQUEÑA OBRA DE TEATRO, CON EL PROPÓSITO DE MOTIVARNOS A SER PUERTAS

ORACIÓN DE LA PUERTA
Padre: A Ti que mostraste a San Juan una puerta abierta en los cielos, te ofrecemos nuestras vidas y todas las capacidades que nos has dado. Permite que seamos una puerta abierta para aquellos que necesitan de Tu consuelo, Tu Palabra y la salvación de sus almas. Transforma nuestros hogares en puertas abiertas al Reino de Dios. Te lo pedimos en el nombre de Aquel que dijo “Yo soy la puerta”, nuestro Señor Jesucristo. Amén.

domingo, mayo 01, 2011

JESÚS, EL PAN DE VIDA.

© Pastor Iván Tapia Contardo

Mensaje a la familia Tapia en Culto Familiar.
Viña del Mar, Viernes Santo, 22 de abril de 2011.

Querida familia, queridos hermanos y amigos:

Recuerdo aquella noche memorable en que conocí a Jesucristo, nuestro Salvador. Sería la culminación de una búsqueda espiritual hecha “a ciegas” porque ciertamente estaba, como el ciego del Evangelio, sin ninguna visión. Lo curioso es que me había formado en la Universidad de Chile como Educador de Ciegos. Una ironía de la vida o sabiduría del Señor, pues a la postre llegaría a ser un orientador de ciegos espirituales. ¡Cuánto necesita este mundo de personas que le guíen hacia la luz! Como las personas ciegas requieren muchas veces de un lazarillo, alguien que les ayude a cruzar una calle o les oriente para encontrar cierta dirección, asimismo nosotros necesitamos alguien que nos oriente en el camino de la fe. Ese papel cumplió mi primo Pedro Tapia, por allá en el año 1975, preparó el terreno para que mi alma recibiera la semilla de la Palabra de Dios.

Les contaré mi testimonio…

La Palabra de Dios en esta tarde está en el Evangelio Según San Juan, capítulo 6, versos 52 al 59.

“52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne? / 53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. / 54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero. / 55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida. / 56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él. / 57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí. / 58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente. / 59 Estas cosas dijo en la sinagoga, enseñando en Capernaum.” (San Juan 6:52-59)

Podríamos decir que esta es la continuación de la Palabra que el Señor me habló a través del Pastor Josué Muñoz, pero que hoy es un mensaje que el Espíritu Santo quiere dar a usted. Así es que abra sus oídos, disponga su mente y su corazón para escucharla:

Cuenta el Evangelio que Jesús y sus discípulos venían del mar de Galilea o Tiberias. La multitud los seguía a todas partes por lo espectacular de las sanidades que Él hacía. El Maestro con Sus discípulos habían estado en un monte. Se acercaba la fiesta de la Pascua, la misma que celebramos hoy. Fue en esa ocasión que dio de comer a más de 5.000 personas con sólo cinco panes de cebada y dos pececillos. Tal era la impresión y locura de esa gente por lo que experimentaron que querían hacer rey al Señor. De modo que Jesús volvió a “retirarse al monte él solo.” Esa noche o al anochecer sucedió otra cosa extraordinaria: sus discípulos iban cruzando el mar en una barca hacia la ciudad de Capernaum, cuando vieron al Maestro venir hacia ellos caminando sobre las aguas. La gente al otro día vio que no estaba la barca de los apóstoles ni tampoco se encontraba Jesús, entonces “fueron a Capernaum, buscando a Jesús”. Extrañados, al verle allí, en la sinagoga de Capernaum, le preguntaron: “Rabí, ¿cuándo llegaste acá?”. Es en ese momento que el Señor comienza su lección acerca del verdadero pan, el alimento del espíritu.

TODOS LOS SERES HUMANOS DEBEMOS ESFORZARNOS POR ENCONTRAR EL ALIMENTO ESPIRITUAL. Jesús nos da un consejo: “27 Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.” Tal vez todos estamos muy preocupados de obtener el sustento. Para ello trabajamos duro por obtener el dinero necesario para nuestras necesidades básicas. Esto no es malo. Es muy noble sacrificarnos por el bienestar de nuestra familia, por que los hijos lleguen a ser mejor que nosotros, ojalá profesionales. Tal cosa no está reñida con el plan de Dios. “…porque no han de atesorar los hijos para los padres sino los padres para los hijos.” (2 Corintios 12:14). Pero “¿de qué aprovecha al hombre, si granjeare todo el mundo, y perdiere su alma?...” (San Mateo 16:26)

SOMOS SERES TRINITARIOS. Recordemos que no somos únicamente cuerpo, también tenemos una mente, razonamiento, lo que la Biblia llama alma. La persona necesita cultivar, desarrollar y salvar esa alma. Pero hay algo más, que es el espíritu del hombre. Usted puede ver su cuerpo, puede darse cuenta de sus propios pensamientos, hasta de su conciencia que le acusa de actuar bien o mal. Sin embargo sentir un vacío interno. Es que también hay un espíritu en usted.

A CADA PARTE UN TIPO DE ALIMENTO. Como todo ser vivo, como las plantas y los animales, usted necesita alimentarse. La comida le dará la energía para crecer, desarrollarse, reproducirse, trabajar y sentirse vivo. Si no se alimenta, muere. Alimento y vida están íntimamente ligados. El cuerpo se alimenta de comida sana, el alma de buenas ideas y sentimientos. Pero ¿De qué se alimentará el espíritu?

HAY UN ALIMENTO PARA EL ESPÍRITU: EL PAN DEL CIELO. En San Mateo 4:4 se nos dice “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.” Pero en el pasaje que hoy nos ocupa, el Señor va más profundo.

Sólo Dios nos da el Pan del cielo. “32 Y Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: No os dio Moisés el pan del cielo, mas mi Padre os da el verdadero pan del cielo.” El único que puede alimentar nuestra alma es Dios. La Palabra de Dios contenida en la Biblia es alimento para el alma y para el espíritu. Pero cuidado con que se quede sólo en su alma, en su mente y no profundice en su espíritu, “Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.” (Hebreos 4:12)

Finalmente JESUCRISTO ES EL PAN DEL CIELO, “33 Porque el pan de Dios es aquel que descendió del cielo y da vida al mundo. / 34 Le dijeron: Señor, danos siempre este pan.” Jesucristo es el único alimento para nuestro espíritu. ESTE PAN DEL CIELO NOS DA VIDA ETERNA. “35 Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás.” Así como cuando nos alimentamos tenemos vida para el cuerpo, como cuando nos educamos tenemos vida para la mente, cuando comemos el Pan del Cielo tenemos vida en nuestro espíritu.

Sin embargo, Jesucristo nos dice algo que suena muy raro a nuestros oídos: NECESITAMOS COMER DEL CUERPO Y LA SANGRE DE JESUCRISTO. “52 Entonces los judíos contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?” Probablemente usted se esté haciendo la misma pregunta. ¿Será que tengo que transformarme en un antropófago? En los primeros siglos, los cristianos se reunían en secreto en las casas o en las catacumbas. Allí celebraban el partimiento del pan, hacían oración y adoraban a Dios. Corrían muchos rumores acerca de ellos entre la gente. Pensaban que sacrificaban a un niño y luego se lo comían. No faltará en nuestros días de demencia que una secta se coma a uno de sus miembros. Entre los aborígenes del Amazonas hay una tribu que se come a sus enemigos vencidos. Indudablemente de nada de esto se trata. La enseñanza de Jesús tiene relación con el acto de comer o alimentarse.

¿Cómo puede Jesucristo darnos a comer su carne y su sangre?

Para responder a esta interesante pregunta, primero necesitamos entender que…

1) HAY TRES TIPOS DE VIDA.

“53 Jesús les dijo: De cierto, de cierto os digo: Si no coméis la carne del Hijo del Hombre, y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.”

La carne son los músculos, los nervios, la fibra del cuerpo. La carne nos permite mostrarnos como somos, sostener nuestras vísceras, ser más gordos o más delgados. Nótese que Jesús no habló de comer sus huesos. Cuando se muere lo que más tiempo permanece son los huesos y la ropa. Pero finalmente, por ley de Dios, todo se hace polvo, como dice Génesis 3:19: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.”

Los huesos dan una estructura al cuerpo, pero la carne da forma. La sangre, la Biblia lo dijo mucho antes que la ciencia, transmite la vida. Por eso algunos prohíben las transfusiones de sangre, pero eso es una exageración. Nuestra vida espiritual necesita tener forma y tener vida.

Jesús nos dice que si no nos alimentamos de Él no tendremos la forma adecuada ni la vida necesaria. Usted dirá “pero si yo estoy bastante bien, tengo una buena forma, y tengo vida”. Pero el Señor nos está hablando en términos espirituales. Necesitamos ser conformados a la estatura de Cristo y necesitamos tener la vida que viene de arriba, la vida del cielo. Hay tres tipos de vida:

• bíos, la vida biológica o del cuerpo;
• psique, la vida del alma o de la mente; y
• zoé la vida eterna o del espíritu. Si usted no alimenta su espíritu con Cristo no tiene la vida eterna.

