domingo, octubre 29, 2017

MÁS QUE INDULGENCIAS.


LA FE REFORMADA.
TEMA V
 
© Pastor Iván Tapia 

Lectura bíblica: “17 Aconteció un día, que él estaba enseñando, y estaban sentados los fariseos y doctores de la ley, los cuales habían venido de todas las aldeas de Galilea, y de Judea y Jerusalén; y el poder del Señor estaba con él para sanar. / 18 Y sucedió que unos hombres que traían en un lecho a un hombre que estaba paralítico, procuraban llevarle adentro y ponerle delante de él. / 19 Pero no hallando cómo hacerlo a causa de la multitud, subieron encima de la casa, y por el tejado le bajaron con el lecho, poniéndole en medio, delante de Jesús. / 20 Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados. / 21 Entonces los escribas y los fariseos comenzaron a cavilar, diciendo: ¿Quién es éste que habla blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios? / 22 Jesús entonces, conociendo los pensamientos de ellos, respondiendo les dijo: ¿Qué caviláis en vuestros corazones? / 23 ¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda? / 24 Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados (dijo al paralítico): A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. / 25 Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios. / 26 Y todos, sobrecogidos de asombro, glorificaban a Dios; y llenos de temor, decían: Hoy hemos visto maravillas.” (San Lucas 5:17-26 

Idea central: Modo de recibir el perdón Divino. 

Objetivos: a) Comprender y valorar el perdón como la experiencia espiritual más grande que recibimos de Dios; b) Comprender los mecanismos que obran para que recibamos el perdón de Dios; c) Confesar nuestros pecados a Dios; d) Creer en Jesús para recibir Su perdón; e) Tener un genuino arrepentimiento; y f) Perdonar a los que nos han ofendido y pedir perdón a los que hemos dañado. 

Resumen: Las indulgencias fue hace siglos un negocio de la Iglesia, escándalo que provocó una grave división en ella. El tema del perdón de Dios es una doctrina que la Reforma fundamenta sólo en el acto redentor de Jesucristo. El perdón de los pecados por medio de la sangre que Jesús, el Salvador, derramó en la cruz es la doctrina de la justificación. Recibimos el perdón de Dios confesando nuestros pecados, creyendo en Jesús, arrepintiéndonos y ejerciendo el perdón el resto de la vida.
 

E
l 31 de octubre de 1517, Martín Lutero colgó en la puerta de la catedral de Wittenberg, en Alemania, un cartel que exponía para la discusión teológica del pueblo, sus “95 tesis sobre el poder y la eficacia de las indulgencias”. Se llamaba “indulgencia” al perdón de los pecados concedido por la Iglesia de ese entonces. Con esta acción, que trajo repercusiones inimaginables al cristianismo y toda la sociedad, se inició el movimiento de Reforma que se extendió por toda Europa para denunciar la corrupción y ambición de la élite religiosa, encabezada por el Papa León X, que utilizaba un sistema comercial de limosnas a cambio de indulgencias y una supuesta libre entrada al Paraíso. 

Siempre ha habido en el ser humano un anhelo de indulgencia o perdón. El deseo o necesidad de ser perdonados surge del sentimiento de culpa en la conciencia. Sentimos culpa porque conocemos la Ley de Dios, Su voluntad, y cuando pecamos nuestra conciencia nos acusa de pecado. Mayormente si tenemos el Espíritu Santo: 1 Verdad digo en Cristo, no miento, y mi conciencia me da testimonio en el Espíritu Santo” (Romanos 9:1). El Espíritu Santo muchas veces acusa de pecado: “7 Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. / 8 Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (San Juan 16:7,8). 

Toca al ser humano reconocer su pecado y arrepentirse: “Bautizaba Juan en el desierto, y predicaba el bautismo de arrepentimiento para perdón de pecados.” (San Marcos 1:4). Juan el Bautista tuvo esa misión: Para dar conocimiento de salvación a su pueblo, Para perdón de sus pecados” (San Lucas 1:77).  

Nuestro primer deber es arrepentirnos ante Dios y pedirle perdón, pero también debemos pedir perdón y perdonar a nuestro prójimo, como lo expresamos en la oración: Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” (San Mateo 6:12) 

Hasta aquí, cualquier religión humana puede ser fuente de un perdón consolador y de buena convivencia, lo que no asegura la completa eliminación de la culpa del alma del pecador. Una persona puede comportarse en forma socialmente aceptable pero ese conjunto de buenas obras no aseguran su perdón eterno y auto engañarse. Otra puede comportarse mal y no tener conciencia de ello. No podemos basar el perdón en sentimientos o sensaciones personales; no podemos basar el perdón en la persona humana.  

