domingo, noviembre 29, 2015

EL JUICIO DE DIOS.

 
 
PALABRAS DE GRACIA
VIII PARTE 

Pastor Iván Tapia Contardo 

Lectura bíblica: “1 Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas; pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo. / 2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. / 3 ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios? / 4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento? / 5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios, / 6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: / 7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, / 8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia; / 9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, / 10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego; / 11 porque no hay acepción de personas para con Dios.” (Romanos 2:1-11) 

Objetivos: a) Estar preparados para el día del juicio de Dios; b) Conocer las características del juicio divino; c) Comprender que sólo Dios tiene derecho a juzgar; d) Asimilar y prepararse para el inevitable juicio de Dios; 3) Comprender y enseñar que el juicio es primero de nuestro corazón e invita al arrepentimiento; 4) Comprender que el juicio de Dios es de nuestras obras; y 5) Comprender que será un juicio sin privilegios. 

Resumen: Todos los seres humanos, cristianos y no cristianos, un día seremos sometidos al juicio de Dios. Unos serán aprobados, otros reprendidos, algunos galardonados y otros condenados, sea ante el gran trono blanco o en el tribunal de Cristo. Nadie escapará a este juicio, aún cuando los cristianos ya hemos sido juzgados en la cruz en la Persona de Jesucristo. 
 

S
ólo de escuchar la palabra “juicio” nos estremecemos. Nadie quiere comparecer ante un juez, menos ante el juicio de Dios. Se nos aparece en la mente la imagen de un Ser severo que nos examinará de acuerdo a un código de leyes igualmente severo y de alta exigencia. Desde pequeños escuchamos los 10 Mandamientos de Dios, por lo menos así es en el mundo occidental, y de seguro en otras culturas también hay una Ley similar y tan exigente como la nuestra. Un Dios que juzga, dicta el veredicto, condena y castiga.  

Esta es la imagen que la mayoría de las personas tiene de Dios. Incluso hacen una diferencia entre el Dios del Antiguo Testamento y el del Nuevo Testamento, como si fuesen distintos dioses, aunque en verdad es el mismo Dios que nos enseña Su voluntad y nos demuestra cuán pecadores somos, para luego decirnos que nos ama, paga Él mismo el precio de nuestras faltas, es decir recibe sobre Sí el castigo, y nos perdona para siempre.  

El juicio de Dios caerá sobre toda la Humanidad, pero ya se cumplió para todos los que han creído en Su Hijo. El juicio de Dios para los cristianos se efectuó en la cruz; para los no cristianos se ejecutará al final de los tiempos en el juicio del gran trono blanco. ¿Es correcto juzgar a otras personas? ¿Qué quiere Dios que hagamos con el juicio que tan pronto acude a nuestra mente y labios? ¿Cómo nos juzgará Dios? ¿A quiénes juzgará? ¿Cuándo lo hará? Todas estas preguntas quisiéramos responder, pero las resumiremos en una sola:  

¿Cómo es el juicio de Dios?

 

1. Un juicio que sólo hace Dios.

¿Es correcto juzgar a otros?

“1 Por lo cual eres inexcusable, oh hombre, quienquiera que seas tú que juzgas;” (Romanos 2:1) 

¿Por qué somos tan dados a juzgar a nuestros prójimos? Siempre estamos de algún modo poniendo en el banquillo de los acusados a quienes nos rodean. Juzgamos a nuestros padres cómo nos criaron, lo que hicieron de más o lo que no hicieron; juzgamos a nuestros hermanos por el camino que siguieron en la vida; que si los demás son muy materialistas o demasiado espirituales. Y les ponemos apodos acorde a esos juicios. Juzgamos a los vecinos, a los compañeros de trabajo, a las autoridades, en fin a todo el mundo. Puede que no lo hagamos en voz alta siempre, pero lo pensamos. El juicio es un mal que llevamos dentro y nos cuesta mucho superar. No me considero distinto de otros en este aspecto. También como pastor suelo juzgar a otros pastores y a mis hermanos. Es realmente algo muy duro tener esta conciencia legalista, exigente y tan poco misericordiosa. No debiera ser un esfuerzo el dejar de juzgar ni siquiera una acción muy pensada, sino que debiese ser nuestra naturaleza, sin mayor sacrificio ni dolor, no juzgar sino dejar ser a los demás como son, como piensan, como sienten. Tal cosa requiere de una mentalidad renovada, exenta de ley y de prejuicios. 