JESUCRISTO NOS HACE UNA PROMESA: “54 El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.” Para tener la vida de arriba, la vida eterna o zoé, es imprescindible que nos alimentemos de Jesucristo. Sólo así podré ser resucitado por Jesucristo a la vida eterna con Él.

2) LA CARNE Y LA SANGRE DE CRISTO TIENEN UN SIGNIFICADO ESPIRITUAL.

“55 Porque mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.”

Jesús dice que su carne, es decir sus 33 años de vida en esta tierra, sus milagros, su poder, su amor, sus enseñanzas, toda Su Persona perfecta que es Él fue caminando por Galilea, Samaria, Capernaum, toda Judea y Jerusalén, son nuestra comida. ¿Lo va entendiendo? En el Evangelio podemos encontrar esa vida narrada poderosamente.

Jesús nos dice que su sangre, su sacrificio hecho en la cruz por usted y por mí, que su vida entregada en el monte de la Calavera, es su alimento, verdadera bebida para usted. Los seres humanos podemos alimentar nuestro espíritu con estas dos cosas que Jesucristo tiene para nosotros: su vida perfecta y su muerte redentora. Pablo dijo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20). Él vivía no la vida de Saulo, sino la vida de Jesucristo. Esto es lo que el Señor quiere que hagamos ahora. Dejar de vivir esta vida nuestra miserable, egoísta, sin temor, ambiciosa, codiciosa, pobre, para vivir Su vida. No se preocupe cómo lo hará. Él lo hará en usted, si usted le entrega su cuerpo y su sangre a Él.

3) COMER LA CARNE Y BEBER LA SANGRE DE CRISTO ES APROPIARNOS DE SU VIDA Y SU MUERTE.

“56 El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él.”

Si así lo hace, Él permanecerá en usted por eternidad.

Comer la sangre y el cuerpo es más que tomar del cáliz y comer del pan; es más que el vino y el “matzá” del Seder Pésaj judío; eso es tan sólo un acto simbólico. Lo importante es lo que hay detrás de eso, lo que ese acto llamado Santa Cena o Eucaristía, significa. Usted nada obtiene por repetir una y otra vez un acto que no vive. Preferible sería que no lo hiciera. La Cena del Señor no es mágica, exige que usted la viva diariamente. Por el puro acto de comer el pan usted no come el cuerpo de Cristo, por el puro acto de beber el vino usted no bebe la sangre y la vida de Cristo. La nuestra no es una religión pagana, no es una religión de misterios sino una Verdad. Comer el cuerpo es vivir cada día como un día nuevo con Jesús como mi Señor, vivir la vida de Jesucristo ahora. Beber la sangre es arrepentirme cada día y cada día declarar mi gratitud y amor a Jesucristo, es convertirme diariamente, es entender que Él murió por mi y que por Él tengo la vida del cielo.

Comer la carne y beber la sangre de Jesucristo es alimentarse de Su vida y de Su muerte. Él no sólo murió por nosotros, también vivió por nosotros.

JESUCRISTO NOS TRANSMITE LA VIDA DEL PADRE.

“57 Como me envió el Padre viviente, y yo vivo por el Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por mí.”

El Padre está vivo, es un Dios que vive. Esa vida del Padre también la tiene el Hijo y la recibe de Él. Si nosotros comemos del Hijo, si nos alimentamos de su vida y de su sacrificio también tendremos esa vida del cielo. Esa vida es el Espíritu Santo en nosotros.

SÓLO JESUCRISTO NOS DA A COMER EL PAN DE VIDA ETERNA.

“58 Este es el pan que descendió del cielo; no como vuestros padres comieron el maná, y murieron; el que come de este pan, vivirá eternamente.”

Los judíos que escuchaban sabían por tradición que sus abuelos y tatarabuelos se habían alimentado del maná, el pan que Dios hizo caer del cielo a Su pueblo peregrino en el desierto. Ellos habían comido de ese pan y sin embargo murieron como todos los hombres. En cambio Jesús les ofreció un Pan que da vida eterna. No hay Otro que pueda alimentar el espíritu del hombre y otorgar la vida eterna. Sólo Jesucristo. Mas, volvamos a la pregunta inicial de este sermón:

¿Cómo puede Jesucristo darnos a comer su carne y su sangre?

Nos alimentamos de Jesucristo cuando:

- ORAMOS CON FE. “Jehová está lejos de los impíos; Pero él oye la oración de los justos.” (Proverbios 15:29)

- LEEMOS, ESTUDIAMOS, MEMORIZAMOS Y REFLEXIONAMOS EN SU PALABRA. “La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” (Colosenses 3:16)

- ALABAMOS Y ADORAMOS A DIOS EN EL ESPÍRITU. “Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.” (Salmos 22:3)

- OBEDECEMOS A SU VOZ Y LLAMADO. “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. / Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; / porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (San Mateo 11:28-30)

CONCLUSIÓN.
Entendiendo que comer y beber a Jesucristo es una cuestión de actitud responsable con nosotros mismos, porque necesitamos desarrollarnos y crecer espiritualmente, y también de responsabilidad con Dios que generosamente ha dado a Su Hijo para salvarnos de la muerte eterna, entonces tenemos que decidirnos a hacer ciertas cuestiones prácticas. Estas son una determinación responsable y personal que cada uno hará:

1. Valorar el llamado de Dios.
2. Arrepentirse de sus pecados y pedir perdón al Señor.
3. Entregar su vida a Jesucristo.
4. Comenzar a orar, conversar con Dios, por lo menos una vez al día. No hacerlo como un rito u obligación, sino porque le amamos y lo necesitamos para nuestro desarrollo espiritual.
5. Leer la Biblia diariamente. Leerla con oración, reflexionarla y procurar practicarla.
6. Incorporarnos a una Iglesia y asistir al menos una vez a la semana, para alimentarnos con la Palabra de Dios.

Amados hermanos, familiares y amigos:
Necesitamos alimentar nuestro espíritu para que no desfallezca y muera en esta vida, y para que viva en la eternidad. Tanto nos ha amado Dios que nos busca y quiere darnos de esa vida que sólo en Él está escondida. No dejemos para el final de nuestra existencia esta determinación. Es un asunto de vida o muerte eternas. No es algo de menor importancia. Tal vez mañana sea demasiado tarde y no tengamos otra oportunidad. Hoy es el momento en que podemos tomar una determinación trascendental: obedecer al llamado de JESUCRISTO y seguirlo para siempre. ¡El Señor nos ampare!


domingo, marzo 13, 2011

DIOS TE REGALA LA SALVACIÓN.


EL LLAMADO DE DIOS
IV PARTE

Lectura bíblica: Jonás 1:1-10

Propósitos de la charla: a) Comprender qué es la salvación; b) Reconocer al Autor de nuestra salvación; c) Identificar los beneficios de la salvación.

“1 Entonces oró Jonás a Jehová su Dios desde el vientre del pez, 2 y dijo: Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó; Desde el seno del Seol clamé, Y mi voz oíste. / 3 Me echaste a lo profundo, en medio de los mares, Y me rodeó la corriente; Todas tus ondas y tus olas pasaron sobre mí. / 4 Entonces dije: Desechado soy de delante de tus ojos; Mas aún veré tu santo templo. / 5 Las aguas me rodearon hasta el alma, Rodeóme el abismo; El alga se enredó a mi cabeza. / 6 Descendí a los cimientos de los montes; La tierra echó sus cerrojos sobre mí para siempre; Mas tú sacaste mi vida de la sepultura, oh Jehová Dios mío. / 7 Cuando mi alma desfallecía en mí, me acordé de Jehová, Y mi oración llegó hasta ti en tu santo templo. / 8 Los que siguen vanidades ilusorias, Su misericordia abandonan. / 9 Mas yo con voz de alabanza te ofreceré sacrificios; Pagaré lo que prometí. La salvación es de Jehová. / 10 Y mandó Jehová al pez, y vomitó a Jonás en tierra.” (Jonás 2:1-10)


Usted está disfrutando del sol estival en la arena de un balneario. De pronto escucha los gritos de alguien que se ahoga en el mar. Esa persona sufre de un calambre y no puede seguir nadando, se desespera, mueve sus extremidades, se hunde, traga agua, ve la muerte ante sí. Necesita ser “salvada” de ahogarse.

Una mujer joven camina de noche de regreso a su casa por un parque, de pronto siente los pasos de personas tras suyo. Se apura. Luego unas voces masculinas le hablan cosas impropias. Asustada se pone a correr para huir del peligro. Necesita ser “salvada” de esos maleantes.

Su vecino ha ido adquiriendo deudas por compromisos comerciales y estas alcanzaron tal punto que llegan a su casa los acreedores y la policía para embargar sus pertenencias. Necesita ser “salvado” de esa crisis.

La idea de “salvarse” está presente en toda circunstancia límite. Cuando la Sagrada Escritura habla de “salvación” se refiere a la liberación espiritual del ser humano. El hombre necesita ser librado de: a) el reino de las tinieblas; b) Satanás; c) el pecado; d) la culpa; e) el Infierno. La salvación la ha dado Dios en el sacrificio de Jesucristo en la cruz. La cruz de Cristo es el “salvavidas” que Dios ha lanzado a la Tierra para la salvación de la Humanidad.