El ser humano es pecador, está contaminado y manchado por el pecado. Tal suciedad debe ser borrada de él. Hay sólo una forma de borrar el pecado. La Reforma del siglo XVI rescató el mensaje puro del Evangelio, el cual estaba cautivo de una religiosidad basada en obras, sacramentos, ídolos y todo tipo de tradiciones humanas, para mostrarnos nuevamente el camino que Dios había revelado originalmente en Cristo. Se basó en cuatro simples principios: 1) Sólo Cristo, 2) Sólo Escritura, 3) Sólo fe, y 4) Sólo Gracia. 

De la lectura bíblica que encabeza esta lección podemos obtener varias conclusiones: 

1)      Jesucristo tiene el poder del Señor: “y el poder del Señor estaba con él para sanar” (verso 17
2)      Jesucristo es movido a misericordia con la fe sencilla del pueblo: “Al ver él la fe de ellos, le dijo: Hombre, tus pecados te son perdonados” (verso 20)
3)      Jesucristo puede perdonar pecados: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados” (verso 24)
4)      Jesucristo puede sanar: “Al instante, levantándose en presencia de ellos, y tomando el lecho en que estaba acostado, se fue a su casa, glorificando a Dios” (verso 25)
5)      Jesucristo nos hace caminar correctamente: “¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te son perdonados, o decir: Levántate y anda?” (verso 23)
6)      Jesucristo convierte las vidas: “se fue a su casa, glorificando a Dios” (verso 25)
7)      Jesucristo hace maravillas: “decían: Hoy hemos visto maravillas” (verso 26) 

Cuando Jesucristo llamó al Apóstol le expresó el plan que tenía para él, como también cuál es Su propósito para con todos los que escuchemos Su Evangelio: “15 Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues. / 16 Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti, / 17 librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío, / 18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.” (Hechos 26:15-18) 

El propósito de Jesucristo es que los evangelizados reciban:
a)      Por la fe en Él
b)      Perdón de pecados
c)      Herencia entre los santificados 

El perdón es crucial en el mensaje del Evangelio. 

¿Cómo recibimos el perdón de Dios? 

1. Confesando nuestros pecados.

Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” (1 Juan 1:9 

Es imprescindible para acercarnos a un Dios pleno en santidad, limpiarnos de todo pecado y para tal cosa hay que reconocerse pecador. Confesarnos pecadores, reconocer que hay en nosotros pensamientos, sentimientos y acciones reñidas con la voluntad de Dios, es el primer paso para alcanzar el perdón, que no es otra cosa que la limpieza de la conciencia. 

Dios es fiel, Él no nos abandonará a menos que nada queramos con Él. La fidelidad de Dios, creador del ser humano, está basada en Su gran amor. Jamás dejará de amar Dios a Sus criaturas. Por eso también actuará con justicia y si acudimos a Su Gracia Divina, aplicará Su justicia, la cual está en Cristo. 

Si confesamos nuestros pecados, el Señor nos limpiará y ayudará con Su Espíritu Santo a no seguir cometiéndolos. 

Recibimos el perdón de Dios confesando nuestros pecados.  

2. Creyendo en Jesús.

Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre.” (1 Juan 2:12)

Con gran amor de pastor, el apóstol Juan, amado del Señor, nos recuerda que nos han sido perdonados todos los pecados en el nombre de Jesús. Al adquirir la ciudadanía del Reino de Dios, que es un reino de amor, podemos disfrutar de completo perdón. Esto significa que Dios olvida cada falta cometida, sólo ve a Cristo en el corazón del creyente, ve a Su Hijo Amado y eso le llena de gozo. ¿Acaso no fuimos trasladados del reino de tinieblas al Reino de Su amado Hijo? (Colosenses 1:13) 

Los profetas del Antiguo Testamento anunciaron de muchas maneras al Mesías, las circunstancias de su venida, Sus hechos y obra en los que creerían en Él; como serían perdonados de sus pecados en Su nombre: De éste dan testimonio todos los profetas, que todos los que en él creyeren, recibirán perdón de pecados por su nombre.” (Hechos 10:43) Así Isaías profetizó: “12 Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores.” (Isaías 53:12 

El Padre exaltó a Jesucristo como Señor y Salvador de la Humanidad. Un nuevo pueblo se uniría al Israel escogido por Dios, los gentiles arrepentidos y convertidos a Jesús: A éste, Dios ha exaltado con su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados.” (Hechos 5:31). 