¿Qué consecuencias tiene juzgar al prójimo?

“pues en lo que juzgas a otro, te condenas a ti mismo; porque tú que juzgas haces lo mismo.” (Romanos 2:1) 

No tiene disculpa quien juzga a otros, no importa quién sea. Al juzgar a los demás en verdad nos estamos juzgando a nosotros mismos y lo peor es que nos estamos condenando. Cuando se juzga en la corte, hay un juez y abogados, un acusador y un defensor, además de testigos. Nosotros al juzgar en nuestra conciencia nos constituimos jueces y prescindimos de todos los demás. No le damos a la persona oportunidad de defenderse ni hacemos caso de testigos que la cubran. Sencillamente juzgamos de manera injusta y luego dictamos sentencia condenatoria, convertidos en jueces de nuestros prójimos. Es decir nos ponemos en el lugar de Dios. 

Pero lo más lamentable es que al juzgar a mi hermano de mentiroso, ladrón o adúltero, me estoy juzgando a mí mismo que, aunque no diga mentiras, actúo con falsedad para lograr mis propósitos; aunque no robe dinero ni objetos, le robo el tiempo a otros sin ninguna consideración, con largas conversaciones o requerimientos egoístas que podrían evitarse si tuviera mayor respeto hacia ellos; y aunque no me acueste con la mujer de mi vecino, sí la miro con deseo cuando pasa frente a mí, o me siento atraído por cosas mundanas y tuerzo mi camino espiritual hacia los apetitos carnales. Todo juicio implica esto: Te condenas a ti mismo, pues haces precisamente lo mismo que hacen ellos. 

Conclusión: No es conveniente juzgar a otros. Déjale a Dios ese trabajo. Él es más justo que nosotros y también más misericordioso; a tal punto que nos pone un Abogado. Tenemos un fiscal que siempre nos acusa, el Diablo, pero lo mejor es que tenemos el mejor Abogado del universo, un abogado que conoce nuestra naturaleza humana pecadora, débil e inclinada al mal, pero que nos defiende porque, a pesar de ello, nos ama y ha dado Su vida por nosotros. Es Jesucristo. Hoy diríamos “se la juega por nosotros”

2. Un juicio inevitable.

¿Podemos escapar del juicio de Dios?

“2 Mas sabemos que el juicio de Dios contra los que practican tales cosas es según verdad. / 3 ¿Y piensas esto, oh hombre, tú que juzgas a los que tal hacen, y haces lo mismo, que tú escaparás del juicio de Dios?” (Romanos 2:2,3) 

El juicio de Dios contra los que pecan temerariamente contra Su voluntad, es muy claro y justo. Él se rige por Su eterna Ley para hacer justicia. No puede ver bien lo malo ni hacer como si no le importara nuestra pecaminosa forma de actuar. Indefectiblemente Él juzgará y establecerá el castigo o la condena. Al decir “tales cosas” se refiere específicamente a pecados insoportables para Su santidad, pecados que se oponen al comportamiento que exige de todo ser humano. Dios no puede dejar de juzgar el pecado. Así es Su Ley. Pero tampoco podemos bajar a algunos pecados del nivel de algo que ofende al Señor, pues todos los pecados son igualmente feos, malos y perversos ya que implican desobediencia, desprecio por las normas divinas y falta de sumisión al Creador. No podemos escapar de esa condenación contra el pecado por considerar que los nuestros son pequeños pecados, leves faltas, veniales apenas. La ley de Dios es rigurosa y exigente, es la Ley de un Juez justo.  

Al juzgar a otros por sus pecados, dejamos de vernos a nosotros mismos sin considerar que somos iguales a ellos. O quizás tengamos otros pecados, pero al fin y al cabo, somos tan pecadores como ellos. Dios juzga conforme a la verdad cuando condena a los que pecan. En cuanto a los que juzgamos a otros y hacemos lo mismo que ellos, no escaparemos de la condenación de Dios. Una sola cosa puede salvarnos de la condena. 

3. Un juicio de nuestro corazón.

¿Qué espera Dios del pecador?