Por eso Dios llama al hombre y lo hace a través de Jesucristo. Esto es porque los seres humanos andamos lejos de Él. Dios ama al hombre y esto se refleja en el sacrificio de Su Hijo Jesucristo en la cruz. Lamentablemente la condición del ser humano es el pecado o desobediencia a la Ley de Dios. Tanto el llamado como el amor de Dios apuntan a la salvación del hombre; y el pecado requiere urgentemente de ella. En la presente lección queremos responder algunas interrogantes básicas sobre “la salvación”:

¿Qué es la salvación?
¿Quién da la salvación?
¿Quién es el autor de la salvación?
¿Qué produce la salvación?

1. ¿Qué es la salvación?
a) La salvación es un don o regalo de Dios para ti.
El más maravilloso regalo que puede recibir una persona es el regalo que Dios da: la salvación. ¿Despreciaría usted un regalo así, sólo por el hecho de no comprender Su generosidad? Los humanos siempre valoramos más algo que obtenemos por esfuerzo. Sólo la fe nos puede hacer valorar este regalo, el don de la salvación. Apreciemos este regalo “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; / no por obras, para que nadie se gloríe.” (Efesios 2:8-9)

b) La salvación es un nuevo nacimiento.
Todos los seres humanos nacen y mueren, y lo hacen una sola vez. Pero en el plano espiritual podemos nacer por segunda vez. En Rehabilitación se dice que la vida como persona con una discapacidad es una nueva vida que implica un nuevo nacimiento psicológico. Por ejemplo, quien resulta ciego por un accidente, tiene que cambiar su actitud ante la vida y aceptar que ahora será sin vista, tiene que nacer como ciego. En el caso de la espiritualidad, los cristianos nacemos a una nueva vida, una nueva manera de pensar, una nueva manera de sentir, de vivir, con otros valores, pero sobre todo con otro espíritu en nosotros, el Espíritu Santo. Por eso, cuando Nicodemo le preguntó a Jesús qué debía hacer para entrar en el Reino de Dios, “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” (San Juan 3:3)

2. ¿Quién da la salvación?
a) Dios nos da la salvación.
Nadie puede salvarse a sí mismo. La salvación no la recibimos de otra persona ni de un personaje importante, tampoco de un ídolo o dios de otra creencia, sólo la recibimos de Dios. Es así porque el Único capaz de salvarnos de la condenación eterna es nuestro Creador. Él decidió hacerse humano en Jesucristo, quien “nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo” (Tito 3:5)

b) Tus obras no te salvan.
Hay religiones que propician los sacrificios y las obras piadosas para alcanzar la salvación. ¡Cuán equivocados están los que hacen eso! La Biblia es muy clara en cuanto a cómo considera Dios las obras del ser humano. Lo que podríamos considerar muy bueno y hermoso para Dios, tal vez Él lo vea diferente. Este concepto extraña a muchos personas religiosas que dan gran valor a las obras para la salvación. No es que las obras, por ejemplo las de misericordia, sean malas y no debamos practicarlas, sino que éstas no conducen a la salvación sino que son consecuencia de la salvación. Leamos lo que dice la Escritura: “Si bien todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron como viento.” (Isaías 64:6)

c) Los caminos humanos no salvan.
Lo anterior debe hacernos reflexionar sobre los métodos que utilizamos pues “Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte.” (Proverbios 14:12)

d) Jesús es el único Camino a la salvación.
El Camino de Dios es Jesucristo. No hay otro camino o sendero hacia la salvación y vida eterna. Jesús es el único medio de escape del reino de tinieblas. Claramente lo declaró el Hijo de Dios: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.” (San Juan 14:6)

3. ¿Quién es el autor de la salvación?
a) Jesucristo es el Autor de eterna salvación.
La salvación es una obra de Dios, no es una acción humana, aunque la hizo un Hombre llamado Jesucristo, mas Él es Dios. Jesús, como Dios hecho hombre, tuvo que experimentar en su carne humana todos los sufrimientos, necesidades y limitaciones de los seres humanos, por eso la Biblia dice que Él fue perfeccionado. Esto no quiere decir que Él fuera imperfecto, sino que jamás había vivido en carne propia el ser una persona humana. esto era necesario para que fuese un buen Sumo Sacerdote que pudiese comprender nuestra humanidad: “y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen” (Hebreos 5:9)

b) Jesucristo murió para salvarnos.
Él proveyó para nuestra salvación, derramó su sangre por ti. Todos nuestros pecados –pasados, presentes y futuros – los tomó Jesucristo como Suyos y sufrió en la cruz el castigo que nosotros merecíamos. Por eso la Escritura confirma: “quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” (1 Pedro 2:24)

c) Jesucristo padeció para salvarnos.
Así como para salvarnos tuvo que morir, Jesucristo además tuvo que sufrir. Por eso hablamos de “la pasión” del Hijo de Dios. Pasión es la acción de padecer. Los padecimientos de Jesús fueron muchos: fue azotado, golpeado con un palo, coronado de espinas, burlado, crucificado, etc. además de llevar sobre sí todo el pesa de los pecados de la humanidad. Ese padecimiento lo condujo hasta la muerte corporal, pero su espíritu fue vivificado: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1 Pedro 3:18)

d) Jesucristo nos sustituyó en la cruz para salvarnos.
Jesús murió, padeció y nos sustituyó; es decir tomó nuestro lugar en el patíbulo: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” (2 Corintios 5:21)

4. ¿Qué produce la salvación?
a) La salvación nos da vida eterna.
El principal producto de la salvación es que nos brinda la vida de Dios, eso que llamamos vida eterna. En realidad el alma es eterna y por lo tanto todos los seres humanos tienen vida eterna. El único problema es que algunos van a pasar esa vida eterna en el cielo y otros en el infierno. ¿Dónde desea usted estar eternamente? Decimos que la salvación nos da vida eterna porque nos garantiza que pasaremos la eternidad con Dios en el Cielo. La vida eterna sólo la podemos encontrar en Jesucristo: “11 Y este es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna; y esta vida está en su Hijo. / 12 El que tiene al Hijo, tiene la vida; el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida. / 13 Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” (1 San Juan 5:11-13)

b) La salvación nos da una vida nueva.
Además de vida eterna, la salvación nos da una vida nueva. Por supuesto esta vida nueva es la vida eterna. ¿En qué consiste la vida nueva? En que el viejo hombre muere –cosa que simboliza el bautismo –y comienza a vivir una nueva criatura dentro de nosotros, el hombre nuevo. Este hombre nuevo es guiado por el Espíritu Santo, tiene la mente de Cristo y desarrolla en nosotros las virtudes de Jesús: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17)

c) La salvación nos libra de tentación.
Junto con darnos la vida de Dios y hacernos nuevas criaturas, la salvación nos libra de las tentaciones del mundo, la carne y el diablo ¿cómo? Al recibir la salvación recibimos el espíritu de Dios, el cual es un poder Divino para tener victoria sobre toda tentación, o sea dominio propio, porque “sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio” (2 Pedro 2:9)

d) La salvación nos da fuerzas para vencer. A la vida eterna, la nueva vida y el poder contra la tentación, se agrega la fortaleza del Señor para vencer pecados y sufrimientos. Ser cristianos no significa dejar de tener problemas sino saber enfrentarlos. Toda circunstancia puede ser superada, no importa cuan difícil sea, Cristo es nuestra fortaleza: “No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar.” (1 Corintios 10:13)

CONCLUSIÓN.
En esta enseñanza vimos que la salvación es un don de Dios para todo aquél que crea, que implica un nuevo nacimiento. Aprendimos que es Dios quien nos salva y no nuestras obras, por buenas que sean. Los caminos humanos no salvan, el único Camino es Jesucristo. Él es Autor de eterna salvación, murió para salvarnos, padeció para salvarnos y nos sustituyó en la cruz para salvarnos. La salvación produce vida eterna, vida nueva, nos libra de las tentaciones del mundo y de la carne y nos da fuerzas para vencer. Demos gracias a Dios por una obra tan perfecta como la salvación.

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Ha nacido usted de nuevo? ¿Cómo puede comprobarlo en su persona?
2) ¿Qué papel tienen las obras en su vida?
3) ¿Cuál considera usted que es la obra más importante de Jesucristo?
4) ¿Qué rol juega el cristiano en la salvación?
5) Copie los textos a pie de página en su cuaderno y explique por escrito uno de ellos.


jueves, enero 20, 2011

TODOS SOMOS PECADORES.


EL LLAMADO DE DIOS
III PARTE

Lectura bíblica: 1 Juan 3:4

Propósitos de la charla: a) Conocer el significado bíblico del pecado; b) Identificar el origen del pecado y cuáles son sus consecuencias; c) Valorar y conocer la solución que da Dios al problema del pecado.

“7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. / 8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. / 9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. / 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. / 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. / 12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.” (1 Juan 4:7-12)


No hay palabra más dura a nuestros oídos que la palabra pecado. Quisiéramos borrar de nuestra lengua ese vocablo y poner en su lugar error o equivocación. Pero la Biblia, que es la Palabra de Dios, prefiere, para referirse a la desobediencia humana, llamarla pecado. La realidad del pecado es una verdad innegable. El hombre vive sumergido en el pecado, la oscuridad, aunque no fue creado para pecar, sino para obedecer a Dios, mas como fue hecho con la libertad de escoger entre hacer lo bueno o hacer lo malo, ha caído.