La “justificación” es el acto por el cual Dios perdona los pecados de los creyentes, declarándolos justos al imputar la obediencia y justicia de Cristo a ellos, por medio de la fe: “9 A unos que confiaban en sí mismos como justos, y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola: / 10 Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. / 11 El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; / 12 ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano. / 13 Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador. / 14 Os digo que éste descendió a su casa justificado antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido.”  (San Lucas 18:9-14)

Recibimos el perdón de Dios creyendo en Jesús como Salvador.  

3. Arrepintiéndonos de nuestro pecado.

Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón” (Hechos 8:22) 

Arrepentimiento no es sólo dolor por haber ofendido la santidad de Dios, sino también: a) Un cambio de actitud rebelde a la de obediencia; b) Sumisión a Cristo, expresada en sujeción a Su Cuerpo, la Iglesia; c) Un traslado del reino de tinieblas al Reino de Dios; y d) Comenzar a vivir una vida Cristocéntrica, dejando el egocentrismo. En otras palabras, arrepentimiento es una actitud del corazón, una voluntad de cambiar ante el Señor.  

El bautismo es una acción que se desprende de este cambio interno, sacramento enseñado por Jesús y los apóstoles como señal de conversión: Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.” (Hechos 2:38) Por el bautismo no son perdonados nuestros pecados, pero sí por nuestra actitud de arrepentimiento y fe. 

Recibimos el perdón de Dios arrepintiéndonos del pecado.  

4. Perdonando al prójimo.

 Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.” (San Mateo 18:35) 

El perdón es una exigencia del Padre. Hay un aspecto que muchas veces se olvida en lo que se refiere al perdón concedido por Dios. Lo enfocamos nada más que como una relación de dos; el cristiano y Dios. Sin embargo Él está pendiente de la relación que tenemos con el prójimo, sean familia, amigos, compañeros de labor, vecinos, enemigos, oponentes, etc. Sobre estas relaciones Dios nos pide que gobierne el perdón. ¿Cómo pretenderemos Su perdón si no hemos perdonados a otras criaturas amadas por Él? Si no perdonamos las ofensas del prójimo, de los “semejantes” o de los hermanos, al Padre no le complacerá perdonarnos.  

Muchas veces queremos el perdón de Dios y no hemos perdonado a alguien por algo que tal vez no es tan grave, comparado con los pecados que llevamos a cuestas. 

Es necesario aprender a perdonar para ser perdonados: Y cuando estéis orando, perdonad, si tenéis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en los cielos os perdone a vosotros vuestras ofensas. / Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en los cielos os perdonará vuestras ofensas.” (San Marcos 11:25,26). Jesús nos dejó lección de ello cuando oró así al Padre: Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes.” (San Lucas 23:34) 

Recibimos el perdón de Dios perdonando al prójimo que nos ha dañado y también pidiéndole perdón si les hemos ofendido.  

CONCLUSIÓN.

No hay experiencia espiritual más grande que recibir el perdón de la máxima autoridad del universo: “Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades son perdonadas, Y cuyos pecados son cubiertos.” (Romanos 4:7). Recibimos el perdón de Dios: 1) Confesando nuestros pecados; 2) Creyendo en Jesús; 3) Arrepintiéndonos de nuestro pecado; y 4) Perdonando al prójimo.

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Qué  tesis clavaría usted en las puertas de la Iglesia de hoy?
2)      ¿Qué repercusiones tiene la doctrina cristiana hoy día en la sociedad secular?
3)      ¿Puede un cristiano vivir con culpas?
4)      ¿Qué papel cumple la Ley en la vida cristiana?
5)      ¿Por qué a Dios le interesa que perdonemos al prójimo?
6)      ¿Debe un discípulo pedir perdón al prójimo?
7)      ¿Cuál fue la misión de Juan el Bautista?
8)      ¿Qué obras aseguran nuestro perdón eterno?
9)      ¿Cómo se borra ante Dios la mancha del pecado?
10)   ¿Cuáles fueron los cuatro principios de la Reforma?
11)  ¿Qué rol juega el perdón en el mensaje del Evangelio?
12)  ¿Hace usted periódicamente un examen de conciencia para pedir perdón a Dios?
13)  ¿Qué debemos a Jesús en el perdón que el Padre nos ha dado a los creyentes?
14)  ¿Cómo entiende usted el arrepentimiento?
15)  ¿Cuándo no debemos perdonar a nuestro prójimo?
16)  ¿Cuándo es necesario pedir perdón a los que hemos ofendido? 

 

BIBLIOLINKOGRAFÍA.

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