“4 ¿O menosprecias las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4) 

Criticar, juzgar y condenar a mi prójimo es despreciar a Dios y Su modo de sentir. Cuando el hermano del hijo pródigo reconvino a su padre por alegrarse y festejar el regreso de su hijo, en verdad estaba menospreciando o por lo menos no apreciando el amor de su papá. Esta es una total carencia de comprensión del gran amor del Padre Dios, Su inagotable bondad, tolerancia y paciencia:  

a)      Dios posee una bondad sin fin, va más allá de nuestros límites de bondad; aquellos actos de bondad que hemos tenido para con nuestros semejantes y que los valoramos enormemente son apenas una sombra de la bondad de Dios.  

b)      El Señor es tolerante al máximo; ha tolerado los pecados e insensatez de la Humanidad, por siglos y aún no la destruye; es capaz de volver a escucharnos y bendecirnos, después que hemos cometido todo tipo de pecados materiales y mentales. Su tolerancia es infinita pero tiene un límite que Él conoce y de la cual nos advierte:  

26 Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, / 27 sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios. / 28 El que viola la ley de Moisés, por el testimonio de dos o de tres testigos muere irremisiblemente. / 29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? / 30 Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza, yo daré el pago, dice el Señor. Y otra vez: El Señor juzgará a su pueblo. / 31 ¡Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo! / 32 Pero traed a la memoria los días pasados, en los cuales, después de haber sido iluminados, sostuvisteis gran combate de padecimientos” (Hebreos 10:26-31 

Un día la tolerancia de Dios al pecado del hombre llegará a su fin y procederá a juzgar: “30 Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan;  / 31 por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos.” (Hechos 17:30,31) 

c)      La paciencia de Dios es enorme. Lo atestigua el rey David, para quien Dios tuvo suma paciencia: “Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, Y grande en misericordia para con todos los que te invocan.” (Salmo 86:5) la profecía nos advierte: “6 Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano. / 7 Deje el impío su camino, y el hombre inicuo sus pensamientos, y vuélvase a Jehová, el cual tendrá de él misericordia, y al Dios nuestro, el cual será amplio en perdonar.” (Isaías 55:6,7) 

Esta manera de ser de Dios nos interpela a ser como Él y a actuar de ese modo, pero antes nos indica que hemos sido perversos, seres intolerantes, sin misericordia e impacientes con nuestro prójimo. A gritos Dios nos llama al arrepentimiento y para que nos convirtamos de corazón a Él.  

¿Qué resultado tiene no arrepentirse?

“5 Pero por tu dureza y por tu corazón no arrepentido, atesoras para ti mismo ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios” (Romanos 2:5) 

Ya que no te has arrepentido, sólo te espera el castigo del Señor. Tienes el corazón duro, cerrada la puerta del corazón para recibir a Jesucristo, así es que atesoras para ti nada más que condenación. Prefieres vivir a tu manera y no obedeces a Dios, de modo que obtendrás de tu conducta rebelde la condenación de Dios.

 

4. Un juicio de nuestras obras.

¿Cuál es el parámetro de Dios para juzgar?

“6 el cual pagará a cada uno conforme a sus obras: / 7 vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, / 8 pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia” (Romanos 2:6-8) 

Dios pagará a cada uno conforme a sus obras. Si perseveras en el buen actuar, si te pones en las manos de Dios y te arrepientes de tus pecados, tendrás vida eterna. Pero si contiendes, discutes con Dios y no obedeces Su Palabra; si no escuchas el Evangelio y su justicia, entonces obtendrás la ira y enojo de Dios para siempre. 

¿Qué peso tienen las obras en el juicio de Dios?

“9 tribulación y angustia sobre todo ser humano que hace lo malo, el judío primeramente y también el griego, / 10 pero gloria y honra y paz a todo el que hace lo bueno, al judío primeramente y también al griego”  (Romanos 2:9,10 

Habrá sufrimiento y angustia para todos los que hacen lo malo; en cambio, Dios dará gloria, honor y paz a todos los que hacen lo bueno. Y esto será por igual a judíos y gentiles; ninguno tiene un lugar de privilegio. ¿Qué pasará con los cristianos? ¿Estamos exentos del juicio de Dios? ¿No nos juzgará Dios por el hecho de ser creyentes? 