¿Qué es en verdad el pecado?
¿Cuál es su origen?
¿Cuáles son sus consecuencias? y
¿Cuál es su solución?

Tales son las interrogantes que en esta oportunidad procuraremos responder.

1. Naturaleza del pecado.

a) El pecado es transgresión de la Ley.
“Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es infracción de la ley.” (1 San Juan 3:4)
Esta palabra tan utilizada en el campo religioso, despreciada y hasta puesta en ridículo, como un concepto pasado de moda, por el mundo, es, sin embargo, una idea fundamental en la Biblia. El Libro Sagrado usa este término de dos maneras:

a) En plural, los pecados, cuando se refiere a actos, sentimientos y pensamientos malos, contra Dios y/o el prójimo. Por cierto cualquier cosa que se haga, sienta o piense en contra de otro ser humano, también lo es contra la Divinidad. Podríamos decir que “los pecados” son obras de maldad, actos que no agradan a Dios o hechos desobedientes a Él, es decir que infringen Sus leyes, los 10 Mandamientos. Por lo tanto, soberbia u orgullo, envidia, ira, avaricia, lujuria, gula, pereza, son “pecados”.

b) En singular, el pecado, estaría señalando la condición general y básica en que se encuentra el Hombre. estamos, desde que Adán y Eva desobedecieran a Dios, en rebeldía contra el Creador, en contra de Su Divina voluntad. Los pecados se originan en el pecado, que es la desobediencia e incredulidad. El ser humano desobedece la Ley de Dios y tampoco cree que Jesucristo es el Hijo de Dios y Salvador del mundo.

Dice la Biblia: “18 El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. / 19 Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas.”[1] No creer es el pecado, las obras de los hombres son “los pecados”.

b) Es la condición del hombre ante Dios.
“9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, / 10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; / 11 porque no hay acepción de personas para con Dios. / 12 Porque todos los que sin ley han pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados” (Romanos 2:9-12)

Todos los que hacen lo malo, es decir “los pecadores”, sean judíos o no judíos serán juzgados y condenados a eterna tribulación y angustia. Por un lado está “el pecado” y por otro “los pecadores” que son los que practican el pecado. Revise usted los 10 Mandamientos y evalúe si cumple todos sus preceptos. Si es así usted es un “santo”, de lo contrario es un “pecador”.

Todo el que hace lo bueno, el que actúa en santidad, no será condenado a eterna tribulación y angustia sino que obtendrá gloria, honra y paz. La gloria de ser hijo de Dios y participar en Su Reino eterno; la honra de llevar en sí y anunciar la Palabra de Dios; y la paz de ser perdonados de todo pecado pasado, presente y futuro, por la misericordia Divina.

Sin excepción todos los seres humanos serán juzgados por Dios:

a) Los cristianos ya fueron juzgados en la cruz. Jesucristo tomó sobre sí nuestro pecado, fue juzgado como “pecador” sin ser pecador, y condenado a muerte por nosotros, porque “la paga del pecado es muerte”.[2]

b) Los no cristianos serán juzgados en el juicio final, ante “el gran trono blanco”[3]

Ya sea que estemos bajo la Ley (judíos y legalistas) o sin Ley (gentiles y no creyentes), todos serán juzgados por sus pecados:
a) Los pecados de los cristianos no judíos o gentiles, fueron juzgados en la cruz y lavados con la sangre de Jesucristo.
b) Los pecados de los judíos y legalistas serán juzgados por la Ley.
c) Los pecados de los no creyentes serán juzgados por sus conciencias.
c) El pecado nos hace a todos pecadores.
“Como está escrito: No hay justo, ni aun uno” (Romanos 3:10)

Entendido qué es el pecado y los pecados, y la condición de judíos y no judíos ante Dios, podemos ya comprender que todos somos pecadores. No existe persona justa sobre esta tierra, no existe el absolutamente santo y sin pecado, pues todos los seres humanos estamos, desde Adán y Eva, en desobediencia.

2. Origen del pecado.

a) El pecado nació en Satanás.
“12 ¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. / 13 Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; / 14 sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo.” (Isaías 14:12-14)

En estos versos del profeta Isaías se nos muestra la figura de Lucero, acaso un “ángel de luz” también conocido como Lucifer. Este “hijo de la mañana”, una luz brillante en el cielo, es cortado de la altura y cae. Jesucristo en una oportunidad confesó: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.”[4] Este ser debilita a las naciones quitando los principios morales y espirituales que Dios puso inicialmente en el corazón del hombre. El corazón de Lucero se ensoberbeció contra Dios y ambicionó el más alto lugar en la creación “junto a las estrellas de Dios”; quiso ocupar la posición del Cristo, Su trono. Declara: “levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte”, el monte de Sion, como se puede corroborar en el Salmo que dice: “1 Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado En la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo. / 2 Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, Es el monte de Sion, a los lados del norte, La ciudad del gran Rey.” De la rebelión de Lucero, Lucifer o Satanás, el diablo, surgió el pecado, la desobediencia a la Ley de Dios, pues él quiso igualarse a Dios. Dijo en su corazón “seré semejante al Altísimo.” El pecado no nace en Dios sino en Satán y de él se transmitió al ser humano.

b) El pecado entró al mundo por Adán.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12)

El pecado se introdujo como un virus de maldad, enfermedad y muerte en la raza humana. Este elemento tan negativo que es la falta de respeto al Creador y la desobediencia a Él trajo consigo la mortalidad. El pecado no se quedó en Adán y Eva, sino que se transmitió a sus hijos, nietos y a todas las generaciones posteriores, incluidos nosotros. Estamos enfermos y condenados a la muerte por el pecado.

c) El pecado es universal.
“la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay diferencia, / por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:22,23)

El pecado no es un asunto que ataña a algunas personas solamente, como aquellas que delinquen o que la sociedad considera despreciables. Tampoco es una condición que deba preocupar nada más que a personas religiosas. El pecado no es algo para considerar con liviandad, ya que afecta a toda la raza humana. Desde el momento que nuestros primeros padres desobedecieron a Dios, el pecado es un principio diabólico que domina la mente y el corazón de los seres humanos.

Muchas personas tratan de negar el concepto y la realidad del pecado, argumentando lo siguiente:

a) Adán y Eva es un mito.
Si no creemos en la existencia de Adán y Eva, esto no quita el pecado, pues la rebelión contra Dios y Sus mandamientos, es algo que está asumido por nuestra naturaleza. Con Adán y sin Adán usted y yo seguimos siendo pecadores. Personas muy cultas y otros que oponen la ciencia a la fe, gustan de justificar su alejamiento de Dios, negando a los primeros padres. Pero ello no niega su condición de pecadores.

b) El Decálogo es un asunto cultural.
Si alguien no cree en los 10 Mandamientos y considera que la moral es algo relativo a las culturas, tampoco eso lo exime de pecado, pues hay algo más profundo que el reproche externo de una Ley, y eso es la conciencia. Ésta nos acusa de pecado. Muchos intelectuales se inclinan a una postura relativista frente a los asuntos de fe, pero la moral de Dios no es algo relativo. Hace más de 3.000 años que fueron entregadas a Moisés las tablas de la Ley, y aún matar, robar o adulterar, siguen siendo para toda sociedad actos deleznables.

c) Dios no existe.
Por último, si alguien decide no creer en Dios, tampoco esa creencia evitará que éste sea un pecador. Con Dios o sin Dios, el hombre es pecador. El pecado es algo universal. La Biblia dice que todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios. Quitar a Dios, Su Ley o aquellos que transmitieron el pecado a la Humanidad, no borra el pecado.

Por el pecado, que es una oscura mancha en las conciencias, no meremos estar en la Presencia de Dios. Como somos pecadores, no somos santos y “sin santidad nadie verá al Señor”[5]. Esto nos lleva a tratar, ahora, las consecuencias que acarrea el que seamos pecadores.

3. Consecuencias del pecado.
El pecado es una característica del ser humano caído. Dios no creó pecadora a la raza humana sino que ésta se hizo pecadora en Adán. Es así que todos los hombres y las mujeres nacemos pecadores, con la raíz del pecado en nosotros. Algunos piensan que bastará con un rito aplicado al bebé para que el “pecado original” desaparezca; creemos que éste es un pensamiento de carácter mágico. El bautismo aplicado a bebés no pasa de ser, a nuestro juicio, más que una bendición; pero no puede suplantar al nuevo nacimiento que realiza el Espíritu Santo en personas con razonamiento propio. Hemos escuchado decir “pero ¿qué pecado podrá tener un bebé?”, negando así la doctrina que dice que nacemos pecadores. El hombre no se hace pecador en el camino de la vida, sino que nace pecador. Dice el salmista: “He aquí, en maldad he sido formado, Y en pecado me concibió mi madre.” (Salmos 51:5) Recordemos la diferencia entre pecado y pecados. El pecado es la raíz de rebelión, que algunos llaman “pecado original”; en cambio los pecados son las malas acciones que cometemos los seres humanos. Evidentemente un bebé no peca conscientemente, porque desconoce la Ley, no puede aún razonar a un nivel lógico superior ni tiene un desarrollo moral, pero en él lleva la inclinación a la desobediencia, la que se manifestará a su tiempo. El bebé no comete “pecados” pero sí es, intrínsecamente, en lo íntimo o esencial, un “pecador”.