Dios, mediante Su Ley nos demostró que somos pecadores viles inclinados siempre al mal. Así llegamos a Jesucristo, por el conocimiento de la Ley y el reconocimiento de que somos malos y no tenemos remedio por nosotros mismos o por nuestras propias obras. Nos arrepentimos, reconocimos nuestro error, desobediencia, incredulidad, vanagloria y nos abrazamos a Jesucristo. La obra que el Señor hizo en la cruz fue pagar el precio de nuestros pecados. Nosotros estábamos destinados a este juicio y este castigo del cual viene hablando el texto que analizamos, pero Jesús tomó sobre sí nuestra culpa: 6 Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” (Isaías 53:6) 

El juicio de Dios sobre los cristianos ya fue pronunciado en Jesucristo crucificado. Pero esto no nos faculta para vivir en pecado, todo lo contrario, nos compromete a vivir en santidad. Ciertamente para los creyentes no habrá juicio final sino tribunal por nuestras acciones. Seremos evaluados conforme al Evangelio, si hemos cumplido correctamente los mandatos del Señor. Mas tal tribunal de Cristo no será para condenación sino para manifestación de quienes fuimos y cómo fueron nuestras obras como cristianos: “la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará.” (1 Corintios 3:13) 

Nadie debe ufanarse de ser buen cristiano o mejor que otro, ya que todos seremos evaluados al final de la carrera: “Pero tú, ¿por qué juzgas a tu hermano? O tú también, ¿por qué menosprecias a tu hermano? Porque todos compareceremos ante el tribunal de Cristo.” (Romanos 14:10) 

Resultado del tribunal para los cristianos, recibiremos vergüenza, aprobación, galardón, según haya sido nuestra conducta en Cristo: “Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo.” (2 Corintios 5:10)

 

5. Un juicio sin privilegios.

¿Hay privilegiados en el juicio de Dios?

“11 porque no hay acepción de personas para con Dios.” (Romanos 2:11)

Dios juzga imparcialmente. Él es justo. Dará a cada ser humano lo que le corresponde, sea cristiano o incrédulo, sea judío o gentil, sea católico o evangélico, sea de una religión oriental u occidental. No es nuestra función averiguar cómo juzgará a cada uno. Sólo necesitamos saber:

a)      Qué debo pensar de mi mismo con respecto a Dios.

b)      Qué debo sentir de mi mismo con respecto a Dios.

c)      Qué debo hacer frente a Dios.

d)     Cómo debo vivir hasta que me presente ante Él, sea al tribunal de Cristo o ante el gran trono blanco en el juicio final.
 

Las respuestas a estas preguntas son claras:

a)      Qué debo pensar de mi mismo con respecto a Dios: Soy un pecador.

b)      Qué debo sentir de mi mismo con respecto a Dios: Arrepentimiento.

c)      Qué debo hacer frente a Dios: Entregar mi vida a Jesucristo.

d)     Cómo debo vivir hasta que me presente ante Él, sea al tribunal de Cristo o ante el gran trono blanco en el juicio final: En obediencia continua a Su Espíritu y Palabra.

Recuerde: Dios no hace acepción de personas.
 

CONCLUSIÓN.
Es conveniente para todo ser humano estar preparado para el día en que todos serán sometidos al juicio de Dios. Este juicio tiene las siguientes características: 1) Es un juicio que sólo hace Dios; 2) Un juicio inevitable; 3) Un juicio de nuestro corazón; 4) Un juicio de nuestras obras; y 5) Un juicio sin privilegios.


 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)      ¿Se considera preparado/a para el juicio de Dios?
2)      ¿Ha sido alguna vez juzgado/a injustamente, cuál fue su reacción y qué enseñanza obtuvo de esa experiencia?
3)      ¿Por qué se dice que al juzgar a otros nos condenamos a nosotros mismos?
4)      ¿Quiénes son en el juicio de la vida: el juez, el acusado, el fiscal, el abogado y los testigos?
5)      ¿Cuál es la gran enseñanza de este sermón?
6)      ¿Cree usted que el arrepentimiento es un aspecto de la conversión a Cristo o para experimentarlo cada día?
7)      ¿Ha discutido alguna vez con Dios?
8)      ¿Por qué la muerte de Jesucristo en la cruz fue un juicio?
9)      ¿Por qué no debemos juzgar a nuestros hermanos cristianos?
10)  ¿Qué leyes conoce usted de las religiones no cristianas?
11)  ¿Por qué somos tan dados a juzgar a nuestros prójimos y qué podemos hacer para dejar esta mala conducta?
12)  ¿Qué formas de mentira, robo y adulterio se dan en la sociedad y la Iglesia?
13)  ¿Cuándo son negativos los apetitos carnales?
14)  ¿Qué peso tienen las obras en el juicio de Dios?
15)  ¿Estamos los cristianos exentos del juicio de Dios?