Aquí surge una pregunta: ¿Son salvos los bebés, si mueren? Hay dos respuestas probables:
Respuesta 1: Si pensamos que la salvación se gana sólo por la fe en Jesucristo, entonces los bebés no pueden salvarse porque ellos no tienen fe.
Respuesta 2: Si pensamos la salvación se puede ganar por las obras, entonces sí los bebés pueden ser salvos porque no han hecho malas obras, no han cometido pecados.

Es necesario para razonar correctamente, que la salvación es un juicio, es el juicio de Dios al ser humano. Dios nos juzga en Cristo, por eso murió el Hijo de Dios, para que el hombre fuera juzgado en Él. Los niños, jóvenes, adultos y ancianos, es decir las personas que tienen responsabilidad o un razonamiento capaz de comprender su condición de pecadores, son juzgados en Cristo y salvados. En cambio las personas que no cometen pecados o no saben que cometen pecados, no han nacido de nuevo, por lo tanto no son juzgados en Cristo sino que esperarán el justo juicio de Dios. Puesto que la respuesta 1 es la respuesta bíblica, debemos pensar que los bebés muertos no son juzgados por su fe, que no la tienen, sino por sus obras. No es probable que deban presentarse al Juicio Final, sino que Jesús les reciba en Sus brazos misericordiosos de inmediato, basándonos en Su especial afecto por ellos: “… Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.” (San Marcos 10:14)

Recordemos que Jesucristo murió por todos. El Hijo de Dios resolvió el problema del pecado y el problema de los pecados, muriendo en la cruz por todos. Hizo una obra perfecta de salvación. Jesucristo vino para quitar nuestro pecado: “Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo” (San Juan 1:29) Jesucristo vino para limpiarnos de nuestros pecados: “nos lavó de nuestros pecados por su sangre (Apocalipsis 1:5)” Como estamos en un proceso de santificación, seguimos pecando y para ello la sangre de Jesucristo nos sigue lavando: “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado. / Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. / Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 San Juan 1:7-9)

Concluimos entonces que:
a) Los bebés, como no han cometido “pecados”, aunque en sí llevan la raíz del “pecado”, son aceptados por Dios en el cielo. En esto es razonable la creencia popular de que los neonatos o recién nacidos “no tienen pecados”. Por otro lado un infante no es capaz de rechazar a Jesucristo, es incapaz de cometer el pecado de incredulidad.[6] El mismo principio se aplica a las personas con retardo mental que no tienen responsabilidad de sus actos.

b) En cuanto a las personas que no son cristianas, es decir que no aceptaron a Jesucristo, serán juzgadas por sus obras en el Juicio Final, y Dios decidirá si van al Cielo o al Infierno[7].

c) Los cristianos irán al Cielo, porque no son juzgados por sus obras sino por las obras de Jesucristo imputadas a ellos. Jesucristo murió por todos los hombres; quien crea esto y entrega su vida a Él es salvo. La principal y más gloriosa obra de Jesucristo es Su muerte de cruz. Por esa obra somos santos, ya hemos sido juzgados y salvados. “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí”[8]

Establecido que todos somos pecadores (bebés, retardados, niños, adultos y ancianos), pero no todos cometen pecados, y que todos seremos juzgados por las obras (los no responsables se presentarán al justo juicio de Dios; los no cristianos según sus obras y los cristianos según la obra de Cristo); veamos ahora las consecuencias del pecado.

a) El pecado trae muerte física.
“mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Génesis 2:17)

Dios no plantó árboles en el Edén, como lo haría hoy un labrador, sino que los hizo nacer de la tierra. Todos esos árboles eran hermosos y atractivos por sus frutos. Esto habla de una armonía entre la creación y el ser humano; ella está al servicio del hombre y éste se siente atraído por ella. Los árboles que Dios hizo brotar de la tierra no eran venenosos ni inútiles, sino buenos para alimentarse de ellos. Estaba previsto por Dios que nos alimentásemos de los frutos de la tierra. El Edén era un huerto para bienestar de la primera pareja humana. ¡Indudablemente que Dios tenía grandes planes para la raza humana!

Además de esos árboles nutricios, había dos más: el “árbol de la vida” en medio del huerto y el “árbol de la ciencia del bien y del mal”. El árbol de la vida es aquél que da vida eterna, vida de Dios; es símbolo del Verbo de Vida, Jesucristo. El árbol de la ciencia del bien y del mal es el que daría el conocimiento de los límites entre lo bueno y lo malo, sacando a quien lo comiera, de su condición de ingenuidad y pureza. Adán y Eva no conocían el mal; tampoco tenían una dimensión de lo bueno que obraban, pues desconocían lo contrario.

Dios les dio una orden específica: “mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Claramente Jehová advirtió a Adán que si desobedecía a Su orden, moriría. Conocer el mal no era un asunto de saber intelectualmente lo malo, sino de experimentarlo. Cuando Adán y Eva comieron del fruto, estaban desobedeciendo a Dios, estaban transgrediendo Su mandamiento, es decir pecando. Comer del árbol de la ciencia del bien y del mal fue lo que produjo la muerte, no mirarlo. Ellos veían ese árbol, tal como a los otros, y eso no los hacía pecadores. Pero desde el momento que tomaron y comieron del fruto prohibido, pecaron y comenzaron a morir. Como el árbol de la vida les daba vida, el árbol de la ciencia del bien y del mal les daba la muerte. Podemos decir que en el huerto de Edén había un árbol de vida (Jesucristo) y un árbol de muerte (Satanás).
Adán y Eva fueron creados eternos, ya que tuvieron como Padre al Dios Eterno. Cuando desobedecieron perdieron esa cualidad y comenzaron a morir. Es propio de cada ser humano hoy día que cada día después de su nacimiento se deteriore hasta alcanzar la muerte en la ancianidad. Pero nunca fue ese el plan del Creador. ¿Por qué muere el ser humano? Porque su cuerpo se enferma. A veces muere por un accidente en la ciudad, esto es porque la sociedad humana está mal gobernada. Otras por causa de una catástrofe natural, no es culpable Dios que el planeta esté desarmonizado con Él. En ocasiones la persona se suicida, es un auto homicidio. La muerte es resultado del pecado. Por nuestra condición de pecadores, morimos corporal y espiritualmente. La muerte espiritual se caracteriza por: a) la incredulidad; b) el orgullo y la soberbia; c) la culpabilidad; d) la desobediencia a la autoridad; e) el egoísmo y toda falta de amor; y f) la ignorancia espiritual. Recuerde usted como era antes de conocer a Jesús u observe a un no creyente y descubrirá todas estas características: una persona sin fe, que no acepta a nadie orientar su vida, con una carga de culpabilidad secreta o manifiesta, desobediente, incapaz de amar como Dios manda e ignorante de la vida eterna.

“Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” (Génesis 3:19)

Otro aspecto que cambia en el ser humano, después de la desobediencia de Adán, es que para éste ya no sería tan fácil obtener el alimento de la tierra. Primero se encontraba en un huerto que le brindaba todo lo que él necesitaba; debía cuidarlo y cultivarlo, pero sin mayor esfuerzo. Sin embargo ahora la naturaleza se le opondría con numerosas dificultades: espinos, cardos, plagas, clima adverso, etc. Él mismo ya no tendría todo el vigor, entonces alimentarse sería por medio de mucho trabajo, esfuerzo, sudor y no sin penas: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan…” hasta la muerte, “hasta que vuelvas a la tierra”.

La Palabra de Dios insiste en el resultado de la desobediencia: la muerte. Así como el ser humano fue hecho de barro, volverá al barro, se destruirá. Adán –Adamus en latín- significa “hombre hecho de barro” o “de tierra roja”. Es muy significativo que la Biblia diga “polvo eres, y al polvo volverás.” Ser polvo es ser menos que todo lo creado, es ser nada. Dios desea recalcar nuestra insignificancia y dependencia de Él. El hombre caído está marcado por el pecado, la enfermedad, la muerte y el esfuerzo. Este último puede ser tanto el trabajo como el sufrimiento. Todos estos aspectos, naturalmente, necesitan ser redimidos por Jesucristo. El pecado es perdonado y lavado con Su sangre; la enfermedad es sanada por Sus llagas; la muerte es superada con la vida eterna en Él; el trabajo se transforma en una vocación o llamado de Dios; el sufrimiento cobra un sentido, siendo ahora un modo de ser perfeccionados.

b) El pecado conduce a muerte espiritual.
“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Romanos 6:23)