 
 

BIBLIOLINKOGRAFÍA.
- Reina, Casiodoro de (1960). “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers. 
- MacArthur, John. (2011). “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc.  
- (1979). “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.
- (1960). “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/
- “Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.
- “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/
- “Concordancia electrónica de la Biblia” Disponible en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.ph
- Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd
- (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) Dios habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/




 

domingo, noviembre 01, 2015

SOLO ESCRITURA.

LA FE REFORMADA.
TEMA III
SOLO ESCRITURA.

Pastor Iván Tapia

 
Lectura bíblica: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley” (Salmo 119:18) 

“Me postraré hacia tu santo templo, y alabaré tu nombre por tu misericordia y tu fidelidad; Porque has engrandecido tu nombre, y tu palabra sobre todas las cosas” (Salmo 138:2) 

“14 Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; / y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. / 16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:14-17) 

Objetivos: a) Conocer, comprender y practicar el postulado de la Reforma de “sólo Escritura”; b) Comprender y defender la idea de que la Escritura es la única fuente de autoridad doctrinal del creyente; c) Comprender que la ignorancia de la Escritura conduce al error; d) Comprender y aplicar cómo la Escritura se interpreta por la misma Escritura; e) comprender y valorar el concepto de que la Escritura debe ser primero entendida gramatical y lingüísticamente; f) Comprender que la Escritura tiene un solo sentido simple y cierto; y 6) Comprender que el sentido de las Escrituras es Cristo y el plan de salvación. 

Resumen: El tercer postulado de la Reforma protestante del siglo XVI y que sigue vigente es el de “sólo escritura”, el cual sitúa la autoridad doctrinal de la Biblia por sobre cualquier otra autoridad humana, ya que ésta es la Palabra revelada de Dios. Esta enseñanza desglosa el postulado en algunos principios básicos para la interpretación bíblica. 
 

A
ntes de Lutero, tanto en el período de los Padres de la Iglesia (siglos III al V DC) como en el período llamado Edad Media, la interpretación de las Escrituras era más bien alegórica y filosófica. Al comienzo del siglo III, la interpretación de los textos sagrados estaba especialmente bajo la influencia de la llamada escuela catequística de Alejandría. Como gran centro cultural de la Antigüedad, Alejandría fue la confluencia de un rico encuentro entre la cultura griega y las tradiciones religiosas judías, las influencias fueron mutuas.  

El neoplatonismo, el gnosticismo y la filosofía griega hicieron que esta escuela ajustara su interpretación de la Biblia al método alegórico que armonizaba filosofía y religión. Clemente de Alejandría y su discípulo Orígenes consideraron que la interpretación alegórica era la más apropiada para descubrir el verdadero sentido de la Palabra de Dios. Clemente aseguraba: "Toda Escritura debe ser entendida alegóricamente". Según él, la interpretación literal podía proporcionar sólo una fe elemental, mientras que lo alegórico conducía al sentido profundo y verdadero. Orígenes tendió a menospreciar el sentido literal, a veces se refirió al sentido moralizante, pero constantemente empleó el método alegórico, creyendo que lo conducía al verdadero conocimiento del texto bíblico.  

Otro tipo de interpretación surgió en las iglesias de Occidente, cuyo rasgo distintivo será el principio de autoridad de la tradición y de la Iglesia en la interpretación de la Biblia. Así se atribuyó un valor de regla y norma a la exégesis de la Iglesia. Se desarrolló particularmente con Jerónimo y Agustín de Hipona.  

Jerónimo consideraba que el intérprete debe estar equipado con la filología[1], la historia y la crítica (opiniones y juicios producto de un análisis del texto), pero más importante debía ser el amor hacia Dios, Autor de la Biblia. Defiende la necesidad de respetar el sentido literal, pero más de una vez se dejó llevar por la interpretación libre alegórica.  

Agustín propuso la "regula fidei" o regla de fe, es decir la autoridad de la fe de la Iglesia. En la práctica adoptó una exégesis basada en cuatro enfoques: histórico (historia del Texto), etiológico (origen y causa del Texto), analógico (analogías del Texto) y alegórico (alegorías o símbolos del Texto). Será esta cuádruple forma de interpretación la que se desarrollará profundamente en toda la Edad Media.  