Cada acción en la vida tiene un resultado o reacción. Nada de lo que sucede en el universo es casual sino que tiene una causa. Así el mismo universo, enorme y hermoso, es consecuencia de una acción: la Palabra de Dios que ordenó la creación de todas las cosas.[9] Esta es una ley universal, Divina, la ley de causa y efecto o ley de la siembra y la cosecha: lo que se siembra se cosecha; no se puede cosechar bien si se ha sembrado mal. Causa-efecto se nomina, desde el punto de vista de la Física; siembra-cosecha desde el punto de vista moral y espiritual. Jesús y los apóstoles se refieren a estos principios en varios pasajes de la Escritura. He aquí uno de ellos, en que el Apóstol Pablo dice: “la paga del pecado es muerte”. No puede traer vida una conducta pecaminosa; no puede el pecado generar bendición a la persona; es imposible que alguien que siembra malas obras coseche vida sobrenatural. El resultado del pecado es la muerte espiritual. El hombre y la mujer que no obran conforme a las leyes de Dios, a Sus principios morales, necesariamente cosecharán muerte.
Llama la atención la segunda parte de este versículo: “…mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” Así como lo que el hombre pecador cosecha es la muerte, hay un regalo de parte de Dios, que es la vida. Es muy claro el Espíritu Santo en esto: la vida no es el resultado del buen actuar del ser humano, sino que es un don, dádiva o regalo que Dios entrega generosamente a éste. Si fuera por cosechar lo sembrado por nosotros, obtendríamos sólo muerte. La muerte consiste en: a) muerte física; b) enfermedad; c) deterioro moral; d) culpa; e) ignorancia; f) falta de amor; etc. la vida que Dios da es: a) eterna felicidad; b) Su eterna compañía; c) perdón; d) santidad; y e) las virtudes de Cristo.

c) El pecado produce separación de Dios.
“Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.” (Santiago 1:15)

La palabra concupiscencia se refiere al “deseo de bienes terrenos y, en especial, apetito desordenado de placeres deshonestos.” Este deseo y apetito que impulsa la carne o naturaleza humana, “da a luz el pecado”. El pecado deriva de esa motivación, la concupiscencia de la carne. Antes de comer del fruto del árbol prohibido por Dios y darlo a su marido, Eva pasó por este proceso interno: a) vio que el fruto era bueno para comer; b) que era agradable a los ojos; c) que era, según la serpiente, codiciable para alcanzar sabiduría. Fue tentada en su gula, vanidad, ambición y orgullo. Fueron esas motivaciones las que le condujeron a pecar.

Consumado el pecado de nuestros primeros padres, dio a luz la muerte espiritual y física de la raza humana. Ello trajo como resultado el alejamiento de Dios. El Creador se vio en la necesidad de apartarnos del Paraíso, no fuera que el hombre tomase del “árbol de la vida” y viviera para siempre. Dado que los seres humanos estamos en pecado, no podemos acceder al Paraíso. Dios es Santo y no admite lo inmundo y pecaminoso, Él repele lo sucio. Sin embargo, tanto es Su amor, que ha provisto una forma de acercarnos a Él. Es lo que veremos a continuación.

4. Solución del pecado.

a) El sacrificio de Jesucristo.
“De otra manera le hubiera sido necesario padecer muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los siglos, se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado.” (Hebreos 9:26)

Dios mismo dio solución a este gran problema de la Humanidad, que es el pecado, entregando a Su Hijo en sacrificio por nuestros pecados. En todas las religiones de la Antigüedad se hacían sacrificios de sangre para expiar las culpas humanas, ya sea que se sacrificaran animales o personas. Jesucristo es el último y perfecto sacrificio de sangre realizado por el Hombre.

¿Por qué debe derramarse sangre para limpiar la conciencia? Podemos explicarlo de dos formas:

a) Esto está muy arraigado en la naturaleza humana. La misma Escritura señala que “sin derramamiento de sangre no hay perdón de pecados”[10]. La sangre representa y es la vida del ser humano pues “en la sangre está la vida”[11]. Jesús hace el sacrificio definitivo. Él siendo Perfecto, Santo y Divino, muere por nosotros y paga nuestras culpas.
b) Hay otro aspecto moral arraigado en el pensamiento humano: “ojo por ojo, diente por diente”, algo así como todo se paga. Nuestro pecado debe pagar, “la paga del pecado es muerte”[12], es así que debíamos morir por nuestro pecado, mas Otro, el Hijo de Dios, pagó por nosotros.

b) El Nombre de Jesucristo.
“Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.” (Hechos 4:12)

En primer lugar la solución al pecado es el sacrificio de Jesucristo. En segundo lugar es Su Nombre. No hay otra persona o dios en la que los seres humanos podamos encontrar salvación. En la Biblia se atribuye al nombre de alguien una gran importancia. El nombre y la persona que lo porta están íntimamente ligados; el nombre revela la esencia de la persona. Conocer el nombre de un individuo significa conocer su espíritu y hasta tener poder sobre él. Cuando Jacob preguntó el nombre al ángel de Jehová –“Declárame ahora tu nombre” –su respuesta fue “¿Por qué me preguntas por mi nombre?” (Génesis. 32:29; Jueces 13:17-18).

Cuando Dios desea darse a conocer revela Su Nombre (Éxodo 6:3). El Nombre de Dios o Presencia de Dios, puede estar en un ángel (Éxodo 23:21); Su Nombre mora en el santuario donde es adorado (Deuteronomio 12:11); Jesús manifestó el Nombre de Dios a los hombres (San Juan 17:6); tenemos vida en Su Nombre (San Juan 20:31); el Nombre pronunciado tiene el poder de la Persona de Cristo (Hechos 3:16; 4:10,12) y Su Nombre es superior a cualquier nombre (Filipenses 2:9)

¿Por qué es tan importante el Nombre de Jesucristo? He aquí las respuestas que nos entrega la Palabra de Dios:

1. El nombre de Jesucristo es para identificación.
En otros términos podríamos decir que el Nombre es la Persona. El nombre de Jesucristo representa toda Su Persona, es Su identificación. Cuando una persona pronuncia el nombre de alguien, se está refiriendo a esa persona. Por eso Dios le dijo a María: “y llamarás su nombre Emmanuel, que traducido es Dios con nosotros.” (San Mateo 1:23)

2. El nombre de Jesucristo es anunciado en la evangelización.
El Antiguo Testamento dice “Y a la verdad yo te he puesto para mostrar en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra.” (Éxodo 9:16) y “Él edificará casa a mi nombre.” (2 Samuel 7:13)

3. El nombre de Jesucristo es para sanidad de los enfermos.
San Lucas nos cuenta la historia de cuando Pedro y Juan yendo a orar al Templo encontraron a un limosnero que era cojo de nacimiento: “Mas Pedro dijo: No tengo plata ni oro, pero lo que tengo te doy; en el nombre de Jesucristo de Nazaret, levántate y anda.” (Hechos 3:6)

4. El nombre de Jesucristo puede ser ofendido y rechazado.
El profeta lamenta: “Pero he tenido dolor al ver mi santo nombre profanado por la casa de Israel entre las naciones adonde fueron. / Por tanto, di a la casa de Israel: Así ha dicho Jehová el Señor: No lo hago por vosotros, oh casa de Israel, sino por causa de mi santo nombre, el cual profanasteis vosotros entre las naciones adonde habéis llegado.” (Ezequiel 36:21,22) El nombre de Jehová, el nombre de Dios es importante.

5. El nombre de Jesucristo es invocado en la oración.
“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado.” (2 Crónicas 7:14) Mi Biblia dice: “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” (Romanos 10:13) Hay algo en eso del nombre de Jesucristo. Hay un poder en ese nombre, hay un poder en esa persona que ningún otro tiene. ¿Cuál es ese poder? El poder que puede decirle a ese paralítico levántate y anda. ¿Es que hay algo mágico en el Nombre de Jesucristo? No, sino sobrenatural, porque es el Nombre de Dios. Para nosotros el nombre es una palabra para nominar, un sustantivo propio, pero en este caso esa palabra es sagrada porque nombra al Señor.

6. El nombre de Jesucristo es para fe.
Los cristianos hemos creído en el nombre de Jesucristo: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” (San Juan 1:12) El Apóstol Juan escribe: “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.” (1 Juan 5:13) Creer en el nombre de Jesucristo es creer en Su Persona. ¿Es el nombre la misma persona? No necesariamente. Pero sí es parte de la persona. Yo me llamo Iván y, aparte de que este sustantivo propio tenga un significado, mi nombre está ligado a todo lo que yo soy. Cuando quiero verificar que un documento ha sido escrito por mi, lo firmo con mi nombre. Si deseo identificarme a otras personas, le digo mi nombre y muestro un carné donde está escrito mi nombre; es lo que yo soy. Nadie puede utilizar mi nombre sin mi permiso. Sin embargo Jesucristo nos ha dado la confianza de utilizar Su Nombre para lograr favores ante el Padre.

7. El nombre de Jesucristo es superior a todo nombre.
“Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre.” (Filipenses 2:9-11) Dios le ha concedido una gran oportunidad de salvación. Usted, como todo el mundo, es un pecador y necesita reconocerlo –esto es lo que se llama “arrepentimiento” –y confesar el Nombre de Cristo antes de morir. Reconozca al Señor Jesucristo como su Señor y Salvador y recibirá el perdón de sus pecados y la vida eterna. Después de morir no habrá otra oportunidad. Es un engaño pensar que la vida eterna no existe; es un engaño pensar que después de esta vida no hay otra; y es un engaño del diablo pensar que Dios le aceptará por sus propios méritos en la otra vida. Tampoco le aceptará sin reconocer a Su Hijo. Entiéndalo bien: “… no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” Jesucristo.

c) La obra sustitutiva de Jesucristo.
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías 53:6)

¿Cuál es la condición actual de los seres humanos y cómo podemos superarla?

1. Somos ovejas descarriadas.
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas” Los seres humanos somos un rebaño creado para obedecer. Muchas personas quieren vivir en forma autónoma, sin sujetarse a ninguna autoridad, pero esa no es la naturaleza del hombre. Estamos diseñados para vivir en sujeción. Cuando pequeños debemos obedecer a nuestros mayores, padres y maestros; los jóvenes deben obedecer a las autoridades civiles y religiosas; al llegar a la adultez estamos sujetos a patrones y autoridades políticas; el anciano debe obedecer al médico y a quienes le cuidan. Ninguna etapa de la vida hay sin alguna autoridad sobre nosotros. Sin embargo, la raíz de rebelión que fue plantada en nosotros por el diablo, esa cizaña causa estragos y motiva en nuestro corazón el deseo de “libertad”, autonomía, independencia. Somos ovejas descarriadas del pastor.

La palabra “descarriar” significa apartar a alguien del carril, echarlo fuera de él. En el caso de las ovejas u otro ganado es apartar del rebaño cierto número de reses. Dicho de una persona, es separarse, apartarse o perderse de las demás con quienes iba en compañía o de las que la cuidaban y amparaban. En el sentido ético y espiritual es apartarse de lo justo y razonable. Si vemos al ser humano como una oveja de Dios, su Pastor, éste se apartó de Su voluntad, Sus valores y Verdad, para ir tras sus propios derroteros.

2. Nos hemos apartado de Dios.
El apartamiento no es una acción sólo de nuestros primeros padres, sino de cada individuo que nace en esta tierra. Todos llegando el momento, desobedecen a Dios y se apartan de Su autoridad, porque llevan en sí la simiente mala. La Biblia dice “cada cual se apartó por su camino”. Por eso es que evangelizar es hacer volver al camino correcto, al camino de Dios. Al apartarnos del Pastor que nos creó, lo hacemos para seguir nuestro propio camino. Todos los caminos del ser humano son perversos y llevan a condenación. No hay camino en el hombre que sea con un buen fin, aunque lo parezca. Hay caminos que al hombre le parecen rectos, pero son de perversión. Todos los senderos humanos son parte del único gran camino que conduce a la eterna perdición. El que Jesús llama “camino ancho” tiene muchas vías. Es como una carretera que lleva varias pistas, más todas conducen al mismo destino. El camino ancho va a dar al Infierno. Dice la Palabra de Dios: “Entrad por la puerta estrecha; porque ancha es la puerta, y espacioso el camino que lleva a la perdición, y muchos son los que entran por ella; / porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la vida, y pocos son los que la hallan.” (San Mateo 7:13,14)

3. Seguimos nuestros propios caminos.
Los caminos humanos pueden ser estos:
a) El camino de la fama. La persona busca ser famoso, conocido, admirado. Está ávido de ser aplaudido y alimentar su vanidad y egolatría.
b) El camino de las riquezas. Quiere poseer cosas, bienes. Piensa que la vida es tener y que así será feliz, poseyendo casas, autos, joyas, vestidos, lujos, etc. Aún cree que es capaz de comprar personas y así sentirse superior. Es motivado por la ambición.
c) El camino del poder. Su motor es el afán de dominio sobre otros, roba la autoridad a Dios y desea ser tan poderoso como Él, aunque no lo confiesa. Disfruta con la superioridad que pueda tener sobre otros. Para alcanzar el poder utiliza todo tipo de estrategias: compra conciencias, miente, desacredita, etc. El orgullo, la vanidad y la ambición son sus más graves pecados.
d) El camino del placer. Vive para disfrutar los placeres de la carne, es un hedonista, sensual y puede llegar a ser un cínico. Todas sus acciones y esfuerzos están dirigidos al disfrute de la vida. “Después de esta vida no hay otra” suele decir; “lo comido y lo bailado nadie me lo quita”, “comamos y bebamos que mañana moriremos”. Es un idólatra de su propio cuerpo, lo sirve a él y desconoce la vida del espíritu. La gula, la pereza y la lujuria dominan su cuerpo y su alma. No hay templanza en él y se ufana de ello.
e) El camino del conocimiento sin Dios. Sea que opte por la ciencia o por la Filosofía, su convicción es que puede alcanzar la verdad prescindiendo de la Divinidad, la cual la considera un mito, una invención humana y una debilidad. Tal es la soberbia de este hombre que se cree superior e iluminado por una inteligencia privilegiada. Está dominado por la ignorancia espiritual y el orgullo que lo llevarán a eterna perdición, si no cambia.
f) El camino de una espiritualidad errada. Convencido de sus creencias, aprendidas cuando niño o abrazadas en algún momento de la vida, rechaza la Palabra de Dios y al Dios verdadero. Prefiere sus propias explicaciones y las que le da la “falsamente llamada ciencia”. Está empecinado en sus razonamientos, dominado por el “espíritu de error”, movido por el orgullo.

4. Estamos dominados por graves pecados.
Los siete pecados capitales están a la base de estas opciones de vida. Trabajan simultáneamente en el alma humana y son incentivadas por el Reino de Tinieblas, el Diablo y sus ángeles. La soberbia u orgullo humano le hacen creer que puede vivir sin Dios, que es un ser capaz de todo. A veces la envidia moviliza sus acciones; molesto por el éxito de otros quiere competir y superarlos. También la ira, el enojo, pueden gatillar su deseo de éxito o poder. La avaricia lo hace desear para sí todo tipo de bienes y no compartir con nadie sus bienes. La lujuria, la gula y la pereza son fuerzas muy potentes constituyen caminos de vida para la gran mayoría.

5. Nos domina el Diablo y sus demonios.
Detrás de estos pecados hay espíritus demoníacos que dominan las almas del mundo. La tarea de la Iglesia es atar esas fuerzas y vencerlas en el Nombre de Jesucristo. La Biblia alerta: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes.” (Efesios 6:12) Los espíritus dominantes en este mundo son:

- el espíritu de orgullo
- el espíritu de envidia
- el espíritu de ira
- el espíritu de avaricia
- el espíritu de lujuria
- el espíritu de gula
- el espíritu de pereza

¿Cómo podemos superarla?

Es imposible hacerlo por nosotros mismos, ya que lucharíamos contra un enemigo más poderoso que el hombre. Por eso fue necesario que el mismísimo Hijo de Dios viniese a hacer esa guerra.

¿Qué hizo Jesucristo para resolver el problema de los seres humanos?

Para volvernos al redil, reunirnos con Dios, seguir el camino bueno y verdadero, vencer nuestros graves pecados y que podamos liberarnos del dominio de Satanás y sus huestes; el Hijo de Dios atacó al origen del mal, aplastó la cabeza de la serpiente. La serpiente es el reino de tinieblas, la cabeza de ese reino es el Diablo. Por eso, todo Su poder fue dirigido a él. Veamos tres aspectos de esa guerra:

1. Jesucristo venció al Diablo en la tentación.
Los espíritus demoníacos atacaron a Jesucristo desde el inicio de Su ministerio. El diablo quiso tentarlo con:
a) La gula. “2 Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre. / 3 Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.” (San Mateo 4:2,3)
b) El orgullo y la vanidad. “5 Entonces el diablo le llevó a la santa ciudad, y le puso sobre el pináculo del templo,/ 6 y le dijo: Si eres Hijo de Dios, échate abajo; porque escrito está: A sus ángeles mandará acerca de ti, y, En sus manos te sostendrán, Para que no tropieces con tu pie en piedra.” (San Mateo 4:5,6)
c) La ambición y la avaricia. “8 Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, / 9 y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.” (San Mateo 4:8,9)

2. Jesucristo venció al Diablo en la cruz.
El Hijo de Dios venció en nombre nuestro, el ser humano, al diablo en la cruz. Jesucristo salió vencedor en la lucha contra el pecado, la carne, el diablo y el mundo. Su última gran batalla fue la crucifixión. Él era inocente, podría haberse defendido pero no lo hizo por nosotros, pues debía ser el Cordero de la expiación. El Hijo de Dios cargó en sí mismo todos los pecados de la raza humana, “mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.”

3. Jesucristo sustituyó a los pecadores en la cruz.
“Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías 53:6)

Sustituir es reemplazar. Cuando alguien enferma o falta a su trabajo por largo tiempo, otro lo sustituye o reemplaza. El reemplazante puede hacer tan bien, mejor o peor el trabajo del reemplazado. También esto se presta a engaños y alguien se hace pasar por otro, robando su identidad o disfrazándose para semejarse al original. Esto lo hace con el propósito de obtener algo muy preciado: dinero, libertad…

Pudiera ser que alguien quisiera ser suplantado por otro porque tiene temor de enfrentar algo. Pero suplantar tiene una connotación negativa, en una especie de delito. “Sustituir” o “reemplazar”, en cambio, no llevan esa carga. A veces se cambia una pieza vieja de una máquina, por una nueva. La pieza se reemplaza o sustituye.
Los ladrones de obras de arte, en ocasiones reemplazan el original por una copia, hasta que los dueños o el museo descubren el ardid. En algunos museos, con el fin de cuidar la pieza original de posibles robos o deterioro, sobre todo piezas de arqueología, exhiben la copia. Una copia es una reproducción o imitación exacta del original. No en todos los casos el reemplazante o sustituto necesita ser copia fiel sino que basta una semejanza, dependiendo de la situación.