Durante esta época, la mayoría de los cristianos, incluido el clero, vivía en completa ignorancia bíblica. La conocían sólo a través de la traducción latina de la Vulgata y las citas contenidas en los escritos de los Padres. Era considerada como un libro lleno de misterios, que sólo podía ser entendido de un modo místico. En un sentido muy general, la interpretación bíblica se guiaba por cuatro principios: el sentido literal (exacto), el tropológico (moral dirigido a reformar o corregir las costumbres), el alegórico (simbólico) y el analógico (uso de analogías, semejanza entre cosas distintas). Durante esta época se estableció definitivamente el falso principio de que la interpretación bíblica debía someterse a la tradición y a la doctrina establecida por la Iglesia.  

Los reformadores creyeron firmemente que la Biblia era la Palabra de Dios inspirada y autorizada. 

Por un lado, la levantaron como suprema autoridad por encima y en contra de la autoridad de la Iglesia; la Biblia y no la Iglesia, es el juez supremo de apelación para cualquier disputa doctrinal. Por encima de la pretendida infalibilidad de la Iglesia, los reformadores insistieron en la superior autoridad de la Biblia.  

De esta postura surgen los principios de la reforma sobre la Escritura. 

¿Cuáles son los principios de la Reforma sobre la Escritura?

 
1.      La Escritura es la única fuente de autoridad del creyente.

“15 y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. / 16 Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / 17 a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:15-17) 

La Biblia para nosotros, los cristianos evangélicos, es la única fuente de autoridad del creyente, tanto para la doctrina como para la práctica. Las Escrituras tienen la capacidad de: a) Enseñarnos el camino de la salvación por fe en Cristo; b) Enseñar al ser humano aspectos espirituales y morales; c) Redargüir, argüir en contra de argumentos humanos y carnales; d) Corregir al equivocado; e) Instruir en la justicia de Dios. La Escritura es la revelación de Dios para que el ser humano pueda ser santificado, preparado para el buen actuar.  

La aplicación de este principio da por tierra con el método alegórico, que supeditaba el texto bíblico al sistema eclesiástico o doctrinal. Lutero invierte esta relación: Dios se revela en la Escritura, y no en la estructura eclesiástica. Así derriba muchas falsas doctrinas. La Escritura, que antes estaba sometida al sistema doctrinal, pasa ahora a socavar sus fundamentos. La Reforma cambia la posición de la Escritura en relación a la Iglesia; la autoridad preponderante está en la Palabra y la Iglesia se somete a ella. 

Antes, en los tiempos patrísticos y medievales, el método de los cuatro sentidos permitía al intérprete leer en el texto cualquier idea preconcebida. El principio hermenéutico de Lutero en cambio confiere a la Escritura una autoridad incontestable. De mero objeto, el texto bíblico se transforma en sujeto. Quien se aproxima a él con este entendimiento, ya no lo hace para juzgarlo; antes bien, es juzgado por él. 

El principio de “sólo Escritura” enseña que la Escritura es la única fuente de autoridad del creyente.
 

2.      La ignorancia de la Escritura conduce al error.

“29 Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, ignorando las Escrituras y el poder de Dios.” (San Mateo 22:29) 

El desconocimiento de las Escrituras sumió en el error a generaciones antes de los reformadores. No leer la Biblia, no comprenderla, no estudiarla, no considerarla, desconocer su autoridad, desconocerla como revelación de Dios, pensar que no fueron inspirados por Dios sus escritores, es un gran error y pecado, que nos lleva a la destrucción espiritual. Dice el salmista acerca de la Palabra de Dios: Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.” (Salmo 119:105 

El gran poder de Dios se revela en las Escrituras. Es una estupidez desconocerlas. 

El principio de “sólo Escritura” enseña que la ignorancia de la Escritura conduce al error. 

3.      La Escritura se interpreta por la Escritura misma.

“12 Y nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha concedido, / 13 lo cual también hablamos, no con palabras enseñadas por sabiduría humana, sino con las que enseña el Espíritu, acomodando lo espiritual a lo espiritual.” (1 Corintios 2:12,13) 

Los cristianos recibimos el Espíritu de Dios, el que ilumina nuestro entendimiento para la comprensión de la Escritura y así podamos conocer las promesas de Dios y cómo disfrutarlas. Esta comprensión no es humana ni por un intelecto privilegiado ni por muchos estudios filosóficos, sino que es el trato directo del Espíritu Santo que explica lo espiritual por lo espiritual.  