Hay muchos casos de sustitución y reemplazo en la Historia: generales que al morir fueron reemplazados por otros más jóvenes al mando de su ejército; embajadores que, cumplido su tiempo en una nación, hubieron de ser reemplazados; naves que fueron sustituidas por otras en mejores condiciones y con el mismo nombre y características. Pero el caso más notable de la Historia es Jesucristo, quien actuó como Sustituto de todos los pecadores, en la cruz del monte Calvario, en las cercanías de Jerusalén.

Él fue un Sustituto de todos los hombres, reemplazándolos. Los pecadores merecían la muerte de cruz, por sus maldades, pero Él los sustituyó en su muerte. No podemos decir que les suplantó pues Él no estaba cometiendo un acto delictivo, no estaba tratando de engañar a nadie, ni a Dios. No hizo Su obra contra Dios ni contra el Hombre, sino a favor de ambos:

- Jesucristo actuó a favor de Dios puesto que de ese modo cumplía: a) Su misericordia, el gran amor por la Humanidad: “Diles: Vivo yo, dice Jehová el Señor, que no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos; ¿por qué moriréis, oh casa de Israel?” (Ezequiel 33:11) y b) Su Ley: “Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.” (Hebreos 9:22)

- Jesucristo actuó a favor del Hombre porque le brindó perdón, salvación, justificación, vida eterna junto a Dios.

En verdad el mejor sustituto que un ser humano puede tener es Jesucristo, el Hijo de Dios. Piénselo, la próxima vez que usted vaya a reemplazar a alguien o cuando necesite un sustituto. La completa obra de Jesucristo como Sustituto del pecador, puede verse en los siguientes textos:

a) El Sustituto reemplazó al pecador para salvarlo.
“… mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías 53:6) Jehová Dios cargó sobre Jesucristo el pecado de toda la Humanidad.
Así de grande es Su amor por las criaturas humanas. Sabemos que Jesucristo dio Su vida por nosotros, sin embargo este texto dice Jehová cargó en él el pecado. Cuando hacemos una separación muy grande entre el Padre y el Hijo, tendemos a pensar que son absolutamente independientes Uno del Otro y no es así. Jesús dice “El que me ha visto a mi ha visto al Padre” (San Juan 14:9) y “Yo y el Padre uno somos.” (San Juan 10:30). No estamos negando la doctrina de la Santísima Trinidad sino aclarando que en la cruz fue Dios mismo quien ofreció Su vida. Claro está que Él murió como hombre y no como Dios, pues Dios no muere.

b) El Sustituto cargó con nuestros pecados.
¿Por qué? Porque Él deseaba salvarnos y si nosotros cargábamos con nuestros pecados, no nos salvaríamos jamás a nosotros mismos. Era necesario ofrecer una víctima Santa en la cruz, sin pecado, sin mancha, Perfecta. ¿Para qué cargó con nuestros pecados? Para que nuestros pecados fueran pagados a Dios con el precio de la muerte, puesto que “la paga del pecado es muerte”; para que Jesucristo, como víctima, recibiera el castigo de nuestras culpas; para que en Él fuera hecha la justa justicia de Dios, cumpliéndose Su Ley: “El alma que pecare, esa morirá…” (Ezequiel 18:20)

c) El Sustituto dio Su vida voluntariamente.
En su muerte, Cristo llegó a ser el Sustituto que sufrió la pena o castigo que merecía el pecador. La sustitución es la acción y efecto de sustituir, que significa poner a alguien o algo en lugar de otra persona o cosa. Así, el Hijo de Dios se puso en la cruz en lugar de nosotros, los pecadores. No fue puesto en la cruz por los hombres, a pesar de que ellos lo condujeron al monte de la Calavera, lo clavaron y levantaron en una cruz; sino que fue Él mismo quien lo permitió y no defendiéndose dio su vida por nosotros. “Por eso me ama el Padre, porque yo pongo mi vida, para volverla a tomar. / Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. Este mandamiento recibí de mi Padre.” (San Juan 10:17,18) dijo Jesús. La sustitución es parte de la gran obra del Salvador en nuestro beneficio.

d) El Sustituto fue el Cordero de Dios.
Este ministerio de Jesucristo estaba prefigurado desde la Antigüedad en el día más importante y sagrado del calendario religioso judío, el gran día de la Expiación[13], como relata la Biblia: “y pondrá Aarón sus dos manos sobre la cabeza del macho cabrío vivo, y confesará sobre él todas las iniquidades de los hijos de Israel, todas sus rebeliones y todos sus pecados, poniéndolos así sobre la cabeza del macho cabrío, y lo enviará al desierto por mano de un hombre destinado para esto.” (Levítico 16:21) Sólo ese día del año, luego de hacer un sacrificio de sangre con un animal sustituto, el sumo sacerdote podía entrar en el Lugar Santísimo en representación del pueblo y reunirse con Dios. El animal sacrificado, como todos los demás sacrificios judíos de expiación, eran un "tipo" del sacrificio perfecto que un día haría por los pecadores el Cordero de Dios, Jesucristo.

e) El Sustituto fue profetizado.
“Porque os digo que es necesario que se cumpla todavía en mí aquello que está escrito: Y fue contado con los inicuos; porque lo que está escrito de mí, tiene cumplimiento.” (San Lucas 22:37) Debía cumplirse en Jesús la profecía del Antiguo Testamento que decía: “Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.” (Isaías 53:12) Nuestro Salvador fue contado por Dios como un pecador, llevó nuestros pecados sobre sí y oró por quienes lo condujeron al martirio.

f) El Sustituto sirvió gratuitamente a la Humanidad pecadora.
Cuando la madre de los hijos de Zebedeo –Santiago y Juan –, solicitaron al Maestro que ordenara que en Su reino se sentasen sus hijos, uno a Su derecha y el otro a Su izquierda; Éste recalcó que en el Reino la autoridad se ejerce sirviendo al prójimo y no para enseñorearse de ellos, “como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (San Mateo 20:28) Jesucristo nos sustituyó en la cruz, haciéndonos así el máximo servicio en nuestro favor, otorgarnos la salvación.

g) El Sustituto se presentó como el Buen Pastor…
Jesucristo guía a sus ovejas y asume sus culpas como suyas. Se presenta a sí mismo así: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.” (San Juan 10:11) Es un Pastor que toma el lugar de Sus ovejas.

h) El Sustituto murió por el pueblo de Dios.
El sumo sacerdote Caifás pronunció en el juicio de Jesús, a primera hora la mañana del día de su muerte, una de las expresiones más claras y proféticas sobre la idea de sustitución: "ni pensáis que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca" (San Juan 11:50).

i) El Sustituto es prueba del amor Divino.
“6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. / 7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. / 8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:6-8) La muerte de Jesús por los pecadores es una demostración del gran amor de Dios por la Humanidad.

j) El Sustituto murió una sola vez.
Bastó sólo una vez que muriese Jesucristo, no necesita volver a morir por cada uno de los pecadores ni morir otra vez por cada nuevo pecado que cometan, porque Él es infinitamente Santo y es poderosa Su sangre, Su vida, para redimirnos de todo pecado: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1 Pedro 3:18) Jesucristo fue muerto en Su cuerpo pero vivificado en Su espíritu y resucitó.


CONCLUSIÓN.
En esta lección hemos aprendido que el pecado es transgresión de la Ley. Diferenciamos entre pecados y pecado. Supimos que el pecado es la condición del hombre ante Dios. El origen del pecado es Satanás, entró al mundo por Adán y Eva, y de ellos pasó a toda la raza humana. Las consecuencias del pecado son: muerte física, muerte espiritual y separación de Dios. La solución para el pecado es dada por Dios mismo y es: el sacrificio, el Nombre y la obra sustitutiva de Jesucristo.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) Lea en voz alta los textos a pie de página y explique uno de ellos.
2) ¿Se considera usted una persona pecadora?
3) ¿Qué se quiere decir con la afirmación de que Cristo es el Sustituto de los pecadores?

BIBLIOLINKOGRAFÍA.
1) “La Perfecta Expiación para el Pecado Personal”; http://www.abideinchrist.org/selahes/apr11.html
2) Lewis Sperry Chafer, “Dios el Hijo, Su muerte Vicaria”; Grandes Temas Bíblicos, Editorial CLIE:
3) Pastor Elmer Fernández “No Hay Otro Nombre”.
4) Middletown Bible Church, “Lo que Podemos Aprender de la Biblia en Cuanto a la Salvación de Infantes”
http://www.middletownbiblechurch.org/spanish/salvatio/infants.htm

[1] San Juan 3:18,19
[2] Gálatas 3:13
[3] Apocalipsis 20:11,12
[4] San Lucas 10:18
[5] Hebreos 12:14
[6] San Juan 16:9; San Juan 3:18
[7] Apocalipsis 20:12
[8] Gálatas 2:20
[9] Hebreos 11:3
[10] Hebreos 9:22
[11] Deuteronomio 12:23
[12] Romanos 6:23
[13] La palabra expiación significa "cubrir" el pecado, y por tanto "eliminar", "borrar", "cubrir". De esta manera el sacrificio "elimina" la culpabilidad del pecado del hombre ante Dios.