Las cartas de los apóstoles explican el Evangelio y el Evangelio da cumplimiento y explica el Antiguo Testamento. Los textos, palabras e ideas paralelas dentro de la Biblia explican su contenido. Aquí tenemos dos ejemplos de textos neotestamentarios explicando pasajes veterotestamentarios: 

“14 Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, / 15 para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” (San Juan 3:14,15) 

“Y la escritura, previendo que Dios había de justificar por la fe a los gentiles, dio de antemano la buena nueva a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones.” (Gálatas 3:8) 

Toda interpretación de la Escritura debe estar en conformidad con la analogía de la fe o concordancia con la fe. Ésta debe corresponder absolutamente a la enseñanza uniforme de la Escritura. La fe considerada como medida no es una norma externa y doctrinal, sino la fuerza misma de la fe, la cual se da junto con los dones a cada uno de los portadores del Espíritu: “3 Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” (Romanos 12:3) 

Lutero defendió el derecho de estudiar la Biblia en privado, pero sin descuidar la necesidad de tomar en cuenta el contexto y las circunstancias históricas en que fue escrita la Palabra de Dios. Exigió del intérprete poseer una fuerte convicción de fe en Jesucristo y visión espiritual para interpretar la Biblia.  

El principio de “sólo Escritura” enseña que la Escritura se interpreta por la Escritura misma.  

4.      La Escritura debe ser primero entendida gramatical y lingüísticamente.

“10 Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. / 11 Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las escrituras para ver si estas cosas eran así.” (Hechos 17:10,11) 

Los judíos de Berea eran más humildes y dispuestos espiritualmente que los de Tesalónica, en cuanto a recepción del mensaje del Evangelio. Cada día estudiaban las escrituras, buscando de corazón la Verdad. No aceptaban las palabras si primero no las comprobaban en la Escritura.

Es probable que los primeros cristianos no tuvieran grandes problemas para comprender el idioma en que estaban escritos las cartas apostólicas y los evangelios, generalmente en griego y partes en hebreo. Debe haber sido más difícil comprender las Escrituras antiguas y nuevas para los gentiles convertidos, aunque todo el imperio comprendía el griego culto. Más difícil fue para generaciones posteriores de otros idiomas europeos, cuando surgieron las traducciones comenzando con la latina de Jerónimo. A la altura del siglo XVI ya éste era un gran problema; de allí este principio: Antes que teológicamente debemos comprender el Texto gramatical y lingüísticamente.  

El Renacimiento del siglo XVI impuso como norma de investigación crítica-literaria la necesidad de trabajar con las lenguas originales; este principio fue adoptado muy especialmente por Erasmo de Roterdam, quien preparó la primera edición crítica del Nuevo Testamento en griego. Al mismo tiempo se publicó una Gramática y Diccionario del Hebreo.[2] Con estas herramientas se impulsó el estudio de la Biblia y gradualmente se fue abandonando la metodología basada en los cuatro principios del sentido, estableciéndose que la Biblia tiene un solo sentido.  

El principio de “sólo Escritura” enseña que la Escritura debe ser primero entendida gramatical y lingüísticamente. 

5.      La Escritura tiene un solo sentido simple y cierto.

“15 Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito, / 16 casi en todas sus epístolas, hablando en ellas de estas cosas; entre las cuales hay algunas difíciles de entender, las cuales los indoctos e inconstantes tuercen, como también las otras Escrituras, para su propia perdición.” (2 Pedro 3:15,16) 

La paciencia del Señor es para que la mayor cantidad de personas sean salvas. Así lo enseña el apóstol Pablo, explica Pedro; dice que el Señor le ha otorgado sabiduría para darlo a conocer en sus cartas, algunas difíciles de entender. Los ignorantes e inconstantes en la fe, las tergiversan, cosa que también hacen con el resto de las Escrituras, cosa que los llevará a la perdición eterna. No se trata de interpretar a nuestro propio antojo la Palabra, sino de discernir el verdadero sentido de ella.  

El exégeta de la Reforma, Juan Calvino, abarcó casi todos los libros de la Biblia, utilizando los principios de Lutero y Melanchton de manera rigurosa. Rechazó por completo la alegorización. Su principio fundamental se resume en su comentario: "el principal deber de un intérprete es permitir al autor que comenta decir lo que realmente dice, en vez de atribuirle lo que nosotros pensamos que debió decir".  

El principio de “sólo Escritura” enseña que la Escritura tiene un solo sentido simple y cierto.  

  1. El sentido de las Escrituras es Cristo y el plan de salvación.
“Escudriñad las escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (San Juan 5:39) 

Jesús nos ordena “escudriñar” las Escrituras. Escudriñar es examinar algo con mucha atención, tratando de averiguar las interioridades o los detalles menos manifiestos. Esto implica un trabajo investigativo, ocupar tiempo en ello. Si a los cristianos nos parece que en las Escrituras se esconde la clave de la vida eterna debemos dedicar parte de nuestro tiempo devocional a “escudriñarlas”. Al hacerlo encontraremos en ellas a Jesucristo, puesto que dan testimonio de Él.  

Lutero se afanó para encontrar a Jesucristo en todas las partes de la Biblia, constituyendo éste un nuevo método de interpretación bíblica. Reflexionando sobre el mensaje de la Carta a los Romanos se convenció de que el sentido de las Escrituras es Cristo y el plan de salvación. Esta convicción llegó a ser su principio hermenéutico. La Hermenéutica es el conjunto de técnicas o método de interpretación de textos. Dios se revela en Cristo y la Escritura es el libro que proclama esta revelación. Quien no descubre en las Escrituras a Cristo, carece de la clave que las hace inteligibles. 

Pero no fue sólo Lutero quien fijó los principios hermenéuticos de la Reforma. También lo hizo su mano derecha, Felipe Melanchton, un humanista clásico. Sus grandes conocimientos del griego y del hebreo hicieron de él un extraordinario exégeta. Exégesis es la explicación o interpretación de algo, generalmente de la obra de un autor o de un texto concreto, especialmente bíblico.
 
El principio de “sólo Escritura” enseña que el sentido de las Escrituras es Cristo y el plan de salvación.

CONCLUSIÓN.

El postulado de Lutero de “sólo Escritura” enseña que: 1) La Escritura es la única fuente de autoridad del creyente; 2) La ignorancia de la Escritura conduce al error; 3) La Escritura se interpreta por la Escritura misma; 4) La Escritura debe ser primero entendida gramatical y lingüísticamente; 5) La Escritura tiene un solo sentido simple y cierto; y 6) El sentido de las Escrituras es Cristo y el plan de salvación.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Cree usted que la Biblia es la única autoridad que debemos seguir en cuanto a doctrina y vida cristiana?

2)      ¿Qué importancia han tenido en su vida las Escrituras?

3)      ¿Qué consecuencias tiene el desconocimiento bíblico?

4)      ¿Qué está haciendo usted para dar a conocer las Escrituras?

5)      ¿Recuerda algún texto que hable de las Escrituras?

6)      ¿Qué pasaje de la Biblia le ha impresionado más en su vida?

7)      ¿Cómo opera el Espíritu de Dios en nosotros para la comprensión de la Escritura?

8)      ¿Qué libro de la Biblia se propone estudiar pronto, para ampliar su conocimiento bíblico?

9)      ¿Ha conocido personas de corazón humilde, dispuestas a escuchar y obedecer la Palabra de Dios?

10)  ¿Cree que sea necesario comprobar en la Biblia toda enseñanza?

11)  ¿Recuerda algún texto que no comprende hasta ahora?

12)  ¿Usa otras versiones de la Biblia para comprenderla mejor?

13)  ¿Por qué a algunos cristianos les era difícil comprender las cartas de San Pablo? ¿Sucede lo mismo en la actualidad? ¿Cómo podemos resolver este problema?

14)  ¿Qué tergiversaciones de la Escritura ha oído usted? ¿Considera que sea conveniente precaver de esto a los que desconocen la Biblia o la han estudiado poco?

15)  ¿Qué método utiliza para interpretar la Palabra de Dios?

16)  ¿Será necesario para los que estamos en la Gracia “escudriñar” las Escrituras? 

 

BIBLIOLINKOGRAFÍA.
  • Reina, Casiodoro de (1960). “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.
  • MacArthur, John. (2011). “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 
  • (1979). “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.
  • (1960). “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/
  • "Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo, 1974.
  • “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/
  • "Concordancia electrónica de la Biblia” Disponible en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.php
  • Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd
  • (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) Dios habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/
  • "Breve historia de la hermenéutica bíblica”, disponible en http://www.centraldesermones.com/estudios-biblicos/1640-breve-historia-de-la-hermeneutica-biblica



[1] Ciencia que estudia los textos escritos y, en ellos, la estructura y la evolución de una lengua y su desarrollo histórico y literario, así como la literatura y la cultura del pueblo o grupo de pueblos que los han producido.
 
[2] Obras de Reuchlin.